Cuando el mago portugués Luis de Matos hizo desaparecer un elefante y un Ferrari frente a 12.000 personas en un estadio deportivo de Lisboa para la Expo’98, cuando el mago español Mag Lari cortó a una persona en ocho trozos en su espectáculo “Secrets” en el 2007, y cuando un baúl mágico despedía fuego, humo y objetos durante una reciente producción en el Teatre Nacional de Catalunya, CarIes Ferrandiz no andaba muy lejos. Él tal vez estaba lejos del centro de atención, pero la mano invisible del Sr. Ferrandiz se encuentra detrás de algunos de los trucos de magia más espectaculares presentados en España y el resto de Europa en los últimos 40 años. Junto a su equipo de seis personas, el propietario de la tienda de magia Mágicus de Barcelona fabrica aparatos para magos y producciones teatrales, inventa trucos de magia y hace desaparecer objetos y personas por encargo.
El Sr. Ferrandiz es hijo del mago español José Maria Ferrandiz, y de joven quedó desencantado de la magia por el efecto de ruptura que tuvo en su familia. Decidió hacerse ingeniero mecánico, sólo para encontrarse fabricando piezas para la tienda de su padre. Ambos formaron una sociedad, y el Sr. Ferrandiz se reconcilió con la magia. Ahora con 61 años, ha hecho desaparecer más cosas de las que puede recordar. Encontramos a Carles Ferrandiz en su oficina de Barcelona, repleta de aparatos de magia, libros antiguos y diplomas que le proclaman miembro de asociaciones como la Internacional Brotherhood of Magicians. Su tienda Mágicus puede visitarse en la calle Diputació, 274, en Barcelona.
Podría definirme como un artesano de la magia o un creador de ilusiones.
Si, pero cuando haces un trabajo para un artista el trabajo ya no es tan artístico. La imaginación acaba cuando empieza el espectáculo.
El trabajo más creativo es cuando un profesional viene a mí con una idea pero no sabe cómo conseguirla. Esto es imaginación e invención. Es también más divertido y desafiante que inventar juegos para la tienda. Cualquier encargo depende de las circunstancias — dinero, espacio, la situación del escenario. Por ejemplo, ¿qué pasa si el escenario está vacío? Yo puedo hacer magia pero no milagros.
Si hay otras personas o cosas, tienes más posibilidades. Necesito bailarinas, música, luces ¡o al menos un par de plantas!
No, es sobre todo la situación y el lugar. Puede ser más fácil hacer aparecer un camión lleno de televisores en un centro de convenciones que una sola televisión en un campo de fútbol.
Fue la presentación de un nuevo Volkswagen Golf convertible en la ya desaparecida Sala Scala de Barcelona, hacia 1990. Teníamos que hacer desaparecer y reaparecer el coche. Fue extremadamente complicado porque la composición del teatro era realmente extraña. El escenario tenía 30 metros de largo pero era muy estrecho y se ensanchaba en la platea, lo que significaba que había gente sentada a su alrededor. La misma presentación se llevó entonces a Madrid y empleé un mes adaptándolo al escenario diferente.
Unos 20.000 €.
Por supuesto, intento ir tan a menudo como puedo. Lo encuentro interesante. Y aprendo: a veces los artistas, cuando ensayan con los aparatos, cambian cosas. Esto me da una gran satisfacción. La gente a menudo me pregunta cómo puede impresionarme todavía un mago, si conozco todos los trucos. Yo contesto que si el espectáculo es bueno, me impresiona. Por otro lado, cuando veo un espectáculo malo, sufro.
En absoluto. Lo que ha cambiado es la forma de hacer magia. Cada vez hay menos espectáculos, pero el problema no es la magia: hay menos espectáculos en general. Casi no queda ningún espectáculo de variedades. No creo que sea falta de interés; se debe a la interpretación, por parte de las autoridades, de lo que es cultura y no lo es. Yo creo que los malabares son tanta cultura como un recital de poemas — si están bien hechos. La cultura no tiene por qué ser siempre sublime y profunda.
Pienso que la gente de todo el mundo disfruta viendo un buen espectáculo. De todas formas, cuanto menos conocimiento tienen, más mágico se vuelve el espectáculo. Tengo aquí libros antiguos de magia que enseñan maneras de hacer trucos que serían imposibles hoy en día. Nadie los compraría.
Sí, pero siempre hay magos que se esfuerzan más. Por supuesto que se ha perdido algo maravilloso: la inocencia. Pero creo que antes, los magos no solían ser artistas — eran simplemente gente haciendo trucos que nadie más conocía. Hoy en día los grandes magos son ante todo y sobre todo artistas.
Kati Krause es una escritora residente en Barcelona.