TEPUY

Text: Braňislav Šmída, Marek Audy


Se ha estimado que hace mas de 2000 millones de años , cuando Africa y Suramerica se encontraban formando el supercontinente Gondwana, se formó un gran depósito de arena sobre el Escudo de Guayana que está en la parte norte de Suramérica. Mucho tiempo después  y como consecuencia de movimientos tectónicos generados por la deriva de los continentes y por la intrusions de material ígneo, esta enorme extension de sedimentos sufrió fracturas y fallas que las corrientes de aire y agua erosionaron y separaron esas mesetas de arenisca silícea que ahora llamamos “Tepuyes”. De estas cumberes  se escogió la estratigrafía del Monte Roraima para identificar su orígen y formación; por estos sedimentos se conocen ahora como Grupo Roraima (Reid, 1972). En toda Venezuela se encuentran aproximadamente  unas 100 mesetas de estas, y algunas de ellas tienen dimensiones colosales como el Ichum-tepui de 2.500 km2, el Chimantá-tepui de 1420 km2 y el Auyantepui de 900 km2.


Su característica común es que estas montañas de cumbre plana  descollan de la selva que las rodea y las aisla, como si fueran unos castillos de paredes verticales que algunas veces llegan a los 1000 metros de altura. Por lo que ha sido gracias a los helicópteros, como se ha podido estudiar bien la flora y fauna endémica que está evolucionando de manera diferente en esas alturas. En 1884 Everhard Im Thurn escaló el Monte Roraima (2850m) por primera vez y con su exploración demostró el extraordinario endemismo que había allí; lo cuál sirvió como inspiración para que Sir Arthur Conan Doyle publicara en 1912 su novela “El Mundo Perdido”.


 

Otro de los tepuyes más conocidos en esta region del Sureste de Venezuela es la meseta del Auyantepui , desde donde cae el Salto Ángel 979 m, formando la catarata más alta del mundo. Pero las expediciones hacia estos lugares son todavía escasas debido a las dificultades logísticas y al elevado costo del transporte aéreo, por lo que solamente algunos exploradores como Tate, Phelps, Maguire, Steyermark, Michelangeli y Brewer-Carías han logrado subir a estas montañas para descubrir en ellas centenares de especies de plantas y animals que no existen en ningún otro lugar del mundo, como por ejemplo las especies de plantas “carnivoras” como las Heliamphora sp., las Utricularia sp., y las  Drosera sp.; los géneros endémicos como Neblinaria, Chimantaea  que solo se desarrollan en las cumbers de esos tepuyes específicos; y también las extrañas ranas del género Oreophrynella sp., y muchisimos insectos y escorpiones extraños. Pero la última cosa que se ha descubierto en estos tepuyes durante los últimos 30 años, ha sido unas cavidades y cuevas de tamaños gigantescos, como las que fueron exploradas en los cerros Autana, Sarisariñama, Aonda, Guaiquinima y Chimantá,  que perforan las durísimas rocas cuarcíticas y que en su interior guardan formas biológicas y minerales que todavía  no han sido descritas.