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Martes 28/12/2010. Actualizado 09:36h.

URGENTE

ARTE | Ensayo

Elogio de las amantes

'Le déjeuner sur l'herbe', Edouard Manet. | Musée d'Orsay, París

'Le déjeuner sur l'herbe', Edouard Manet. | Musée d'Orsay, París

  • Un libro indaga en la identidad de las mujeres que inspiraron a los artistas

Resulta que el tópico fue verdadero: muchas de las musas que los pintores, generalmente varones, retrataban eran sus amantes. En las grandes obras de arte occidentales se pueden apreciar ya no solo a sus 'queridas' sino también a sus novias, esposas e incluso a las prostitutas que frecuentaban. Así, al menos lo explica Juliet Heslewood en su último libro, '40 grandes artistas retratan a sus amantes' (Blume).

Y para que se conservara el misterio, los títulos de los cuadros nunca dejaban ver del todo quiénes eran en realidad sus modelos: 'Mujer costurera', 'Chicas bañándose' o, simplemente 'Reposo' son algunos de sus nombres, como si no fueran ellas las protagonistas de las obras. Obras que, en muchas ocasiones acaban teniendo gran renombre pese a que no sepamos a ciencia cierta quiénenes son esas figuras que se esconden tras el lienzo. Una clara característica es la intimidad que se aprecia en muchas de ellas. Esa complicidad que el artista sólo puede tener con compañeras de juegos y de alma.

Estas relaciones 'especiales' se pueden apreciar en la obra de Edouard Manet, 'La ninfa sorprendida' (1861, dos años antes de la célebre 'Olympia'). La pieza, de composición clásica, muy diferente a su chocante 'Déjeuner sur l'herbe' ('Almuerzo sobre la hierba'), muestra una escena contemporánea de picnic campestre con una mujer desnuda que mira directamente al espectador.Todo en la obra gira en torno a la protagonista, que está mucho más iluminada que el resto de elementos y personajes de lienzo.

'La ninfa sorprendida', Edouard Manet. | Museo Nacional Bellas Artes de Argentina

'La ninfa sorprendida', Edouard Manet. | Museo Nacional Bellas Artes de Argentina

El cuadro, que se basa en hechos históricos, muestra a la modelo del artista, Victorine Meurend, sobre las telas de lo que podría ser su vestido. Se dice que en realidad Meurend era una pintora en ciernes que buscaba introducirse de cualquier forma en el mundo de la pintura y que mejor manera que trabajando - aunque fuera posando- con el maestro Manet. La mayor parte de la calidad erótica de la obra se debe a que, según los rumores, Manet era su amante pese a estar casado con Suzanne Leenhoff.

En ellibro de Juliet Heslewood que trata sobre artistas que pintaron a sus amantes, la autora habla de una de las historias más tristes: la de Francisco de Goya y su amante Leocadia Weiss (Leocadia Zorrilla), gran protagonista en sus cuadros, en especial en su época más negra, en la Quinta del Sordo. La mujer es la protagonista de 'La Leocadia' (1819-1823), realizada pocos años antes de morir, y que es considerada un auténtico rompecabezas.

'Diana' de Auguste Renoir. | National Gallery de Washington

'Diana' de Auguste Renoir. | National Gallery de Washington

En ella, la amante aparece vestida de manola, con velo y traje negro, y apoyada en lo que, según los estudios sería la (entonces futura) tumba del pintor. Según los análisis a través de rayos X, Goya habría dibujado en un principio una chimenea que luego cambiaría por la sepultura. La expresión de la mujer, de luto riguroso, denota tristeza. Tras la muerte de Goya, Weiss se vio excluida de la última voluntad del artista por herededos más directos por tanto, se presupone que, esta obra era una advertencia a la propia Leoncia de que su viudedad no iba a ser un camino de rosas.

Otras amantes jugaron sus cartas con más inteligencia. Lise Tréhot tenía 17 años y unos cuántos kilos de más cuando conoció a Auguste Renoir en Fontainebleau. Tréhot fue una pieza clave en su obra, donde aparece desnuda en diversas ocasiones. Este ambiente pintoresco que se respiraba en los bosques de las afueras de París era el preferido de muchos de los artistas calificados como impresionistas. Una revolución de la época fue la pintura 'en plein air', que consistía en capturar la luz natural. Renoir comenzó a investigar este método con las pinturas que realizaba a Tréhot, aunque en muchas ocasiones no tuvo éxito.

Como su colega Manet, Renoir mitificaba en sus obras a su amante. Uno de sus cuadros, 'Diana cazadora', fue rechazado por los miembros del jurado en el Salón de París que, horrorizados, no permitieron que se mostrara el cuerpo desnudo de la joven, ya que reflejaba más a una adolescente que a una diosa. Pero Renoir no desistió. En la siguiente pintura de su amante, 'Lise con un parasol' (1867), el artista la dibujó de nuevo en el bosque; en esta ocasión vestida.

El cuadro, muestra una cierta distancia entre modelo y pintor, por lo que no se deduce que esta era su amante. Su piel blanca se protege del cálido sol con una sombrilla y, pese a que el vestido le cubre el cuerpo, se sigue apreciando la anatomía abundante de Lise. Pero, ¿le importaba a Renoir lo que opinara Tréhot? Su musa era aún poco más que una adolescente que acabaría dolidísima y humillada públicamente por su amante, por la prensa y por los artistas contemporáneos parisinos de la época. En 1872, la joven cortó todo contacto con el artista y se casó con un joven arquitecto con el que rehizo su vida.

Todos estos ejemplos construyen sospechas de cómo elegían los artistas a sus musas femeninas. Pintar a una mujer o a una hermana sería lo más obvio para evitar comentarios injuriosos. pero el problema era que, la respetable mujer que se colocara en el objetivo veía, en la mayoría de las ocasiones, su reputación empañada. Por tanto, la forma más fácil era buscar a mujeres que no tenían nada que perder y sí algo que ganar: acercarse al mundo de la pintura, tener el amor de un artista o simplemente obtener un plato de comida caliente en la mesa.

Con esto se aprecia que las amantes de los artistas tenían una gran habilidad para cuidar de ellas mismas. Uno de estos ejemplos sería el caso de Suzanne Valadon que tenía encuentros con Henri de Toulouse-Lautrec en París. La joven, pintora francesa, era hija de una lavandera y vivía en el mismo edificio que el artista. Durante años era su 'favorita' y el pintor la utilizaba como tema recurrente debido a que era asidua de los bares de mala reputación de Montmartre. Por tanto, era un claro reflejo de la vida más baja del barrio parisino, como se aprecia en su retrato, con cara triste, 'La resaca' (1888).

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