28 abril 2011

Alfonso Muñoz Mancera

A pesar de la universalidad de internet, poco y pequeño se me queda este sitio para tanto que decir sobre él. ¿Cómo explicar al mundo que el dolor desde el que hablo me priva de la objetividad que debe llevar una noticia?.
Ha muerto Alfonso Muñoz Mancera. Para todos los que no lo han conocido, sólo es un nombre. Para todos los que han tenido el privilegio de tocar con los dedos su humanidad, es la bondad en tres palabras, y para todos los que le han querido, es el nombre de un ser que nos ha inculcado la confianza en el género humano. Hoy, su nombre es una daga de dolor que atraviesa nuestros corazones, porque pronunciarlo es tomar conciencia de su ausencia, y nada duele más que la ausencia de Alfonso. No pidáis objetividad a quien escribe estas palabras, porque la sangre que corre por mis venas es la sangre del más grande de los hombres que he conocido y conoceré jamás, es la sangre de Alfonso. Es un río de sangre que tiene siete afluentes, que a su vez, han dado lugar a diecisiete arroyos, toda una red de vida que convierte en valles frondosos los paisajes que baña, porque pasan regando con inteligencia, con bondad, con una gran capacidad de amar, con todos los valores que la humanidad hecha carne regaló generosamente a sus descendientes.
Quiero dar las gracias a todos los que han estado en su despedida, porque vuestra multitudinaria presencia nos ha fortalecido en nuestro dolor, vuestros ojos llenos de lágrimas y vuestras palabras de alabanza, nos han hecho sentir tan orgullosos de venir de él, que han suavizado el golpe de su pérdida. Hemos sentido que recogíamos el fruto de una cosecha sembrada y cuidada por él día tras día, año tras año, una cosecha que ha durado toda una vida, y nos sentimos absolutamente orgullosos de ello.
Su entrega a los demás, su dedicación al bien ajeno, su implicación en las dificultades de otros, su educación en el trato sin distinción de niveles, su humildad y su generosidad ante los reconocimientos de sus actos, y sobre todo, su amor inmenso a todos, inundaban el aire del lugar en el que nos despedimos de él, bañados con los acordes de una guitarra cuyo sonido le daba la vida. La poesía que envolvía su existencia seguía escribiendo versos hermosos en el firmamento, y ya nunca podremos separar la poesía de su nombre. Amaba y valoraba a los poetas, sin llegar a creer, por humilde, que él ha sido uno de ellos. Y uno de los mejores, ya que ha sabido unir la poesía con la vida, tarea tan difícil, incluso para los más grandes. En los versos de uno de los grandes encuentro una hermosa definición para él:
"si hay hombres que tuvieron un alma sin fronteras, tú eres uno de aquellos".
A todos los que no le han conocido, mi lamento por lo que se perdieron, y a todos los que le han conocido, mi felicitación por lo que disfrutaron.
A todos los que han llorado su pérdida, lejos o cerca de nosotros, mi agradecimiento y el de toda su familia, porque seguro que en algún momento de su vida le hicieron sentirse bien, y también mi ánimo. El vacío de la ausencia sólo puede ser llenado con los cajones de la memoria. Busquen todos en esos cajones, revuélvanlos y encuentren los instantes compartidos con él, y manténganlos presentes, vivos. Así él seguirá viviendo siempre en cada uno de vosotros.
Nosotros, los suyos, tenemos inmensa suerte de tener los cajones llenos de momentos. Por eso, para nosotros, es fácil sentir que sigue aquí, con nosotros.
Era un elegido, un hombre grande, inmenso, era un ser excepcional, único e irrepetible, era el Hombre con mayúsculas, era....es...y será...mi padre.
Teresa Muñoz ...TU HIJA.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Después de leer la emotiva carta de su hija de nuevo mis ojos se inundan de lagrimas pero no de pena sino de alegría porque yo también he vivido momentos con el y como ella dice "buscando en el cajón de los recuerdos" tengo muchos, algunos recientes, como cuando con la humanidad que le caracterizaba me daba las gracias por haber ido a verle y lo que el no sabia, o tal vez si, era que la agradecida lo era yo por poder visitarlo y volver a sentir esa emoción que sentía con sus palabras. Y otros mas antiguos como alguna que otra nochebuena en la que a pesar de la fiesta y algarabía todo el mundo se callaba para escucharle cantar algún que otro villancico de esos antiguos que tan maravillosamente cantaba y que con el paso del tiempo quizá olvidaba alguna estrofa pero tenia a su lado a su esposa Elvira para recordarselas. Y como sabia a pesar de sus años ser participes de nuevas formas de celebración en las que ponía su encanto para hacerlas entrañables y me refiero a participar en esta nueva moda del "amigo invisible", donde tuvo mi hijo la suerte de que fuera El quien le regalara; pero sin quitarle importancia al regalo material, le regalo unas palabras, como siempre acertadas, donde alababa la figura de su novia (que dentro de poco sera su mujer) por ser su familia de la misma tierra en la que vivió y tanto amo. Cierro los ojos y lo veo abrazando a mi hijo y se me llena el alma de alegría.
Me siento orgullosa de haberlo conocido y mas aun si cabe, de tener en un hijo suyo otro hermano para mi y tres sobrinos que llevan su sangre y a los que me siento fuertemente unidos porque en ellos veo el respeto, cariño y admiración que les ha inculcado su abuelo que sin menospreciar a cada uno de nuestros padres todos querríamos ser hijos suyos.

Anónimo dijo...

De Juan Miguel Colmenero Fernandez a Don Alfonso Muñoz Mancera, donde quiera que estés:
Afortunadamente para ti y para todos los que te conocieron ha sido una autentica satisfacción el saber que el reconocimiento a tu inmensa valía como persona y tu altísimo grado de catadura moral, se te hicieron en vida.
Lo fácil y habitual es que cuando alguien se va de este mundo todos comenten lo que hizo o dejo de hacer, si fue o no fue y si era o no era de tal manera. Lo que si es un hecho incontestable es que... de tu grandeza, tus logros y tu entrega desinteresada hacia los demás, todo el mundo supo reconocértelo en vida; cosa esta que me congratula enormemente porque entiendo que así debe ser.
He tenido la suerte de formar casi parte de tu familia lo cual me brindo la posibilidad de conocer a una persona excepcional en lo humano y sencillo en lo cotidiano. El simple hecho de mantener una charla con EL te reconfortaba y te hacia sentirte sereno y tranquilo. Sabia transmitir paz y sosiego a la vez que te enseñaba como si de un catedrático se tratase. Catedrático de la vida lo definiría yo.
Si en cada rincón de España hubiese un "Alfonso" con toda seguridad las cosas seria de muy distinta manera a como lo son porque todos entenderíamos que la bondad y la entrega hacia los demás es el mejor camino para conseguir ser mejores personas. "Alfonso" era una muy buena persona.
Desgraciadamente para todos, Alfonso se ha ido.
He sentido un desgarro muy similar al que sentí cuando falleció mi padre pero al propio tiempo siento la tranquilidad de saber que "Alfonso" no fue alguien que paso de puntillas por este mundo sino que fue alguien que ha dejado una gran huella y un legado imperecedero en todos aquellos que lo conocimos.
Ha muerto un "gran hombre" y su despedida tuvo la grandeza que el se merecía, por eso su familia ha de sentirse orgullosa por el reconocimiento multitudinario del que fue objeto.
"Alfonso" seguirá vivo en nuestro recuerdo, en sus obras y en nuestro corazón.

¡Hasta siempre! Alfonso Muñoz Mancera.

¡¡¡INMENSO!!!

Anónimo dijo...

De José Antonio a Alfonso. No es facil añadir más palabras a lo que ya se ha dicho en estas notas de recuerdo, ya que podría estropearlo. Me he criado siempre escuchando hablar del "primo Alfonso". De chico, nos visitabamos en familia y era un hombre "de los de antes", tranquilo, paciente, observador, familiar, conciliador, nunca daba voces, imprimía respeto con la mirada... pero un respeto que sabías que no era amenazador, simplemente era suficiente con sus palabras o mirada. No he estado cerca de él en estos últimos años de su vida, pero con todo lo que se dice de él, no me cabe duda que no equivoco mi sencillo homenaje, que me recuerda a otros primos de Adolfo, como es mi padre. A todos sus hijos, a Elvira, tan fuerte como siempre ha sido, os envío un fuerte abrazo y besos, y ... quedaros tranquilos, pues desde donde se encuentre, seguirá aportando ese "saber" que le caracterizaba.

Teresa Muñoz dijo...

A vosotros, compañeros de Alfonso en la lucha por conseguir un mundo mejor en el que sobrellevar la dura tarea de vivir; a vosotros que os habéis sentado a su lado en tantas reuniones, a aquellos primeros compañeros que iban a su lado campaña tras campaña, a pegar carteles durante horas y horas, calle tras calle, muro tras muro; a aquellos que, junto a él, han creído en un proyecto de futuro pleno de libertades; a aquellos que han confiado, en tiempos en los que era difícil creer en la política, en utilizarla como medio para dar prosperidad a los pueblos; a todos aquellos que hayan podido reír con él en los momentos distendidos que llegaban tras una complicada asamblea; a los que han discutido con él sobre temas en los que hubiese diversidad de opiniones; a aquellos hombres de hace años que supieron unirse en torno a unos ideales, hombres admirables, altruistas y medio locos, que no se paraban a pensar en la escasez de medios de que disponían, en las puertas cerradas que encontraban a su paso, en el escepticismo general que era su principal enemigo, todos aquellos que, partiendo de una escasa base cultural, no se amedrentaban ante los instruidos hombres de traje y despacho.

A los que le acompañaron en su empeño por mover las conciencias y los brazos de sus vecinos con el fin de dar fuerza a un partido cuyas siglas representaban a los obreros, al pueblo; a todos aquellos hombres y mujeres que en los años más recientes trabajaron con él, y lo escucharon, y lo tuvieron en cuenta, y hasta llegaron a valorarlo y algunos incluso a quererlo como un compañero cercano, entregado y dispuesto siempre a colaborar, incansable en su optimismo, servicial, fiel, honesto y humilde.

A aquellos que fueron valorados por él, hombres y amigos en los que veía un referente digno de imitar; a su gran amigo del alma desde el inicio hasta el final, Mariano Díaz, al que tanto quiso porque nunca dejó de ver su bondad.

A todos los que hoy, de alguna manera, lloran su ausencia y sienten un nudo en la garganta al pronunciar su nombre, porque es señal de que lo quieren.

Para todos vosotros quiero escribir esta noche, con la única compañía de las lágrimas, este mensaje que, sin duda, por haberlo conocido en la intimidad del hogar, donde se suele desnudar el alma sin pudor por la confianza que da la seguridad de estar entre los que te aman, sé que él aprobaría. Estoy segura de que si pudiese, él mismo os lo enviaría.

Ayudásteis todos los nombrados y alguno que haya podido olvidar, a que su dedicación a la política desde el Partido Socialista fuese un trabajo muy gratificante para él; ayudásteis a que pudiera, en un momento tardío de su vida, tras una larga espera de silencio a la que le obligó una dictadura castradora, expresar libremente y sin miedo su ideología socialista, su fe y su amor a la democracia; ayudásteis a que en cada cartel que pegaba sobre una pared, dejase a la vista de todos un poco de la ilusión y el logro que era para él, así como la satisfacción que le proporcionaba aquella mínima expresión de libertad; prestásteis un camino maravilloso, llamado democracia, por el que pudiera caminar un hombre que sólo había conocido los caminos tortuosos del miedo y la represión; le mostrásteis un argumento importante, que, unido a otros muchos, dieron sentido a su inagotable vida.
PARTE 1/2.

Teresa Muñoz dijo...

Os puedo asegurar que, visto desde dentro, esa entrega y ese compromiso eran absolutos. Y puede dar fe de ello su eterna y fiel compañera, Elvira, que padeció sus ausencias con

resignación. Su amor a las causas justas, por las que luchaba desde dentro y fuera de la política, eran un aliciente fundamental para su vida; su orgullo ante el ascenso de algunos de esos compañeros de fatigas, como el de su querido amigo Salvador Pendón, era muy elevado, precisamente porque nunca olvidó de dónde venían. Y eso es lo que hace más grandes a los grandes hombres: crecer sin olvidar las raíces, para poder así sentir y valorar más los éxitos. Él siempre tuvo presente de dónde venía, y al contrario de lo que algunos puedan pensar, alardeó de ello con la cabeza muy alta.

Aprendió a leer a la luz de un candil, durante las horas noturnas que robaba al sueño y al merecido decanso tras una larga jornada en el campo, trabajando la tierra. Y lo hizo porque alguna voz misteriosa le susurró al oído, siendo aún un niño, que la palabra era importante, y que sería fundamental en su vida. Y supo del valor de la palabra en un tiempo en que la palabra no se usaba para convivir, cruelmente suplantado su espacio por la fuerza bruta. Y así pudo beber de la sabiduría escondida entre las páginas de tantos libros, tantos que siempre se quejaba de que le faltaba vida para todos los libros cerrados cuyos misterios quería descubrir. Y así pudo escribir tantas líneas llenas de belleza y sentimiento y tantos versos llenos de pasión y emociones maravillosas. Y así, aquel niño especial que juntaba las letras a la luz de un candil, acabó yendo a la universidad con más de setenta años de vida.

Creía en la política, luchaba por dignificarla, porque la política la hacen los hombres y él creía en los hombres. Él os diría que intentéis mantener esas miras, que mantengáis alejadas las malas hierbas que envenenan el campo, que luchéis por mantener la dignidad que contribuya a la confianza de todos los pueblos en la posibilidad de un trabajo honesto, en la esperanza de un futuro mejor. Puso su grano de arena. Cientos de granos de arena como el suyo pueden crear una montaña tan sólida que sea imbatible frente a los vientos huracanados. Es lo que a él le gustaría, sería su mejor recompensa que el fruto de su trabajo y de tantos como él, nunca fuese pisoteado por los vaivenes de la historia que está por escribir.

Quiero daros las gracias en nombre de todos los suyos por haberlo acogido, por haberlo hecho uno más de los vuestros, por haberlo valorado, escuchado y querido, por haberle ayudado a disfrutar de un mundo libre antes de marcharse.

Gracias en el nombre de todos sus hijos, que si cerramos los ojos, aún podemos verle salir de casa con un montón de carteles enrollados bajo su brazo y un cubo de cola en su mano. No olvidéis su nombre, gran nombre para un gran hombre, Alfonso Muñoz Mancera.

Gracias, compañeros…

PARTE 2/2