Jallambau, nombre extraño de un lugar sorprendente para el viajero que busque perderse,... o encontrase, que hay gente para todo. Mirando al mar desde luego.

Aquí en noroeste, al final del sendero, encontrarán, aún en la soledad del tiempo como aquel Shangri-la de los horizontes perdidos, su último refugio (pero no se lo tome al pie de la letra). Y sin efectos secundarios. Solo dirá, porque lo dicen todos cuando dejan Jallambau, como MacArthur en las Filipinas: ¡Volveré!, con la mirada soñadora perdida en la lejanía, aquí muy cercana.

Estamos en Muros, un pueblo también un poco perdido en el tiempo, despistado por lo menos, eso que le da su especial encanto, impertérrito mirándose en su ría, orillada de playas y surcada de sueños que, usted, señor viajero, contemplará desde cualquiera de las habitaciones de nuestra casa rural.

Una casa centenaria, restaurada para ofrecer al visitante nuestra hospitalidad y las máximas comodidades. Dispone de cocina, comedor, biblioteca –modesta-, sala con chimenea y cuatro habitaciones con baño y calefacción. En el exterior 2.500 m2 de terreno para disfrutar al sol o a la sombra, o muy románticamente a la luz de la luna.

Muros, a cinco minutos andando por los senderos que bajan al pueblo; y por cualquiera de los que suben al monte, antiguos caminos de carro: petroglifos, cruceiros, ermitas, y más allá dólmenes y castros.

Santiago, a una hora, Finisterre, a 50 km., A Coruña, A Costa da Morte, muy cerca… En pocos kilómetros un mundo.

Y no sigo porque igual piensan que exagero. Por si dudan, adjuntamos selección fotográfica que tampoco hace justicia a lo que encontrarán. No lo sueñe más, su Shangri-la existe, en Jallambau.