La malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala) es una de las aves acuáticas más apreciadas entre el colectivo ornitólogo y naturalista. La reducida población de ejemplares de esta especie en todo el territorio nacional la han convertido en una joya faunística que está siendo objeto prioritario de conservación. Las poblaciones de este pato, que hace años poblaba muchos de los humedales españoles, han llegado a sufrir un retroceso tan importante que la especie se ha quedado al borde del umbral de su extinción.
La situación en España no ha sido halagüeña para la malvasía, para quién se ha llegado a estimar que la conservación de su población “no era viable”, pues se limitaba a varios cientos de ejemplares. Esta circunstancia, llevó a mediados de los años noventa a administraciones públicas y organizaciones conservacionistas, como BirdLife Internacional, a adoptar medidas que contribuyeran a revertir su precaria situación, que hizo que fuera considerada especie incluida en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, dentro de la categoría “En peligro de extinción”.
La malvasía, considerada hace años como extinguida en Castilla-La Mancha, donde era una rareza difícil de observar, se volvió a instalar durante los noventa en determinados humedales castellanomanchegos, e hizo que la Junta de Comunidades adoptara una postura activa en su conservación. Para ello, tuvo en cuenta el Plan Internacional de Acción que redactó BirdLife Internacional para salvar la especie y puso en marcha su propio Plan de Recuperación, en el que definía las medidas necesarias para aminorar los efectos que ponían en peligro su supervivencia.
Una de estas medidas fue evitar la introducción de ejemplares de malvasía canela (Oxyura jamaicensis), subespecie que hibridaba con la malvasía cabeciblanca y ponía en peligro la pureza genética de ésta última. Además de este factor de riesgo, existen otros como son la introducción en los humedales de especies que producen modificaciones en su hábitat natural, como es el caso de la presencia de la carpa común. Otros son la desaparición de humedales, la degradación del hábitat palustre o su caza.
Todas estas medidas fueron recogidas en el Plan de Recuperación de la Malvasía Cabeciblanca para Castilla-La Mancha, que adoptó, para la región, las medidas de conservación necesarias para aumentar las poblaciones que residían en los humedales ocupados por la especie.
El Plan de Recuperación en Castilla-La Mancha buscó favorecer el asentamiento de nuevos núcleos reproductores de malvasía cabeciblanca en los hábitats potencialmente aptos para ellos y, sobretodo, velar por la pureza genética de la especie dentro de la comunidad autónoma. Otro de los propósitos del Plan fue desarrollar líneas de investigación que permitieran un mejor conocimiento de la biología de la especie, sus movimientos poblacionales y los criterios de selección de hábitats, con el fin de obtener información útil para mejorar en la gestión de los hábitats y el manejo de las poblaciones. Asimismo, estableció un programa de divulgación de la importancia de la conservación de la malvasía cabeciblanca entre los sectores implicados en su conservación.
En los últimos años, gracias al amparo de todas estas medidas, la población de malvasía cabeciblanca ha experimentado una notable mejora de sus poblaciones en Castilla-La Mancha, si bien, aún continúa siendo una rareza difícil de ser observar en muchos humedales.
De hecho, desde que se puso en marcha este Plan de Recuperación, en 1995, se pasó de las 57 malvasías censadas en junio de 1995 a las 505 de junio de 2001. El crecimiento de la presencia de malvasía cabeciblanca fue prácticamente constante en estos años, de tal forma, que en el año 95 se censaron 57 ejemplares; 85 malvasías en 1996; 166 en 1997; 350 en 1998; 242 en 1999; 474 en 2000; y 505 en 2001, tendencia al alza que se ha mantenido hasta la actualidad.
El trabajo iniciado a mediados de los años noventa ha comenzado a dar sus frutos, sin embargo, la malvasía cabeciblanca aún sigue siendo una especie muy vulnerable y sobre su futuro siguen teniendo una gran responsabilidad las distintas administraciones que directa o indirectamente adoptan decisiones que redundan en su conservación.
En Castilla-La Mancha, la malvasía se concentra fundamentalmente en humedales de la provincia de Toledo, aunque también se encuentran ejemplares en otras provincias como Ciudad Real y Albacete. En la provincia de Toledo, destaca la presencia de estas aves en las lagunas artificiales de la Dehesa de Monreal (Dosbarrios), la laguna del Taray (Quero), la laguna Larga de Villacañas, y los Charcones de Miguel Esteban. Tan sólo en la Dehesa de Monreal y en la laguna del Taray se concentra el 76% de las malvasías censadas en la región.
En la provincia de Ciudad Real, destaca la presencia de estas aves en la laguna de Pedro Muñoz y en la Laguna de Manjavacas (Daimiel), mientras que en la provincia de Albacete, la malvasía se encuentra en las Lagunas saladas de Pétrola, de Salobralejo y de Ontalafia.
La presencia de la malvasía en Castilla-La Mancha es estacional y variable a lo largo del año. Así, acuden numerosos ejemplares para la cría durante la primavera y se producen importantes concentraciones durante el verano y el inicio del otoño. Durante la época invernal, la mayor parte de las malvasías, migran hacia zonas más cálidas.
El 32% de las malvasías censadas en España crían en Castilla-La Mancha, el 39% crían en Andalucía y el 30% restante en la Comunidad de Valencia. La presencia de la malvasía en Baleares es testimonial.
El Atlas de Aves Reproductoras de España (Torres-Esquivias, 2003) cifra en unos 2.300 ejemplares la población española, número que refleja el continuo crecimiento que viene produciéndose desde que en 1977 se registró el mínimo histórico nacional de 22 individuos (Torres-Esquivias, 1983).
Sólo en 1992 y 2001 han tenido lugar inflexiones destacables en su curva de crecimiento y, en el segundo caso, se produjo la más importante reducción conocida de la población española de malvasía cabeciblanca. En unos meses desaparecieron más de 2.000 ejemplares. Esta importante pérdida estuvo motivada por diversas causas relacionadas con la reducción de las precipitaciones y la falta de humedales en buenas condiciones.
El espectacular crecimiento que se produjo durante el periodo reproductor de 2000, cuando la población pasó de 2.386 ejemplares a 4.489, no pudo mantenerse mucho tiempo. La intensidad de las precipitaciones sobre una determinada zona, condiciona la disponibilidad de lugares aptos para la cría y consecuentemente su crecimiento numérico, pero en varias ocasiones esta especie ha salvado esta dificultad ampliando su área de distribución. Así lo hizo en 1988 cuando se instaló en Toledo, Almería y Jaén; y en 1990 cuando lo hizo en Málaga, Ciudad Real y Alicante.
Todo parece indicar que ya ha ocupado su potencial zona óptima y a partir de ahora es probable que se produzcan fluctuaciones numéricas muy relacionadas con la disponibilidad de humedales con suficiente cantidad de agua.
Imagen: Mario de los Reyes