Un límite a la evaluación (Jesús Ambel)

Un límite a la evaluación

Texto presentado en la 1ª Jornada de Estudio: El Otro de la evaluación – Granada, 12 de marzo de 2010

Jesús Ambel

 Georges Canguilhem publica en 1947, en la revista “Cuadernos de Sociología”, un artículo sobre “Medio y normas del hombre en el trabajo”. En 1950, Jacques Lacan presenta un trabajo que formará parte de los Escritos. Su título será “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología” (1). Algunos años después, en 1969, en el marco de su Seminario sobre “De otro al otro” (2), Lacan dedica una sesión al tema que nos ocupa y que Jacques-Alain Miller tituló “Mercado del saber, huelga de la verdad”.

 Son las tres referencias que me van a permitir, así lo espero, explicar mis preocupaciones sobre el tema que nos ocupa.

 La vida laboral es un terreno privilegiado para elucidar las dificultades actuales de anudamiento entre la economía psíquica y el campo social., entre lo singular y lo colectivo, entre la identidad y la contingencia. He tenido así la oportunidad de atender en la consulta a profesionales de la educación para los que su puesto de trabajo ha llegado a convertirse en un infierno. El trabajo les permitía a estos sujetos construir sentido, ser reconocidos, identificarse. Y la cuestión central es que la solicitud de “movilización psíquica” del trabajador, es decir, que ya no se trata del “saber hacer” tradicional, que ahora la demanda es la de un “saber ser”, ha barrido, por la vía de la aparición de un real, los significantes cifrados que los representaban y les permitían dar sentido a su vida laboral.

 Jacques-Alain Miller llevaba razón, ya en 1988 (3), cuando decía que las coordenadas actuales del discurso del amo hacían inevitable que el síntoma se presentase “forzosamente como patología del trabajo”. Llegando como nos llegan ecos sombríos del mundo del trabajo, la elucidación de esas coordenadas es una manera de estar atentos a la subjetividad de la época. La clínica psicoanalítica aplicada a lo laboral, el encuentro, caso por caso, entre un analista y un sujeto que sufre en el trabajo, nos permite elucidar los nuevos modos de ruptura del lazo social pero también dar cuenta de las modalidades de irrupción de un real insensato en el lugar mismo de trabajo.

 Los actuales modos de la gestión educativa se caracterizan por la transmisión a los sujetos de unos valores que obligan al “compromiso personal” con la cultura de la empresa mediante la “movilización psíquica” del trabajador y su adaptación a “modelos de comportamiento” extraídos de una psicología que, como decía Lacan, se abriga en el conformismo social. De esa forma, el discurso del amo moderno en la esfera laboral hace objeción al inconsciente y para nada es cuestión, cuando el sujeto enferma, de que se le proponga una búsqueda de la verdad que le concierne. Por el contrario, son comunes dos maneras de abordar el sufrimiento en el trabajo: por un lado se trata de lo que Lacan formula como “elisión de la dimensión del Otro”, de manera que las cuestiones organizacionales queden fuera de toda consideración y de esa forma el sujeto se ve remitido a sí mismo cuando no culpabilizado de no adaptarse convenientemente a lo que llaman “el medio laboral”; por otro lado, se trata de la invitación a trasmitir su dolor de manera objetiva, de la mano de una ortopedia psicológica adaptativa que reduce la subjetividad a un objeto de prescripciones (gestión del estrés, habilidades relacionales, etc.) que supuestamente restauran el bienestar en el trabajo.

 Hacer que el comportamiento, las iniciativas, la lengua que se habla, el marco de la vida privada y sus identificaciones, sean ubicadas en conformidad con las leyes del mercado, coloca al sujeto en situación de sujeto instrumentalizado, pasivizado, es decir, en posición de “cosa”. Lo señala de esta forma Jean-Claude Milner: “la última de las cosas, el juguete de todas las fuerzas que pasan” (4).

 Para terminar, me voy a detener en elucidar lo que entiendo por la “movilización de lo personal”, lo que he podido entender, de la mano de Vicent De Gauleyac (5), por eso de la movilización psíquica de los trabajadores.

 Se trata, por una parte, de la sistematización del tiempo y de los lugares simbólicos mediante una reducción de los elementos subjetivos, particularmente en lo que se refiere al deseo. Esa reducción se logra mediante las normas, los protocolos y los procedimientos pero también mediante la prescripción de los comportamientos del sujeto. La consecuencia no puede se otra que “una desecación del deseo” en aquello que tiene de más particular para un sujeto.

 Por otra parte, se trata de la asfixia del sentido, puesto que es la ideología de la gestión, la máquina gerencial, la que interpreta el mundo. Y lo hace en un lenguaje que retraduce las significaciones en insignificancias, lo que da un sentido prescrito y pobre cuyo uso es interpretado como signo de adhesión inquebrantable.

 La intervención de un psicoanalista en la clínica laboral se pone de través, en el caso por caso, frente a la desubjetivación. Entre el control y el sufrimiento, el analista opta decididamente por ubicarse del lado del síntoma. De esa forma pragmática, el encuentro con el analista sigue la vía de lo que Lacan llamaba “la restitución del sujeto” (6), al volver a dar volumen a los tres registros, imaginario, simbólico y real en el que se entrelaza el destino del sujeto.

 La clínica que emerge de la vida laboral se ubica claramente, como decía Canguilhem, del lado de la invención.

 Para Canguilhem, la vida es una mediación en el conflicto “siempre abierto” entre lo mecánico y el valor y, desde ese punto de vista, el trabajo es “la forma que toma para el hombre el esfuerzo universal de solución” de ese conflicto.

 Para Canguilhem, las ilusiones técnicas, psicotécnicas y psicosociológicas que ambicionan “tratar al hombre como objeto de la racionalización y de la organización científica del trabajo”, se tropiezan con lo que para él es “una cuestión vital”. Se trata, nos aclara, de la subjetividad humana. Una subjetividad que cada una de esas ilusiones trataría de objetivar a su manera y que “reaparece, sin embargo, en cada plano en la que se la intenta negar”.

 Jacques Lacan, por su parte, en el artículo de referencia, no duda en hablar de “funciones criminógenas de una sociedad” que, por sus necesidades de producción, propone a los sujetos ideales individuales que, en realidad, se reducen a “planes de asimilación horizontal por los que los sujetos pensarán, sentirán, harán y amarán las cosas a las mismas horas en porciones de espacio estrictamente equivalentes”, con las consecuencias agresivas de “toda identificación alienante” en las que “la masa se rompe y se polariza”. Nombra a continuación algunas de esas consecuencias hoy ya tan cotidianas: “anarquía de las imágenes del deseo, satisfacciones escoptofílicas, y la implicación de las pasiones fundamentales del poder, la posesión y el prestigio en los ideales sociales”.

 El sujeto no acierta siempre a calcular con tino su función de utilidad. Los buenos economistas lo saben. Y es eso que podemos llamar “lo inútil”, a saber, lo que Lacan llamaba “goce”, lo que impide, afortunadamente, que el comportamiento del trabajador se pliegue, siempre y en todos los casos, a las nuevas demandas que le llegan en su trabajo. Se trata de la libido freudiana, del objeto a lacaniano, que se muestra como un elemento rebelde a la previsión y al cálculo. Georges Canguilhem y Jacques Lacan lo sabían ya desde 1950.

 Paradójicamente, la legión de forofos de la ideología de la gestión que tenemos instalados en las distintas estructuras de poder educativo en la actual Andalucía hablan, al respecto, de la gestión de personas como de una nueva “filosofía humanista”.

 Es hora de que sepan los desastres subjetivos que producen y que se dejen orientar por un poco de educación freudiana.

NOTAS

(1) Lacan, J., “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología”, Escritos I , Siglo XXI, 16ª edición, p. 138

(2) Lacan, J., El Seminario. Libro XVI. De otro al otro, Paidos, Buenos Aires, 2008, pp.27-39

(3) Miller, J-A., “∑ (x)”, en Matemas II, Manantial, Bs. As., 1988, pp. 165-172

(4) Milner, J-A., La política de las cosas , Miguel Gómez ediciones, Málaga, 2007.

(5) De Gauleyac, V., La societé malade de la gestion. Idéologie gestionnaire, pouvoir managérial et harcèlement social, Seuil, París, 2005.

(6) Lacan, J., El Seminario. Libro XXIII, El sinthome, Paidos, Buenos Aires, 2006, p. 37

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