viernes, enero 21, 2011

¿Cómo nos lo comemos?».
Resumen de las ideas de este blog, en   http://miguelvalle.com/trafico/

Esas palabras las tomo de los periódicos de hoy: «Si subimos el límite de velocidad y aumentan los accidentes, ¿cómo nos lo comemos?». Son palabras de Pere Navarro, Director general de la DGT, en su comparecencia, como invitado de excepción, en la Tribuna del Real Automóvil Club de Cataluña (RACC).

Pere Navarro ignora las miles de firmas recogidas para elevar el tope de velocidad porque «un aumento de un 5% de los km/h supone un 20% más de muertos». Contra la velocidad, la DGT aboga por colocar radares en rectas y vías rápidas.

Aquí, no importa hacer afirmaciones gratuitas ni contradictorias.
Gratuidad: Es gratuito el afirmar que un 5% más de velocidad ocasione un 20% más de muertos. Ha utilizado un ejemplo no demasiado lejano: en Dinamarca se incrementó de 120 a 130 kilómetros por hora el límite de la velocidad máxima y la respuesta inmediata fue un repunte del 20% de fallecidos.

Habría que comprobar ese conclusión.  Puede incluso ser cierto que aumentase el número de muertos, pero habría que analizar todas las variables concurrentes en esos percances. Es un tópico vacío el hacer responsable casi único de los accidentes a la velocidad en general.  Cabe distinguir, por lo  menos, entre velocidad adecuada y velocidad inadecuada. Para el Sr. Navarro, no hay distinción. Estas son sus palabras:
La prioridad de la DGT para los próximos años, va a ser la de perseguir la "velocidad, velocidad, velocidad" y al hilo de ese "leit motiv" promoverá la colocación de los nuevos radares en rectas y vías rápidas. "No hay que obsesionarse con los puntos negros", ha completado.

Y ahora, lo contradictorio. Que se aumentarán los radares en rectas y vías rápidas... Yo siempre entendí que los accidentes eran  más numerosos en vías secundarias y en zonas de curvas. Pues, mira por dónde, vamos a tener más radares donde uno siente liberado al correr un poco más, con velocidad adecuada, y, mira por dónde, precisamente allí, le van a registrar el bolsillo.
En cuanto a la expresión "No hay que obsesionarse con los puntos negros", eso ya me parece el colmo de la contradición y son palabras mayores que descalifican al que las pronuncia. Justo allí, es donde hay que poner el radar.

Y ahora, a ver "cómo nos comemos"  sus palabras en la siguiente declaración. Preguntado por la polémica medida -de la ley antitabaco- y su factible repercusión de algún modo para los conductores, Navarro ha reconocido, como en otras ocasiones, que considera el cigarrillo un "riesgo" al volante, pero ha desdeñado la propia instigación de la ministra de Sanidad, Leire Pajín, a "denunciar" al resto de fumadores, porque para el director general de Tráfico, no es lo más conveniente poner a la Guardia Civil a "perseguir a fumadores al volante".  Veamos:

 Primero. Uno puede prohibir necedades, por ejemplo poner un Stop en el ángulo de herradura que forma la carretera a la que uno va a incorporarse, y no puede prohibir cosas más importantes como es el fumar en los coches. Esto sí que es peligroso, con lo difícil que es reaccionar cuando saltan chispas sobre tu pantalón o tu falda. Además se daría la oportunidad al conductor de que parase el coche en un área de descanso, en un restaurante de ruta o en un descampado, para que se solazase allí fumando a su antojo.

Segundo. Si alertar a estos ansiosos es 'perseguir a fumadores al volante', ¿qué diríamos de los casos sin fin en que una señal inadecuada de 50/Kh provoca la denuncia con multa irrrecurrible? ¿No se podría asociar esa frase con esta otra: 'perseguir incautos al volante'?  Ahí queda la definición. Hemos canjeado la palabra denuncia por la de persecución. A ver "cómo nos lo comemos".

Justamente hoy, 21 de enero de 2011, también podemos leer esto en los periódicos:

"Los menores podrán aprender a conducir acompañados por sus padres". DGT tenía dudas porque la medida tiene detractores pero, al final, se ha atrevido a ponerla por escrito. Tráfico prevé regular que los jóvenes menores de 18 años puedan aprender a conducir acompañados por sus padres. Se trata de uno de los objetivos recogidos en el Plan Estratégico de Seguridad Vial 2011-2020 elaborado por la DGT que deberá aprobar próximamente el Consejo de Ministros.

Es una práctica habitual ya en países como Francia, EEUU, Suecia, Canadá y Australia y ha tenido un efecto positivo. De hecho, su aplicación en Suecia redujo en un 35% el número de accidentes.

He subrayado la última frase para contraponerla a aquella del Sr. Pere Navarro: en Dinamarca se incrementó de 120 a 130 kilómetros por hora el límite de la velocidad máxima y la respuesta inmediata fue un repunte del 20% de fallecidos.

De la simple yuxtaposición de esas dos frases se deduce que el contenido del  "leit motiv" del Director General de perseguir la "velocidad, velocidad, velocidad",  puede que no sea la panacea para la realización de sus idílicos sueños.

Hay muchos otros factores, distintos de la pura restricción de la velocidad, que intervienen en los buenos resultados del tráfico viario. Ahí tienen un ejemplo, el aprendizaje desinhibido de los menores al lado de sus educadores naturales y no en el puro trámite de la fría autoescuela.

Otros factores, no me canso de repetir, pueden ser: educación de la atención del conductor, explicarle diversos comportamientos al volante, según el estado de los distintos componentes del contexto concreto: estado de la calzada, factores atmosféricos, situaciones imprevistas..... etc etc.
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El debate de los 140 por hora. No todo es limitación de velocidad.
El pasado mes de junio la Comisión de Seguridad Vial y Prevención de Accidentes de Tráfico del Congreso aprobó por unanimidad una proposición no de ley que instaba al Gobierno a «realizar un estudio sobre los límites de velocidad en todas las vías nacionales, autonómicas y provinciales de forma que se actualicen los que puedan resultar obsoletos o inadecuados».


No es un debate nuevo. Desde hace años son muchos los conductores que abogan por aumentar de 120 a 140 el límite de velocidad en las autopistas. «La restricción actual procede de los años setenta, cuando se adoptó no por motivos de seguridad vial, sino de ahorro energético», defiende el portavoz del PP en la Comisión de Seguridad Vial del Congreso, Federico Subirón.

Además, en las últimas tres décadas el estado de las vías y las prestaciones de los vehículos han experimentado una mejora innegable. Incluso Francia, país históricamente receloso a este tipo de cambios, «ha puesto el límite en 130». En el otro extremo está Alemania, «donde no existen limitaciones en las autopistas».

En España ha surgido el grupo denominado Movimiento 140, que presume de haber recogido más de 170.000 firmas a favor de un cambio en la regulación. Para su portavoz, Pedro Javaloyes, mantener los 120 kilómetros por hora tiene un solo objetivo: «Recaudar. Porque aumentar la velocidad máxima en autopistas supondría que la DGT dejaría de percibir entre 60 y 80 millones de euros al año en multas».

Javaloyes refuerza su argumento con otro dato, «mientras que más del 70% de los accidentes mortales se producen en carreteras convencionales, tres de cada cuatro radares están ubicados en autovías y autopistas».

Experiencia danesa

El debate está abierto, pero en la DGT, como hemos visto en la palabras de Director General, no parecen muy por la labor de abordar cambios. En la comisión parlamentaria dicen no tener noticias de que se haya atendido su petición de aumentar el límite máximo de velocidad, y en este organismo autónomo son herméticos con el asunto. Pere Navarro, ya se posicionó claramente: «Con la velocidad, experimentos los justos», es su lema. Justifica su postura en experiencias sufridas en carne ajena, y vuelve la vista hacia Dinamarca, donde se subió diez kilómetros por hora la velocidad máxima permitida y eso supuso que los accidentes se incrementasen un 20%.  Repito yo que habría que verlo.
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lunes, enero 17, 2011

SEMÁFOROS NUEVOS.
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Salgo a dar un paseo y veo algo raro en el semáforo. Han reformado un tramo de la calle, obra que ha durado meses, y el último detalle ha sido la colocación de los nuevos semáforos. ¿Qué ha pasado? Que han colocado el semáforo DESPUÉS del paso de peatones, cuando la costumbre es la de colocarlos ANTES. Véase la foto:




Y yo me pregunto que por qué  han tardado esas décadas y doble número de lustros en darse cuenta de que siempre debiera haber sido así. Lo anterior, que es lo usual, no deja de ser una anomalía: el semáforo, encima del coche parado, y el conductor, estirando el cuello hasta romperlo para ver cuándo se pondrá en verde. Ahora es más lógico: situado el semáforo allí, después del paso, se pueden ver bien los círculos cambiantes, sin insanas e innecesarias acrobacias de cuello.

Y anomalías parecidas siguen alimentando el núcleo, el hilo conductor, de nuestro sistema de tráfico, que encorseta y hace del conductor un desdichado. Aquí mismo, sin moverme, contemplando ese semáforo, puedo describir dos de esas innumerables anomalías. Una, nueva; la otra, inmemorial.

La nueva surge abiertamente como corolario de la reforma actual. Me refiero a los dos circulitos de luz roja y verde situados a media altura del poste. Estos pequeños artilugios redondos fueron colocados en la disposición anterior de los semáforos en la que no se veían las luces colocadas justo encima del primer coche. Para no retorcer el cuello mirando hacia aquellas altas luces invisibles, se ponían esos dos puntos de luz.  Pero ahora, que ya se ve totalmente la cabeza del semáforo, ¿a qué vienen esas dos lucecitas del tronco? 

Menudencias de millones de bombillitas, de anclajes, de tornillos, de tapas redondas. Menudencias...

Esas lucecitas que encienden al mismo tiempo que las de arriba, lo cual es una redundancia, vienen a probar dos cosas: la primera, que asentimos a aquel dicho latino de "nihil innovetur nisi quod traditum est" (que no se renueve nada de lo que hemos recibido). Sí, señor, hay que mantener intactas nuestras raíces.
Lo segundo que queda probado, es que el gasto público está administrado por gente que vive en la opulencia, y estas pequeñas menudencias de gasto no son consideradas. Sí, señor, el orgullo español está por encima de lo pequeño y banal.

Volviendo a las anomalías, he aquí la otra, inmemorial. El disco ámbar sólo se enciende antes del rojo. Y es muy corto el tiempo de exposición. De hecho, acabo de ver a un señor que dio un frenazo para no pasar en rojo. Es muy corto el tiempo de aviso para parar del todo. Casi se rompe la cabeza contra el parabrisas. Y observo que hubiera pasado tranquilamente en rojo,  pues los que venían por la calle perpendicular tardaron muchos segundos en pasar. Debido, en parte, a que los semáforos están concebidos con ese margen de seguridad que es innecesario, y, en parte, debido a que la señora que pasó retardada, retrasando las salida de la caravana que traía a sus espladas, había aprovechado unos segundos de su verde para explicarle a la compañera, con gestos rimbombantes de mano, lo inasequible que se ha puesto la vida.

Pues bien, yo pienso, delante del mismo semáforo, que también se podía poner ámbar antes de pasar al verde. Ello supondría un gasto mínimo de infraestructura (cuestión de retocar un chip) y se agilizaría la circulación. Los conductores todos y también las conductoras estarían avisados de que sería su obligación salir de estampida cuando saltase el verde, debidamente anunciado por el ámbar; sin necesidad de estar pendientes -como hacen los buenos conductores- de que empiece a parpadear el muñeco de los peatones para prepararse a la salida inmediata.

Creo que no propongo ningún imposible. Ni algo de mucho gasto. Ni nada que tenga que ver con la inseguridad vial, sino todo lo contrario.

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