martes, 23 de abril de 2024

"ESCUCHAR Y ESCRIBIR UNÍAN LO QUE LEER Y CONTAR TENÍAN DE ALICIENTE Y ACICATE"

Luis Mateo Díez, premio Cervantes de Literatura 2023. Este es el discurso íntegro pronunciado en el día de hoy, 23 de abril de 2024, en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.  El escritor leonés comienza afirmando que  he tenido la suerte en mi vida, entre tantas otras como la que aquí me trae esta mañana, que es sin duda la más importante de todas, de haber sido dueño de una infancia que, aunque suene un poco exagerado, encaminó mi destino de escritor. A este modesto Lazarillo le parece un discurso lleno de lucidez intelectual, sobriedad y expresividad literarias, de ahí que me complazca mucho su difusión como uno de los más interesantes que se han leído con motivo del mencionado premio a lo largo de su historia. Tenía mucha confianza en que don Luis no nos iba a defraudar eligiendo para la ocasión la niñez como asunto clave de su actividad literaria, tal como había insinuado en una reciente entrevista publicada en un diario leonés. Algo fundamental que resalta en su alocución es el papel de la narrativa oral en esos primeros años de la infancia.


La infancia, decía Cesare Pavese, es el tiempo mítico del hombre, lo que a cada uno corresponde de esa edad originaria en que todo nos llega y sucede por vez primera, el asombro de la luz en la inocencia, sentimientos y emociones que van a marcarnos de forma indeleble, el patrimonio de lo primigenio, la experiencia de lo primordial.

Fui un niño de posguerra y el lastre de ese tiempo histórico detalla en la memoria atmósferas y sucesos que la empañan, de manera que una infancia en esos años puede destilar un apego de tristeza y desolación, lo que tantas pérdidas suponen entre las familias y los vecindarios y, sin embargo, la geografía y el paisanaje de mi niñez no llegaban a enturbiarse del todo, supongo que porque la suerte de los afectos se sobreponía a la desgracia de tantas desdichas.

Decir que la infancia encaminó mi destino de escritor quiere expresar una curiosa suerte de reconocimiento, ya que en ella, en los años primerizos, mi necesidad de escribir para contar lo más ajeno a lo que a mí me sucedía, si es que en la niñez hay sucesos reseñables, me producía un efecto beneficioso, como si hacerlo con las mínimas habilidades de que pudiera disponer, supusiese una curiosa satisfacción.

Un niño escritor no me parece el ejemplo de nada particularmente valorable, si tal condición conlleva sin remedio el riesgo de aquel repelente niño Vicente, que en la deliciosa novela de Rafael Azcona hacía redacciones sobre la vituperable vida de las moscas.

Lo mío tenía intenciones menos vituperables y más secretas, ya que tardó mucho en apreciarse, y correspondía a una especie de tensión, bastante emotiva, por cierto, que me había convertido en un diminuto ser embelesado por lo que escuchaba en las veladas nocturnas, propias de las costumbres vecinales de mi Valle, fuentes de la oralidad y cercanas a una cierta antropología de las culturas populares como llegué a saber, y lo que algunos de mis maestros nos leían a sus alumnos en el aula por las mañanas.

Escuchar lo que la voz cuenta, el relato de lo ancestral y folklórico, lo que con el tiempo ordenaría en su justa medida leyendo 'La rama dorada' de Frazer, y lo que la voz lee, libro en mano y en la dimensión en la que, entre otras cosas, lo anónimo cede a la escritura y al autor de la creación propiamente literaria.

Mi destino de escritor, nada menos, ya ven ustedes con qué facilidad la vida me encaminaba y encandilaba, con el sustrato primitivo de una fascinación y un embeleso, de tal modo que escuchar y escribir unían lo que leer y contar tenían de aliciente y acicate.

Un maravilloso entretenimiento que daría razón de ser a ese destino irremediable, si ustedes consideran la vicisitud en que ahora mismo me encuentro, intentando dar cuenta de dónde proviene el narrador que les habla y que, sin remedio, llegó a comprender como contrapartida en cuanto adquirió la lógica distancia aquello que afirma Rilke de que la infancia es la patria perdida del hombre.

Entre los primeros libros que en las manos de algunos de mis maestros resonaban con la fuerza y el donaire de sus invenciones, la voz de aquellas novelas que posibilitaba que los alumnos de las Escuelas Graduadas escucharan embelesados en los pupitres, librados de las madreñas antes de entrar al aula, y sentarse cabizbajos, había variedad de vidas y aventuras y suficientes personajes para sentir que con ellos contraeríamos una deuda a saldar, la que poco a poco nos comprometía a hacerlos nuestros, aventureros y vividores que harían más fértiles nuestras propias imaginaciones y ensueños y a los que hasta en nuestros juegos infantiles imitaríamos.

El libro que escuché con mayor deleite y aprovechamiento, en alguna de aquellas versiones apropiadas de nuestros clásicos, fue Don Quijote de la Mancha, y puedo recordar muy bien la mañana de su primera lectura, cuando en el invierno del Valle la nevada nos robaba el recreo, y el incipiente caballero venía de mucho más lejos de lo que me permitieran percibir los copos que alborotaban los ventanales de la escuela, de la llanura de un sol agostado o de los horizontes que propiciaban la impiedad del enajenamiento para los caballeros que iban a desfacer entuertos como quien sale de casa para remediar el mundo.

Don Quijote no era un héroe que yo pudiese contabilizar al lado de los que en los tebeos, y en las escasas películas que por entonces pudiera ver, mantuvieran la aureola de unas acciones, que ni siquiera necesitaban ser hazañas, para erigirse en protagonistas extraordinarios, seres prodigiosos capaces de hacernos estallar de emoción en las viñetas o el tecnicolor.

Mi relación con don Quijote, ya con algún viso de melancolía infantil en el invierno de su primer conocimiento, tuvo un aliciente misterioso, rodeado de algún secreto deslumbramiento, que en nada atañía a los personajes que ya me hubieran asombrado, y a quienes en la dimensión de los reyes de la selva o los robines del bosque, se irían lentamente fosilizando, como hitos que perdurarían en sus convenciones, no menos inolvidables que triviales.

Don Quijote llegaba para quedarse conmigo como un héroe no menos inquietante que entrañable, del que bastante tiempo después, cuando el incipiente narrador en que habría de convertirme, heredero a veces avergonzado de aquel niño escritor que, por suerte, nunca hizo una redacción sobre la vituperable vida de las mosca, comencé a saber que no era un héroe, que el Caballero de la Triste Figura tenía otra catadura como figura enaltecida en la gloria de quien lo había creado, y que más bien de un antihéroe se trataba, de un reincidente perdedor, término que nunca me gustó pero que no deja de ser significativo, abocado a las perdiciones y los fracasos, por muy ensoñados que se forjaran.

La idea del héroe que no lo es, ya que más bien de un antihéroe se trata, no iba a quedarse ahí, pues cuando mis personajes comenzaron a aflorar, en cuentos y novelas primerizas y, no tardando, en otras ficciones donde yo iba encauzando los bienes del aprendizaje y los vislumbres del quien va dando cuenta de ese aprendizaje se apreciaba una transformación en ellos de la identidad heroica.

Poco a poco en el mundo que iba creando, esos seres de ficción tenían, todavía sin mucha conciencia por mi parte, una incierta imagen quijotesca, una atrabiliaria fisonomía de perdición y extravío, a la que no era accidental la fragilidad de su voluntad luchadora por la vida, el afán de vivirla y sobrellevarla con el rendimiento de la generosidad que añade un valor a la propia inducción del fracaso, si perder es perderse y andar perdido o por caminos de perdición.

La entidad de mis personajes no estaba, así, eximida de una incierta heroicidad, tan cervantina y quijotesca, en aras de una imaginación liberadora y redentora, siendo acaso héroes del fracaso, como así me gustó denominarlos, pero no por la precariedad de quien prescinde de la pasión de vivir, de la aspiración del vividor que puede fracasar en sus extravíos o ideales, a quien la realidad derrota con el sufrimiento de una voluntad herida o de un sentido común contrariado.

Ya ven ustedes a que planteamientos de lucidez y conquista imaginaria puede llegarse, desde la emoción primitiva que supone apropiarse de un don Quijote que vino en la voz lectora de un maestro que lo leía a sus alumnos en una mañana de invierno y nieve que no permitía salir al recreo.

Configurar al héroe, derivar de él la identidad de unos personajes que asumen una heroicidad de extravío, derrota y lucha, me resulta sin duda uno de los elementos sustanciales no ya de mi poética de narrador, también y, ante todo, de la vocación de la escritura a la que, al parecer, propendía aquel niño cautivado que escuchaba con un deleite que a buen seguro no sería capaz de explicar, ni siquiera de confesar con la emoción de su arrobamiento.

De una vocación de la escritura se iba a tratar, de lo que la vocación supone de inclinación y llamamiento, también de inspiración hacia algo, si en esa propensión se advierte hasta un cierto instinto que en la escritura, en la palabra y su representación existe hasta algún grado de apetencia apasionada, siendo esa necesidad de escribir, esa inclinación irremediable, un buen sustento del don de tenerla, como si la necesidad implicara la propia capacidad para hacerse fértil.

El escritor vocacional era un narrador que, entre otras cosas, asumía la vida como una narración, la invención de vivirla y contar el cuento de su experiencia con la imaginación que procuraba las claves de hacerlo, que en su caso no podían ser otras que las abocadas a lo que pudiera considerar una conquista en lo ajeno, el devenir de otras vidas que no fueran la suya pero que, al contarlas, ya pertenecían al propio conocimiento y a enriquecer la vicisitud de su experiencia particular y limitada.

La vida que se cuenta, la vida que se descubre escribiendo, si entendemos que escribir es descubrir, y la creación de un ámbito imaginario al que la aspiración no se conforma con la mera narración de la misma, si la invención de quien escribe quiere llegar a constatar o sugerir su sentido.

Contar la vida era mi aspiración, supongo que la revelación de tantos cuentos y voces contadoras, íntimamente unidas a las propias de los grandes maestros de la ficción, a lo que el conocimiento significa en el patrimonio de la imaginación literaria, ahormaba y fertilizaba el largo proceso de aprendizaje en el que yo, pacientemente, velaba las armas del novelista, escribía con tesón y rigor buscando mis modelos y, en cualquier caso, intentando sentirme heredero de cuanto pensaba que me enriquecía al llegar a mis manos.

La vida y el sentido de la misma, una socorrida encomienda para encaminar mis ambiciones, por derivas que emparentaban la tensión de la escritura, su apropiación y poder dirigido a un estilo, con la opción que comprimía lo que estaba contando hasta un extremo de sugerir simbolismos e imágenes metafóricas que, aunque sin remedio, me alejarían de un latente realismo, no dejarían de expresar, o mejor iluminar, las otras realidades paralelas, las más propiamente irreales.

La consecuencia del camino por el que andaba y que sigo transitando sin remedio, día a día con mayor reto y desapego o desaire hacia cualquier convención que me incline a bajar la guardia, tenía el acarreo de muchas convicciones, seguro que todas razonables y discutibles, y entre ellas aquella que tanto le gustaba a Borges de que la irrealidad es la auténtica condición del arte.

La verdad es que debiera reconocer una precaria incapacidad para escribir lo que me pasa, lo que en mi existencia sucede, lo que mi biografía propone, nada me interesa menos que yo mismo, y lo digo con una radicalidad sospechosa pero no mendaz, lo digo porque de esa actitud, de esa situación, proviene, no menos sin remedio, lo que narrativamente me importa, el interés de ese cuento de la vida que pretendo con la conquista de lo ajeno.

Si tuviera que contestar en este sentido a la pregunta de qué es lo ajeno, fácilmente me saldría por la tangente afirmando que lo contrario de lo propio, y al caer en esa obviedad dejaría sin resolver un asunto de más enjundia, pero podría quedar satisfecho pensando que lo que no es mío es de otros, y esos otros, en los términos de la ficción son de quienes pretendo apropiarme, precisamente por el conducto de la invención: imaginándolos, dándoles encarnadura imaginaria, revelando sus vicisitudes, llevándoles lo más lejos posible de lo que yo soy y quiero, entregado a su causa sin hacerla mía, siempre a su servicio.

De una conquista en lo ajeno se trata y, como tal, con un grado de conocimiento y reserva que me impida interferir en la vida y destino que mis personajes obtienen, siempre al albur de unas existencias que, con la misma intensidad, me reclaman y rechazan.

Son ellos, son otros, no me pertenecen, y es en la reclamación donde ponen a prueba mi capacidad de inventarlos, una suerte de hilo conductor que va y viene sin otro compromiso que el de la escritura.

Esa conquista, como cualquier otra que se sustancia en la ficción a que me veo solicitado, jamás rebasa los límites de la escritura, el universo literario en que estoy moviéndome para que quienes lo habitan sean dueños de sus actos y alcancen la solvencia de su identidad o alimenten la trama que conjuga su destino, tiene su única razón de ser en lo escrito, en lo que Manuel Longares denomina la vida de la letra, materia exclusiva de la misma vida imaginaria, la que a la letra debe su esencia literaria y verbal.

Si he estado ofreciendo hasta este momento ideas y razones, y también sensaciones que siempre resultan menos fidedignas, de dónde vengo como escritor, cómo se encaminó mi destino desde la lejanía de aquella infancia arrobada, convendría aventurar alguna orientación sobre dónde me encuentro, en qué cálculo de previsiones me entretengo, si con la propuesta de rendir cuentas personales esta mañana no he querido otra cosa que agradecer una distinción, y aprovechar la circunstancia de estar subido en esta suerte de púlpito que propicia el examen de conciencia y la predicación.

La pasión de escribir se compaginaba durante muchos años con la indolencia de hacerlo, y en esa contradicción el narrador encontraba un penoso aliciente de disimulo y desidia, pero era una situación engañosa que la propia edad fue corrigiendo y en seguida, desde el propio aliciente y alimento de la lectura, tan compaginada con la misma experiencia de la escritura, se fundió definitivamente la pasión con que la vida se hace deudora de la ficción, la suerte de vivir en lo imaginario lo que la misma vida no da de sí.

No había pleito alguno, el destino estaba claro, la indolencia apenas suponía una muestra de disipación derivada de las vehemencias juveniles, y lo que no tardó en demostrarse fue la intensificación de la necesidad, el cauce que en la misma alargaba la pasión de escribir como el definitivo modo de vivir, y el hecho de que la experiencia de lo imaginario fuese el mejor conducto del conocimiento, con el aliciente añadido de lo que significaba aquella afirmación de Irene Nemiroski de que toda gran novela es un callejón lleno de gente desconocida.

Gente que se acumula en el conocimiento como ampliando el espejo de lo que nos gusta descubrir y contrastar con nuestra sensibilidad, memoria y conciencia, de modo que, como en todos los términos de las distintas artes, en los de la creación en todas sus formas y opciones, constatamos ese compromiso con la vida al que deberíamos aspirar, ya que las artes nos enriquecen y hacen mejores, además del placer que proporcionan.

Convendría, pues, y para ir terminado, indicar, aunque solo sea como previsión, dónde me encuentro ahora literariamente, con la inquietud de un octogenario de salud razonable, y conciencia de las ausencias correspondientes, ya que la edad que procura supervivencia hace irremediable a la vez el curso de las desapariciones, y donde me encuentro es en algún punto de una obra que, por prolífica, puede iluminar lo que con la reiteración enriquece el mundo que la contiene, si ese mundo gana en complejidad, que así lo espero, sin que la reiteración en ningún caso suponga repetición, que sería un signo de acabamiento, y con el riesgo asumido de verme con un cúmulo de ficciones que, sin avalar la posteridad, sí lo hagan con la condición de póstumo, fruto de la sobrecarga de una escritura que sostiene en su demasía un aliciente de la vida, si la fertilidad de vivirla ya no ofrece otras opciones tan radicales.

Vuelvo a recordar a mis personajes, que a veces casi se me convierten en personificaciones, y recupero la imagen de aquel héroe invernal de mi infancia que está en el subsuelo de todos ellos, que pervive en el espejo de su lucha por la vida y la quimera, lo que la imaginación procura para que la realidad, y sus precariedades y afrentas, no culmine la derrota, aunque sea en la experiencia de la muerte cuando el caballero de la triste figura cubra el límite de sus hazañas, desde el trance de una locura redentora a la quimera y, finalmente, a la cordura que ensalza y redime la existencia trastornada de quien salió de casa para salvar al mundo.

Mis personajes no tienen tanta nobleza pero son conscientes de alguna ejemplaridad heroica, ya que sus aventuras se consuman al doblar las esquinas donde aguarda el destino y la consecuencia de alguna perdición o la expectativa de un sueño que pudiera salvarlos.

A ellos vivo entregado, ya que son ellos quienes me salvan a mí.

Muchas gracias por su atención.

DdA, XX/5620

lunes, 22 de abril de 2024

BNG, BILDU Y ERC, ESA ES LA IZQUIERDA QUE SUMA EN GALICIA, EUSKADI Y CATALUÑA

 Con los resultados habidos en el elecciones autonómicas en Galicia y los que ayer se dieron en Euskadi, cabe esperar que lo que suceda en Cataluña sea un aglutinamiento del voto de izquierda en Esquerra Republicana, con los que Sumar y Podemos o sus equivalentes quedan reducidos a la irrelevancia en las nacionalidades históricas y a la insignificancia en Andalucía, donde se pasó de 18 a 5 escaños. Con esos precedentes, no se puede ser muy optimista con vistas a las elecciones europeas del mes de junio, con ser esos comicios tan importantes para de algún modo dar una respuesta contundente en las urnas ante el bochornoso papel que está jugando la Unión Europea en el genocidio palestino. Sólo Podemos representa una clara oposición a esa barbarie, pero me temo que, por necesaria que sea su voz, no tendrán suficiente fuerza sus votos. 

 

Gerardo Tecé

El PNV seguirá gobernando Euskadi otros cuatro años. Y no por falta de alternativas para conformar nuevas mayorías, sino por descarte. Descartado queda un posible pacto PNV-Bildu en el que las dos fuerzas soberanistas y ganadoras de las elecciones se repartan el gobierno vasco. No estamos en lógicas soberanistas, sino de competición interna. Descartado queda también un pacto de izquierdas en el que el PSE abra la puerta a un lehendakari de Bildu. Lo que a Pedro Sánchez le vale para España –sacar votos hasta de debajo de las piedras para hacer políticas de progreso– no le vale para Euskadi. Mucho follón con Ana Rosa y los suyos. Así que nos queda el pacto de la inercia. Un gobierno del PNV facilitado por el PSE. Un gobierno que no será progresista ni tampoco soberanista. Ni será chicha ni será limoná. Es decir, un gobierno que no le complique la vida a un Sánchez que los martes es valiente y los miércoles ya no tanto, a la espera de qué sucederá el jueves. Los vascos seguirán bajo un gobierno conservador y el PNV seguirá siendo socio fiel del PSOE en España. Quizá habría que revisar el concepto de fidelidad. ¿No será más fiel aquel que, a pesar de quedarse sin la lehendakaritza, no amenaza con retirar su apoyo parlamentario en Madrid? Que Bildu tenga tan claro que no se mercadea con las cosas del comer, ni en Madrid ni en Vitoria, quizá sea una de las claves de su éxito.

El éxito se mide en cifras. 341.735 votos en Euskadi para Bildu. Una derrota social de la derecha política y mediática, teniendo en cuenta que ésta lleva años asegurando por los campos de Castilla que Bildu es ETA, es decir, terrorismo. Más de trescientos mil votos a la izquierda abertzale en la tierra que tanto sufrió el terrorismo confirman que la capacidad de influencia de la PRENS.A. es cada vez menor. Y lejos de los tentáculos de la propaganda madrileña, casi nula. La apuesta de sustituir información por manipulación tiene la ventaja de que generas jugosos contratos públicos en la meseta, pero la enorme desventaja de que se te acabó el poder de influencia en zonas claves del Estado, más allá de meterle miedo a Sánchez, que no es poco. En este sentido, los vascos ya se han independizado. La portavoz del PP, Cuca Gamarra, ha asegurado que el éxito de Bildu, es decir, el éxito de ETA, es culpa de Pedro Sánchez, para sorpresa de nadie. Un razonamiento que se queda muy corto. Falta añadir que ETA, lejos de ser derrotada, venció claramente. ¿O acaso no es una victoria de ETA que el número de etarras se multiplique según pasan los años hasta llegar a triplicar en Euskadi al número de vascos de bien que votan a PP-Vox?

La izquierda estatal –Sumar, Podemos– ha sufrido un descalabro en las urnas, dicen los titulares. Habría que cogerlo con pinzas. No hay literatura científica que demuestre que uno pueda descalabrarse cuando ya estaba tirado por los suelos al comenzar la campaña. La ambición del espacio que hace unos años obtuvo un apoyo mayoritario en Euskadi es hoy aún más pequeña que sus resultados. Lo cual es mucho decir. Tras la guerra interna que comenzó con Yolanda Díaz decidiendo que Podemos era marginal en la suma, aquí ya no suma nadie. A no ser que por sumar entendamos obtener 35.000 votos desde un nuevo e ilusionante movimiento de sonrisas que ocupa ministerios frente a los 23.000 votos de cuatro amiguetes enfadados cuyo partido está declarado muerto y enterrado. A la espera de las europeas, en Podemos se agarran a las migajas para imaginarse un pan. En un ejercicio de política ficción en el que la izquierda estatal estuviese liderada en este momento por adultos funcionales, Podemos no habría sido declarado apestado, Sumar y Podemos hubieran ido de la mano a las elecciones y la suma de la coalición –58.771 votos– hubiese obtenido 3 escaños. Uno por cada provincia que le hubieran dado a Sumar/Podemos las llaves de la lehendakaritza, ya que el PSE hubiera pasado de 12 a 10 y la suma PNV-PSE, de los 39 suficientes que han obtenido a unos insuficientes 37 para los que hubieran tenido que contar con la izquierda estatal. Enhorabuena a los artífices. Como pasó en Galicia y pasará en Cataluña, las gentes de izquierda saben que quien no es capaz de entenderse con los que comparten programa, no merece su confianza. BNG ocupó ese espacio, Bildu lo ocupa ahora y ERC lo hará en las catalanas. El votante progresista no tiene en cuenta la propaganda mediática más allá de la M40, pero sí observa con atención los desastres de una izquierda estatal decidida a condenarse a la irrelevancia. Con una sonrisa, eso sí.

CTXT DdA, XX/5619

QUEDA GARIBALDI, SIEMPRE QUEDARÁ UNA BIRRA EN GARIBALDI



Manuel Santana

Con las elecciones vascas de ayer, se clausura la ventana de oportunidad abierta el 15M de 2011 para reformar el régimen del 78 producto de la Transición, una versión del estado que en los últimos años había dado preocupantes muestras de estar agotada. 

Tras la cacería ilegal, perpetrada contra el principal partido surgido del 15M desde la escala política, judicial y mediática, SUMAR emergía como la solución para paliar el desgaste sufrido por PODEMOS, un proyecto político presuntamente basado en una unidad preconizada solo como eslogan, mientras ante la atónita mirada del electorado de izquierdas, el modus operandi era la constante colisión con PODEMOS, la búsqueda desesperada de su erosión para obrar una suerte de operación de sustitución con la que el estado no parecía estar muy en desacuerdo.

Dicha solución, a la vista de sus resultados, se materializa hasta el momento en haber pasado de los 17 escaños obtenidos en las autonómicas andaluzas de 2018 a los 5 de 2022 por una coalición mal avenida, cuya candidata, Inma Nieto, era elegida a dedo por Yolanda Diaz, en los 0 escaños logrados en Galicia, tierra natal de la susodicha, los 6 diputados de PODEMOS en las anteriores elecciones vascas por 1 conseguido en el día de ayer por SUMAR, y en no quedarse sin cogobernar el país en coalición gracias a los 4 escaños que le faltaron a PP y VOX para poder honrar a los españoles con el primer vicepresidente públicamente autodeclarado franquista desde el fin de la dictadura.

Mas allá de que siempre habrá algún pusilánime que quiera presumir de estos paupérrimos resultados, entre todas la mataron y ella sola se murió; las autonómicas vascas terminan de clavar un ataúd, el de PODEMOS, que finiquita una etapa ilusionante e histórica, al haber hecho posible el primer gobierno de coalición de la democracia y una de las legislaturas más reivindicables en uno de los momentos, por diversas razones (pandemias, guerras, volcanes, etc.), más complicados. 

Queda el regreso a un bipartidismo que llevó a nuestra democracia a su momento mas crítico, queda una izquierda devastada, fragmentada en mil pedazos política y emocionalmente, cuyos rescoldos se resignarán con aparecer siempre que no hagan demasiado ruido. Y queda Garibaldi, siempre quedará una birra en Garibaldi.

DdA, XX/5619

domingo, 21 de abril de 2024

OTRA VERGÜENZA: LAS PORTADAS PUBLICITARIAS DE LOS DIARIO NACIONALES

 


Aunque un comentarista diga que lo de comprar las portadas o primeras páginas de los periódicos es algo viejo, cree este Lazarillo que esa vejes es más bien relativa y se puede comprobar echando mano de las hemeroteca, más allá de nuestra época, en donde, ciertamente, hay constancia de esta compra en otras ocasiones, con las mismas cabeceras como protagonistas. Creo poder afirmar que no encontraremos esto en una historia del periodismo que se remonte a épocas más pretéritas. Ni en el diario El Sol, El Imparcial, Heraldo de Madrid, el ABC de entonces o las mismísima Prensa del Movimiento encontraremos lo que  ahora se da con cierta frecuencia y queda explícitamente glosado en el comentario que sirve de editorial a la imagen. No comparto la última frase. No está en la inopia el ciudadano de a pie. Se limita ser el más indiferente de los públicos y el que menos cree en sus periódicos de toda Europa. Y menos que creerá con estas vergüenzas.

DdA, XX/5618

EL GENOCIDIO QUE NIEGAN LOS MEDIOS QUE PUBLICAN Y ENSALZAN ESTA FOTO


Félix Población

Poco sabemos de Mohammed Salem, el fotógrafo de la agencia Reuters que unos cuantos días después del comienzo del genocidio que está perpetrando en la Franja de Gaza el Estado de Israel, captó esta imagen de una mujer palestina con el cuerpo en sus brazos de su sobrina asesinada. Faltaban aún miles de imágenes como ésta en el devenir de los más de seis meses de masacre continuada, porque la instantánea fue tomada en las primeras semanas de lo que iba a ser una masiva matanza, centrada no en las milicias palestinas de Hamas que atentaron contra la ciudadanía israelí causando más de 1400 muertos y el secuestro de más de 200 personas. No, al día de hoy las cifras que se publican habitualmente no son las que el Estado de Israel está ofreciendo acerca de las bajas que su acción armada está originando entre los causantes de aquella primera masacre. Las cifras que crecen y crecen cada día, hasta rondar las 14.000 víctimas mortales, son las de los menores palestinos asesinados por los invasores de la Franja de Gaza, sin que la mayoría de los medios de comunicación europeos llamen a esta barbarie genocidio e incluso, como Alemania, impidan que se pueda debatir sobre ello en una conferencia internacional. La mujer se llama, o se llamaba Inas Abu Maamar y la niña Saly. La fotografía fue tomada en la morgue del hospital Nasser, al sur de Gaza, y ha sido seleccionadA por la organización World Pres Photo  como imagen del año. La han publicado muchos de esos medios de información que niegan a esa instantánea y lo que representa el valor testimonial de genocidio del pueblo palestino en el que está colaborando con armas la Unión Europea. "Sentí que la imagen resumía en sentido amplio lo que estaba ocurriendo en la Franja de Gaza", comentó el fotógrafo. No hay que olvidar tampoco, con ocasión de este premio de una organización profesional de fotógrafos, que en torno a un centenar de periodistas, fotógrafos y camarógrafos -en su gran mayoría palestinos- fueron asesinados hasta ahora por el Estado de Israel, sin que los profesionales de la información de Europa se sintieran llamados a sentir y expresar la más mínima solidaridad o protesta ante la insólita matanza de tantos colegas, cuyo objetivo se ceñía al de contar lo que estaban viendo y la imagen de Mohammed Salem ha captado.

DdA, XX/5618 

jueves, 18 de abril de 2024

DOS LIBROS EN UN TITULAR: "EL PRECIO DE LA VERDAD EN LA ÉPOCA DE LA MENTIRA"


Lazarillo

Presentación del libro de Jesús Cintora “El precio de la verdad”. Javier Aroca, Olga Rodríguez y Ernesto Ekaizer conversaron con el autor sobre la censura, la manipulación, los enjuagues entre política, economía y medios y lo que está por venir, que puede superar a lo que estamos padeciendo. Lamentable que por problemas técnicos, el vídeo se escuche mal o no con la claridad suficiente para una escucha cómoda. También que teniendo en cuenta el asunto, ninguno de los presentes haya mencionado la obra póstuma del filósofo Carlos París, a quien tuve el gusto de conocer, En la época de la mentira, un libro de lectura obligatoria cuando se abordan estos temas. "El mentiroso no es un ignorante sino un sapiente" dice París. El autor desvela en este ensayo sobre la mentira las conspiraciones que el poder urde cada día para engañar a los pueblos. Asimismo, el filósofo analiza la libertad tan menguada que podemos disfrutar, cuando los seres humanos se hallan esclavizados por la explotación económica y las mujeres se ven abocadas a soportar el dominio del hombre, que alcanza su máxima degradación en la prostitución. La cultura, el papel del intelectual y el análisis de la ciencia en relación con la filosofía y la realidad humana, son los otros temas que desarrolla París, con su habitual profundidad, no exenta de sentido del humor.

DdA, XX/5616

UN BIZCONDE HARÁ DE SU PALACIO UNA GRANJA EN ASTURIAS

Fachada principal de la casona de Entrago / Ignacio Muñoz

Fernando Romero 

El palacio de Entrago o de los condes de Agüera es sin duda el principal monumento histórico artístico de Teverga, junto con la colegiata. Su imponente presencia, antes de llegar a San Martín, nos recuerda quién mandaba en este territorio y a quien había que pagar las contribuciones: la temible Casa de Miranda, señores de horca y cuchillo. Dos de sus representantes esperan aún desde hace siglos recibir sepultura y sus momias se exponen en la sacristía de la colegiata de La Plaza. El pueblo no perdona. Posteriormente la propiedad de esta mansión pasó, por matrimonio, a manos de la familia Cañedo, condes de Agüera, título otorgado en el siglo XVIII por Carlos IV.

El dueño de la casona es hoy Diego Cañedo, biznieto de los condes. No heredó la propiedad sino que se la compró a sus primos y hermanos hace 15 años «porque lo que es de muchos no es de nadie. El tejado estaba fatal y la casa no tenía drenaje, y cada vez había más sobrinos y sobrinos nietos y nadie asumía la responsabilidad de invertir. Alguien tenía que tirar del carro y meter dinero para que no acabase como el palacio de Valdecarzana, también en Teverga y que hoy es una ruina», explica el actual propietario.

Inicialmente la propiedad tenía intención de orientarla para turismo rural, para vivienda vacacional, aunque finalmente, por problemas con los permisos, decidieron darle un giro. Ahora Diego Cañedo tiene otras ideas: «me interesa más el desarrollo como pequeña granja con venta de productos primarios: manzana sidrera, berro, ortigas, etc. «Este tipo de productos tiene mucho éxito fuera de Asturias. Por ejemplo, en Madrid se vende muy bien la manzana y la sopa de ortigas», explica.

El palacio de Entrago seguirá por tanto en manos privadas y no es visitable, recalcan desde la propiedad, que entienden que este tipo de edificios, catalogados y que forman parte del patrimonio histórico de Asturias deberían gozar de facilidades para que sus dueños se motiven a la hora de invertir, en referencia al impuesto de sucesión «que causa que verdaderas maravillas se arruinen».

La actual casona, tal como la conocemos hoy, comenzó a construirse en el siglo XVI. El primer elemento fue la torre de la izquierda que data de 1570 aproximadamente. Era una torre militar para defender el puente y las minas de plata. La nave central y la torre derecha fueron edificadas bastante más tarde, hacia 1650 y la zona posterior al palacio, en el siglo XIX. Todo el complejo se construye sobre una antigua fortaleza medieval de la que aún queda una torre redonda.

La torre circular primitiva medieval / D. Cañedo

Pero el interés de este espacio no es solo arquitectónico, pues dispone de unos jardines con ejemplares de secuoyas que se plantaron en 1904. «En la Guerra Civil Española entraron los dos ejércitos y dejaron la casa sin muebles y bastante destrozada» explica su actual propietario. Los sótanos de este palacio fueron utilizados también como calabozos en los que encerraban a los detenidos, según relató con gran lujo de detalles el historiador local Celso Peyroux.

También es muy llamativo el estanque. «Había truchas pero sabían a lodo» explica Cañedo quien resalta la belleza de este espacio, flanqueado por antiguas columnas dóricas de piedra arenisca que colocó allí su bisabuelo hacia 1909. El edificio principal se conserva completo con saeteras aveneradas flanqueando la puerta. Es una construcción de planta rectangular, con un cuerpo central flanqueado por dos torres cuadradas de mayor altura. La fachada posterior tiene adosada una edificación popular.

La Voz de Trubia  DdA, XX/5616

 

EL TRANVÍA DE JUAN ESTERLRICH


Iván Reguera

Juan Estelrich solo dirigió dos películas (el mediometraje ‘Se vende un tranvía’, de 1958, y el largometraje ‘El anacoreta’, de 1976) y fue ayudante de dirección, entre otras, de la maravillosa ‘El mundo sigue’. En principio, ‘Se vende un tranvía’ (está en FlixOlé) iba a formar parte de una serie que iba a titularse ‘Los pícaros’, pero fue cancelada. Influenciada por películas como ‘Rufufú’, estrenada el año anterior, tiene un gran reparto: José Luis López Vázquez, Antonio García Quijada, Luis Ciges, Chus Lampreave, José Orjas, María Luisa Ponte… qué actorazos había entonces. También cuenta con un cameo de Luis García Berlanga, que escribió el guion junto a su inseparable Rafael Azcona. Los dos lograron una especie de ‘El golpe’ pero en neorrealista y castizo y sin evitar la coña anticlerical cuando Lampreave ayuda a perpetrar una estafa en el banco de una iglesia y con mantilla. El tema principal de ‘Se vende un tranvía’ es la codicia, tanto por parte de la víctima como por parte de los timadores. Deliciosa.

DdA, XX/5616