Detodounpoco

En un artículo anterior de este blog titulado «Apuntes sobre la cultura 1 y 2» he tratado de la cultura colectiva, haciendo referencia al magnífico libro de Jesús Mosterín sobre este tema, titulado «Filosofía de la cultura». Hoy, sin embargo, quiero tratar de la cultura individual y analizar su importancia si es que realmente la tiene. Siempre se nos ha hablado de la importancia de la cultura, pero pocas veces se nos ha dicho en qué consiste ésta ni se nos ha hablado con seriedad, tópicos aparte, de su posible importancia para el que la posee.

Clásicamente también se nos ha dicho que la cultura hay que situarla más bien en el ámbito de las humanidades, del estudio de las lenguas clásicas, de la literatura y de la historia, antes que en el ámbito de las ciencias. El conocimiento práctico de las cosas, o de los procesos, nunca se ha considerado lo suficientemente digno como para engrosar nuestra «cultura». Nadie, o casi nadie, considera que actividades como cambiar un neumático, limpiar una habitación, o freír un huevo, supongan cultura alguna. Los ingleses distinguen de forma muy precisa entre «to know that….» (saber que….), y «to know how….» (saber cómo….), y todas estas actividades prácticas entrarían en este segundo apartado. Si incluimos todas estas actividades prácticas en el concepto de cultura, la pregunta objeto de este artículo queda respondida, puesto que saber cómo hacer las actividades cotidianas es algo realmente importante. Por eso es importante que restrinjamos – al menos en lo que a este artículo se refiere – el concepto de cultura al «saber que….». Podemos saber que en la interpretación de una pieza musical se le han escapado unas notas al segundo violín, sin necesidad de tener ni idea de cómo tocar el violín, o podemos decir que un pescado al horno está muy seco, aunque no conozcamos cómo se maneja un horno, ni el tiempo que debe permanecer para que éste resulte jugoso. No es imposible, y muchas veces ocurre, que personas que conocen el qué y desconocen el cómo saben ese qué mucho mejor que personas que conocen el cómo y lo ejecutan a diario. Muchos críticos, de arte, de cine, culinarios, y participantes en jurados, desconocen absolutamente el cómo, pero pueden ejecutar su cometido con solvencia porque conocen el qué. A veces, es cierto, con más frecuencia de lo deseable, observamos a participantes en jurados, y a «críticos», que desconocen el «cómo» y también el «qué», pero se trata de perversiones del sistema. Por ahora, la única idea interesante a retener es que es posible, conociendo tan sólo el «qué», juzgar con solvencia a aquellos que conocen el cómo y lo ejecutan.

En base a las consideraciones anteriores, podríamos preguntarnos qué importancia tiene para la persona el saber que esto o aquello es así, aunque no sepamos cómo hacerlo, o cómo ejecutarlo. Se trataría de un saber no práctico, que no se traduce en obtener bienes materiales, ni en satisfacer necesidades primarias. La cultura, en este sentido que lo estamos perfilando, sería el conocimiento inútil por excelencia, y esta cultura individual no parece que aumente las probabilidades de supervivencia del individuo. Diferente es la cultura colectiva, que ya tratamos en otro artículo. Un miembro de una tribu amazónica está mucho más adaptado para sobrevivir en ese medio que cualquier catedrático de latín, aunque a éste le presupongamos una cultura mucho mayor, al menos en el sentido que estamos perfilando la noción de cultura para este artículo. Aunque a efectos de lo que me interesa en este artículo he restringido la noción de cultura, quiero que quede claro que el conocimiento que posee el miembro de la tribu al que me referí me parece imprescindible, y en ese sentido nada despreciable.

Restringiendo las cosas de este modo habría quien podría pensar que podríamos haber titulado este artículo La importancia del conocimiento inútil, pero no sería adecuado porque conocer, por ejemplo, el tamaño de las baldosas de mi cuarto de baño es inútil, pero nadie lo consideraría cultura. Por tanto, la cultura es un conocimiento inútil en un sentido, pero no tiene el mismo carácter que cualquier conocimiento inútil. Podríamos decir, en una primera aproximación, que la cultura – tal como la estamos entendiendo ahora aquí – es un conocimiento inútil para obtener bienes materiales, o para satisfacer las necesidades primarias de uno o de los demás, y posee algo que lo ha hecho interesante para muchas personas, ahora y en épocas pretéritas. Esta última característica elimina de la cultura las modas tan al uso, evitando que los pokemon se constituyan en cultura porque hoy pueda interesar a muchos.

El paso del tiempo ha ido sedimentando muchos de los conocimientos que merecen ser tildados de culturales. De esta forma, la historia, el arte, en todas sus manifestaciones, la geografía, la historia de las grandes ideas han sido siempre los exponentes más representativos de lo que se debe entender por cultura. En general, todo aquel conocimiento que nos sitúa ante la obra del ser humano que ha resistido el paso del tiempo puede considerarse cultura. ¿Será cultura la última obra tan leída de determinado autor?. Sólo el tiempo lo dirá.

Todo esto nos lleva a la pregunta de nuestro artículo, sobre la importancia de la cultura. La cultura, en el sentido anteriormente perfilado, puede contribuir a expandir el espíritu de quien la posee, y a aumentar el conocimiento de lo que el ser humano es, reconciliándolo con lo mejor de sí mismo, aunque siendo capaces de conocer también lo peor. Elimina el provincianismo de aquellos que tienden a creer que toda manifestación cultural procede de su ciudad, o de su comarca, y el provincianismo también de quienes piensan que el mundo empieza y acaba con ellos. Elimina provincianismos en el espacio y en el tiempo, y nos aleja de la tiranía del «aquí y ahora» que tiende a comprimir las enormes posibilidades que el espíritu humano encierra.

Creo haber señalado algunas ventajas que deberían animarnos a adquirir más cultura, pero si la cultura tiene ventajas la incultura ha de tener grandes inconvenientes. En efecto, pero el mayor de todos es que la importancia de la cultura difícilmente puede ser comprendida desde la incultura. Todo el mundo dice que es bueno saber, pero no todo el mundo lo comprende realmente.