Cuando comienza a moverse, el pequeño se percibe como un pez en el agua y la frecuencia de los movimientos detectados puede variar mucho. Aunque el bebé está en movimiento de modo casi continuo, sólo algunos de ellos son lo suficientemente intensos para que la mujer los note. Además, otros movimientos no se perciben, o bien por la posición del feto o bien por la actividad de la madre. Cuando la madre camina o se mueve, el bebé se siente mecido y duerme. Además, cuando ella está activa, siente menos al pequeño que cuando está en reposo.
La mujer nota mejor los movimientos fetales por la noche porque está más tranquila, no tiene tantas preocupaciones y se relaja, pero esto no quiere decir que se mueva más el bebé, sino que la madre lo percibe mejor. El número de movimientos aumenta después de comer, pues la tasa de glucemia (glucosa en la sangre) se modifica estimulando al bebé.
¿Qué está moviendo?
Al principio, es muy difícil diferenciar qué parte de su cuerpecito está moviendo, pero a medida que avanza el embarazo te resultará más sencillo.
Pasado el sexto mes se puede distinguir entre dos miembros redondeados, su cabecita y su culete, por la dureza de la primera, ya que ambas tienen para entonces casi el mismo tamaño. Si percibes una parte firme más amplia, puede tratarse de su espalda. En ese momento apreciarás cómo el niño se voltea totalmente dentro de ti (es como si rodase en tu interior), algo que dejará de hacer en breve, para pasar a unos movimientos más localizados por la falta de espacio.
Así, casi al final de la gestación podrás notar claramente el movimiento de sus brazos y piernas en forma de enérgicas sacudidas, e incluso te será fácil reconocerlos visualmente, pues a menudo sobresalen cuando se mueven, creando formas y relieves en tu tripa.
En todo caso, si el niño se muestra especialmente activo durante el embarazo, no hay que inquietarse: no tiene por qué ser un “terremoto” cuando nazca. Al contrario, los médicos consideran que los movimientos del feto son siempre una señal de salud.
