jueves, 15 de abril de 2010

MESSI




Ahora que ya los partes meteorológicos no anuncian lluvia, igual te puede caer una buena tunda de adjetivos sobre la cabeza, si sales desprevenido y sin paraguas a la calle. O de metáforas de sal gorda. O de inmensas bobadas disfrazadas de interesantísimas disquisiciones técnicas y tácticas. Inigualable, Dios, infinito, el verdadero crack, la auténtica máquina, un ser celestial, sublime, extraterrestre, mágico, yo que sé. Arcángel llovidito de los cielos.
Entras en cualquier bar del barrio, te pones a leer tu periódico favorito, enciendes la radio, tropiezas en la calle con un viejo amigo, te pones a la cola en la carnicería, abres el email sin antivirus ni cortafuegos que te salve, te cuelas en la conversación de dos funcionarios, te toca la revisión con el dentista, cambias distraído el canal de televisión, preguntas a un colega de tu hijo de qué equipo es y llegan otros cuántos más: de otro mundo, mejorando a Maradona, Cruyff, Pelé y Di Stefano, un dibujo animado, personaje de playstation, un certero proyectil, ok, sí, lo que tu quieras: el mesías.
No hubo muchos profetas que avisaran de su llegada. Sólo indicios. Tres o cuatro partidos de fútbol con muchos goles suyos. Y se desató la tormenta: mil veces mejor que Cristiano, la pulga atómica, el más grande, el iluminado, el que decide, matador, el sin fin, la hostia.
Quedas con el gran Jorge D´Alessandro, vas con los colegas a jugar un tute, se te ocurre telefonear a una amiga que sabe de qué pie cojeas, se convoca una reunión de la comunidad de vecinos, te toca compañero de asiento parlanchín en el autobús, lees un grafitti, se te cruza una avioneta con papel de periódico deportivo, te piden resultado para una porra, te llega un sms de un desconocido, abres un hornazo con sorpresa y ahí está: diferente, fabuloso, inverosímil, quimérico, fantasioso, fascinante, embrujo, deslumbrante, hechicero, excelso, vertiginoso, la bomba.
Y tu dices un poco antes de que te llamen envidioso: venga ya hombre, ya será un poco menos que esas mismas cositas os las escuché yo decir, por ejemplo, de Ronaldiño.

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