La Iglesia del obispo Carrera

 

por Quinto Sertorius Crescens

 

La teoría

El obispo Carrera es una buena persona pero no quiere saber nada de una manera irracional a todo lo que remita a España, sea real o provenga de su imaginario. En el fondo se trata de un resentimiento, de una frustración. España seria la causa de las desgracias de la secularización en Cataluña. La Iglesia catalana no muestra su esplendor, como el de los años treinta, por culpa de la interferencia española. El obispo Carrera ha construido estas categorías de análisis sobre la realidad eclesial catalana sobre las que Carles Cardó (que escondía siempre su segundo apellido, Sanjuan) describe en su maniquea obra “Les dues tradicions. Historia espiritual de les Espanyes” (1947), y de su capítulo VIII “El gran refús” publicado el 1994 tras la muerte del autor.

Perteneciente y retroalimentando este tipo de análisis se encuentra la historiografía eclesiástica catalana tan abusivamente y cansinamente focalizada en el tema nacional cultivada hasta el paroxismo por el Reverendo Joan Bonet i Baltà, sobrino de uno de los mejores sacerdotes que ha dado esta nuestra tierra catalana a la Iglesia, el olvidado Albert Bonet i Marrugat, fundador de la F.J.C.. ¿Adivinan porque? No se exiló como Cardó. Se integró en la Acción Católica de después de 1939. ¿Porque? Porque no era un político metido a cura, sino un sacerdote que no abandonó a sus ovejas en los tiempos difíciles que siguieron a unos aun más difíciles. Porque no poseía un mundo ideológico en su cabeza que se anteponía a todo.

El obispo Carrera es un obispo nacional-católico, esta manifestación “amb torna” (con coletilla indeseada) que pueden tomar las relaciones entre Estado y Iglesia, que ha cambiado el españolismo por el catalanismo y esta es la causa que le nubla a veces la vista y el juicio. No es el único. Hay un regimiento de sacerdotes setentones para arriba como él repartidos por las diócesis de Vic, Barcelona, Gerona… Como el de Santa Maria de Mataró.

De Germinans solo ven el idioma utilizado, lo asimilan a sus fantasmas y de aquí empiezan a deducir. Todo lo que disiente de ellos, si es no catalán se ataca; si lo es, se convierte en transparente, inexistente. Así sí que es fácil abrogarse la representatividad de los fieles que quedan. Este magnífico carácter refractario que vacía las iglesias en Cataluña.

En el fondo son mas “carcas” de lo que parece. Cuando Brustenga se postulaba como arcipreste de Mataró, siguiendo las consignas de la “U” de copar todos los arciprestazgos, Carrera alentó, entre el clero, asustado y de escondidas, la candidatura de Jordi Cussó, de la Casa de Santiago y párroco de Sant Josep, como mal menor.

La práctica

¿Qué sucede, pues? En sus horizontes están más los objetivos políticos nacionales que otra cosa. No pueden “desempallegar-se” (librarse) de las categorías del nacionalcatolicismo que tanto critican pero del cual son tan esclavos. En su desesperada y martirial (según ellos) lucha “against the machine”, contra la supuesta máquina eclesiástica española, necesitados de apoyo y para no quedarse solos, protegen todo lo indeseable. El enemigo de mi enemigo es mi amigo. Me taparé la nariz con una pinza. Miraré hacia otro lado. Pero este trato es un “tracte prenyat” (un trato trampa) que les y lo aboca a no sacar el palo cuando hay que atajar el gamberrismo teológico progre, que como una mala hiedra va trepando hasta ahogarlo todo. Entonces se produce aquello que con tanto acierto describió el comentarista de Germinans Antonino Pius: fortaleza con los débiles, debilidad con los fuertes. Inversión del sentido de justicia tan típico de nuestro buenismo catalán, tan puritano él.

Es suficientemente sabido que el obispo Carrera fue encumbrado a auxiliar por el cardenal Carles para que todas las sensibilidades eclesiales del obispado fueran representadas en la curia diocesana. Después vino la enemistad al negarse Carrera a enderezar al clero que vive de lo políticamente correcto, porque temía y teme quedarse sin apoyos en su quimérica “lluita per Catalunya”. Carrera se quedó con el Maresme, su demarcación, que se desvinculó a la práctica de la acción pastoral del cardenal Carles quien le dejó hacer para no empeorar la situación, ya de por si suficientemente penosa.

Carrera se negó siempre a actuar en Mataró, porque necesitaba no ser cuestionado por lo que representaba era su retaguardia. El desorden, la vagancia, la extravagancia y heterodoxia llegó a tal extremo que había quien se le quejaba del comportamiento y actitud de muchos sacerdotes y de la situación de las parroquias. Carrera quedó tan harto del arciprestado de Mataró, porque le subían los problemas y no quería actuar, que en una ocasión, siendo obispo de la demarcación, se le escapó la expresión “si em ve per parlar de Mataró, no vull saber-ne res” (si viene para hablarme de alguna cosa de Mataró, no quiero saber nada de ello), seguido con un gesto de estar hasta la coronilla.

La situación se convirtió era surrealista. Por una parte la mayoría del clero y acólitos progres públicamente loaban las virtudes de Carrera (obispo abierto, dialogante y todo el resto de su bla, bla, bla…, en realidad porque les dejaba hacer completamente lo que querían. No se metía con ellos). En privado, estos mismos criticaban a su obispo auxiliar por su no-gobierno, porque por muy asilvestrado que se sea siempre llega un momento en que es necesario que alguien tome alguna decisión. Esta crítica nunca se expresaba públicamente o por escrito. Todo era una gran farsa. Nadie cuestionaba la labor de Carrera en su zona pero nadie estaba contento, pero nadie podía expresarlo porque todo el decorado que tapaba las vergüenzas podía caer. Es lo que tienen los “tractes prenyats”.

Los aprovechados

Quien “ho va calar” (se dio cuenta) de la situación fue el presidente de Forum Oriol, Joaquim Brustenga quien delante de gobierno budista de Carrera, refugiado por el propio obispo en el barrio de Cirera de Mataró, aprovecho para poner a todo el mundo en contra del cardenal Carles y vender sus proyectos que eran los ya comentados por Germinans, los del C.E.P. La mayoría de los feligreses de la ciudad, desconocedores por completo antes y ahora de toda esta cocina clerical y sin sacerdotes que tiraran de la manta, firmaban, como corderitos, los manifiestos contra el cardenal Carles. El grado de ignorancia supina que de la realidad intraeclesial de Barcelona tenía y tiene la mayoría de la feligresía seglar es una de las principales causas de la facilidad de la que ha gozado la “U” para manipular a los fieles de parroquia y de aparecer como si tuviera su apoyo. Como atados a la caverna platoniana, la mayoría de parroquianos se han formado el juicio sobre la iglesia diocesana solo con la información de los párrocos protestones, del ruido de los grupos progresistas en las parroquias, de los escritos de Oriol Domingo en La Vanguardia y Llisterri en el Avui y de la sanción oficial por TV3.

El resultado fue el asilvestramiento completo del clero del arciprestazgo de Mataró y el andar a sus anchas, como en ningún otro sitio del obispado, del progresismo. Aquí no hay ningún movimiento, todos ya agónicos, que no sea progresista. En ningún lugar a podido campar el progresismo a sus anchas como en Mataró, incluidos los del pontificado del cardenal Carles pues esta ciudad se convirtió en una célula estanca con respecto al resto de la diócesis.

Las parroquias de Santa Maria (la decana) y de Sant Josep ya son llevadas de facto por agentes pastorales tipo C.E.P. La primera por el matrimonio formado por Antoni Codina, un fabricante de jabones i Conchita Filbà, una ex “tocinaire”, pertenecientes a todas las asociaciones y marcas progres habidas y por haber; La segunda, por Ramon Salicrú i Puig, militante del PSC y su esposa Carme Maltas i Freixas, del PSC y socióloga. El comisariato político en el Consejo Arciprestal es para Dolors Fernández, de Justicia i Pau, con un cargo dentro del mismo ayuntamiento, casada con un ex salesiano encargado de la pastoral juvenil de la escuela de los escolapios de la Ciudad, Santa Anna. ¡Qué acrobáticos que son nuestros progres!

Los párrocos, Joan Barat i Graell, de la milenaria Santa Maria y Jordi Cussó i Porredon, de Sant Josep, de la casa de Santiago, fueron puestos por Carrera. El primero, un “carca” nacionalista catalán como su amigo el obispo Carrera acomplejado por el progresismo y por tanto maniatado, está totalmente condicionado por el matrimonio Codina-Filbà. El segundo, quien organiza cenas en el Hotel exRitz en el “ámbito Maria Corral” escondiendo su condición de sacerdote, solo pisa la parroquia los fines de semana y lo ha delegado todo a los seglares. No se engañen, a algunos seglares, los que no le traen problemas, reproduciendo el modelo Carrera a escala parroquial. Una parroquia, Sant Josep, “rica” pues el anterior párroco formó una Junta de Obra que va remozando las instalaciones e iglesia parroquial financiándolo todo con el alquiler de unos locales, la propiedad de los cuales fue conseguida gracias a los esfuerzos de las jóvenes de Acción Católica de la parroquia en los años de los venerables párrocos Cabús y Solà, es decir años cuarenta y cincuenta. A los amigos no les damos cualquier cosa, aunque los méritos escaseen.

Y el resultado

Ante esta situación, Mataró tendría que ser el paradigma de la iglesia diocesana de Barcelona. Y lo es. Dentro de poco se podrá reunir toda la feligresía de las dos parroquias en un mismo ascensor. Mas vacías que el Seminario de Barcelona. Mas trinchadas que la diócesis de Gerona. El final de trayecto práctico del proyecto que la “U” inició hace cuarenta años con “El gran refús” a Don Marcelo: la Iglesia extravagante y liliput.