Las playas gallegas se desnudan

Susana Acosta
Susana Acosta ARTEIXO/LA VOZ.

LUGO CIUDAD

Los arenales nudistas son cada vez más frecuentados por bañistas deseosos de libertad

31 jul 2010 . Actualizado a las 15:13 h.

¿Por qué se les habrá ocurrido a Adán y Eva colocarse en sus partes nobles una hoja de parra? Sin desmenuzar el trasfondo pudoroso que hay en este asunto, esto es lo que se le pasa a uno por la mente nada más pisar la playa de Combouzas, en Arteixo. Medio centenar de nudistas abarrotan el arenal, «y cada vez vienen más, los domingos son horribles», dice Mari, una usuaria asidua a esta playa y que reivindica su derecho a estar como Dios la trajo al mundo en la playa.

Lejos de cualquier estereotipo, lo cierto es que en Combouzas se respira un ambiente muy tranquilo, incluso en algunos casos demasiado relajado. Apenas hay ruidos, solo se escucha el sonido del nordeste, que ayer sopló con muchas ganas, y la fuerza de las olas. Así, despojados de cualquier tipo de complejos, no hay un look estándar para acudir a este tipo de arenales: los hay gorditos, delgados, peludos, imberbes, los hay que quieren pasar desapercibidos, los que no les importa que los miren y, cómo no, los que miran: «De esos vienen bastante», confiesa Loli, al tiempo que reconoce que le molesta esta nueva versión de voyeur: «Ahora ya no tanto, pero antes podías ver que se ponían con los prismáticos desde lo alto del acantilado».

Porque todos se conocen en esta playa nudista de Arteixo. Y se van formando pandillas: «Somos los amigos de la playa. Y precisamente esta noche organizamos una cena para los que venimos asiduamente a Combouzas», cuenta Mari. Hace años, este colectivo reunió firmas para lograr que el Ayuntamiento de A Coruña habilitase un arenal nudista en la ciudad, pero «ahí se quedó la cosa y no supimos nada más».

Ellos no entienden por qué los textiles -así llaman los nudistas a la gente que va a la playa con bañador- tienen derecho a entrar en los arenales nudistas y ellos no en el resto: «No es lógico. Es como si tuviéramos que escondernos de algo que todo el mundo tiene», explica Mari. De la misma opinión es Luis, que subraya el respeto que debe haber entre textiles y nudistas: «Se trata de disfrutar y de que cada uno esté como quiera estar».

Pedro es un melancólico. Le gusta recordar los años en los que comenzó el movimiento nudista y en los que tenían que limpiar entre todos la playa porque no había todavía servicio de limpieza de arenales. También hay recuerdos para los nudistas que fueron perseguidos durante la época franquista por intentar disfrutar del sol sin ataduras.

Todo ha cambiado. Ahora dicen que a Combouzas incluso acude gente que se desplaza desde Lugo y de Ponferrada a pasar el día en la playa. Ellos aseguran que quien prueba el nudismo una vez repetirá el resto de su vida. Pero sin duda, lo que a ellos más les reconforta es poder bañarse desnudos en el mar y tomar el sol sin obstáculos. Es una sensación única: «Si alguien tuviese que ducharse vestido, seguro que no lo haría. Pues esto es lo mismo», concluye Pedro.