Desde hace ya algún tiempo vengo rumiando con el concepto participación, con lo que significa y con el uso que, alegremente, hacemos uso del término.
Un amigo decía que más valía permanecer callado y parecer tonto que abrir la boca y disipar toda duda. Pues nada, esta vez toca parecer, porque callado no debo saber estar.
La participación a la que me referiré es la que tiene que ver con los procesos impulsados desde las instituciones públicas. Hay muchos aspectos a tener en cuenta cuando hablamos de participación, existen muchos grados en los procesos participativos, hay mucho camino por recorrer en cuanto a generar una verdadera cultura de participación, pero con todo esto y muchas otras cuestiones tomadas en cuenta, creo que el término participación se utiliza con demasiada ligereza en los procesos impulsados desde las instituciones públicas.
Estoy de acuerdo con la dificultad de abrir procesos a una masa importante de ciudadanía, en términos de plazo y de procedimiento o metodología. Pero no por ello debemos ceñirnos exclusivamente a un tipo de procesos muy deterministas y con muy poco nivel de vinculación en la toma de decisiones. Creo que los procesos participativos deben integrarse en los proyectos públicos [cuando se decida que sean participativos] desde la propia concepción del proyecto y no en momentos puntuales y sobre situaciones [pre]definidas por una de las partes.
¿Qué es lo que creo que ocurre? que ninguna de las partes está preparada para poner en marcha verdaderos procesos de participación. Porque estamos llenos de prejuicios, que no tienen nada que ver con la realidad, solo son eso, prejuicios. Porque no otorgamos la suficiente confianza a la otra parte como para poder poner en marcha proyectos comunes de manera colaborativa. Porque no asumimos nuestra responsabilidad en el conjunto de la ciudadanía, ni desde la sociedad civil ni desde las instituciones. Porque no tenemos una tradición en la que hayamos sido participes de la construcción de cuestiones de nuestro interés y porque hemos creído y creemos que hay cosas que nos tiene que venir dadas ya, no sé muy bien por parte de quien [en realidad lo sé -por parte del estado-, que por otra parte es muy fácilmente criticable, y en ocasiones con razón].
Creo que tenemos mucho camino por hacer pero, precisamente por eso, creo que debemos ir dando pequeños pasos en pos de integrar a personas en procesos de interés común, sin miedo, sin prejuicios, con la ilusión de que las personas que tomen parte en los procesos lo harán con la voluntad única y verdadera de aportar y teniendo claro que nunca lloverá a gusto de todos, pero provocando que quien quiera pueda participar, desde el principio y en igualdad de condiciones. Después las decisiones las tendrá que tomar quien las tenga que tomar, pero esto no supone ningún problema si el proceso es transparente y abierto. Y sino, quien no esté de acuerdo, que asuma su responsabilidad y que se ponga en el lugar de quien toma las decisiones.
Creo que tomar parte activa en procesos públicos tiene mucho que ver con la madurez de una sociedad y en ese sentido creo que estamos en la etapa de educación infantil, lo digo en absoluto sentido positivo porque creo que tenemos un camino muy ilusionante por delante. Un camino que, por otra parte, nos toca a tod*s construir y esa es una responsabilidad individual, que podemos eludir pero no podemos culpar a nadie por no ofrecérnosla.
Me dejo muchas cuestiones en el bolsillo, pero tenemos tiempo por delante así que, de momento aquí lo dejo. A seguir aprendiendo.