Calle Esperanza

En: Mi familia

2 May 2024

Nunca me he sentido más segura como cuando era pequeña y me gustaba ir cogida del brazo de mi madre. Siempre el izquierdo, porque en la mano derecha llevaba el capazo con la compra.

La miraba y la sentía grande, fuerte, segura y siempre con su sonrisa serena, nunca forzada. Saludaba a su paso a mujeres mayores que le respondían con la mano.

De camino a la casa de su madre, paraba en la Tenda de Adeleta a comprar ”un troset de budellet y un poquet de melva”. También le llevaba vino a su padre de una gran barrica que tenía un grifo donde llenaba la botella que traía desde casa.

Mi abuela María vivía en la mitad de la cuesta de la Calle Esperanza, precioso nombre para una calle.

La entrada de la casa servía de cuarto de estar con sillas alrededor y dos butacas de mimbre en la que se sentaban los abuelos a ver la tele. Más el abuelo Pascual, porque la abuela siempre estaba haciendo cosas. A continuación, estaba el comedor con una mesa alargada y una chimenea en la que a veces cocinaba mi abuela. Sobre todo, en Navidad, su arroz con costra para toda la familia. La cocina era un pequeño cuartito a la derecha sin ventanas, donde tenía una cocina de tres fuegos y una pila para lavar los platos. En la parte de abajo guardaba los platos, ollas y sartenes en estanterías protegidas por unas cortinitas de cuadros verdes y blancos. La piedra de mármol siempre estaba limpia y muy blanca. En esa pequeña cocinita hacía almendras garrapiñadas y podía estar media tarde danto vueltas a la ollita de barro con las almendras y el azúcar a fuego lento, hasta que se hacían. A sus once nietos nos encantaba y siempre hacía para todos.

Pero sin duda, mi mayor placer gastronómico era cuando me hacía la tortilla francesa para almorzar y la ponía con mimo en un bocadillo del Forn de l´aulet.

En la parte izquierda había unas escaleras que bajaban al sótano donde había un pequeño aseo y una ducha. Mi abuelo Pascual siempre se duchaba con agua fría, incluso en invierno.

Él fue un niño que nació con “camiseta” que son las membranas amnióticas que lo envolvían al nacer. Se creía que los niños que nacían así y sobrevivían, no morían nunca por accidente ni enfermedad. Aún recuerdo cuando mi abuela me enseñó una bolsita de tela muy antigua y unas pielecitas secas en su interior y me dijo que era la “camiseta” del abuelo. No sé dónde habrá ido a parar esa bolsita pero me hubiera gustado tenerla.

En la parte central había unas escaleras que llevaban primero a la habitación de mis abuelos, sin puerta y a continuación, un tramo de escalera más hacia las habitaciones de mi madre y mis tíos.

Pero lo que más nos gustaba a todos los nietos era subir hasta la parte más alta de la casa, el porchi. Allí se secaban los jamones, los lomos y los embutidos que se hacían con el cerdo que mi abuelo criaba en la casita del campo, La Barrancá.

En el porchi, también había muchas cosas y baúles llenos de fotos antiguas. Recuerdo que había ventanas sin cristales, para que pasara el viento frío y secara bien los embutidos y los jamones.

Recuerdo los distintos olores. Los de los embutidos secándose al aire y el olor de las fotos antiguas de los baúles.

También era muy peculiar el olor a algas que había en la porquera donde se criaba el cerdo en la casita del campo. Mi padre y mis tíos iban a la playa de Altea y cargaban la furgoneta con algas, imagino que serían posidonias, y luego le hacían al cerdo una cama de algas para que estuviera cómodo y fresco. Hasta que le tocaba su día.

Ese día era en enero. Yo nunca vi la matanza pero sí que recuerdo cómo se hacían las sobrasadas, las morcillas y las longanizas en casa de mi abuela. Allí ayudaba todo el mundo. Mi madre y mi tía Isabel se encargaban del lavar las tripas en el puador hasta dejarlas blancas. Mi padre y mi tío Salvador se turnaban para darle vueltas a la manivela para hacer las longanizas. Yo recuerdo que ayudaba a cortar la carne a trocitos y la cebolla para las morcillas. Y mi abuela lo iba organizando según se hacía y colgando en cañas en el porchi. Cada caña llevaba el nombre de cada uno de sus cuatro hijos y otra más, para ellos. El abuelo Pascual miraba todo con seriedad y satisfacción de ver que había criado un buen cerdo.

En esa casa de los abuelos siempre eras bien recibida. Mi abuela María siempre olía a limpio, a jabón de Heno de Pravia. Al verme me daba un beso-abrazo y me encantaba sentirme arropada por sus brazos fuertes y blanditos. Creo que he heredado sus brazos.

Tenía la virtud de hacerte sentir especial. Pero no sólo a mí, sino a cada uno de sus nietos. Conocía el gusto de cada uno de nosotros y siempre tenía lo que te gustaba.

Mi madre y mi abuela se entendían con la mirada. Siempre las vi juntas. Pasaron muchas miserias juntas y eso las unió mucho más.

Siempre he pensado que los niños que viven una guerra más una postguerra y sobreviven, nunca sienten el desaliento. Son fuertes y miran el futuro con optimismo. Siempre piensan que todo va a mejorar. Mi madre era así.

Ella tenía un año cuando estalló la guerra y mi tía Isabel nació en plena guerra civil. Mi abuelo Pascual era agricultor y llevaba las tierras de uno de los señores del pueblo. Eran pobres pero tenían para vivir.

Pero fue llamado a filas y se alistó al ejército. Como otros muchos sufrió demasiado en esos años. Cuando yo era pequeña, recuerdo que nos contaba que un misil cayó junto a él pero no explotó y que al final de la guerra, lo internaron en un campo de prisioneros en Valencia. Cuando llegó al pueblo, después de la guerra, parecía un despojo humano, muy delgado y lleno de pústulas por el cuerpo.  Para curarse, se fue al campo a arar la tierra a mano y contaba que por el sudor le salieron todos los males. Estuvo unos días segregando un líquido amarillo y pestilente por la piel hasta que cesó y empezaron a curarse sus heridas.

Y entonces tuvieron que afrontar la postguerra.

La pobreza y el racionamiento se hizo extremo. Tenían que vivir en casa de la madre de mi abuelo. La convivencia no era buena porque no había dinero y siempre le reclamaban que la taza debía estar llena de monedas para poder seguir viviendo allí.

El abuelo trabajaba en el campo y además era sequier pero no llegaba para los cuatro niños que había ya entonces. Mi abuela María se puso muy enferma, su piel se volvió amarilla y vomitaba todo lo que comía.

No había dinero para médicos y los remedios populares era lo único que podía comprar. Le trajeron manzanilla de Zaragoza y a pequeños sorbitos fue recuperándose. Seguramente tuvo una hepatitis.

Cuando se recuperó, tomaron la decisión de emigrar a Argel para poder tener una oportunidad de conseguir dinero y comprar una casita para la familia.

El mismo día que mi madre cumplía los 17 años se fueron ella y mi abuela a Argel.

 

Continuará,…..

MUCHAS GRACIAS A TODOS MIS PACIENTES POR SUS VALORACIONES EN DOCTORALIA. GRACIAS A VOSOTROS ME HAN NOMINADO PARA LOS DOCTORALIA AWARDS 2020.

OS INVITO A SEGUIR LAS VOTACIONES EN LA PÁGINA OFICIAL PINCHANDO AQUÍ. 

Para ver mi nominación hay que pinchar en MEDICINA GENERAL, FAMILIAR Y COMUNITARIA

Mi pequeño John.

En: Mi familia

26 Jul 2020

Mi pequeño John, niño querido y deseado, no sabes cómo deseo verte en los brazos de tu madre plácidamente dormido y seguro.

Tu generación se estudiará en los libros de historia como  los niños post pandemia.

Sois niños que no recibiréis visitas al nacer, ni os podremos abrazar y besar las abuelas. Pero quiero que sepas que tienes que sentirte querido aunque no te podamos tocar. Intentaré trasmitirte con mi mirada todo mi amor.

Tu hermano Noah está deseando que salgas, como él dice, “ ya debes estar formado”. Y también  tendrá cuidado contigo y se lavará muy bien las manitas cuando venga del cole, porque él ya sabe lo que es el coronavirus y el miedo que nos da.

Vas a ser un niño muy fuerte porque ya se nota tu fuerza en las pataditas que das, sobre todo cuando tu hermano anda cerca cantando, como hace la mayor parte del día.

Deseo para ti toda la salud del mundo y también alegría y felicidad, pero sobre todo lo primero.

Tu abuela Eme.

El papá te llamaba mami blue, por aquella canción de los 70: Oh! mammy, oh mammy mammy blue!  

Pero es que tú eras azul, tu color preferido para vestir era el azul, con el que te veías más guapa y que resaltaba tus  ojos.

Le hemos dicho a Noah que estás en el cielo azul del Cutxeret y cuando podamos ir, miraremos al cielo para verte.

De ti me queda tu instinto de cuidar, tu amor por los tuyos y tu cariño al cocinar.

Ayer cuando luchabas por seguir aquí, te pedí que  descansaras, que nosotros estaríamos bien y que papá y la abuela María te esperaban para cuidarte. Abriste tus ojos de un azul intenso como hacía tiempo que no te veía, me miraste, me entendiste y te dejaste ir.

Voy a pedir a todos los que de verdad te han querido que te pongan emoticonos de flores porque, por el estado de alarma que vivimos, no has podido tener.

Descansa en paz, mamá.

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Cada día que pasa me doy cuenta que el trato con los pacientes puede aliviar o agravar sus padecimientos. Te pueden pinchar tres veces para sacarte sangre pero si la enfermera tiene un trato amable parece que duele menos.

Pero este sentimiento se extiende a cualquier persona. Ayer mientras comía estaba observando una escena que me preocupaba. Una señora mayor estaba sentada sola en una mesa dónde había solo un vaso de agua. La mujer muy pendiente del teléfono móvil y con una expresión de gran angustia. El camarero se acercaba a ella y con gestos muy amables le preguntaba algo. Daba la sensación de que llevaba allí toda la mañana. De repente sonó el teléfono y la expresión de la señora cambió a una mezcla entre alivio y alegría. Fue entonces cuando le dijo al camarero que acababan de operar con éxito a su nieto de tres años. El niño se había quemado todo el brazo con agua hirviendo y le acababan de realizar injertos en la piel. Se levantó su manga derecha y mostró unas terribles cicatrices en todo el brazo y es que ella también se quemó cuando era niña y sabía lo que dolían las curas.

Estoy segura que la actitud del camarero hacia ella la hizo sentir acompañada e incluso aliviada.

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Cuando yo estudiaba medicina a finales de los 80, primeros de los 90, sonaba una canción de Joan Baez que me impactó e hice mía :”Sólo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente “.

Estando en el hospital este principio se pone a prueba cada día. La mayoría de los procedimientos son dolorosos. Se oyen gritos de dolor a menudo en el silencio de la noche.

Y aunque al principio te alarman, acabas acostumbrandote.

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El adjetivo nosocomial se emplea para referir las enfermedades que se adquieren en el Hospital. Las más conocidas son las infecciones nosocomiales.

Tras unos días de “vivir” en el hospital acompañando a un familiar he podido comprobar que también hay una forma de vida nosocomial.

Por ejemplo,  dentro de la escala jerárquica de los trabajadores hay unas características especiales.

Están l@s médic@s. Son los que menos se ven por la planta. Los pacientes y familiares esperan ansiosos su visita que suele ser una auténtica “visita de médico ” es decir,  breve.

Están l@s enfermero@s. Son los auténticos jefes de planta. Llegan, realizan sus técnicas y vuelven al puesto de control. La mayoría empaticos con el paciente, un poco menos con los familiares que les agobiamos con preguntas.

Están l@s auxiliares y los celadores. Para mi son l@s que hacen el trabajo más duro. Los pacientes les suelen agradecer mucho su trabajo. Los familiares,  los mareamos bastante.

Están l@s limpiador@s. Suelen ser muy amables con todo el mundo y hacen su trabajo de forma muy discreta.

Continuará. ….

abuela y nieto

Hace unos días vino a la consulta una abuela con su nieto. A ella le molestaba mucho el ojo izquierdo desde el día anterior en el que había estado con el niño en un parque. Hacía mucho viento y le entró algo en el ojo.

– Buenos días doctora. Me duele mucho el ojo izquierdo y lo tengo rojo desde ayer.

– Buenos días Clara. Voy a explorarla.

Tras la correspondiente exploración en consulta, le digo:

– Clara, lo que le ocurre es que tiene un cuerpo extraño en el ojo y por eso le duele tanto. Hay que extraerlo.

Unos días después, Clara me cuenta entre risas lo que le ocurrió con su nieto nada más salir de la consulta. Éste le dijo:

– Abuela, me duele mucho la tripa. ¡Yo creo que tengo”un cuerpo extraño”!

 

8 años

Cada año a primeros de marzo cumplo años en esto de ser bloguera.

Y cada año me siento más orgullosa de haberlo emprendido porque es un instrumento muy valioso para que mis pacientes me conozcan mejor y para poder ayudar a mucha gente anónima.

En cada una de las categorías, por distintas que parezcan, pongo mi alma en ellas.

Aunque, como en otros años, sigue siendo mi preferida las de “Mis pacientes”.

Suelo hacer un breve análisis en estas fechas gracias a google analytics,  para saber qué temas interesan más y los resultados son los siguientes:

1.- Mensualmente me siguen alrededor de 21.000 personas.

visitantes

2.-Los temas que más preguntas suscitan son:

Te de hoja de níspero, agua de mar, reconocimientos de conductores.

temas

3.- Los países donde más me leen son por orden:

España, México, Argentina, Chile y EE UU. Me sorprende ver que tengo seguidores en países tan lejanos como China, Australia, Nueva Zelanda o Alaska!

paises

4.- Por ciudades, dónde más me conocen es por orden:

Madrid, México City, Santiago, Barcelona y Buenos Aires.

MUCHAS GRACIAS A TODOS!

GRACIAS

 

 

 

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Los pacientes ancianos con problemas cardíacos, pulmonares o vasculares constituyen un grupo de riesgo elevado para la cicatrización de heridas en la piel.

El envejecimiento provoca grandes cambios en la estructura de la piel. Las capas más externas empiezan a atrofiarse y la epidermis se hace más delgada y frágil.

Los desgarros en la piel ocurren con frecuencia en edades superiores a los 65 años provocando un tipo de lesión conocido como “Skin tears” (lesiones cutáneas laceradas).

El mecanismo que las provoca suele ser por fricción o cizallamiento y suelen ser muy frecuentes en la cara anterior de la pierna y también en las manos.

¿Qué factores de riesgo provocan las “Skin tears”?

El principal factor de riesgo es el envejecimiento. Si además sumamos enfermedades propias de la vejez como las cardíacas, pulmonares o vasculares, el riesgo aumenta.

Otros factores que hay que tener en cuenta son la movilidad reducida, problemas de equilibrio  y la peor visión que puede provocar roces y golpes en las piernas.

La demencia y las deficiencias nutricionales son otras de las causas para una difícil cicatrización.

Clasificación de las “Skin tears”

Grado I 

Los desgarros de la piel grado I pueden ser :

– Lineales

– Tipo colgajo: el colgajo epidérmico cubre la dermis a menos de 1 mm del margen de la herida.

Grado II

– Con escasa pérdida de tejido.

– Con pérdida de un 25 % del tejido epidérmico

Grado III

Pérdida total del tejido provocado por el traumatismo inicial o por necrosis del colgajo.

Tratamientos clásicos

La extracción del colgajo está desactualizada y es conveniente preservarlo para una mejor cicatrización.

Se debe realizar una limpieza inmediata de la lesión y aproximar los bordes de la herida lo antes posible.

Las suturas cutáneas se desaconsejan porque causan un trauma adicional y se suelen rasgar.

Se aconseja una aproximación de bordes con steri-strips y proteger la herida con un tul graso para evitar que el exudado se pegue al apósito.

Tratamiento con Terapia Marina

El agua de mar proporciona todos los minerales necesarios para un adecuado funcionamiento del los fibroblastos y queratinocitos que son las células encargadas de la cicatrización.

La utilización del agua de mar de forma tópica favorece la cicatrización de las heridas. 

CASO CLÍNICO DE SKIN TEARS TRATADO CON AGUA DE MAR

La paciente de 82 años sufrió un herida en la pierna derecha del tipo “Skin tears”.

Entre sus factores de riesgo destacan su edad, su hipertensión y un edema de extremidades inferiores por insuficiencia venosa.

Tras producirse la herida se inició el tratamiento con agua de mar, utilizando un producto farmacéutico a base de agua de mar hipertónica en forma de spray.

La herida se vaporizó con el agua de mar limpiando toda la herida.

Una vez limpia, se volvió a vaporizar dejando secar el producto.

A continuación, se aplicaron tiras de steri-strip aproximando los bordes de la herida intentando favorecer las fuerzas naturales de la piel de la zona.

Finalmente, se cubrió la herida con un tul graso, gasas estériles y vendaje compresivo.

Las curas se realizaron a diario durante 45 días hasta conseguir una perfecta cicatrización y regeneración de la piel, sin ningún signo de infección, ni dolor durante las curas ni después.

 

 

En este blog encontrarás

Comentarios de estilos de vida saludables, descripciones de enfermedades y de casos clínicos, noticias y curiosidades médicas, consejos de salud y también historias reales en las que se relaten problemas de los pacientes y que puedan ayudar a otras personas.

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