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Domingo 31/05/2009. Actualizado 18:17h.
URGENTE |
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VINOS | Bodegas Francisco Gómez
Llegamos al kilómetro nueve de la carretera que une Villena con Pinoso, tras varios kilómetros con vistas a bodegas de esta prolífica zona de la DO Alicante, desconocedores de la magnitud de la bodega que nos espera. Enfilamos el camino de acceso a la finca y, tras varios zigzagueos entre viñedos, descubrimos una obra descomunal, sin parangón en la Comunidad Valenciana, en la que se producen cuatro vinos que, como quién dice, acaban de aterrizar en el mercado.
Nos situamos en la zona de El Puerto, muy cerca de Sierra Salinas. Nos recibe una espectacular plaza. A la derecha una capilla y un mirador de cobre de color verde, además de la tienda de venta de vinos. De frente, la fachada de una casa palaciega con la bodega y la almazara a los lados, porque FG elabora vino y aceite de oliva.
Esperamos a ser recibidos junto al helipuerto y nuestra mente empieza a pensar en que la misma Angela Channing, o en su defecto Chase Gioberti, desciendan en su particular helicóptero para atendernos. Pero no es así, es Francisco Gómez, propietario de la bodega, junto al enólogo y director técnico Juan Huerta, los que nos acompañarán en nuestro recorrido.
El primer capítulo de nuestra visita se escribe en la parte más convencional de la empresa. Los depósitos muy anchos, de sombrero estrecho, para poder extraer el máximo del orujo, con las camisas en la parte baja, junto a la línea embotelladora.
Una escalera de corte rústico nos conduce hasta la sala de barricas de 1.200 metros cuadrados, climatizada tanto en temperatura como humedad. El concepto de bodega elaboradora de vinos de calidad marca la naturaleza del parque. Tras una serie de pruebas y catas con distintos tipos de barricas, de las mejores tonelerías, diferentes tipos de tostado y diferentes varietales, cuentan con un parque de 1.300 barricas, estando el "tope en 1.500, el 80% de roble francés", señala el enólogo Juan Huerta.
"En los vinos de gama alta, Boca Negra y Serrata, las variedades, una vez descubadas, van directamente a la barrica dónde se realiza la fermentación maloláctica y suelen estar unos 18 meses en barrica. El 'coupage' lo hago una vez sacado de la barrica. Tras esa crianza, se hace una ligera clarificación y embotellamos", argumenta Huerta. Cuentan también con barricas de roble americano, y algunas de roble rumano.
Junto a la sala de barricas, a través de un pasillo creado con jaulones que ya almacenan botellas, llegamos hasta una ermita para la elaboración de fondillón, realmente impresionante, que como confiesa Huerta "no enseñamos a todo el mundo". El fondillón es uno de los caldos con un proceso de la elaboración más largo, para el que utilizan barricas de 400 y 500 litros.
Pasamos a una sala con más de 1.000 nichos numerados. Están a la venta con el objeto de que cualquiera puede depositar en ellos sus vinos, que se mantendrán en óptimas condiciones, pudiendo ir a degustarlos en compañía en cualquier momento. Se ubican en una amplia sala, a modo de laberínticos pasillos, con nichos a ambos lados, de diferentes tamaños. Junto a ellos, una sala de catas, que además será el dormitorio de los caldos elaborados. Una nueva puerta nos descubre un comedor, con un museo del aceite que cuenta con una antigua almazara restaurada, que se pone en funcionamiento de manera eléctrica.
Salimos y tomamos un ascensor que nos lleva a lo más alto del mirador. Desde él se contempla todo el viñedo, perfectamente parcelado por variedades. Desde él contemplamos la apuesta de la bodega por la viticultura, "con el desembolso en mano de obra" que ello supone. Se contemplan desde él las 60 hectáreas de nuevas variedades plantadas desde 2004. El resto hasta las cerca de 200 con las que cuenta la bodega son de parcelas compradas y arrendadas de viejos monastreles que se sitúan en los alrededores.
Todo lo recorrido hasta ahora no es fruto de la casualidad, sino un proyecto muy bien pensado, enfocado al enoturismo, que tiene su penúltima parada en una espectacular capilla semienterrada, construida "como lo hacían los egipcios" señala Juan Huerta, fijando primero el techo en forma de bóveda, para posteriormente vaciar el interior. Y es que al proyecto le falta, como pieza final el restaurante, para convertirse en un marco ideal para albergar eventos, bodas, etc.
Tras visitar la capilla, nos quedaba la última parada en la tienda en la que los visitantes pueden comprar el vino y el aceite de Francisco Gómez. Un tentempié a base de cerdo ibérico nos escondía la última sorpresa: los productos "son autóctonos, pues los obtenemos de nuestra propia piara de cerdos ibéricos, criados en la parte más alta de la finca", aclara con orgullo Gómez, que nos acompañó en el inicio de la visita y se incorporó en la parte final. "Esto es convertir un sueño en realidad", concluye el propietario de la bodega, con una cercanía que desvela, pese a la magnitud del "sueño", su humildad.