Artículo Revista Paula
Gentileza de Revista Paula, Santiago de Chile.
Encadenados al amor
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Mercedes
Miranda asegura hablar con Jesús desde hace 18 años. En torno a ella ha
formado una Editorial dedicada exclusivamente a publicar los libros que
él le dicta, mientras un grupo de incondicionales dejan familia y trabajo
para dedicarse a divulgar su mensaje. Es la Cadena del Amor: ¿Secta, negocio
o grupo espiritual?
Por Juan Andrés Guzmán Fotografía: Bárbara San Martín
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Finalmente aparece
Mercedes Miranda: la que oye a Jesús en su pieza y copia a mano los mensajes
que él le dicta. La tercera profeta desde la venida de Jesucristo, aliada de
la luz, enemiga de la negatividad. La sucesora directa de San Francisco de Asís
y de Santa Teresa de Avila, que viaja en un cómodo Volkswagen Golf blanco. Desde
hace 18 años dirige La Cadena del Amor, una organización a medio camino entre
secta y pujante editorial con cuatro librerías en Chile y vendedores en Argentina
y Colombia. Un faro desde donde se emite la salvación del mundo, como la presentan
sus fieles.
Ciento cincuenta personas la esperan en un salón en el tercer piso del hotel
Tupahue. Cada una ha pagado diez mil pesos (US$ 20.-) por estar ahí ese sábado,
y muchos han leído ya alguno de los doce libros firmados por ella - pero dictados
por Dios - a $5.000 (US$ 10.-) el ejemplar. La mayoría practica "la cadena del
amor": un ejercicio donde sincronizadamente reparten mentalmente la frase "te
amo" a todo el mundo, en dos horarios : a las ocho de la mañana y a las nueve
y media de la noche.
Cierta inquietud flota entre los que nunca la han visto. ¿Cómo será? ¿Habrá
en ella algo que demuestre sus tratos con el Todopoderoso?
Victoria abandonó la casa de sus padres y desde que se fue a vivir con la "profeta"
nunca más los volvió a ver. Juan Carlos, a los 40 años, dejó su trabajo para
transformarse en un "operario del amor": alguien que vive de vender esos libros,
puerta a puerta, mañana a mañana. Raúl, a los 50, dejó que se empolvara para
siempre su biblioteca llena de textos de Jung y Freud, de literatura y política.
Ahora lee y relee los textos de la "profeta", con la sensación de que el 99%
del conocimiento acumulado por la humanidad es mentira, información muerta.
Eduardo, ginecólogo, durante los tres años en que fue uno de los más entusiastas
seguidores de Mercedes, vendió un promedio de cien libros mensuales entre sus
pacientes con depresión posparto, síndrome premenstrual o con simple curiosidad.
Bordeando la ética, les ofrecía estos libros que se anuncian como "la solución
definitiva a los problemas de pareja, con los hijos, laborales, de estrés, de
ansiedad, de depresión".
Más fuerte es el caso de Andrea: tras el nacimiento de su segundo hijo se ligó
las trompas porque el embarazo le quitaba tiempo para ser operaria del amor.
Perdió su trabajo, se separó y, junto con su hermano, le donó a la profeta siete
millones de pesos para que publicara uno de sus libros. Su historia la cuenta
una amiga que presenció la evolución espiritual de la joven durante los seis
años que estuvo encadenada a este amor.
Al principio andaba por la vida como flotando, "eufórica de paz", que es el
contradictorio estado anímico que abunda entre los operarios. Perder el trabajo
le dio lo mismo. Separarse de su marido le costó más, pero se convenció de que
él estaba poseído por la negatividad, que era un "canal de eliminación" destinado
a sacarla del buen camino. Ligarse las trompas fue lo más complejo: debía decidir
entre ser "madre de niños" o ser "la gran madre de la humanidad". Se trataba
de una lucha entre el bien y el mal a nivel de sus entrañas.
Eduardo, que era su ginecólogo, no estuvo de acuerdo: tienes 27 años, eres muy
joven, te puedes arrepentir, le dijo.
Mercedes, dicen, lo increpó y le habló de lo importante que era esto para la
humanidad. Le insistió en que hiciera lo que ella le decía.
Andrea optó por el mundo, por el futuro del hombre: por usted que lee, por mí
que escribo y por toda la gente a la que no conoce ni nunca conocerá.
Al cabo de seis años dejó la cadena. Sólo ella sabe lo que le costó. "Siempre
tuvo dudas pero pensaba que las dudas eran la negatividad intentando derrotarla",
cuenta su amiga. También tenía miedo, "porque la Mercedes dice que las personas
que la abandonan deberán pagarle la cuenta a la humanidad, y ella pensaba que
se le iba a morir un hijo o su ex marido. Pero lo más duro fue comenzar a cuestionar
lo que había hecho durante seis años. Es un costalazo fuerte.
Vigila tus pensamientos
Hay motivos para esperar a Mercedes con ansias. Y cuando finalmente aparece,
los que están en las últimas filas tienen que estirar el cuello para observarla.
No hay aura misteriosa. Tampoco están los rastros de la presencia divina a los
que nos ha acostumbrado Hollywood. Ante los 150 asistentes buscadores de Dios
aparece una mujer pequeña, de 60 años. La esperada profeta lleva la falda hasta
debajo de las rodillas, tal como se lo exige a sus seguidoras; usa laca y sus
anteojos le dan aire de profesora básica. Su voz es monótona, sin los cambios
de ritmo con que otros predicadores llevan a sus feligreses al éxtasis. Varios
hombres cabecean durante las largas tres horas de esa reunión, pese a los codazos
de sus esposas. ¿Cómo hay gente que cambia de vida después de oírla?
Mercedes habla del amor. "Hay 7.000 millones de personas, o sea, hay 7.000 millones
de oportunidades de amar", dice. A lo largo de su exposición repite hasta la
saciedad aquello de "tenemos que amarnos los unos a los otros, los unos a los
otros", como si esa tarde pretendiera repartir a cada habitante la frase que
le corresponde.
Con la misma insistencia dice que hay que leer sus libros. No sólo una vez,
sino todas las veces que alcancemos en la vida, porque lo que aparece ahí es
la palabra de Jesús. Hay que grabarse en la memoria aquello, de amarse los unos
a los otros, los unos a los otros, los unos a los otros y todo lo que no tenga
que ver con eso está entre lo innecesario y lo malo: hacer deporte o ir a una
fiesta es perder energía; leer otros libros es perder energía; tener sexo es
utilizar al otro y también perder energía. El enemigo más fuerte está adentro,
en los propios pensamientos. Hay que vigilarlos, dice Mercedes. Hay que controlarlos
enviando amor.
Loraine, casada y operaria, asiente con esa última afirmación. Desde que está
en la cadena dedica gran parte de su tiempo a seguir las evoluciones de su mente.
- Cuando aparece un mal pensamiento -explica- lo detengo. No lo dejo actuar.
Es importante hacerlo rápido porque es como una bola de nieve. Cuando es chica
la paras con un pié. Pero si la dejas crecer, te puede pasar por encima y arrastrarte
al abismo.
Este es el mundo según Mercedes. Y los que más han aprendido de él son los operarios
del amor: su círculo de hierro, los vigías que mantienen el rebaño en orden.
En esa reunión hay una docena de ellos y todos mantienen una sonrisa clavada
en la cara durante horas. Imposible saber si están felices de verdad o si lo
hacen porque Mercedes les ha dicho que los que han visto la luz deben estar
radiantes. Lo que sí queda claro, después de oír la profeta, es que detrás de
esas muecas hay una constante lucha contra el mal y una vigilancia permanente
de sus ideas.
Olga es un ejemplo. Se despierta al alba y lo primero que hace es volver a cerrar
los ojos. Piensa en sus padres y en el silencio de su corazón les dice "te amo";
piensa en sus parientes y con el corazón henchido les dice "te amo". Pasa revista
a sus conocidos, a sus muertos, a la gente que le ha tratado mal, a los que
ha visto sufrir a través de la televisión y a todos ellos, en silencio y dulcemente,
les dice "te amo". Está convencida de que los buenos deseos son una energía
de cambio, pero sobre todo le gusta sentir que a esa misma hora otros operarios,
como ella, lanzan sus "te amo" y que alrededor del mundo se forma esa fabulosa
cadena del amor: una especie de red de buena voluntad que puede cambiar las
cosas.
Luego agarra un paquete de libros de Mercedes Miranda y se lanza a evangelizar.
- Una va por la calle llena de alegría - dice Olga. Como un faro incansable,
como un trozo de radio que pierde partículas, Olga está todo el tiempo enviando
amor: al chofer de la micro, al pasajero que se le sienta al lado, a las personas
que ve en la calle. Cuando uno le hace una pregunta, Olga permanece sonriendo,
vagamente ausente.
- ¿ Me está enviando amor?
- Sííí - dice, como si fuera una niña pequeña que sale de su escondite.
- Preferiría que me prestara atención.
- Pero que puede ser más hermoso que el amor. Mire, le pido que cierre los ojos
y por cinco segundos sienta cómo sería el mundo si nos amáramos los unos a los
otros. ¿No sería maravilloso?
Pero la vida no es siempre maravillosa, ni siquiera para un operario. Por eso,
si alguno cae o flaquea, están los "juicios": instancias donde los operarios
se acusan unos a otros para delvolverse al recto camino. A veces uno dice "con
mucho amor quiero decir que el sábado pasado vi a dos operarias con pantalones
y quería preguntarles si son operarias de lunes a viernes o de lunes a lunes".
Otras veces es más duro, como cuando una de las muchachas comenzó a salir con
un hombre casado. Cuentan que Mercedes habló de "esas actitudes de prostituta"
y la muchacha se fue de allí llorando. Cuando la que dialoga con Jesús te llama
prostituta, algo muy fuerte te cae encima.
Jesús no se ríe
Todo lo que Mercedes ha escrito en sus libros y lo que repite con voz monótona
en sus charlas, se lo ha dictado Jesús desde hace 18 años.
A partir de ese primer encuentro, la voz comenzó a dictarle mensajes y le pidió
que los diera a conocer a la humanidad. Ya van once libros. En uno de ellos,
Amar es el Éxito, Jesús no sólo habla sino que Mercedes le realiza la primera
entrevista, toda una exclusiva mundial.
Además de esos 11 libros, Jesús le dictó otros dos, dejando a su criterio si
los publicaba o no. El primero, que Mercedes optó por dar a conocer, se llama
"Tus Dones y Antidones" y en él, al estilo del horóscopo chino, se ordena la
sicología humana de acuerdo al año de nacimiento. El otro libro es el curso
de operaria del amor, un texto en donde - según quienes lo han leído - Jesús
revela trucos de marketing y mercadotecnia para que estos modernos apóstoles
puedan colocar más y más libros. Insiste en que sonrían y estén bien vestidos,
en que envíen amor mientras venden. Les recomienda que, al final de cada jornada,
tabulen el nombre y dirección del comprador, libro adquirido y, sobre todo,
"el estado de ánimo del receptor". Una vez a la semana deben reunirse con el
"equipo de venta" para conversar sobre cómo manejar la eficiencia, por el bien
de la humanidad. Mercedes mantiene en secreto esta poderosa herramienta de trabajo.
Sobre que pasa con el dinero que se reúne por la venta de los libros y el cobro
de entradas a los eventos, los operarios no saben nada. Saben sí que no es poco
lo que entregan: cada uno debe tener su propia colección de textos - las once
publicaciones-, sin excepción. Deben pagar la entrada a los eventos de los días
sábado y deben perfeccionarse cada cierto tiempo haciendo los cursos de operarios
de amor, por los que también se paga. "De plata, ni Jesús sabe", dicen con ironía
algunos de los que se han desencadenado de la "profeta". Ella esquiva el tema.
Eso no es lo importante, dice, sino el hecho de que Jesús la eligió.
- Jesús me habla tal cual lo escucho a usted. Igual - me explica -. Pero tiene
una voz más bonita, menos metálica. No se ríe. Pero me ha hecho reír. Una vez
yo estaba copiando uno de sus mensajes y me dieron ganas de ir al baño. Yo no
le dije nada y el me leyó el pensamiento. "Mercedes, anda al baño, yo te espero"
dijo. Tampoco se enoja. Más bien parece hablar con dolor. Le pedí si podía grabarlo
para que la gente me creyera. Pero el no quiso porque dijo que eso tampoco iba
a ser creído. A veces viene cuando están mis hijos, y aunque ellos no lo oyen,
notan en mi cara cuando estoy recibiendo un mensaje. No tiene hora para aparecerse,
porque parece que no duerme.
La cazuela de pava
María Luisa Hamilton, hija del senador Juan Hamilton, no se pierde palabra de
la exposición de Mercedes. Incluso toma nota. La Tuti, como le dicen sus amigos,
ha leído a Krishna, ha meditado con los Baguanes y practica el Reiki, que es
una técnica de sanación por imposición de manos. Pero nada la ha conmovido tanto
como esta mujer que le recuerda a una nana que tenía cuando niña. Una de esas
cocineras simples y sólidas que ponen en orden el mundo con la misma eficiencia
con que ordenan la casa. "Abren las ventanas de tu pieza y te dicen: tienes
que comerte la comida y abrigarte, ¿hasta cuándo vas a flojear?. Con esas mujeres
sabias no tienes como enrollarte. Te aterrizan al tiro, te devuelven la calma",
dice Tuti.
Más allá del férreo círculo de operarios, se extiende un amplio campo de seguidoras,
como Tuti. ¿Doscientas, quinientas? Nadie lo sabe, ni siquiera Mercedes. Son
mujeres inquietas espiritualmente, atraídas por la simpleza de Mercedes. A la
"profeta" su marido la abandonó - ella prefiere decir que un día desapareció
-. Sin estudios, sin familia a la que recurrir y sin profesión, sacó adelante
la casa y a sus hijos. Al escoger una mujer como ella, Tuti siente que Jesús
las reivindica a todas. Y cuando en el libro "Amar es el Éxito" dice: "¡qué
riqueza espiritual hay dentro de cada mujer chilena!", algo muy tibio le roza
la autoestima.
No es extraño entonces que la mayoría de las nuevas adeptas lleguen a La Cadena
del Amor a través de una cadena de mujeres: que un tía le recomiende los libros
a su hermana, y ésta a su hija y ésta a su amiga. Al poco tiempo cada una le
pide a Mercedes consejos y le cuenta detalles de su vida que no conoce ni su
madre. La sienten como "la mamá de todas", como dice una operaria. Aunque Mercedes
puede ser también madre castradora y dura, sus adeptas se aferran a la mujer
que les dice "hay que descomplicarse m'ijita". En el centro de esas soledades,
ella coloca un ollón de amor, un plato humeante, simple e ineludible como una
cazuela de pava.
Olga insiste en que se pruebe la cazuela. Me pide que, junto a los otros operarios,
hagamos la cadena del amor. Acepto.
La voz suave de Mónica, otra operaria, comienza a pasar la lista de las personas
que nos rodean.
-Pensemos en Jesús, en la persona que más queremos. Abramos nuestro corazón
y desde el fondo de él, digámosle, sólo con la voz dulce del corazón: Te amo,
Jesús.
Mónica se detiene unos segundos. Luego recomienza:
-Pensemos en nuestros padres. Veamos sus rostros y en el silencio del corazón
digámosle a cada uno de ellos: ¡Te amo, papá!, ¡Te amo mamá!
Siguen con los hijos y los pariente. Tienen los ojos cerrados pero sonríen como
si estuvieran viendo algo muy agradable.
Cuando todo termina, Olga insiste:
-¿No sería maravilloso que todos nos amáramos los unos a los otros?
Pienso en cómo sería si cada mañana mi única misión fuera vender un paquetón
de libros de la Mercedes. En si anduviera por la calle irradiando amor en vez
de fijarme en las piernas de la muchacha que va al frente. Pienso en 7 mil millones
de chinos, alemanes, rusos, chilenos, mirándose las caras así con esa sonrisa
pegada con la que me miran todos los operarios. ¿Y renunciar a mis malos pensamientos?
-Sí, claro...sería maravilloso - le digo a Olga.