Primer procesador de textos



Esto que veis aquí, que podría parecer un abanico un tanto extraño, es en realidad el primer procesador de textos de la historia, el que usaba, entre otros y otras, Jane Austen. El papel era caro y no podían permitirse el lujo de hacer un borrador para luego tirarlo a la basura, así que utilizaban estas tablas de marfil para organizar sus párrafos. Un párrafo, o una frase, en cada tablilla, y luego movían la tablilla a voluntad para ver dónde encajaba mejor en la historia. Cuando tenían claro cómo debía quedar, cuando habían hecho todas las correcciones que necesitaban, lo pasaban a papel, borraban las tablillas -con el dedo si era a lápiz, con un paño húmedo si era tinta- y vuelta a empezar. Ahora que me estoy leyendo Pride and Prejudice me pregunto si la breve extensión de los capítulos se debía a que a Austen se le acababa el espacio en las tablillas a la hora de escribir los capítulos. Cada vez estoy más convencida de que debe ser por eso.

Ahora lo tenemos todo. Tenemos unos ordenadores que nos alinean las palabras a gusto del consumidor, que lo guardan todo automáticamente, que nos permiten borrar, o imprimir, o incluir frases a medio folio. Antes no. Antes escribir era un arte, pero un arte afanoso, en el que quien quería escribir tenía que fabricarse hasta sus propias plumas, escribir a mano con mimo, sin tachones, sin borrones, con letra clara para que luego el editor fuera capaz de entenderla al pasarlo todo a la imprenta. Si lo pienso, me parece poco menos que un milagro que Cervantes escribiera El Quijote, o Rojas La Celestina. Si hoy en día hace falta pasión y constancia para sentarse ante el ordenador e intentar hilar dos frases con sentido, ¿qué se necesitaría entonces? ¿De qué pasta estaban hechos los grandes autores clásicos? Si hoy en día nos cuesta más de un año escribir una novela, ¿cuánto les costaría a ellos? Cuanto más lo pienso, más me maravillo.

Me pregunto si todavía quedan artistas como los de antes. Me pregunto.

8 comentarios:

jose.etxeberria dijo...

Si crees que Cervantes escribió el quijote calculando con tablillas dónde le encajaban los párrafos es que, en la literatura, no has entendido nada.

Ruth dijo...

Querido Kanif, si eso es lo que has entendido del post, el que no me ha entendido eres tú.

Max Estrella dijo...

Haya paz...a los grandes autores no se les puede negar nunca la genialidad,ese toque de dioses que tienen...ahora bien...está claro que los medios con los que contamos ahora no son los que tenían entonces y se las apañaban bien para sacar a la luz tantísimas obras buenas...
A mi,Ruth,me ha parecido muy curioso el post,no conocía esos "procesadores"...
Besos

Sebastián Puig dijo...

Qué gran reflexión y qué bonita historia nos has contado. Lo de las tablillas lo desconocía. Y el señor kanif haría bien en no leer los post a vuelapluma. Un besazo, artista.

Tana dijo...

Qué curioso!No tenía ni idea de que existiera algo así! Me ha encantado el post, Ruth :) la verdad, nunca me había planteado que el papel era casi un lujo en aquella época; de tanto como se desperdicia hoy día, se nos olvida que no siempre fue así. Un beso!

AdR dijo...

Qué maravilla, en serio. Me he quedado embobado ampliando la imagen e intentando captar detalles. Además, estaba buscando una imagen así para ilustrar uno de mis posts, igual te pido prestada esta :)

Los escritores de antaño estaban hechos... de marfil, como ese procesador de textos :)

Besos

Ruth dijo...

Tuya es si la quieres, Adr, ya que no era mía para empezar (yo la he tomado prestada de un compañero de clase que se curra eso de buscar detalles curiosos en internet; ni siquiera le he pedido permiso, pero como todo en la UNED es virtual y no sabe que este blog existe...).

Fernando Alcalá dijo...

¡No tenía ni idea! ¡Qué aparato más mágico!

Y cuánta razón tienes, cuánta, en tu reflexión.

Yo también me pregunto. Y qué jodido es preguntarse a veces cuando la respuesta es lo más alejado de ti mismo.