Sabía que estaba mal, pero nunca imaginé de qué manera. Nos encontrábamos en el Hospital con naturalidad y, claro, nadie le pregunta al otro algo así como: «¿que, lo tuyo también es cáncer?», que sería lo que debíamos de hacer…
Miguel fue para mí una revelación. Su manera de aparecer en Granada. Su manera de asentarse en la ciudad, entre flamencos, gitanos y artistas. Catedrático de la Escuela de Traductores e Intérpretes. Traductor de los poemas del rey Al Mutamid de Sevilla, conocedor de los secretos del Sacromonte.
Miguel Hagerty Fox
La foto, claro, no le hace justicia. Miguel era feúcho -tampoco eso es culpa de uno-, pero genial con la ironía, genial con la escritura.
Ya se le fue hace años su argentina mujer, de forma sin sentido. Ahora es él el que se nos va.
Nos despedimos hace unos meses, a la salida del Hospital: «Ten cuidado, no te caigas» me dijo, y eso que ya casi no podía hablar.
Y no fui capaz de darle el abrazo que deseaba darle.
Yo sólo lo conocía de vista de la Escuela de Traductores, a mí no me dio clase, pero la verdad es que sus alumnos contaban maravillas de él y eso y la forma tan discreta con que se movía en la Facultad, sin hablar mucho pero sonriendo, me lo hacían muy simpático.
Cuando vi la noticia en el Ideal y los comentarios ya sabía que lo encontraría en tu blog.
Hoy, me ha venido a la mente Miguel… Anoche soñé con él, porque hace unos años que perdimos el contacto. Me he quedado impactada por la noticia. No sé ni qué decir. Me tomaré un rioja en su recuerdo…. y le lloraré en silencio.
¡Buen viaje, amigo Miguel!
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