CUELGAMUROS Y EL VALLE DE LOS CAÍDOS

    

Por Luis A. Vacas

 

 Situación de la Dehesa de Cuelgamuros

 

La Dehesa de Cuelgamuros, con una superficie de 1.365 Ha, se encuentra situada en el antiguo Real de Manzanares, hoy en termino municipal de San Lorenzo del Escorial. Fue, desde el siglo Xl, una zona de pastos y caza comunal de todos los lugares del sexmo segoviano de Manzanares y después de los lugareños del Real, que tuvieron que defender sus derechos frente a los lugares más próximos del mismo, Monasterio y El Capillo, antes de ser comprados y despoblados por el rey Felipe II.

 Está situada en la esquina noroeste del término municipal de San Lorenzo, y en su límite con Guadarrama, Peguerinos, Santa María de la Alameda, sobre la cresta de la Sierra del Guadarrama. Desde el pico de Abantos (1.762 m), pasando por el San Juan (1.733 m), para alcanzar el término de Guadarrama pasada la Portera del Cura entre las cotas de 1.524 metros del San Juan y la de 1.540 metros del Cerro de la Carrasqueta. En dicho punto, la tapia de la dehesa se orienta a saliente y pasados unos trescientos metros cruza el arroyo de Puentellano, que viene del término de Guadarrama y próximo a su nacimiento. Continúa en dirección al Picazuelo (1.302 m), detrás del Altar Mayor (1.332 m), ambos dentro de dicha finca, y la tapia sobre la cota de 1.228 metros frente al Embalse de la Jarosa. Para, desde allí, por detrás de la Casa de la Jarosilla, salir a la carretera C-600 de Guadarrama, al pie del punto en donde enlaza con la carretera C-507, que saliendo de la N-VI o de La Coruña, sube al Valle. Se orienta hacia el sur, paralela a la citada C-600, en donde se encuentra la Puerta de entrada al Valle de los Caídos, cruza el arroyo del Boquerón y continúa tapia arriba hasta lo alto de Abantos en donde comenzamos. En el corazón de dicha dehesa, y entre los dos citados arroyos que la cruzan, se alzan el risco de la Nava (1.398 m) y colocada sobre una oquedad en el risco se incrusta una base de hormigón armado sobre la cual se levanta unos 150 metros más la cruz mayor de este Mundo, es decir, a 1.550 metros de altitud superando en más de 25 metros la cresta del Guadarrama, que tiene detrás.

 

 

El Monumento del Valle de los Caídos

 

Ante obra tan grandiosa, recordaremos con Gracián que: «La eminencia en los hechos dura, en los dichos pasa». También se nos ha dicho, y con gran acierto: «Caídos son los muertos que perdieron la vida al servicio de la comunidad, en su defensa o en la pretensión de regenerarla [...] Caídos de España son desde los numantinos hasta la última víctima de la crueldad etarra. 

»Dos monumentos próximos entre sí, atraen la atención de propios y extraños: el monasterio de El Escorial y el Valle de los Caídos. El primero, sepulcro de dinastías, ordenado panteón de reyes y familiares de reyes; el otro, fosa de un pueblo víctima de sí mismo [...]. Nadie desconoce el motivo de su creación. Es importante que no se olvide». 

Nuestra intención no es otra que exponer sencillamente los hechos; las opiniones serán del lector. De tal manera que solamente utilizaremos la información más directa y de quien mejor lo conocen, es decir, la de aquellos que participaron de alguna forma en la obra. Realizando o rezando, como los benedictinos: ora et labora. 

De acuerdo con informes responsables, es un hecho cierto que año tras año este monumento del Valle de los Caídos resulta ser el más visitado de España, superando con mucho a la Alhambra, al monasterio de El Escorial y al museo del Prado. Sus visitas superan con muchos al millón de personas por año. 

Circunstancias de mi vida y edad me han permitido conocer a diversos personajes que intervinieron en las obras, he conocido su ejecución y presenciado su inauguración, anoto como ejemplo a D. Pedro Muguruza, director de las obras; pero no voy a dar mi propia opinión, prefiero que sean los propios autores. 

Nos dice don Diego Méndez, autor del proyecto de la Cruz y director de gran parte de las obras, lo siguiente: «El monumento de los Caídos tuvo desde el principio, en la mente de su Fundador, un profundo significado. No se trataba de un gigantesco cementerio para los muertos de España. Se pretendía que su cristiano reposo fuese además homenaje de todo un pueblo a quienes le legaron una España mejor, y éste sólo será auténtico si lo mueve la fe en la inmortalidad del alma. El Monumento debería ser un templo donde la Iglesia desplegase su liturgia fructífera, que no sólo sería sufragio, sino que el culto al Supremo Hacedor daría plenitud al Valle de los Caídos. 

»Para las generaciones venideras debería ser además recuerdo tangible de una tragedia. Lección perenne de nuestra historia [...]. Y al Soldado Desconocido se levantaron monumentos en todas las ciudades, [...] emocionado homenaje, sí, pero estéril y triste, porque el Soldado Desconocido no reposa bajo la sombra de una Cruz. El Monumento que España levantaba a sus Caídos debería tener un acento cristiano. Nuestros soldados tenían que reposar en tierra sagrada, en un templo santo [...]. Cuando el tiempo pase y las generaciones futuras digan, aquí están enterrados unos héroes que lucharon y murieron cuando fue preciso luchar y morir, pero de los que nada sabemos, el Monumento habría pasado a ser una tumba gloriosa. Tumba, osario, panteón que sólo se visitase por curiosidad o con frío espíritu arqueológico, cuando no con una frívola inconsciencia del turista. Por eso la mente del Fundador lo concebía, no como uno más de los que a lo largo y ancho de España inmortalizan una acción guerrera, sino que en él debía de latir el pulso de la Patria con una profundidad y con un símbolo espiritual superior de un episodio, por muy alta que fuera su grandeza. 

»Debió ser un Monumento latente, vivo, para que cuando el recuerdo del hecho actual se difumine en lo nebuloso del tiempo, no fuera necesario ir al Valle con un libro abierto, con una guía, para saber que esto se construyó por aquello. Debe recordar, inmortalizar a los hombres que en la aventura histórica supieron tender y defender él puesto que había que salvar a España [.] Porque en fin de cuentas la idea del Fundador era que el Monumento fuese, nada más y nada menos, que el altar de la Patria, el altar de la España heroica, de la España mística y de la España eterna». 

Después de lo dicho por el arquitecto de la monumental obra, creó conveniente escuchar la palabra de alguno de los benedictinos que allí rezan. 

Nos dice el P. Manuel Garrido: «Nuestra comunidad benedictina está polarizada por el signo de la Santa Cruz. La Santa Cruz es el título de nuestro monasterio, de la basílica e iglesia abacial. Domina este lugar una gigantesca Cruz, el mayor monumento a la Santa Cruz que se conoce en el mundo. La Cruz aparece en las puertas de las celdas monásticas y en las dependencias del monasterio. Juan XXIII donó a nuestra comunidad un precioso Lignum Crucis, que es venerado todos los años el 14 de septiembre por la comunidad y fieles que participan en la celebración eucarística de ese día. En el altar mayor de la basílica preside todas las celebraciones litúrgicas una grande y bella imagen de Cristo crucificado». 

En el Decreto-Ley de 23 de agosto de 1957, por el que se funda este lugar, se dice: «La Cruz grandiosa que preside e inspira el monumento imprime a esta realización un carácter profundamente cristiano». 

En el acto inaugural y apertura del Centro de Estudios Sociales dijo el Jefe del Estado, Excmo. Sr. Don Francisco Franco: «¡Cuántos males hubieran podido evitarse si los problemas sociales de nuestro tiempo hubieran sido analizados serenamente bajo el signo de la Cruz y de las doctrinas de la Iglesia por hombres doctos y preparados y si el espíritu del Evangelio hubiera presidido las relaciones entre los hombres!». 

En el Decreto-Ley antes citado se dice expresamente que el gran monumento «no es una simple construcción material, sino también un lugar de oración y estudio», que tanto se conforma con la multisecular tradición benedictina. 

El Breve Pontificio de Pío Xll, de 27 de mayo de 1958, por el que se funda el monasterio benedictino, dice: «Una gran Cruz, signo de salvación y faro de eterno reposo...». 

Del sentido inefable de la Cruz en este lugar habló Radio Vaticana, el 11 de abril de 1960, al dar la noticia de la inauguración de este gran monumento. 

     El Breve Pontificio de Juan XXIII, el día 7 de abril de 1960, por el que se eleva la iglesia abacial de la Santa Cruz al honor de basílica, dice: «Yérguese airoso, en una de las cumbres de la Sierra de Guadarrama, no lejos de Madrid, el signo de la Cruz Redentora, como hito hacia el cielo, meta preclarísima del camino de la vida terrena...». 

El Cardenal Gaetano Cicognani, Legado Pontificio, en la consagración de la iglesia abacial, el 4 de Junio de 1960, y proclamación del título de basílica el 6 del mismo mes y año, presentó la Santa Cruz como «obra maestra de la caridad de Cristo». 

Su hermano, el cardenal Anleto, Secretario de Estado de Su Santidad, dijo en este lugar, al descubrirse la lápida conmemorativa de la inauguración, consagración de la iglesia y proclamación del título de basílica, el 28 de enero de 1964: «Esa Cruz gigantesca que se alza osadamente para penetrar en las nubes no es solamente una obra maravillosa. Es el símbolo de una idea: la de la pacificación y reconciliación de todas las almas que han de volver a sentirse una en el seno de la caridad». 

»Esto es lo que palpita en este lugar por antonomasia de la Santa Cruz 

»Nuestro deber es proclamarlo por doquier. Ahondar, vivir y hacer vivir el misterio sacrosanto de la Santa Cruz de Jesucristo, que tiene una sólida base bíblica, patrística, magisterial, litúrgica y tradicional en toda la vida de la Iglesia».

 

Dicho lo anterior, vamos a tratar de señalar de la manera más breve lo que allí existe.

 

El recinto, finca de Cuelgamuros de 365 hectáreas de superficie cercada de mampostería de piedra de 1,50 m. de alta y 25 km. de longitud. La entrada a 58 Km. de Madrid y 12 Km. del Escorial, carretera interior de unos 6 km. al monumento. Lo primero que encontrarnos son «Los Juanelos», monolitos cilíndricos de granito de una sola pieza de 1'50 m. de diámetro y 11 m. de altura. Son cuatro, situados dos a cada lado de la carretera, y 45 toneladas de peso cada uno. Los mandó construir Felipe II a Juanelo Turriano, relojero del Emperador su padre y quedaron en Nambroca 3 y 1 en Sonseca, pueblos de la provincia de Toledo y según la copla:  

      Los cantos de Juanelo

      Ya van andando;

      llegaran a su sitio

      Dios sabe cuando.

 

 Pasados los Juanelos, se cruza, sobre un viaducto de 50 metros de altura, el arroyo del Guatel, y desde el cual se aprecia ya la grandiosidad del monumento. Desde la carretera se alcanza la escalinata de unos 100 metros de anchura, formada por dos tramos de 10 peldaños cada uno de ellos, accediendo a la gran explanada que se encuentra delante de la entrada a la basílica. Su extensión, unas 3 hectáreas de superficie, fueron rellenadas con 130.000 m3 de escombros extraídos al vaciar el Risco de la Nava para la basílica. La construcción del Monumento se encarga al Director General de Arquitectura, don Pedro Muguruza Otaño, autor del proyecto original y realizador de las obras hasta 1948, que no puede finalizar por enfermedad. El año 1950 asume la dirección de las obras don Diego Méndez González, autor del proyecto de la Cruz, bajo cuya dirección se terminan las obras.  

La basílica está excavada, perforando el Risco de la Nava y tiene una longitud de 262 m. Su máxima altura se alcanza en la bóveda del crucero, con 41 metros. Las dimensiones actuales, después de decorada con un mosaico de estilo bizantino, es de 37,80 metros sobre el suelo. Para el mosaico se utilizaron unos 5 millones de piedrecitas esmaltadas en diversos colores, que forman diferentes conjuntos de figuras y un Pantocrátor con la inscripción de: «Ego sum lvx mvndi» (Yo soy la luz del mundo). A su derecha, Santos mártires españoles, capitaneados por San Pablo, con la espada. A su izquierda, Santos españoles no mártires, capitaneados por Santiago Apóstol. En el lado opuesto, a la derecha la Virgen subiendo a los cielos a los soldados muertos. A la izquierda, a los civiles sacrificados. Es obra de Santiago Padrós. 

Sobre la puerta de entrada a la basílica está colocada la estatua de la Piedad del escultor Juan de Ávalos, en piedra negra de Calatorao (Zaragoza), que mide 12 metros de longitud por 5 de altura.  

La puerta de entrada, en bronce macizo con bajorrelieves con los doce apóstoles y los misterios del Rosario, es obra de Fernando Cruz Solís. Sus dimensiones son: 10,40 por 5,80 metros y un peso de 30 toneladas.  

Los vestíbulos son de 11 metros de ancho y de alto; en el segundo de ellos, al lado izquierdo está situada la fecha de su inauguración, 1 de abril de 1959, y la de la consagración como Basílica Menor, el 4 de junio de 1960. Los Ángeles montando guardia, en bronce macizo y 6 metros de altura, son obra de Ángel Ignacio González. La Gran Reja, de 11 por 11 metros, formada por 3 cuerpos separados por 4 machones, con puerta de dos hojas, es obra del escultor José Espinós Alonso. La Cripta tiene 262 m. de longitud y la nave 22 metros con 6 capillas laterales. A la izquierda, la primera corresponde a la Virgen de África, patrona de Ceuta; la segunda a la Virgen de la Merced; la tercera a la Virgen del Pilar; a la derecha, la primera a la Inmaculada; la segunda a la Virgen del Carmen y la tercera a la Virgen de Loreto.  

Las estatuas de la entrada al crucero, esculpidas en piedra, representan a los combatientes y son obra de los escultores Antonio Martín y Luis Sanguino. La capilla del Santísimo está situada a la izquierda: Sagrario de plata y esmaltes de José Espinos Alonso. La capilla del Cristo Yaciente, situada a la derecha, tiene la escultura de Cristo, de alabastro; las de San Juan y La Magdalena, en madera policromada, de Ramón Lapayese.  

El Coro dispone de 70 clásicos sitiales y dos estatuas: una de San Benito y la otra de San Francisco, ambas del escultor Ramón Lapayese. 

El Altar Mayor, construido en una sola pieza de granito pulimentado de 5,20 m. de longitud por 2,20 m. de anchura y 0,20 de gruesa. Sobre él se alza una Cruz cuyos brazos y tronco son de enebro, y el Cristo en madera de caoba policromada, obra de Julio Beovide, situado en la vertical de la monumental cruz de roca y en el centro de la bóveda de la cripta, desde donde se le ilumina con luz cenital en el momento cumbre de la misa. Los cuatro Arcángeles: San Miguel, San Rafael, San Gabriel y San Uriel, en bronce y 7 metros de altura, son obra de Juan de Avalos. 

La Cruz Monumental, como hemos indicado, es obra del arquitecto Diego Méndez, de 150 metros de altura desde su base. En su primer basamento, los cuatro evangelistas: San Lucas, con el toro; San Juan, con el águila; San Marcos, con el león y San Mateo, con el hombre u ángel; alcanza los 25 metros. En el segundo basamento están colocadas las virtudes y se eleva 17 metros más. El fuste de la cruz, otros 108 metros. Los brazos, de uno a otro extremo, miden 47 metros; y en la parte superior de dicha cruz se mantiene una oscilación constante de unos 12 centímetros, que resulta imperceptible. Su peso se estima en unas 200.000 toneladas. En total, 150 metros de altura y desde la explanada unos 300 metros. Las esculturas son obra de Juan de Ávalos. Para ascender a la base de la Cruz, a una altitud de 1.400 metros, además de un ascensor interior que sube hasta lo alto de la misma, se ha instalado un funicular que, arrancando desde los 1.258 metros de altitud, sube hasta 1.383 m., salvando una pendiente máxima de un 53,1%. También se puede subir a pie desde el plano de la abadía benedictina, por una senda y una escalera de unos 280 escalones. 

La Abadía benedictina forma un conjunto rectangular de 300 metros de longitud y 150 metros de anchura, donde se distribuyen: Monasterio, Lonja, Hospedería externa y Centro de Estudios Sociales. Todo ello regentado por la comunidad benedictina. La zona monástica, asentada en la base de cruz, se compone de dos cuerpos; a la derecha de la puerta posterior de la cripta, el monasterio y a la izquierda la escolanía. 

Finalmente, existe un monumental Vía Crucis, que partiendo de cerca de «Los Juanelos», va ascendiendo hasta el risco del Altar Mayor, a 1.338 metros de altitud, donde hay una hermosa capilla con la imagen de la Virgen. Cinco son las capìllas que se pueden encontrar a lo largo del Vía Crucis. Dicho Vía Crucis sigue una calzada enlosada de unos 4.720 m. de longitud y con 2.300 peldaños, siendo su penúltima estación La Piedad de la entrada a la Basílica, y la última la Capilla del Cristo Yacente, a cuyos lados se abren dos puertas sobre las que se puede leer «¡Caídos por Dios y por España! (1936-1939)», que conducen a los osarios en donde reposan los restos hermanados de aquellos que dieron su vida por una España mejor. Allí están más de 50.000, de ambos bandos en lucha, hermanados por la muerte.

 

 

Recuerdo final

 

Meditación: «Conmueve el ánimo la silenciosa interpelación de esta fosa común de las dos Españas, víctimas de la furia mútua. Juntas esperan nuestra comprensión, sufragio y correspondencia, porque unánime memoria se nos demanda de todo lo noble, justo y provechoso que alentó en las vidas y en la oblación de cuantos se hallan aquí sepultados». 

Plegaria: «Convierte, Señor, en viento que llene las velas de nuestra libre navegación, el espíritu de cuantos murieron por un ideal, como los que yacen en esta fosa común de todas las Españas [.]. Te pedimos, Señor, finalmente, con; patética solicitud, que no se nos mueran estos muertos; que no envejezcan. Los necesitamos para evitar otras muertes como las suyas; para no caer en la tentación del retomo». 

Ofrenda: «Cuando la pena nos alcanza por un amigo perdido / Cuando el adiós dolorido busca en la fe su esperanza / En tu palabra confiamos, con la certeza que Tú / Ya le has devuelto a la vida, ya le has devuelto a la vida, ya le has devuelto a la luz / Ya le has devuelto a la vida, ya le has devuelto a la luz>>