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Historia de un helicóptero
Constanza Vieira / Viernes 14 de diciembre de 2007
 

Figuras como Luis Carlos Galán o Rodrigo Lara Bonilla brillan cada vez más en el tiempo. Ellos entendieron la dimensión del poderoso monstruo. No fueron los únicos, y muchos otros tampoco sobrevivieron.

Una noche, dos semanas antes de su asesinato por el Cartel de Medellín, el entonces ministro de Justicia Rodrigo Lara acudió a una invitación de un grupo de periodistas en la sede de la Fundación Friedrich Ebert en Bogotá.

Luego de trazarnos un amplio panorama sobre la omnipresencia del narcotráfico en la sociedad, y sobre todo en la alta sociedad, concluyó que los que no estamos metidos en narcotráfico en Colombia, ni nos lucramos de él, cabíamos, toditos, en la diminuta isla de Gorgona, frente a la costa Pacífica.

En esa década de los 80 se comentaba en los corrillos de prensa que los narcotraficantes estaban enviando a sus hijos a estudiar a las mejores universidades del mundo, porque el proyecto era que regresaran a mandar. Limpios ante la justicia, por supuesto.

La verdad, uno no entiende cómo es que jóvenes que tienen todo nuestro afecto y solidaridad, hijos de padres admirables asesinados por el narcotráfico, aceptan o han aceptado cargos en este gobierno.

La pregunta queda abierta.

Rodrigo Lara Restrepo tenía ocho años cuando su padre fue asesinado en una calle de Bogotá, protegido por fuerte escolta, el 30 de abril de 1984. Casi 23 años después, en marzo de 2006, aceptó el cargo de zar anticorrupción, precisamente en el gobierno de Álvaro Uribe. Con ello, dejó boquiabierto a más de uno.

El pasado día 12, renunció. Y hoy, 14, habló.

Para explicar por qué trabajó con el gobierno Uribe, él dice que "perder el odio es empezar una nueva vida", y yo le creo. Dice que nunca revisó el expediente sobre la muerte de su padre. Le creo.

Para un niño que vivió un episodio tan traumático, evadir durante un tiempo, largo o breve, quizá sea necesario para fortalecerse y labrarse una personalidad autónoma. Las convicciones son más fuertes cuando provienen de cosecha propia.

El posible fin de esa etapa de evadir, para el joven ex zar anticorrupción, sobrevino porque el 9 de diciembre el laureado periodista investigativo colombiano Gerardo Reyes publicó en El Nuevo Herald, de Miami, extractos de una de tantas declaraciones bajo juramento que han sido echadas al olvido por la justicia colombiana.

La hermana del inmolado ministro, Cecilia Lara Bonilla, dijo en julio de 1984 al juez 77 de instrucción criminal de Bogotá que Rodrigo Lara mencionó al hoy presidente Álvaro Uribe Vélez y a su padre, Alberto Uribe Sierra, como ejemplos de la infiltración de la mafia en sociedad.

La declaración de Cecilia Lara "sugiere que el ex ministro consideraba que Uribe Sierra estaría vinculado con el mundo del narcotráfico" porque un helicóptero de una firma de la que era socio fue encontrado en Tranquilandia, gigantesca zona industrial del narcotráfico en el Yarí, sur de Colombia.

Tranquilandia fue atacada por la policía colombiana y la DEA estadounidense el 10 de marzo de 1984. El golpe contra la mafia fue tan grande que disparó el precio de la cocaína en las calles de Nueva York. Uribe Sierra había sido asesinado nueve meses antes, el 14 de junio de 1983.

El ministro "dijo que lo de Tranquilandia era muy grave y comprometía a gente muy importante de la política del país, que el helicóptero que habían cogido en Tranquilandia era del papá de Alvaro Uribe Vélez", cita el Nuevo Herald la declaración juramentada de Cecilia Lara, "fue entonces cuando me dijo, en ese momento: ’La mafia ha entrado todos los estamentos del país, no sólo a la política sino a la economía’ ".

Cecilia Lara agregó que su hermano, al mencionar el helicóptero, aseguró que Uribe Sierra había sido asesinado bajándose del aparato, "inclusive me contó que Álvaro Uribe [Vélez] había dado declaraciones a la prensa de que al papá lo había matado la guerrilla porque no se había dejado secuestrar".

Dice que se ratifica "en todas y cada una de las palabras" de su testimonio de entonces. Que no cita nombres hoy, porque algunas personas mencionadas por ella en esa época pueden haber corregido su rumbo.

"Yo creo que él sí tenía muchas dudas de Uribe [Vélez]. Él nos las manifestó claramente", le dijo ahora a El Nuevo Herald.

El helicóptero en cuestión es marca Hugues-500, modelo 369D, construído en 1980, matrícula HK 2704E expedida por el Departamento Administrativo de Aeronáutica Civil al día siguiente de su importación el 27 de octubre de 1981 (un trámite que suele demorar al menos 20 días). Quien dirigía entonces Aeronáutica Civil era Álvaro Uribe Vélez.

Uribe Sierra era ganadero y criador de caballos del noroccidental departamento de Antioquia, de donde también proviene el clan Ochoa, criadores de caballos y, junto con Pablo Escobar, fundadores del cartel de Medellín.

Se han publicado fotos de Uribe Sierra participando como rejoneador en una corrida de toros en beneficio de "Medellín Sin Tugurios", el proyecto de vivienda social que promovió Escobar en la capital de Antioquia cuando decidió hacer avalar con votos su inmenso poder conseguido como narcotraficante.

También se han publicado fotos de celebraciones en el medio caballístico de Santiago Uribe Vélez, otro controvertido hermano del presidente, con los Ochoa.

Tranquilandia pertenecía a los Ochoa, a Escobar y a Gonzalo Rodríguez Gacha, este último uno de los principales engranajes de la mafia con las Fuerzas Militares para matar comunistas, que por entonces integraban el grueso de líderes de la Unión Patriótica.

El diario estadounidense también desempolvó otra declaración juramentada del coronel de la policía, Jaime Ramírez Gómez, quien coordinó la operación contra Tranquilandia.

Lara Bonilla "me manifestó que si a él le hacían un atentado iban a ser los que eran propietarios de lo cogido en Yarí cuando se descubrieron los laboratorios de cocaína. Le pedí una mayor explicación y él me dijo: ’Sí, los dueños del helicóptero y los aviones que ustedes cogieron en el Yarí’", declaró Ramírez.

El presidente Uribe argumenta que la firma por entonces propietaria del helicóptero, Aerofoto Amórtegui y Cía. Ltda., de la cual era socio su padre, habría vendido la nave antes de la operación antinarcóticos de Tranquilandia.

El 28 de marzo de 1984, 17 días después del golpe a Tranquilandia, Aerofoto Amórtegui reportó a la Aeronáutica Civil la supuesta venta del aparato a Pedro Fidel Agudelo Chávez.

Como prueba, la compañía anexó, no un certificado de traspaso de propiedad de la nave, sino un documento suscrito ante notario en febrero de ese año entre Agudelo y Jaime Uribe Vélez (fallecido en 2001), en el cual el hermano del actual presidente se comprometía a entregar el helicóptero al aparente nuevo propietario, en pago de una supuesta deuda dejada por Uribe Sierra. El traspaso de propiedad se haría al final del complejo proceso de sucesión.

El diario de Miami aporta los siguientes datos escalofriantes:

"Una fuente cercana a los Ochoa dijo a El Nuevo Herald que Agudelo, el nuevo propietario del helicóptero, fue un trabajador de Fabio Ochoa, narcotraficante condenado en Estados Unidos a 30 años de prisión".

Según la revista cultural colombiana El Malpensante, edición de septiembre 2007, Agudelo fue testaferro de Rodríguez Gacha en la compra de obras de arte.

Y aunque la Aeronáutica Civil canceló el 11 de abril de 1984 la licencia del helicóptero confiscado en Tranquilandia, el aparato siguió volando y aparentemente el traspaso de propiedad jamás se hizo.

"Según logró establecer El Nuevo Herald, el 1 de mayo de 1986 un helicóptero con las mismas características y similar matrícula cayó con cocaína en un céntrico sector de Medellín. El diario El Colombiano publicó la noticia: ’El helicóptero de matrícula HK 2704 es de propiedad de la firma Aerofoto Amórtegui y Cía. Ltda. de la ciudad de Medellín’."

Por su parte, el periodista Gonzalo Guillén, corresponsal local de El Nuevo Herald, consigna en su libro Los Confidentes de Pablo Escobar (Ediciones Un Pasquín, Bogotá, mayo de 2007) que en el expediente oficial del helicóptero todavía no aparece el traspaso a nombre de Agudelo.

Agrega Guillén que las autoridades aeronáuticas (al momento de escribir el libro) "dicen desconocer el paradero del HK-2704X, el cual fue adjudicado a la Policía Nacional, y 11 años después de haber sido decomisado en el complejo cocalero, la Fiscalía ordenó devolverlo a los dueños legítimos con el argumento de que no hubo, a la postre, sentencia judicial alguna que comprobara oficialmente la relación del helicóptero con el narcotráfico, a pesar de haber sido encontrado en el laboratorio de cocaína más grande del mundo en todos los tiempos."

Rodrigo Lara Restrepo argumenta, como una de las razones para no haber leído el expediente sobre la muerte de su padre, que la investigación "no llegó a nada", y apenas "condenó a unos miserables sicarios. Condenó a un niño de 18 años".

El juez Tulio Manuel Castro Gil, que acusó a Pablo Escobar del asesinato del ministro Lara, fue asesinado en 1985. En noviembre de 1986 fue asesinado el coronel Ramírez. Rodríguez Gacha fue abatido en 1989 por las autoridades, y Pablo Escobar en 1993.

Por cierto: a los periodistas colombianos que abordan estos temas los cercan con amenazas de muerte, y el presidente enfurecido les dice todo tipo de improperios. Si me va a llamar a mí, crucen los dedos para que no me coja ese día de mal genio.