Me llamaron desde un bar cercano a mi casa. El amigo común hizo las presentaciones, y todos, sonrientes, estrecharon mi mano. Los rasgos neutros y los atuendos de elegancia comedida les salvaban de cualquier identificación inmediata. No di importancia a sus rostros, porque presentí que no los usaban.
Los invité a unas infusiones y, cuando entraron en la vivienda, sus miradas registraron los objetos y las formas. Me preguntaron acerca de atriles y partituras. Sus silencios no eran de reposo, sino de acecho.
Entre sorbos de té y hierbabuena analizaban historias de países lejanos, repudiaban trabajos ficticios, y qué desagradable la nieve. Yo imaginé una colección de capuchas, el desánimo de los espejos al buscar la cara verdadera entre sus disfraces, y vi que bebían con la desesperación secreta de los que, antes del amanecer, recorren caminos para imponer la aridez.
Pasamos juntos una tarde apacible.
Poco antes de despedirnos, descubrí que uno de ellos, que con fingido despiste se había separado del resto, inspeccionaba mi habitación.
Saben que puedo ser el enemigo, nueva diana de su odio, porque duermo al lado de una niña que sueña con búhos.
Los hombres intermitentes. Francisco Javier Irazoki. Editorial Hiperión. 2006.
definición de la patria (francisco javier irazoki)
17 enero 2011 por sublevacioninmovil
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