6ª.- Monte Corona



MIGUEL ÁNGEL TABORGA


Monte Corona es una joya forestal por excelencia, merced a la generosidad de la naturaleza y a los acertados cuidados del hombre, unido a la siempre sabia regeneración natural de las especies. Lugar también para el esparcimiento y la recreación de la mirada sobre una vegetación exuberante, formidable, llena de color y vida escondida. Entorno maravilloso de la naturaleza que con la certera ayuda del hombre conserva todo su esplendor y es en realidad un auténtico jardín forestal natural, único en su genero.

Al monte Corona se puede acceder de forma cómoda desde el pueblo de La Hayuela, donde parte un camino forestal bien señalizado que se adentra en el monte y ramifica hasta alcanzar sus rincones más recónditos. En su centro geográfico, sobre una loma, se levanta la torre metálica de vigilancia del tesoro natural allí guardado. Junto con la casa forestal, el conjunto forma el cuartel general desde el que la Guardería Forestal, con celo encomiable, desarrolla sus tareas de vigilancia y prevención, día y noche, sobre Monte Corona, cuyo valor ecológico no escapa al visitante más profano.

Desde este punto privilegiado se puede observar como la masa forestal se reparte principalmente entre cuatro especies (pino, eucalipto, roble autóctono y roble americano) las cuales forman masas compactas de gran valor ecológico y económico, con ejemplares de alto porte, desarrollados de forma magnífica en este entorno privilegiado. En cifras, la riqueza maderera de Monte Corona se divide de la forma siguiente: 834 Has. de pino; 5,5 Has. de sequoias; 199 Has. de roble autóctono y 39 Has. de roble americano; y finalmente el eucalipto, con 621 Has. No se dispone del dato sobre la superficie que ocupa el haya por encontrarse entremezclada con el roble.

Sobre la fauna de la zona no hemos encontrado documentación alguna. No obstante se puede decir que una gran variedad de pájaros y aves encuentran aquí su hábitat ideal. Monte Corona fue objeto hace años de la instalación de numerosos nidos artificiales, elaborados por el ICONA, dentro del Plan de Protección de Aves Insectívoras. La becada o sorda, protagonista de nuestra colaboración técnica de hoy, se muestra abundante en Corona durante la época en que permanece en Cantabria.

Cerca de la torre de vigilancia, se encuentra el denominado "Paraje de los Pintores Montañeses", donde diversos monolitos y esculturas recuerdan para siempre nombres destacados de la pintura como Eduardo Pisano, Manuel Salces, Martín Sáez, José Gutiérrez Solana y Tomás Campuzano, entre otros. El pétreo recuerdo a nuestra pintura se levanta sobre un bosque de roble americano, especie forestal importada de los EE.UU que se ha desarrollado con éxito en algunos lugares de la región. En el sotobosque luchan por abrirse camino hacia la vida varios acebos, en su natural afán invasor de otras especies, algunos de los cuales presentan un desarrollo considerable. Junto a este paraje existe un balcón realizado con materiales nobles, como todo en Monte Corona: piedra, cantos de río y barandilla de madera de tejo, muy usada antiguamente por su resistencia en cercados de fincas, ruedas de carros u otras construcciones similares.

Bajo este balcón, pueden apreciarse tres masas forestales perfectamente definidas: pino, roble y haya entremezclados, y eucaliptos. Un fenómeno común pero que aquí alcanza mayores proporciones, es la paulatina invasión del hayedo sobre el robledal por regeneración natural. Dada la escasa altura sobre el nivel del mar del monte Corona, este fenómeno forestal llama la atención a los expertos, ya que el haya es más propio de alturas superiores, pero aquí todo parece ser distinto, como si el monte hubiera establecido sus propias leyes naturales, desafiando a la lógica, y permitiendo un desarrollo botánico excepcional.

Desde este balcón, y por el Oeste, se observa con claridad parte del macizo de los Picos de Europa, entre cuyas cumbres se reconoce con facilidad el siempre majestuoso y famoso Naranjo de Bulnes. Por el Sur, la Sierra del Escudo de Cabuérniga dibuja sus peculiares formas en el horizonte. Al norte, el mar Cantábrico, muy cerca, casi a tiro de piedra, y a sus orillas, San Vicente de la Barquera, Comillas y otros pueblos del litoral. Todo ello, conforma una vista extraordinaria que uno no se cansa de contemplar, fascinado por tanta belleza de verdes y azules.

Precisamente al Sur de este paraje, se localiza el vivero forestal de Monte Corona, muy cuidado y fácil de identificar. Pequeños arbolitos de numerosas especies maderables son aquí mimados en su lento despertar hacia la vida, hasta que llegue un día en que, aún adolescentes, sean trasplantados a su lugar definitivo, donde engrosarán el rico patrimonio forestal de Cantabria y en especial de monte Corona.

Otro rincón de extraordinaria belleza, situado al Norte del monte, es la ermita y fuente de San Esteban, y el espléndido chalet que preside el lugar, asociado a pasadas polémicas veraniegas de altos dignatarios de la nación, y única zona del monte que no fue transferida a la Comunidad Autónoma, por lo que sigue siendo administrada por el ICONA.

La Fuente de San Esteban, se localiza en medio de un bosque de imponentes y esbeltos pinos, muy cerca de la ermita. Jalonada por pequeños magnolios, llena de frescor el ambiente y sacia la sed del visitante con sus cristalinas aguas. En el alto, dominando una excepcional panorámica, se encuentra la ermita de San Esteban, pequeña, cuidada, bonita. En su lado norte, se encuentra el mirador de excepción del monte Corona. Sobre una plataforma semicircular de piedra, se han grabado flechas y nombres que indican con precisión al visitante los distintos lugares que pueden contemplarse sobre el horizonte. Entre otros: Covadonga, al Oeste; Cabo de Oyambre y ría del Porrón, al Noroeste; y Sierra de Ruiloba al Noreste. Una idea acertada que facilita la orientación del curioso observador.

Las áreas recreativas o de esparcimiento abundan en Monte Corona. Concebidas para que el gran público haga un correcto uso del monte y disfrute en paraje tan singular. Mesas y asientos de piedra multiformes conforman las distintas áreas recreativas repartidas estratégicamente en los lugares de mayor belleza natural. A los ya mencionados hay que añadir el área de la braña Terán, en la carretera de La Hayuela a Cabezón de la Sal, que un monolito dedica al pintor César Abin.

Visitar Monte Corona es casi una obligación para los amantes de la naturaleza. Su riqueza forestal, ecológica y paisajística hacen del lugar un santuario único en su género. Explotación y conservación han guardado hasta ahora el equilibrio deseado. Recorrer detenidamente cada rincón del monte es una nueva alegría para el espíritu y una recreación para los sentidos.


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