«EL MARKETING DE LA LOCURA – VENDIENDO LA ENFERMEDAD»

Este vídeo empieza hablando del trastorno de ansiedad social creado por los departamentos de marketing y publicidad de las farmacéuticas y voceado por líderes psiquiatras, para después recorrer varios síndromes psiquiátricos que han aumentado mil veces su prevalencia del 0,1 % al 10% de la población como la depresión y el trastorno bipolar, en poco tiempo.

Extraído de aquí.

Comentario del video:

EL Marketing de La Locura

Un vídeo de los canales Ankesenaton y SaavedraAbel

La compra-venta de la enfermedad es una estrategia altamente exitosa que convierte las situaciones normales de la vida en condiciones de enfermedad psiquiátrica, haciendo que la gente de todos los estratos sociales se preocupe acerca de la «enfermedad mental» más reciente; y que soliciten una pastilla.

LA TEORÍA DEL «DESEQUILIBRIO QUÍMICO DEL CEREBRO» ES EL FRAUDE MÁS EXITOSO DE LA PSIQUIATRÍA.

Al paso de los años, la psiquiatría ha convencido a millones de personas que sus cambios emocionales, se deben a la deficiencia de serotonina y que solamente pueden ser aliviados tomando fármacos que trastornan la mente, como los antidepresivos.

Cuando se dio a conocer la teoría del desequilibrio químico cerebral, surgió una avalancha de críticas y cuestionamientos, tanto que, el Dr. Steven Sharfestein, entonces presidente de la Asociación Americana Psiquiátrica (APA) tuvo que retractarse públicamente diciendo que «no existe ninguna prueba contundente de laboratorio que determine la existencia de un desequilibrio químico en el cerebro».

El vocero de la APA, el Dr. Marc Graff, dijo que la teoría del desequilibrio químico del cerebro, ERA PROBABLEMENTE UNA AFIRMACIÓN PROVENIENTE DE LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA
(No resulta para nada sorprendente si consideramos que sólo por la venta de antidepresivos semueven más de 13 mil millones de dólares anuales).

Cuando se le preguntó al Dr. David Burns, ganador del premio A.E. Bennett de la Sociedad de Bioética de Psiquiatría, sobre el estatus de la teoría del desequilibrio químico de la serotonina, dijo: «pasé los primeros años de mi carrera, investigando tiempo completo el metabolismo de la serotonina, pero nunca encontré ninguna evidencia convincente de que cualquier trastorno psiquiátrico, incluyendo la depresión, fuera debido a una deficiencia de serotonina del cerebro, de hecho no hay forma de medir los niveles de serotonina en una persona viva, por lo que no hay forma de probar éstas teorías».

A pesar de estos hechos, se les ha prescrito psicofármacos a decenas de millones de personas en todo el mundo, Muchos de los consumidores creen, debido al bombardeo de publicidad, que están corrigiendo una condición física, CONDICIÓN QUE SIMPLEMENTE NO EXISTE.

Recién en el 2004, y después de las innumerables tragedias que se habían registrado, se alertó al público del riesgo que corren los niños y adolescentes al tomar antidepresivos. También los adultos corren los mismos riesgo (entre ellos el suicidio).

Los antidepresivos son peligrosos, causan entre otras cosas, ansiedad, agitación, ataques de pánico, insomnio, irritabilidad, hostilidad, impulsividad, acatisia (intranquilidad severa), hipomanía (excitación anormal, manía leve) y manía (psicosis caracterizada por sentimientos exagerados y alucinaciones).

Mientras que los psiquiatras insisten en que la enfermedad es una condición neurobiológica, y han gastado miles de millones de dólares sin haber conseguido evidenciar esta teoría, el psicólogo Bruce Levine, autor de Commonsense Rebellion (La Rebelión del Sentido Común) está dentro de aquellos que han enderezado los conceptos diciendo: NO SE HAN ESTABLECIDO MARCADORES BIOQUÍMICOS O GENÉTICOS PARA EL TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN, EL TRASTORNO OPOSICIONISTA DESAFIANTE, LA DEPRESIÓN, ESQUIZOFRENIA, ANSIEDAD, COMPULSIÓN POR EL ALCOHOL O EL ABUSO DE DROGAS, SOBREALIMENTARSE, APOSTAR, O NINGÚN OTRO DE LOS SUPUESTOS ENFERMEDADES, MALES O TRASTORNOS MENTALES.

http://www.luchaporlosninos.com/

Este video es parte del documental en DVD «El Marketing de la Locura: ¿Estamos todos locos?»

Evidentemente somos ganado viviendo en una granja de experimentación y exterminio, donde quienes se creen dueños, hacen lo que se les ocurre con el resto de los humanos… SALGAMOS DE ELLA!!! DE NOSOTROS DEPENDE.

UNA MÁQUINA PARA INVENTAR ENFERMEDADES

Por Miguel Jara

Durante los últimos años se ha publicado mucho sobre el fenómeno que los anglosajones denominan disease mongeringtráfico de enfermedades. El concepto de enfermedad está estirándose todo lo posible para abarcar a la mayor cantidad de personas que sean catalogadas como “enfermas”, aunque no lo estén, claro. El objetivo es que todo el mundo esté medicado para algo. Pero hoy no vamos a tratar sobre ninguna de ellas, eso ya lo hemos hecho en otras ocasiones y seguiremos haciéndolo. Resulta que el escritor Mike Adams ha desarrollado un invento por el que cualquier persona puede crear su propia enfermedad mental. Con ello trata de poner en evidencia los enormes intereses creados que hay en torno a determinadas enfermedades que no lo son y que sólo existen como excusa para vender más fármacos. Adams ha denominado a su invento La máquina de crear enfermedades.

Ésta consiste en un programa que coge al azar un grupo de síntomas que suelen darse en persona con patologías psiquiátricas y genera extraordinarios diagnósticos -inventados, claro- pero cuya gracia -o falta de ella- está en que suelen asemejarse a denominaciones de enfermedades mentales que podemos encontrar en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales que, publicado por la Asociación Psiquiátrica Estadounidense, es más conocido como DSM-IV. Este manual es la “Biblia” de la psiquiatría y en la actual versión, la cuarta, ofrece un catálogo de más de 800 enfermedades mentales (en breve renovará su contenido y se auguran numerosas nuevas patologías que sumarán más de 1.000 diagnósticos diferentes). Se da la circunstancia que un estudio publicado en abril de 2006 en Psychotherapy and Psychosomatics reveló que más de la mitad de los 170 miembros del panel responsables del DSM tenían nexos financieros ocultos con la industria farmacéutica, cifra que ascendía al 100% de los “expertos” en los paneles sobre trastornos de la personalidad incluidos en el DSM.

Adams denuncia que la psiquiatría en buena medida hace tiempo que perdió el rumbo y se ha convertido en parte del marketing de las farmacéuticas. Lo cierto es que multitud de especialistas han cuestionado durante los último años “enfermedades” como la Fobial social, con la que se diagnostica a personas a las que les cuesta hablar en público; el Síndrome de las Piernas Inquietas, ciertos problemas nerviosos de origen desconocido reconceptualizados como “enfermedad” por determinado laboratorio interesado en vender antidepresivos; o el Déficit de Atención con o sin Hiperactividad, la inquietud propia de la infancia y pubertad.

Un ejemplo de enfermedad creada por esta máquina es el Trastorno Hipoactivo Dismórfico Mental (HDMD):

“Que aparece como extrema resistencia y bajo consumo de energía que se correlaciona con la infelicidad extrema cuando se involucran en la actividad cognitiva extenuante”.

O también la Disfunción Género Nervioso Hiperactivo (HNGD):

“Comportamiento de alta energía que se correlaciona con una alteración fisiológica que crea síntomas de agitación y sudoración relacionados con las preferencias de pareja sexual”.

Y así hasta varias decenas de miles de combinaciones que surgen como parodia de lo que Adams denomina la teoría de los hermanos siameses:

Según este autor, las grandes corporaciones farmacéuticas y la psiquiatría moderna son una especie de hermanos siameses unidos por partes vitales del cuerpo. Por supuesto que de intentar separarlos, uno (o tal vez los dos) morirían de manera indefectible. Y ellos dependen uno del otro para poder tener un éxito comercial que les depare un venturoso porvenir. Un grupo es el encargado de inventar las enfermedades ficticias y el otro ha llegado al mundo para fabricar las soluciones (las drogas) a estas enfermedades, a veces funcionando a la inversa, cuando las compañías farmacéuticas ensayan nuevas drogas en tratamientos aún por comprobarse que apenas han superado las instancias de ensayos de laboratorio.

Por último, un consejo del creador de La máquina de crear enfermedades, que dicho de paso explica que no pretende desacreditar a la buena Medicina:

Consultar a un profesional de confianza es fundamental para no caer en la trampa.

Artículo original aquí.

EL MITO DE LA ADICCIÓN A INTERNET

El siguiente artículo fue publicado en el sitio ciclog.blogspot.com el 31 de Mayo de este año y es, a su vez, un artículo escrito por Manuel Ángel Pérez de ElPaís.com (aunque no pude encontrar el link original).

La Red no crea patologías, canaliza problemas existentes – EE UU lo excluye como trastorno – Hace 15 años un psicólogo creó en broma el término.

En un día cualquiera de 1995 al psiquiatra Ivan Goldberg, afincado en Nueva York, se le ocurrió gastar una broma. Había leído la cuarta edición del Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM, en inglés), la Biblia de la psiquiatría moderna, y decidió animarse con una parodia. Se inventó una enfermedad.

La llamó «desorden de adicción a Internet» (IAD, en inglés). Describió sus síntomas y lo colgó, cómo no, en su discreto portal de Internet, hoy aún disponible. Habló de ansiedad, de necesidad de conectarse horas y horas, y de movimiento involuntario de los dedos para teclear. Incluso animaba a crear un grupo de ciberadictos anónimos. Probablemente lanzó unas carcajadas antes de publicarlo.

La sorpresa llegó días después. Recibió decenas de mensajes de gente que se identificaba con el problema. Sus colegas de profesión abrieron un intenso debate. La idea se extendió. Ese mismo año, la psicóloga Kimberley Young, referente en la materia, fundó el Centro para la Recuperación de la Adicción a Internet (netaddiction.com). Los medios comenzaron a hacerse eco. La bola de nieve ya era demasiado grande para detenerla.

Quince años después, la polémica continúa, aunque desinflada. Cada vez más expertos se niegan a admitir esta patología.

«En 25 años de profesión no he conocido ni un solo paciente que la tenga. Es como hablar de adictos al teléfono, no tiene sentido», asegura José Miguel Gaona, médico psiquiatra especializado en adicciones y doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid.

El último borrador del DSM, elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría, vuelve a excluir la dependencia de Internet como trastorno de conducta. No hay ninguna evidencia científica.

Goldberg, el bromista, intentó aclarar el entuerto en el año 1997. «Si extendemos el concepto de adicción para incluir todo aquello que la gente hace en exceso, tendríamos que aplicarlo a leer libros, a hacer ejercicio, a hablar con la gente…», declaró a la revista The New Yorker. Pero la broma sigue viva. Desde 1996, decenas de estudios han intentado demostrar sin éxito la existencia de la adicción a Internet.

El último viene de Reino Unido. Según investigadores de la Universidad de Leeds, el 1,2% de la población europea entre 16 y 51 años vive enganchada. Su droga: conectarse demasiado tiempo e ignorar otros aspectos de la vida. Aseguran, además, que muchos de ellos sufren depresión. Pero hay un problema. «No sabemos qué ocurre primero, si la gente deprimida acude a Internet o es esta la que produce depresión», se pregunta Catriona Morrison, autora principal del informe.

La bibliografía es extensa. El hospital universitario de Kaohsiung (Taiwán) reveló recientemente los resultados tras dos años de analizar el comportamiento de adolescentes: un 11% vive obsesionado con la Red. La Universidad de Augusta (EE UU) lo cifró en el 4% en EE UU y el 14% en China. En 2008, la Universidad de Stanford habló del 1%. Vaughan Bell, profesor en el Instituto de psiquiatría del Kings College de Londres, afirma que estas investigaciones se basan en encuestas mal diseñadas y muestras insuficientes.

«Definen adicción en función del número de horas que pasamos online, pero no de las causas que llevan a ello. La gente es adicta a sustancias o actividades, no a un medio de comunicación. Decir que soy adicto a Internet es tan absurdo como decir que lo soy a las ondas de radio». Como él, varios psicólogos y psiquiatras se han dedicado los últimos años a desmontar mitos. Scott Caplan, profesor en la Universidad de Delaware (EE UU), lleva desde 2002 estudiando la relación entre interacción social e Internet. Sus resultados son reveladores: personas con ansiedad, depresión y dificultad para socializar tienden a usar más Internet y no al revés. Es decir, la Red no crea patologías sino que canaliza una desviación existente. ¿Cuánto tiempo es normal y excesivo delante de la pantalla? Helena Matute, catedrática de Psicología de la Universidad de Deusto, fue una de las primeras en España en publicar un artículo sobre el tema (en 2003). «Si alguien no puede dejar de entrar en Internet es como si fuera al mismo bar de la esquina todos los días. Podría ser un problema, pero no una adicción».

Hoy sostiene la misma postura. «Mucha gente tiene trastornos de conducta, pero en la inmensa mayoría no se pueden achacar a la Red».

Según la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC), el 37% de los españoles se conecta entre 10 y 30 horas semanales. El 9% lo hace más de 60 horas. Los chats y las redes sociales son las actividades más populares. Esto ha alimentado un temor: engancharse a Facebook o al Messenger puede perjudicar la socialización en persona, la de toda la vida, la saludable. Falso.

Diversas investigaciones echan el argumento por tierra. La Universidad de Virginia (EE UU) publicó una en enero: adolescentes entre 13 y 14 años con una vida social offline equilibrada son más proclives a utilizar redes sociales entre los 20 y 22 años. Las consideran una extensión normal de su vida. «Hoy los adolescentes tienen una necesidad social de comunicarse. Antes se hacía en persona o por teléfono. Ahora se hace por chat. El canal ha cambiado», explica Xavier Carbonell, profesor de Psicología de la Universidad Ramon Llull (Barcelona). Sus propios estudios demuestran que no es posible hablar de adicción. Ahora analiza el impacto en la conducta de los juegos de rol online.

Aquí sí existe una reducida, pero fiable, conexión entre videojuegos violentos y cambios de conducta. Nick Yee, investigador en el Palo Alto Research Center (California), calcula que un jugador medio dedica entre 20 y 22 horas semanales a esta actividad. «Lo único seguro es que justo después de concentrarse en un juego violento, algunos adolescentes reaccionan agresivamente, pero no podemos demostrar que aumente su agresividad a largo plazo».

Artículo original aquí.

PREPARAN LA 5ª EDICIÓN DE LA POLÉMICA “BIBLIA DE LA PSIQUIATRÍA”

El siguiente artículo fue escrito y publicado por el periodista Miguel Jara el 1 de Marzo de 2010 en  su sitio web.

La Asociación Americana de Psiquiatría (APA) ha hecho pública una primera versión del DSM-V, la quinta edición del polémico manual de diagnóstico de enfermedades mentales. Considerado como la “biblia de  la psiquiatría” es un libro de consenso pese a que no es científico ni pretende  serlo: la definición de lo que el DSM considera una patología mental es tan  laxa y subjetiva que no se explica cómo un manual así puede servir como base  para diagnosticar problemas mentales.

Por poner un ejemplo, el DSM-IV define una supuesta patología denominada Trastorno Disocial se refiere a la presencia recurrente de conductas distorsionadas, destructivas y de carácter negativo, además de transgresoras de las normas sociales, en el comportamiento del individuo que es comúnmente diagnosticado. Según el DSM-IV, el Trastorno disocial es:

“Un patrón de conducta persistente en el que se transgreden los derechos  básicos de los demás y las principales normas sociales propias de la edad”. El trastorno causa además un deterioro del funcionamiento a nivel social, académico y/u ocupacional clínicamente significativo. En los niños/as diagnosticados con este trastorno: frecuentemente intimidan o acosan a otros, suelen iniciar peleas físicas, han usado algún arma que puede causar un daño físico a otros, han sido crueles físicamente con animales o con personas, han afrontado y robado a una víctima, han causado fuegos con la intención de causar un daño serio, frecuentemente mienten para conseguir favores o evitar obligaciones, huyen del hogar durante la noche mientras están viviendo en el hogar familiar”.

Juzguen ustedes mismos pero que tire la primera piedra el que no haya sido niño y haya realizado alguna de las maldades que recoge dicha definición. ¿Transgredir los derechos básicos de los demás? Se me ocurren algunos gobiernos y empresas que padecen Trastorno Disocial crónico.

La semana pasada una periodista que se encontraba escribiendo sobre las “novedades” del DSM-V me preguntaba que porqué el catálogo de enfermedades del DSM no deja de crecer. Yo le contestaba con algunas pistas. En 2006 se publicó un estudio en la revista Psychotherapy and Psychosomatics titulado Nexos financieros entre los miembros del panel del DSM-IV y la industria farmacéutica. Cuatro psicólogos y profesores de las universidades de Massachussets y Tufts concluyeron que más de la mitad de los 170 miembros del panel responsable del DSM y todos los “expertos” encargados de los trastornos de la personalidad del manual tenían lazos financieros ocultos con la industria. Los psiquiatras de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), que es quien realiza el DSM, no sólo se lucraron por expandir las enfermedades mentales a título individual, la APA recibió 7,5 millones de dólares de las farmacéuticas en 2003 para su revista en concepto de publicidad, cantidad que se incrementó un 22 por 100 en un año hasta llegar a los 9,1 millones, según este estudio.

Pero entonces ¿qué significa en nuestra sociedad ser un enfermo mental? Los psicólogos Héctor González Pardo y Marino Pérez Álvarez lo argumentan:

“No hay todavía al día de hoy establecida ninguna causa biológica de ningún trastorno psicológico por muy ‘enfermedad mental’ que se diga“.

Antoni Talarn, doctor en Psicología, dice que:

“en décadas de trabajo no se ha conseguido aislar ni un solo —ni uno, insistimos— marcador biológico específico —presente en todos los casos y solamente en ese tipo de casos— para un trastorno mental cualquiera”.

Esto quiere decir que no puede demostrarse “científicamente” la enfermedad mental aunque haberlas hailas, claro. Pero esa dificultad está sirviendo de excusa para diagnosticar como enfermos mentales a personas sanas y para la represión del diferente o de los no convencionales como cada vez más se hace. El actual modelo económico imperante necesita homogeneizar conductas para que los mercados sean lo más amplios posibles y de paso si se puede encasillar como “enfermos” a los protestones, mejor. Estamos escribiendo sobre domesticación y esta es un arma muy útil pues además viene engolada con los ropajes de la “medicina”, la “ciencia”, la “preocupación por la salud pública” o “por la infancia”.

En los últimos años asistimos a un incremento del diagnóstico de este tipo de “enfermedades” en los niños (aunque también en adultos), un mercado muy jugoso para los laboratorios con menos escrúpulos pues los pequeños no pueden defenderse. Los niños, precisamente por serlo, necesitan atraer la atención de sus progenitores y de las personas que les rodean porque quieren comunicar a su manera sus sentimientos. En realidad, los medicamentos para someter a los niños son diseñados para los padres. De nuevo el miedo a perder la libertad que disfrutaban antes de tener a sus hijos o a encarar ese nuevo y enorme trabajo voluntario que se adquiere cuando se estrena progenitura llevan a muchos padres a elegir el camino fácil de las drogas psicotrópicas.

A veces ser etiquetados como enfermos nos tranquiliza. El DSM indica que para diagnosticar el Trastorno de Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH) a un niño éste deberá presentar un mínimo de seis conductas problemáticas sobre un total de nueve. Los criterios son tan subjetivos que muchos infantes sanos pueden ser calificados como enfermos de Déficit de Atención. Nada mejor que ponerle un nombre a nuestros temores para clasificar, contener y tratar, en este caso farmacológicamente, un miedo. Muchos padres respiran con alivio y lanzan un suspiro de aprobación cuando se les comunica que su hijo tiene TDAH y que el problema “desaparecerá” sólo con ingerir una pastillita. El miedo a que su vástago sea diferente al resto en una sociedad que ensalza los términos medios ha sido conjurado, aunque para ello haya tenido que drogarlo con medicamentos hechos con metilfenidato, una droga de similares características que la cocaína.

Así que tras leer esto no olviden ustedes ingerir su pastillita pues si lo hacen o se niegan a ello, según el DSM pueden “padecer” Incumplimiento terapéutico que es la libre decisión del ciudadano o paciente de no medicarse llevada al paroxismo patológico, puro totalitarismo.

Me he extendido tanto que mejor dejarlo aquí, mañana les cuento lo que en realidad iba a ofrecerles que es un análisis de las novedades que anuncia el DSM-V y algunas otras cosas interesantes.

Más info: En el libro La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, 2009) contiene un capítulo titulado El malestar confortable. La salud es un lema de palabras enfermas que trata sobre estos asuntos.

Artículo original aquí.

PARA LA PSIQUIATRÍA, YA CASI NADIE ES NORMAL

La siguiente entrada que expongo es un estudio que critica el aumento del catálogo de trastornos. Para todos aquellos que desean participar en el debate (obviamente presentando argumentaciones ya sea a favor o en contra del mismo) ¡Adelante! Sólo de esa manera se progresará en la investigación.

Desde que en 1952 se publicara la primera versión del Manual de Desórdenes Mentales (DSM, del inglés) de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), considerado la biblia de esta especialidad, unos 170 nuevos trastornos se han incorporado a su lista. Este aumento incesante del territorio de lo patológico no gusta a todos los especialistas, como explican dos psiquiatras británicas en un artículo publicado en el último número de Journal of Mental Health.

«Es poco útil, ya que convierte a cada vez más gente en personas con problemas mentales«, alerta a Público una de las autoras, la investigadora del King’s College de Londres (Reino Unido) Felicity Callard.

Este fenómeno implica que «la piscina de la normalidad se reduzca a un simple charco«, alega el artículo. La APA, que espera publicar la quinta versión del manual en mayo de 2013, ha propuesto como nuevos trastornos la hipersexualidad y el desorden de excitación en mujeres. Otros trastornos presentes en la edición actual del DSM también son criticados por los expertos, como es el caso de la ansiedad social, al compartir rasgos con lo que podría ser sólo «timidez», explica Callard.

Además, según el texto, los umbrales del DSM para diagnosticar un trastorno mental son cada vez menos exigentes. Las autoras consideran que este fenómeno genera falsos positivos y sugestiona a pacientes que, aunque presentan riesgos de padecer un trastorno, pueden no desarrollarlo jamás. «Es como decir a diez personas con gripe que tienen riesgo de padecer neumonía cuando sólo uno tiene un verdadero riesgo», afirma el texto.

El ‘lobby’ farmacéutico

Entre las causas del aumento de los tipos de síndromes y la rebaja de sus requisitos para padecerlos se encuentra «la estrecha relación entre las empresas farmacéuticas y los dirigentes del sistema psiquiátrico«, denuncia Callard. Durante 2008, las ventas de medicamentos para el síndrome de déficit de atención considerado un trastorno menor en EEUU superaron los 3.600 millones de euros. Además, la investigadora asegura que «la corriente dominante actual tiende a medicalizar los rasgos del carácter humano».

El catedrático de psiquiatría de la Universidad de Sevilla, José Giner, defiende el criterio del DSM: «Existen trastornos que se consideran menores, pero que son capaces de provocar suicidios«. «El aumento de los tratamientos médicos se debe a la menor tolerancia de la sociedad al sufrimiento», opina. En cambio, según Callard, «la medicación puede acarrear serios problemas de efectos secundarios, sobre todo cuando es poco necesaria».

«El aumento de los diagnósticos y de la medicalización provoca que se reste atención a analizar por qué la gente padece trastornos mentales», concluye Callard.

Artículo original aquí.