14/9/07

Rezar, hablar con Dios

"Yo ¿para qué nací? Para salvarme. Que tengo que morir es infalible. Dejar de ver a Dios y condenarme, triste cosa será, pero posible.
¿Posible? ¿Y río, y duermo, y quiero holgarme? ¿Posible? ¿Y tengo amor a lo visible? ¿Qué hago?, ¿en qué me ocupo?, ¿en qué me encanto? Loco debo ser, pues no soy santo.

Pedro de los Reyes


Cuántas veces siendo niño te recé.
Te solía pedir por mis padres, por mis amigos,
Cuando iba a misa me fijaba en lo que contaba el cura
En lo que decían las canciones
No llegaba a dártelas pero… en mi corazón te acariciaba y
Con mis besos te decía que te amaba

Poco a poco, entró el frío en mi pecho
Y a medida que crecía, entraba en una etapa difícil
Y con el tiempo, alejándome de Ti,
Por caminos que se alejan me perdí.
Y ahora me pregunto en qué callejón
Te perdí a Ti.

Quisiera hoy, mi Dios,
Que me vinieran estos recuerdos a mi cabeza,
Volver a recordar cuántas cosas dije ante tu altar.
Y quisiera hoy volver a rezar y saber que un Dios como Tú
Y una madre como María NO SE CANSAN DE ESPERAR.

Ayúdame Dios a saber que aunque me aleje otra vez del hogar
Un Dios y una madre como vosotros siempre esperan mi regreso.
Pero si alguna vez yo os olvidase
Vosotros, por favor, no os olvidéis de mí.

A veces nos complicamos la existencia y decimos: ¡Yo, yo no sé rezar. Yo paso! Pero es que nadie nace montando en bici. A montar en bici se aprende montando, y a rezar se aprende rezando. ¡Ya, pero qué digo, qué hago! Esa frase es una oración preciosa para empezar a rezar. Decir: “Dios mío, yo quiero rezar pero no sé cómo, ni qué decirte. Échame un cable”.

Un sacerdote, amigo mío, dijo una vez a unos niños en catequesis: “A que si llaman a la puerta de vuestra casa, miráis por la mirilla y veis a un extraño no le abrís”. Y todos los niños: “¡¡NOOO!!” Pues trayendo este ejemplo al tema de Dios, si queremos – si quieres- tener a Dios por aliado, por amigo, por confidente, lo primero que hay que hacer para abrirle la puerta de nuestro corazón es CONOCERLE. Porque sino jamás le abriremos nuestra vida a un extraño. Por eso, si queremos tener un trato con el de “Arriba”, con Dios, hace falta una relación de amistad. Por eso es necesario rezar. Parte de tu oración tiene que ser contarle tus cosas a Dios: decirle que has sacado un siete en química y estás mazo feliz, decirle que discutiste con tu chica/o y estás arrepentido y quieres corregir el daño que hiciste, decirle que quieres ser mejor hijo porque a veces te pasas con tus padres, y quieres que Él -Dios- te ayuda a ver cómo concretarlo. Rezar no es más que hablar con un Buen Amigo, el mejor AMIGO. Es un diálogo en que contarás todo lo que te pase (amistades, alegrías, fracasos, faenas), le pedirás cosas, ayuda… y en el que empezaras a oír la voz de Dios en ti para guiarte.

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