La niña que no sabía escribir, pensó que quizás no quisiera aprender nunca. Como nunca había querido aprender a hablar cristiano. La niña que no sabía escribir, pensó en cuantas veces había sentido que no entendían lo que quería decir, que no sabían leer entre líneas, que no miraban más allá de una hoja de papel. La niña que no sabía escribir, pensó que quizás debiera guardarse sus letras ahí adentro, donde el papel no es más gruñidos arrugados de silencio desesperados por emborronarse para caer en el olvido, que acaso las letras son sólo palabras que no supieron sentirse y por eso hubo quién las quiso poner en un papel. La niña no sabe y, por esta noche, decidió que no quería volver a intentarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario