El ecólogo Ramón Margalef falleció el domingo 23 en Barcelona, ciudad en la que nació, a los 85 años. Pocos científicos españoles de la segunda mitad del siglo XX han sido tan profusamente citados por sus colegas, y no sólo por sus aportaciones al estudio del medio natural sino por el fecundo magisterio ejercido sobre generaciones de estudiantes e investigadores en todo el mundo.
Son legión quienes reconocen a Margalef como el maestro que les abrió las puertas de la Ecología, ya fuera desde las aulas o a través de su manual, clásico imprescindible en la licenciatura de Biología de varios países.
Margalef fue el precursor de la ciencia ecológica en España y el inaugurador de la primera cátedra de Ecología de nuestro país, abierta en 1967 por la Universidad de Barcelona. En su libro Introducción a la Ecología, Josep Peñuelas recuerda cómo conoció al maestro de tantas generaciones: "En 1978 iniciaba mi cuarto curso de licenciatura cuando llegó al aula el profesor de Ecología, un personaje entre descuidado, travieso y sabio llamado Margalef y dijo: 'La Ecología, asignatura que vamos a estudiar este curso, es, como se ha dicho alguna vez, aquello que le queda a la biología cuando todo lo importante ha recibido ya algún nombre'".
Como se ve, al travieso profesor le gustaba pasmar a sus alumnos, aunque, en el fondo, sus palabras no fueran un chiste, sino un verdadero intento de descripción de la disciplina. Como ciencia de síntesis que estudia las relaciones de los seres vivos con el ambiente físico, la ecología comprende conocimientos y herramientas de las más variadas disciplinas, desde la Biología y la Geología a la Química y la Física, la Matemática o la Estadística.
Partiendo de la senda abierta desde el XIX por Humboldt, Darwin, Wallace o españoles como Odón de Buen, el profesor Margalef fue un pionero al insertar la Ecología en el ámbito de la moderna teoría de sistemas, entender que su objeto de estudio eran los niveles superiores de organización biológica y emplear la física teórica o los modelos matemáticos para enfocar asuntos como la dinámica de poblaciones.
Cuando en 1967 llegó a la Cátedra de Barcelona, Margalef ya era un científico de prestigio internacional, autor de obras emblemáticas como La teoría de la información en Ecología (1957) o Perspectives in Ecological Theory (1968) que resumía un curso magistral dictado en Chicago.
Sin embargo, no fue fácil su camino hasta la cumbre. Nacido en 1919, la Guerra Civil truncó sus estudios y, terminado el conflicto, tuvo que ganarse la vida como administrativo de seguros y como botones del Instituto Botánico de Barcelona. Al mismo tiempo, su afición le llevó a estudiar por su propia cuenta el medio acuático, realizando trabajos sobre las comunidades de algas de agua dulce para los que tuvo que valerse de un microscopio de factura casera. La intervención del catedrático de Zoología de Barcelona, García del Cid, y el secretario del CSIC, José María Albareda, sirvió para conseguirle una beca de estudios.
Gracias a ella, Margalef pudo licenciarse en Ciencias Naturales en Barcelona. Después, se doctoró en Madrid en 1952. Desde 10 años antes publicaba ya sus estudios sobre poblaciones de algas en revistas especializadas, convirtiéndose en un limnólogo (experto en aguas dulces) de prestigio mundial. Entre 1946 y 1951 trabajó en el Instituto de Biología Aplicada de Barcelona que compaginó con su labor en el Instituto de Investigaciones Pesqueras, del que sería director a finales de los 60. Le fue ofrecido el puesto de secretario general del Instituto Internacional de Oceanografía de la ONU, que rechazó para seguir investigando.
Margalef se jubiló en 1987 aunque siguió como catedrático emérito en Barcelona. En correspondencia con el éxito de sus publicaciones y libros, vino también el reconocimiento de los premios. Entre los muchos que recibió figuran el Huntsman de Ciencias Marinas de 1984, algo así como el Nobel de la especialidad, y el Nacional de Medio Ambiente, de 1984. El Premio Príncipe de Asturias, que lo tuvo como finalista en alguna ocasión, perdió la oportunidad de reconocer a uno de los grandes ecólogos del mundo.
El auge de los movimientos de defensa de la naturaleza ha hecho que los conceptos de Ecología y de ecologismo se mezclen, cuando, como reza un viejo dicho, tengan que ver lo mismo que la Sociología con el socialismo. Margalef distinguió claramente la distancia que va de la ciencia al activismo proteccionista, pero no fue ajeno a los excesos del desarrollo.
Preguntado sobre el vertido de Doñana, contestó con cierto fatalismo que no le extrañaba y que le parecía "humano". "La intelectualidad se niega a aceptar al hombre como vástago de la naturaleza y hay un desinterés total en la inserción de la actividad humana en el entorno". Últimamente denunciaba el impacto sobre el paisaje español provocado por el incontrolado desarrollo.