miércoles, 7 de noviembre de 2007

"STARDUST", post-épicidad sin pretensiones

Claire Danes, resurgida (y estampada)

Hace ya casi dos semanas que llegó a nuestras pantallas (como diría Raquel Revuelta), la adaptación de “Stardust”, el libro ilustrado homónimo de Neil Gaiman (quien está haciendo su Agosto estos días pues en breves semanas también se estrenará “Beowulf”, de la que es guionista junto con Roger Avary). Dicho autor es conocido sobre todo por su trabajo “Sandman”, y debuta este año como productor para la pantalla grande con las películas antes citadas. En el caso de “Stardust” (y hablo de oídas, pues no he leido la obra de Gaiman), parece que el escritos se ha dejado llevar por las ínfulas Hollywoodienses al transgredir a medias una obra mucho más adulta. Aunque él está libre de culpa, ya que no se encarga del guión. No obstante, la película no carece en absoluto de interés.

Así, “Stardust” se plantea como un puro cuento al estilo de películas como “La princesa prometida”, con todos los elementos de éstos. Inverosímil a ratos, previsible desde el principio, infantil otras veces… la película nunca oculta lo que es. En este sentido, Matthew Vaugh (responsable de la muy recomendable “Layer Cake”), pone las cartas sobre la mesa desde el primer fotograma y nos invita a formar parte del juego, a que seamos crédulos y niños de nuevo.

Con esta bruja, Voldemort se acojona o se pone palote

En el terreno actoral, una inconmensurable Michelle Pfeiffer se come con patatas al resto de la plantilla (De Niro incluido, el cual solo tiene un papel anecdótico, entrañable a ratos, ridículo en otros, pero finalmente anecdótico) dando vida a una malvada bruja como Dios manda. La Pfeiffer se luce tanto en la parte final además de en secuencias como la de la posada, que respiran magia y leyenda, aunque no epicidad. Tampoco creo que sea lo que se busca. “Stardust” no es una enésima copia de “El señor de los anillos”, es otro rollo, más cercano a “Dentro de el laberinto”, por ejemplo. Por su parte, Claire Danes resplandece como siempre lo hizo, con la belleza de una chica real y no prefabricada como Sienna Miller (Victoria, la chica que el héroe pretende desde el principio). Dicho chico, Charlie Cox, llamado Tristan (otro topicazo permisible) sostiene el peso de la película de manera correcta, encarnando al héroe patán que debe conocerse a sí mismo, madurar y encontrar su verdadero amor. Además, podemos encontrarnos con un par de buenos y simpáticos cameos como el de Peter O´Toole o Rupert Everett.

De Niro poniéndole caras a la tetera

En el terreno técnico, destaca la bonita música de Llan Eshkeri, a la que le perdonamos el plagio descarado del leit motiv de “Drácula: de Bram Stoker”, una de esas creaciones que no sabes cuanto tiene de homenaje y cuanto de vergonzosa copia.
Por todo ello, “Stardust” es una bonita historia por la que dejarse llevar sin prejuicios (ni tan siquiera por que su canción final esté cantada por Take That), con la que sentirse de nuevo un tierno infante y disfrutar como antaño. Un cine sin más pretensión que el entretenimiento visto como el oficio más viejo, ilustrativo y arcaico del mundo.

Texto: Rubén Bautista

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