Vicente Ruiz, «el Soro», torero

La sexta tertulia de la temporada tenía tintes de arena, sangre y sudor. Vicente Ruiz, «el Soro», entraba por la puerta del mayor apoyado por un par de muletas, pues una lesión en la rodilla izquierda, de la cual ha sido operado en treinta ocasiones, le impide andar con normalidad. Con su aspecto elegante y la templanza que le caracteriza, el maestro saluda a todo aquel que se cruza en su camino. A su lado tiene a sus piernas de repuesto: sus apoderados.

Pocas veces el pasillo que lleva al tertuliano desde el comedor a la sala de estar se había sentido tan abrumado: no está acostumbrado a sujetar semejante energía. El que ayer pisaba el suelo de cerámica no era un hombre sin más, era un torero enérgico, pero sin traje de luces. En sus hombros colgaba una americana azul marino, y en su cuello tenía atada una corbata. Una vestimenta poco típica en la plaza, pero adecuada para la causa. Lidiaba a un toro distinto: los estudiantes.

El público, joven e inexperto en tauromaquia, no distinguía los rasgos del torero, era atípico, lo es así porque hay pocos como él. Humilde donde los haya y grande, muy grande. Un pasado glorioso y singular marcado por su ilusión y por su carácter constante. Un presente distinto, con los años avanzando, la retirada en el horizonte y la mirada en el regreso a la actividad que le da la vida. Ayer apuntó que su reaparición será el año que viene, no lo dudamos, seguro que volverá. No para ganar, como algunos piensan, lo hará para respirar. Volverá en su plaza, la de Valencia: su casa.

 

Una instantánea de la Tertulia

 

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