Los secretos de Yaguarcocha

Los secretos de Yahuarcocha

Científicos comprobaron la presencia de restos humanos bajo las aguas de la mítica laguna de Yahuarcocha, escenario de una sangrienta batalla entre caranquis e incas hace 500 años

Las crónicas dicen que las aguas de Yahuarcocha se tiñeron con la sangre de los caranquis sacrificados por los incas, hace cinco siglos. La ciencia acaba de confirmar que la masacre ocurrió. Casi un metro más abajo del fondo del lago, enterrados en el lodo, investigadores y científicos hallaron fragmentos de huesos que pertenecieron a cientos, quizás miles de indígenas.

Los vestigios estudiados presentan signos de una increíble violencia.

¿Cuántos caranquis, cayambis, otavalos y pastos dejaron su último aliento en sus orillas? ¿Cuántos cerraron sus ojos para siempre junto al lago?

Los indígenas creen que las lagunas son ciegas: los lagos no pueden ver y por eso no se mueven para ningún lado.

Pero Yahuarcocha, laguna de aguas quietas y azules, quizás abrió los ojos por esa única vez.

Escuchó los gritos, los llantos y el último suspiro de los sacrificados. Compasiva, acogió en su vientre de lodo los restos de los últimos rebeldes del incario. Y decidió guardar el secreto durante 500 años.

A inicios de septiembre pasado, un grupo de buzos e investigadores equipados con aparatos de última tecnología comprobó la veracidad de los relatos que los cronistas nos legaron: Yahuarcocha fue efectivamente un Lago de Sangre. Hoy es Lago de muerte.

La investigación no estuvo en manos de improvisados. El estudio lo realizó la firma Darwin Vest, especializada en logística subacuática y con experiencia en otros países, contratada por el Fondo de Salvamento del Municipio de Ibarra (Fonsalci) a un costo de 50 mil dólares para descifrar los enigmas de la laguna.

El trabajo incluyó datos sobre sedimentos, recomendaciones para el dragado del fondo de la laguna e información sobre las especies que viven en los alrededores.

Pero el punto fundamental fue descubrir la razón por la cual, desde hace casi dos años, una draga extraía con demasiada frecuencia fragmentos de huesos humanos.

¿Cómo desentrañar los misterios en una laguna con 2,5 kilómetros cuadrados de superficie inundada, casi ocho mil metros de perímetro y con profundidades de hasta 11 metros?

Los expertos identificaron, con ayuda satelital, 832 puntos referenciales en el espejo de agua y 280 en la periferia. Otros 46 puntos fueron calificados como de interés especial.

Entre fines de agosto y la primera semana de septiembre, cinco buzos se sumergieron en las frías aguas.
Estaban apoyados con equipos de alta precisión:

Herramientas satelitales, sonares, cámaras subacuáticas y un mini robot explorador, llamado Vídeo Ray GTO, el más avanzado para profundidades inferiores a los 150 metros y del cual se encuentran unos 600 explorando las aguas del planeta.

Camposanto bajo el agua
En la zona noroccidental del lago, los expertos encontraron “un número proporcionalmente alto de osamentas humanas fragmentadas con claros índices de violencia”, según consta en el informe que el experto Darwin Vest presentó en octubre al Fonsalci.

Mediante fórmulas para calcular el nivel de sedimento y su evolución a través del tiempo, establecieron una edad preliminar de los restos: “Según nuestros cálculos, estas osamentas han sido sepultadas en el sedimento hace unos 500 años, es decir, 1500 años después de Cristo”.

La historia contemporánea sitúa la batalla de Yahuarcocha entre 1497 y 1502.

La mayoría de estudiosos concuerda en que el episodio final, cuyo epílogo fue la masacre, ocurrió en 1501 en las orillas de la laguna, que hasta ese día se habría llamado Caranguecocha.

El estudio de los restos cubrió aproximadamente 300 metros cuadrados en 15 puntos de la laguna: apenas el 0,01 por ciento del fondo sublacustre.
“Considerando el número de vestigios humanos encontrados, podemos afirmar que existe una cantidad inusual y estadísticamente elevada de fragmentos”. Jean-Thomas Bujard, director de Darwin Vest, confirmó que los fragmentos óseos extraídos para estudio bordean el centenar.

El informe no deja lugar a dudas. “Las claras señales de violencia encontradas en los fragmentos de huesos humanos, perteneciendo a un amplio abanico de edades y corpulencias, apoyan la tesis de un evento caranqui-inca. Generalmente, con el tiempo, ciertos huesos como los del cráneo se separan siguiendo sus líneas naturales.
En los restos que hemos recuperado, las fracturas observadas en fragmentos de cráneo han sido provocadas por percusión e interesarán ciertamente a científicos forenses”.

Para César Guerrero, del Fonsalci, el hallazgo es una evidencia de la masacre. “Lo difícil es determinar cuántos fueron los sacrificados”.

Un cadáver, dice Guerrero, flota al tercer o cuarto día sobre la superficie.

El viento corre en dirección suroeste, de manera que muchos cuerpos quizás fueron recuperados.

Según su hipótesis, los restos que permanecen en el fondo de la laguna son los que quedaron atrapados entre el lodo y el sedimento.

El arqueólogo José Echeverría, experto en la zona, recogió tradiciones orales.

“Personas mayores refieren que hasta hace 70 u 80 años se encontraban cráneos humanos con frecuencia en la parte suroeste de la laguna… inclusive, jugaban a la pelota con ellos”.

El siguiente paso de la investigación será realizar las pruebas de Carbono 14 para confirmar la antigüedad de los restos.

Por el momento, las investigaciones in situ no continúan por falta de presupuesto: se requieren al menos 200.000 dólares para continuar.

Entre los proyectos a mediano plazo está la construcción de un museo de sitio.

Cinco siglos de silencio no son más que un suspiro para Yahuarcocha, que ha vivido cerca de 12.000 años. Pero en tan larga vida, solo una vez abrió los ojos: para presenciar la matanza de los caranquis. Si hubiera podido llorar, habría llenado otro lago, con sus lágrimas.

Santuario sumergido Yahuarcocha esconde en sus profundidades piezas de cerámica, rocas, artefactos e inclusive una tumba.

“Podemos hablar de un asentamiento sumergido bajo el agua”, explica César Guerrero, director del Fonsalci.

Un extraño utensilio extraído del asentamiento aparenta ser una piedra de moler. Pero en lugar de ser plana y con cierta inclinación, tiene una concavidad y un agujero hecho intencionalmente: los arqueólogos piensan que se trata de una piedra de sacrificio.

Este tipo de hallazgos no es nuevo. Junto a la pista de carreras se encuentra una piedra del tamaño de una tina de baño prehispánica.

¿Cómo fueron a parar las piezas al fondo de la laguna? El arqueólogo José Echeverría sugiere la posibilidad de que en tiempos de sequía un pequeño poblado se asentó en las orillas del lago y con el tiempo, las aguas lo cubrieron.

No es nueva para los arqueólogos la presencia de montículos levantados cientos de años atrás, con fines religiosos, para pedir a sus deidades el fin de la sequía.

Deja un comentario