La Sirenita y el pulpo

“No se escribe lo que se quiere”. Gustave Flaubert

“El bien es un mal necesario”. Fernando Pessoa

CARLSBERG fue el leit motiv que inspiró mi último post. Llegué a él a través de la historia de La Sirenita. El cuento de Andersen me llevó a la escultura que está en la zona de Kastellet, según es nombrada en el plano que tengo de la ciudad. La literatura me llevó a la escultura y descubrí que la figura en bronce que permanece sobre una roca en uno de los muelles de Copenhague fue encargada y donada a la ciudad por Carl Jacobsen, el hijo del fundador de la empresa cervecera y posterior propietario. Hoy partí de mi estudio con rumbo a Valby, a la Carlsberg, a los Jacobsen.

Es la estatua de Carl en las inmediaciones de la factoría. Hice la foto cuando ya llevaba unos minutos merodeando por la zona. No había casi nadie. Y la zona no sólo es el emplazamiento de una de las mayores empresas de Dinamarca sino un barrio residencial al lado de un parque enorme, el parque que separa a Valby del zoológico. En el zoológico estuve hace dos semanas visitando a los elefantes hospedados en la casa de Foster y la primera imagen que recibo hoy de la factoría Carlsberg es ésta:

La mirada no engaña. Dos enormes elefantes. El símbolo del nazismo. La esvástica. Los elefantes son um emblema en la India y también la esvástica, muchos siglos antes de que Hitler la empleara en sus banderas. De todos modos, la esvástica me sirve para recordar que los nazis estuvieron aquí. Que esto fue en su tiempo la Alemania nazi. El resultado de la operación Weserübung -literalmente, ejercicio en el Weser– ejecutada el 9 de abril -otra vez abril y la guerra- de 1940. Los alemanes cruzaron la frontera danesa violando su neutralidad. Dinamarca se rindió enseguida, apenas contaba con efectivos debido a su neutralidad, que tan buenos resultados le había deparado en la Primera Guerra Mundial. La ocupación duró hasta el 5 de mayo de 1945, cinco días después del suicidio de Hitler y dos días antes de la rendición de Alemania ante los aliados, firmada por Jodl. En esos cinco años, miles de judíos tuvieron que huir del país -entre ellos Niels Bohr, que tenía antepasados judíos- y varios cientos fueron capturados por la Gestapo. Se cuenta que la noticia de la deportación de los judíos fue filtrada clandestinadamente a la sociedad danesa, lo que permitió escapar, a través de Suecia, a la mayoría de los 8.000 que vivían en el país. Sin embargo, se calcula que unos 6000 civiles daneses fueron arrestados por los alemanes y enviados a campos de concentración; 600 de ellos murieron. Recuerdo el impactante libro Las entrevistas de Nuremberg, de Leon Goldensohn, el psiquiatra y médico de la prisión, a quien el nazi Ribbentrop, que fue Ministro de Asuntos Exteriores, llegó a asegurarle, haciendo gala de un cinismo y de una cara dura increíbles, que había salvado a decenas de judíos y de civiles danses de los campos de concentración y exterminio. Ribbentrop fue ejecutado el 16 de octubre de 1946. Fue el primer líder nazi ejecutado. En la horca. Había sido arrestado la noche del 14 de junio de 1945 en Hamburgo por el ejército británico mientras estaba escondido en una pensión. Pienso en todo esto e imagino a los nazis caminando a sus anchas por las calles de Copenhague, como yo ahora, y me parece mentira que en estas avenidas tan tranquilas, en estos parques tan verdes y en esta ciudad tan cívica y ordenada, haya podido haber estado gobernada por un régimen como el de Hitler. Y pienso también que aún tiene que haber daneses vivos que lo recuerden con estupor y espanto.

Leo en la Wikipedia que la esvástica representa al pulpo, “que, según la tradición, creó el mundo”. Es la primera vez que oigo que comparan a Dios con un pulpo, pero así son los símbolos. El elefante y el pulpo. Parece un chiste, me digo. O una fábula de Esopo. O los próximos personajes de la última película de Píxar, de la que ahora se están celebrando los 25 años de que fuera fundada por ese genio llamado John Lasseter. Y pienso en todo esto y me acuerdo de que hace nada estuvimos en el cine del Edna Mall viendo Toy Story 3. En dos partes, como no podía ser menos, porque se fue la luz en Addis Abeba a mitad de la película, a mitad de la película que estábamos viendo en 3D y todo, eso sí, “el primer cine en 3D de Etiopía”, rezaba la publicidad. Como si Addis tuviera alguna competencia. ¿Qué iban a poner un cine en 3D en Harar? Allí la gente no lo necesita: ya tienen el chat y con eso ven el mundo incluso en más dimensiones que tres, yo creo que tres son hasta pocas, aunque no sé que diría de esto el Sísifo de las supercuerdas, qué pensará cuando empiece a leer estas líneas y no sepa si es un truco, si son frases que no quieren decir nada o si son la clave para escapar del laberinto.

Los elefantes de Carlsberg sostienen una torre. En el primer tercio de la torre está escrito: Laboremus Pro Patria. Y la verdad es que laborar laboraron bastante porque de estos edificios surgió el rascacielos aledaño que hoy es la sede mundial de la empresa. Sin embargo, cuando llegué al nuevo edificio, moderno, de acero y de cristales, me defraudó. Éstos, hoy casi piezas de museo, tienen más humanidad; hasta las enormes chimeneas que se conservan de las primeras factorías tienen más belleza y más alma que el edificio acristalado de oficinas que nada dice. Muy imponente, igual de vacío, de inexpresivo, tan inexpresivo como un rostro acuñado en una moneda. Sobre el lema Trabajemos por la patria, los nombres de Carl & Ottilia Jacobsen. Al otro lado del edificio, dos estatuas los representan mirando su imperio empresarial, en una posición con la que le dan la espalda a su país y a su ciudad. La patria es el dinero.

Por lo menos se molestaban en hacer ciudad, en hacer arquitectura, en encargar la estatua de La Sirenita y en emborrachar a medio mundo. Es curioso, me digo, que una de las primeras cosas que uno aprende de Etiopía nada más bajarse del avión es que la cerveza local la fabrica la empresa Saint George, que fue fundada en 1922, hace casi 90 años. Sin duda, pocas cosas en Etiopía tienen tanto tiempo y tan buena salud como la Saint George. Se llama así en honor a un soldado romano que acabó de santo de la iglesia católica y que el rey de la ciudad etíope de Lalibela aseguró que se le había aparecido recrimiándole que de entre el conjunto de iglesias que estaban construyéndose en la ciudad, todas cavadas en plena roca, ninguna estuviera dedicada a él. De modo que el rey ordenó recaudar más impuestos para financiar una nueva iglesia dedicada a San Jorge. Resultó ser la más bella de todas, la más enigmática, la más famosa y la más impactante. Nosotros tres la pudimos ver con nuestros propios ojos y tocar con nuestras propias manos en octubre del año pasado.

En Copenhague, los Jacobsen construyeron otro templo, a la cerveza, al alcohol, a la ebriedad del desarrollo y del progreso. A lomos de dos elefantes.

Acaso por eso también el padre, JC, fundó los Laboratorios Carlsberg y su estatua yace hoy enfrente del edificio. Fui a Valby en autobús. Antes de llegar, el conductor frenó de repente y cogió a todo el mundo desprevenido. Qué pasaba. Todos miramos por la ventana. No se veía nada fuera de lo común. Al final, una mujer, no demasiado mayor, de unos 70 años, cruzaba la avenida despacio, lentamente, dando pasos muy cortos, tan despacio que el autobús, aunque el semáforo estaba en verde, se vio obligado a detenerse sin que nadie lo esperara. Pero eso no fue lo que me llamó la atención. La mujer estaba encorvada como una alcayata, su espalda formaba casi un ángulo de 90 grados respecto a sus piernas. La gente contemplaba aquello con cierto espanto. Todos imaginábamos el calvario que cada día tenía que afrontar con sólo levantarse de la cama y no digamos ya con abrir la puerta de casa y adentrarse en la ciudad. Siempre que veo un elefante me transporto a África y en Copenhague los he visto ya de verdad y de roca. Lo que no imaginaba es que la imagen de aquella señora también se iba a llevar a África cuando menos lo esperaba. Me recordó a las decenas de tullidos, de ciegos, de enfermos, de mutilados, de mendigos sin ninguna posibilidad ni ningún futuro que vagan desesperados por las calles de Addis Abeba. Entonces es cuando piensas en lo de la ciudad de la nueva flor y te parece una macabra ironía, una broma de mal gusto. Un vertedero del progreso.

Y, sin embargo, todo es chiker yelem. No problem, bro, que dicen ellos todo el rato. Da igual que el mundo se viniera abajo. Ellos dirían chiker yelem y luego mirarían al cielo, porque Dios está con Etiopía. Es más obvio. Pensar lo contrario. Vaya tontería. Claro que lo contrario sería que Dios estuviera contra Etiopía, y el asunto es que Dios no está. Pero qué mas da, si en el fondo todo esto no son más que situlezas, si al fin y al cabo, como ya escribió Pessoa, el que no haya Dios es un Dios también.


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