lunes, septiembre 15, 2008

Benito Juárez Mussolini y la candente Bolivia


El gobierno boliviano y, en general, todos los que denuestan a los separatistas bolivianos de la “Media Luna” les están haciendo un favor con ponerles el mote de “neofascistas. El fascismo era cosa de nenes de pecho al lado del nazismo y estos separatistas de la “Nación Cambá” son de lo peor que se ha conocido en la materia: son nazis.
En general en los medios periodísticos y entre los militantes políticos se ha difundido el concepto “neofascista” como simplificación burda de todos los movimientos con algún sesgo autoritario vinculado con aspectos nacionalistas. Y como toda simplificación que abandona las connotaciones específicas tiende a alejarse de las ciencias, en este caso las de carácter social.
Así terminan siendo, en esa simplificación, fascistas grupos autoritarios oligárquicos como el franquismo por igual con el también español falangismo, diferenciados entre sí, aunque fueran aliados en la Guerra Civil Española. También desde el “gorilismo” liberal se ha practicado la definición de “fascista” para un movimiento popular como el peronismo y no faltó quién lo hiciera en el Brasil con Getulio Vargas.
Concluida la Segunda Guerra Mundial judíos italianos contrataron a un gran historiador socialista especializado en los jacobinos, Renzo De Felice, para que realizara una investigación sobre esa colectividad en los tiempos de Benito Juárez Mussolini (nombre que le había impuesto su padre en su condición de gran admirador del presidente mexicano de mediados del Siglo XIX).
De Felice, financiado entonces por judíos, investigó el período. Abandonó a sus jacobinos y concluyó convirtiéndose en el más destacado historiador del fascismo. Su valiosa bibliografía, que algunos rechazan hasta el presente, no ha tenido grandes confrontadores en materia de trabajos de envergadura. Uno de los libros surgidos de esas investigaciones fue, precisamente, “Storia degli ebrei italiani sotto il Fascismo” (Historia de los hebreos italianos bajo el fascismo).
Queda bastante claro que Mussolini y los fascistas no eran antijudíos y que, en una primera etapa, hasta hubo judíos vinculados con el régimen liderado con Il Duce (el conductor). El nacionalismo italiano rescataba la idea del Imperio Romano y en éste hubo emperadores de todo origen, como Felipe El Arabe (244-249), con quién se festejaron los 1.000 años de la fundación de la ciudad.
El autoritarismo fascista, surgido del fracaso expansionista italiano en la Primera Guerra Mundial, recién adquirió características persecutorias de los que no eran parte de la “raza superior” aria cuando la guerra arrastró a Mussolini a convertirse en un pelele de Adolph Hitler. Incluso más de un judío logró salvarse huyendo por la zona de la Francia ocupada por Italia, donde se hacía la vista gorda para muchas cosas.
En los tribunales de Nüremberg, después de la Segunda Guerra Mundial, sólo fue juzgado entre los italianos el general Alfredo Graziani, pero por sus matanzas en la ocupación de Libia, entre ellos el asesinato del viejo maestro y líder popular Omar Mukhtar. Encima, fue insólitamente absuelto.

Pero la ideología de los separatistas bolivianos va mucho más allá de dar palos a sus adversarios como los “Camisas Negras” de Mussolini. Se inspiran, además, también, del predominio del poder económico, en una concepción racista propia del nazismo basada en la absurda creencia de una inexistente raza aria pura representada por las valkirias, cuando la etnografía ha probado la dispersión aria desde Bactriana, en el norte del actual Afganistán.
Precisamente, más allá de los prefectos y sus reclamos por el impuesto al petróleo, el verdadero jefe de todo este proceso es, en los hechos, el empresario cruceño Branko Marinkovic, hijo de croatas que llegaron a Bolivia tras la derrota, precisamente, de los nazis en la hoy desaparecida Yugoslavia a manos del ejército partisano del luego mariscal Josiph Broz (Tito), ayudado por los albaneses e Enver Hodja. Curiosamente Tito había cursado sus primeras letras como revolucionario en la Argentina en la famosa huelga del ex ingenio Las Palmas del Chaco Austral, en la década de 1920.
Ahora bien, la familia Marinkovic estuvo ligada en la Croacia de un auténtico nazi, Ante Pavelic, quién gobernó en los Balcanes tras la ocupación alemana de los mismos. Su república croata incluía las actuales Bosnia y parte de la Dalmacia, además de la propia Croacia. Fue el más paradigmático seguidor del nazismo ya que sus grandes enemigos eran los judíos y los comunistas.
No pudo ser juzgado al término de la guerra porque huyó (ni siquiera e suicidó como Hitler) y vivió escondido en la Argentina hasta 1948 cuando fue descubierto y tras salvarse de un ataque en la zona del Gran Buenos Aires donde vivía, logró escapar nuevamente para instalarse en España, bajo la protección del dictador Francisco Franco, hasta que falleció en 1959.
Marinkovic, en lo esencial sigue las ideas de Pavelic. Sus enemigos son las izquierdas representadas ahora en Bolivia por el Movimiento al Socialismo (MAS), principalmente, en lugar de los comunistas, y los aborígenes, en lugar de los judíos. Quienes lo sustentan, como las grandes corporaciones a los nazis en Alemania, son los principales empresarios de la zona más rica del su boliviano. El mismo es un gran productor aceitero y aspira al poder político. Como Pavelic jugó a la fragmentación yugoslava, luego repetida en los años 1990, ahora Marinkovic juega a la fragmentación boliviana. El viejo nazi croata jugó a favor de los intereses del expansionismo alemán, el neonazi croata-cruceño juega los intereses de los nuevos poderes imperiales de las corporaciones transnacionales.
Fernando J. del Corro, autor de este texto, es periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Colabora en la redacción de MERCOSUR Noticias (www.mercosurnoticias.com.ar).