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Entrevista:Nuevos madrileños | Bahía Mahmud, saharaui

"Escribo poemas sobre mi tierra desde el Starbucks"

Natalia Junquera

La culpa fue de Iñaki Gabilondo. "Vino a hacer el programa Hoy por hoy de los campamentos de refugiados de Tinduf en octubre de 1998. Le recuerdo despedirse diciendo: 'Volvemos a nuestros estudios de la Gran Vía'. A mí aquello de la Gran Vía me quedó grabado en la cabeza y cuando meses más tarde vi esa enorme arteria llena de gente, de razas, de colores... me enamoré. Nunca había visto una calle tan grande, tan llena de vida. Madrid es una ciudad con mucha poesía".

El flechazo le obligó a instalarse lo más cerca posible, en la calle de la Ballesta. Gabilondo le había invitado a hacer un curso de formación en la cadena SER después de verle trabajar en una radio saharaui. "Así que salía de casa y ya estaba en la radio. Fue una época estupenda. Mi primer trabajo y mi primer espacio en Madrid".

Bahía Mahmud es ingeniero de Telecomunicaciones. Se licenció en La Habana en 1985 gracias a una de las becas que el Gobierno cubano ofrecía a los chicos saharauis que tutelaba el Frente Polisario. Bahía huyó de su pueblo, Auser, en el Sáhara Occidental, a los 15 años, tras la invasión marroquí. "Fue en el año 75 y desde entonces no he vuelto. Mi familia prefirió que me marchara y el Frente Polisario cuidó de mí a partir de ese momento. Cuando volví a encontrarme con mi familia, 10 años después, en el campamento de refugiados, tenía una hermana nueva y mi madre no se creía que, además de haber sobrevivido, me hubiera licenciado en Telecomunicaciones". Nunca llegó a ejercer. En Madrid lleva media docena de trabajos y otros tantos hogares distintos, "para ahorrar en el transporte".

Clases de acento árabe

El primer encargo remunerado que le hicieron a este poeta saharaui en la capital fue entrenar a un catalán para que cogiera acento árabe. Le llamó una productora de televisión que grababa una serie de ficción llamada La cuadrilla espacial, en la que un grupo de personas se desplazaban en platillo volante de planeta en planeta para difundir la cultura taurina española. "El catalán era uno de los personajes, y tenía que parecer un marroquí de Melilla que habla mal castellano", cuenta Bahía como si fuera lo más normal del mundo. "Fue muy complicado porque tenía un acento catalán muy fuerte. Pero fue divertido y me pagaron 150.000 pesetas. Yo no sabía qué hacer con tanto dinero".

Durante los dos meses que duró el entrenamiento, Bahía vivió en Soto de Viñuelas, una urbanización de Tres Cantos que le quedaba cerca de los rodajes. Luego se mudó a Fuenlabrada, durante los tres meses en los que trabajó en una inmobiliaria, y después a Alcorcón porque empezó de conserje en una empresa de seguridad. Entre mudanza y mudanza, encontró una madre adoptiva, Christa, que le decía: "Bahía, te veo cansado. Estás más flaco, ¿comes bien?". "Es una alemana encantadora. Era la madre de una chica que trabajaba en una ONG y que había conocido en los campamentos de refugiados de Tinduf. Me invitó un día a comer a su casa y desde ese momento fue mi madre en Europa; la quiero muchísimo".

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Entre los cambios de casa y las visitas a mamá Christa, Bahía apenas tenía tiempo para la poesía. "Cuando llevaba dos años trabajando en un laboratorio químico, en 2003, me paré a pensar. Estaba cansado de hacer los trabajos que se busca un inmigrante, así que cuando me vi suficientemente integrado me compré un coche, cogí un año de paro y pasé por tres universidades: la Carlos III, la Autónoma y la de Alcalá de Henares. Hice un seminario de periodismo digital, un curso de traducción administrativa y legal y otro de lingüística. Trabajé mucho traduciendo textos del árabe al español y volví a escribir poesía".

Bahía cree que la mejor hora para la poesía es la primera de la mañana, así que al final se ha decidido por un trabajo de teleoperador a media jornada por las tardes. Se levanta temprano, recorre su musa, la Gran Vía, de arriba abajo, y entra en una cafetería. "Escribo allí poemas sobre mi tierra. Tengo uno que se titula Starbucks. En él evoco las interminables montañas que rodeaban mi pueblo en el Sáhara". Con esos ejercicios de poesía y de nostalgia, Bahía y otros compatriotas, la generación de la amistad saharaui, llevan a cabo su "intifada poética". Su fundador explica en qué consiste: "Reivindicar con la palabra nuestra causa y nuestra presencia en España como pueblo exiliado".

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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