Capítulo 23 – Tristes desenlaces

La memoria suele jugar malas pasadas. Crea una sensación de confusión que el tiempo se encarga de potenciar. La realidad y la ficción se entremezclan con una agilidad pasmosa y los recuerdos se magnifican  hasta convertirse en anhelos insoportables. La certeza de que esos recuerdos siempre serán solo recuerdo llevó a más de un joven español en la Unión Soviética a cometer locuras. El suicidio estuvo muy presente en las filas de los niños españoles evacuados a la URSS: algunos casos fueron ignorados y otros tapados intencionadamente, pero los pocos que transcendieron, añaden dolor a una historia que ya de por sí era dramática. Las negativas del gobierno soviético a autorizar el regreso a España, a la Patria,  acabaron con la paciencia de muchos que murieron maldiciendo al Comunismo.

Otros dramáticos finales acecharon a aquellos que seguían en el intento de abandonar la URSS. En la Rusia de los años 50 era cosa corriente que las personas desaparecieran sin dejar rastro. Investigar sobre su paradero suponía correr la misma suerte.  La inmensidad del territorio soviético albergaba parajes inhóspitos conocidos como «Estepas del Hambre» adonde nadie iría voluntariamente. Estos paisajes se convirtieron en los lugares predilectos de Stalin para albergar sus tristemente conocidos campos de trabajo. Muchos españoles agotaron sus fuerzas en rudas faenas condenados a purgar pecados supuestos.

Los caprichos de un régimen hicieron que los hijos de aquellos que se dejaron la piel combatiendo contra Franco acabaran luchando por sobrevivir junto a prisioneros de la División Azul en el Círculo Polar Ártico. Codo con codo,  más allá de las ideologías políticas, había un objetivo común: sobrevivir en un infierno donde se trabajaba catorce horas diarias a cincuenta grados bajo cero por una ración de comida mínima.

Hitler asesinó a más de 14 millones de personas. Stalin acabó con la vida de más de 6 millones en los campos de concentración y 10 millones de campesinos murieron en sus manos durante la colectivización forzosa en los años 30. En este trise recuento, me abstengo de contabilizar las ejecuciones indiscriminadas de millones de anónimos cuyo único crimen fue dudar de la «bondad» de su asesino…

 

La historia de los Niños de la Guerra desde el Capítulo 1

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2 respuestas a Capítulo 23 – Tristes desenlaces

  1. Pilar Purroy dijo:

    Yo conocó a uno de esos españoles, aunque no niño de la guerra – porque fueron muchos más los exiliados adultos, que terminó en una colonia (término ruso para los campos de concentración)junto a soldados de la División Azul. Lo más impactante es la altura moral que tenía y la coherencia (para mí, casi suicida) que demostró: se negó a ser lñiberado por la Cruz Roja Internacional incluyéndole en las listas de la División Azul porque «Franco fue el culpable de que yo terminara aquí y no tendría dignidad se dejara que uno de mis verdugos me salvara». Fue liberado con la amnistía política de 1956, consiguió permiso apra abandonar la URSS y se estableció en Méjico. regresó a españa a principios de los 80.

  2. Avisnigra67 dijo:

    Tristes, muy tristes recuerdos de una época terrible. No hubo dictaduras buenas, triste destino el de tantas personas atrapadas entre dos monstruosas formas de ver la vida y de tratar a las personas. Hubo vencedores y vencidos sólo en teoría, pues la historia nos viene a demostrar que todos perdieron. Y perdimos. Recordarlo nos puede ayudar a no volver a perder, a ganar el futuro.

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