CRONICA - 3


(Senegal)
 


L
as delicadas "relaciones" entre Senegal y Mauritania sólo permiten dos ferries diarios que desde la ciudad mauritana de Rosso traslada a los viajeros hasta la ciudad senegalesa de Richard Toll, pues el río es la frontera natural entre ambos países.

Un encuentro casual con el policía del puesto fronterizo de Maka Diama a 93 km de Rosso, que esa misma mañana se traslada a su comisaría, nos cambia los planes iniciales. Al no disponer de medio para desplazarse hasta el puesto nos propone llevarle hasta allí y de esta forma nos evitará cruzar la frontera por barco, esperar colas y todo lo que conlleva pasar por un transitado puesto fronterizo africano como Rosso. Aceptamos la proposición y emprendemos la ruta a través de un dique de tierra compacta, una estela de polvo se convierte en nuestra inseparable compañera durante todo el trayecto.

Dicho dique discurre paralelo al Parque Natural senegalés de Djoudj, uno de los santuarios de pájaros más importante del mundo. Durante nuestro descenso hacia la frontera senegalesa atravesamos numerosos arrozales y cañaverales entre los cuales podemos descubrir la presencia de todo tipos de patos, ibis, incluso enormes pelícanos. Y por fin cruzamos la frontera por encima de la presa, un paso rápido y sencillo sin ningún tipo de colas, pues siempre está solitaria. Mientras recorremos el margen del río comprendemos como el agua tiene mucho que decir en la historia del país.

Su propio nombre procede de la segunda lengua más hablada en el país después del francés, el wolof (principal etnia del país). "Sunugal" significa "nuestra piragua" y pone de manifiesto la importancia que el río y el mar tiene para ellos. Fuente de vida por un lado y de terror por otro, puesto que el propio océano fue el que trajo hasta sus costas los primeros barcos portugueses que desencadenaron un arrasador capítulo en su historia.

Nos vamos adentrando en el país y un estallido de colores se pasea ante nuestros sorprendidos ojos. Los brillantes y vaporosos vestidos de las bellas senegaleses, dignos de admiración, se combinan con delicados y artesanales peinados que completan una hermosas imagen difícil de olvidar.Y cuando paseamos por sus coloristas mercados parece que asistimos a una exposición de pintura naïf donde no se desperdicia ni una sola escena de la vida cotidiana senegalesa.

HERENCIA COLONIAL

La primera ciudad importante que nos encontramos es la colonial Saint Louis. Esta primera colonia francesa en África, fue fundada a orillas del río Senegal en el siglo XVII. Se trata de dos islas paralelas, estrechas y alargadas que los francesas unieron al continente mediante un puente. Hoy en día la ciudad primitiva permanece en esas dos curiosas islas pero la moderna se ha establecido en el continente.

A orilla del río se levantan los antiguos edificios coloniales y en la "Place de l'Ille -antigua Plaza del Gobierno- se erige el "Hotel de la Poste". No sólo se trata de uno de los edificios más interesantes y mejor conservados de la ciudad sino que es uno de los lugares más cargados de historia. Es un placer sentarse en su terraza y contemplar el puente por donde desfila una de las muchedumbres más pintorescas de Senegal. Pero lo más característico de la ciudad son las antiguas mansiones de las "signares", aunque actualmente han perdido el esplendor de otras épocas.

Las "signares" es el nombre con el que se designaba a las mestizas, hijas y nietas de los matrimonios "consuetudinarios" entre africanas y franceses. Un "matrimonio" que duraba tan solo la estancia del "esposo" europeo. Cuando este se marchaba, junto a su esposa francesa en Europa, donaba una generosa dote a su mujer africana, dejándola por supuesto, con los hijos habido durante el matrimonio. Pero más allá de la isla "noble" se encuentra la isla "popular": la Lengua de Barbarie, una banda de terreno entre el Atlántico y el río Senegal de unos 100 m. que protege a la isla de los envites del océano.

En ella se encuentra el barrio de pescadores, donde las antiguas cabañas se aprietan unas contra otras a orillas de la playa. Desgraciadamente poco a poco van siendo sustituidas por chabolas de uralita, pues el océano golpea con fuerza a las que están en primera línea siendo fácil suponer que sus habitantes prefieran acondicionar sus casas para luchar contra las agresiones de la naturaleza que por conservar la tradición. Es una pena, pero es la ley de la supervivencia. En cambio el ambiente de los pescadores sigue intacto. Estos se encontraban zurciendo sus rasgadas redes, las mujeres secaban el pescado al aire libre y freían el pescado más fresco, mientras tanto los niños jugaban entre las piraguas, motivos de sus juegos hoy pero su instrumento de trabajo en el futuro.

Una huida precipitada marcó nuestra salida de Saint Louis. Pudiendo comprobar que el juego preferido de la policía senegalesa es inventar la multa más inverosímil. Ver un coche extranjero es sinónimo de ingreso extra y el simple hecho de parar el coche junto a un policía para preguntarle una dirección nos supuso la petición de los papeles del coche y el intento de multa por "estacionamiento indebido". Fue tal la indignación que le arranqué los papeles de la mano y aceleré dejándole "plantado", soltando improperios y tocando el pito. Así que cuando en el resto de las ciudades divisábamos a un policía que se acercaba con un block en la mano... salíamos disparados en dirección contraria. Casi todas las noches acampamos en el inmenso sahel, siempre rodeados de arbustos y de los vigilantes baobabs. Y como cada noche, al caer el sol, comienzan a llegarnos el sonido de los tam-tam y los cánticos.

Con la oscuridad, en los poblados dispersos por la sabana a la luz de los fuegos, todos se reúnen par expresar a través de la danza y la música sus más intensos sentimientos. La música forma parte de la vida cotidiana senegalesa y cualquier acontecimiento sirve de motivación para expresarlo a través de ella. Cada grupo étnico posee sus propios géneros musicales, ritmos, ritos e instrumentos. Resulta reconfortante oír en el silencio de la noche los sonidos que nacen de los más profundo de la tierra africana.

MADERA DE EBANO

Nunca nos han atraído las grandes ciudades y Dakar no va a convertirse en una excepción, máxime cuando es considerada como una de las ciudades más inseguras de África. Pero a pesar de todo decidimos no ignorarla ya que era etapa obligatoria para obtener los visados que nos permitirán entrar en otros países y poder avanzar en nuestra ruta. Realizamos una visita a pie por toda la ciudad pues la mejor manera de captar todos los detalles del espectáculo que ofrece la calle en pasear sin prisas.

Hoy en día Dakar es una capital de rascacielos entre los que circula una flota de vehículos cada vez más densa. Rara vez han surgido tentativas para combinar las necesidades de la arquitectura moderna con el entorno africano, así la impresión que da es de una ciudad fuertemente europeizada. Pero es en la periferia y en los mercados donde se encuentra las raíces africanas. En el mercado Kermel situado a un paso de la Plaza de la Independencia, se produce una sinfonía de colores: puestos de flores llevados por señoras ataviadas con llamativos vestidos de fuerte colorido; montañas de frutas de naranjas, aguacates, mangos y papayas que impregnan el ambiente de un aroma exquisito. Y junto a ellas se encuentran los puestos de artesanía africana con máscaras, telas, estatuas y un sin fin de objetos de muy diversa calidad.

Las señoras visitan los mercados acompañadas de chavalines que por una monedas les llevan los bultos de las compras. La moda europea se extiende entre los hombres pero muchas mujeres todavía siguen envueltas en paños multicolores y tocados con enormes turbantes recubiertos de ligeras gasas. Es todo un espectáculo cautivador que provoca admiración por la elegancia y belleza de las senegalesas.

Cuando empezamos a recorrer la Cornisa de Dakar, rocosa y elevada, divisamos no muy lejos una mole de basalto de 900 m de longitud y 300 m de ancho que emerge del mar a apenas 3 Km. de los rascacielos de la capital. Es la legendaria Isla de Gorée o Isla de los Esclavos. "Esclavos que franqueáis esta puerta infernal, perded toda esperanza", esta es una de las horripilantes leyendas que pueden leerse en los muros de la ex-casa de los Esclavos (hoy transformada en museo). La llamaban Gorée, la gozosa, por las desenfrenadas licencias que se concedían los marineros europeos mientras contemplaban la carga de mercancía humana para sus barcos negreros. Los barcos de los negreros portugueses, ingleses, holandeses y franceses anclaban en su puerto para cargar "la madera de ébano" como llamaban a los esclavos.

Enviados al prometedor Nuevo Mundo, donde existía una gran demanda de brazos humanos para las plantaciones, pensaron ¿quién mejor que los esclavos negros, que ni siquiera recibían un salario? Todo comenzó en el año 1444 y tuvo que pasar cuatro siglos para que esta barbarie acabará. En efecto, la última carga de africanos llegó a América en 1881. Otro triste pero significativo episodio en la historia de la humanidad que pone de manifiesto que la ley del más poderoso (o la de la ambición) puede cambiar el rumbo de la historia de muchos países.

TRADICIÓN POPULAR

Pero abandonamos por fin la capital para conocer mejor las raíces del país. Durante el recorrido atravesamos varios poblados y la curiosidad por conocernos los unos a los otros era compartida sin tapujos. Los wolof son el grupo étnico más numeroso del país, principalmente musulmanes, son altos, delgados y con un porte distinguido. Se dedican primordialmente a la agricultura, el mijo es el principal cultivo pero con la colonización el cultivo del cacahuete se extendió por delante de otros cultivos tradicionales.

Otras etnias que pueblan esta región central son la de los sereres y niominkas, menos numerosos que los anteriores. A veces somos invitados por algunas familias para que conozcamos su humilde hogar y a su numerosa e inquieta prole. La imagen de África son las escenas de las mujeres golpeando con unos mazos alargados, y con gran energía, el mijo o el sorgo, principales alimentos de su pobre dieta alimentaria. Incluso con los hijos más pequeños mamando de sus pechos o colgado a sus espaldas siguen golpeando una y mil veces el sustento que alimentara a toda su familia.

Imágenes duras de jóvenes que en numerosas ocasiones suelen tener apenas trece años, con un trabajo y responsabilidad familiar demasiado dura para su corta edad y que por desgracia son escenas muy normales en esta sociedad.

A TRAVÉS DE LA SABANA

A lo largo de todo el recorrido por Senegal siempre nos ha ido acompañando una figura especial, la de los erguidos "baobab", genuinos centinelas del sahel. Como la palmera para el desierto el baobab es para la sabana su imagen singular. Baobab significa "árbol de mil años", su crecimiento es en efecto por así decirlo ilimitado. Sus ramas retorcidas le confiere un aspecto inconfundible y al atardecer cuando oscurece proyecta una imagen fantasmagórica sobre nuestro campamento. Tambacounda es la población que marca el punto más oriental de "civilización" y aprovisionamiento de Senegal en la ruta hacia Mali a través de las pistas que cruzan el solitario sahel.

Tras la última revisión del vehículo, bien cargados de gasoil y con nuevas provisiones adquiridas en su animado mercado nos disponemos a recorrer las últimas centenas de kilómetros por Senegal. El asfalto deja de existir y no lo volveremos a encontrar hasta 1.000 km después, en las cercanías de Bamako. Su lugar lo ocupa una polvorienta pista que aparece y desaparece a su antojo. A lo largo del camino vamos descubriendo los devastadores efectos de las recientes lluvias teniendo que sortear numerosas lagunas que ocultan por completo la pista. Afortunadamente son poco profundas pero hace tan sólo hace dos semanas todo estaba totalmente inundado.

Algunos tramos de la pista están completamente destrozados por los camiones que se han quedado atascados cuando el terreno estuvo pantanoso. La maleza en ocasiones es quemada, accidental o intencionadamente, así que son numerosos los tramos donde el humo y el polvo del camino trata de colarse por todos los rincones del coche. También la insoportable tôle onduleé hace acto de presencia y los botes y rebotes van amenizando el ya entretenido viaje. Durante el recorrido estamos acompañados de algunos pájaros que alegraban un poco el monótono paisaje. Pájaros de colores llamativos que contrastan con el entorno seco y áspero que nos rodea.

Los baobabs son cada vez menos frecuentes y los arbustos van inundando el terreno, arbustos totalmente secos pero de los que brotan unas preciosas flores fucsias. Pero a pesar de avanzar con más o menos dificultad, nuestro compañero de viaje, José Antonio, lleva varios días encontrándose mal del estómago y va empeorando así que el "entretenido" camino no es precisamente una efectiva cura de reposo. Nuestro objetivo es entrar en Mali y acampar cerca de una de las hermosas cascadas del río Senegal... y confiar en la recuperación de nuestro amigo.

Por fin después de 250 kilómetros de polvo, botes y humo alcanzamos la ciudad de Kidira, ciudad fronteriza con Mali. Esta ciudad descansa al borde del río Senegal. Como ocurre entre Mauritania y Senegal, con Mali la frontera natural vuelve a ser el río. Recientemente se ha construido un puente que une ambos países sin necesidad de tomar un barco para cruzar de un país a otro. Así que después de formalizar los papeles para abandonar el país, repostamos gasoil y cruzamos el puente entre las dos naciones africanas. Empieza a anochecer y Mali nos reserva sorpresas de todo tipo.

DATOS  DE  INTERÉS

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Encuentro con el río Senegal, la frontera natural entre Mauritania y Senegal.

Los edificios coloniales son uno de los mayores atractivos de la "afrancesada" San Louis. Desgraciadamente, el mantenimiento es casi nulo y están en lamentables condiciones, como se aprecia en la hermosa construcción colonial "École Khagar Mbenque". 

Pescadores de San Louis arreglando redes. La pesca tradicional en Senegal juega a lo largo de sus 700 km de costa, un papel primordial en la economía y en la alimentación de las comunidades del litoral.

Mujer senegalesa con traje típico. Por muy recóndito que sea el poblado donde nos lleva el avance en 4x4, la población tribal sigue manteniendo sus tradiciones.

Guarda del Palacio Presidencial en Dakar, la actual capital, que a finales del s. XIX fue una comuna que poseía la ciudadanía francesa.

Minarete de la Gran Mezquita de Dakar.

Los mercados senegaleses son un estallido de colores donde se mezclan los llamativo bubúes (vestidos típicos) de las mujeres con mercancía de todo tipo.  

Pero abandonamos por fin la insegura y corrupta Dakar para conocer mejor las raíces del país. Durante el recorrido atravesamos varios poblados y la curiosidad por conocernos los unos a los otros era compartida sin tapujos. Los wolof son el grupo étnico más numeroso del país, principalmente musulmanes, son altos, delgados y con un porte distinguido.

A lo largo de todo el recorrido por Senegal siempre nos ha ido acompañando una figura especial, la de los erguidos "baobab", genuinos centinelas del sahel. Como la palmera para el desierto el baobab es para la sabana su imagen singular. 

En el Lago Dala, al oeste del país, un rebaño de vacas en conducido por la tribu nómada Peul, sahelianos por excelencia.

A lo largo del camino vamos descubriendo los devastadores efectos de las recientes lluvias teniendo que sortear numerosas lagunas que ocultan por completo la pista.

Las rutas menos frecuentadas de la sabana siguen ofreciendo aspectos intactos de la vida africana y muchos poblados siguen viviendo al margen del s. XX.

Por fin, después de 250 kilómetros de polvo, botes y agua alcanzamos de nuevo el río Senegal. Como ocurre entre Mauritania y Senegal, con Mali la frontera natural vuelve a ser este impresionante río. En la otra orilla nos espera Mali.