La rana y el escorpión

Dicen que la fábula de la rana y el escorpión es de origen africana. Me gusta pensar que es así.

A orillas del Níger vivía una rana muy generosa. Cuando llegaba la época de las lluvias, la rana trasladaba a los animales a la otra orilla sobre sus espaldas para que no se ahogaran. Un escorpión le pidió a la rana que también lo llevara. Ella, la rana, que había aprendido mucho durante su larga vida llena de privaciones y desencantos, respondió enseguida:

 «¿Que te lleve sobre mi espalda? ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco lo suficiente para saber que si te subo a mi espalda, me inyectarás un veneno letal y moriré!»

«No digas estupideces. Ten por seguro que no te picaré. Porque si así lo hiciera, tú te hundirías en las aguas y yo, que no sé nadar, perecería ahogado»

Accedió la rana. Poco a poco fue perdiendo el miedo a aquel animal que llevaba sobre su espalda. Cuando estaba en mitad de rio, la rana sintió un intenso dolor. El escorpión le había picado. Comenzaron a fallarle las fuerzas y su vista se nubló. Mientras se ahogaban, le quedaron fuerzas para gritarle al escorpión:

«¡Lo sabía!. Pero… ¿Por qué lo has hecho?

«No puedo evitarlo. Es mi naturaleza»

También era la naturaleza de la rana. Desde un punto de vista filosófico hace referencia al determinismo, es decir, al hecho de que los humanos nos comportemos indefectiblemente según determinados condicionantes. A pesar de que reconozco que estos condicionantes pesan mucho, creo en la libertad de elección de cada ser humano, incluso a pesar de su naturaleza. Se puede decidir no picar y también no poner en riesgo la propia vida.