martes, 26 de febrero de 2008

Los juegos del amor: La ruptura amorosa.

  • Cuando uno de los dos miembros de la pareja no reconoce en el otro a la persona que puede amar, entonces se rompe la relación. Raras veces ocurre que ambos componentes estén de acuerdo con el fin de la historia; por lo general, uno se queda amando mientras el otro se va.
    La ruptura amorosa debe considerarse como un proceso de duelo similar a cualquier otro; pues se trata de una pérdida. El duelo en este caso se circunscribe en la categoría de las pérdidas ambiguas (Boss 2001), en el sentido que el objeto querido aún está presente aunque ya no es el mismo, como ocurre en el caso de pacientes terminales, con Alzheimer, psicosis y otros. La familia entra en una depresión incomprensible, puesto que la persona amada aún está con vida pero ha dejado de ser lo que era.
    La ruptura amorosa también coincide con el duelo sin objeto, situación que se produce cuando fallece alguien y no se puede recuperar el cadáver, o en los casos de desaparecidos; los dolientes no pueden cerrar el proceso del duelo debido a que no tienen un objeto del cual despedirse.
    Amar habiendo dejado de ser amado es uno de los sufrimientos humanos más dolorosos, porque se vive la experiencia como una pérdida ambigua y un duelo sin objeto. La desesperación hace presa del amante, nada lo puede reconfortar, nadie lo puede comprender, porque la única persona que entendería el dolor es justamente la persona que ha producido el sufrimiento.
    La ruptura puede producirse lentamente mientras la pareja continua estando junta, ya sea durante el noviazgo o en la convivencia. El amante se percata del distanciamiento, se esfuerza por renovar la relación y aún guarda la esperanza de que el otro se acerque. “Ya no es lo mismo”, el otro ha cambiado. Tarde o temprano quien ha dejado de amar pedirá un tiempo, se alejará en silencio o planteará el punto final de la relación.
    Cuando este tipo de ruptura se produce dentro del matrimonio con hijos, es común que la pareja continúe junta aunque sin amor, estableciendo un compromiso de esposos y padres, el mismo que puede inclusive ser funcional. Son los divorcios emocionales sin quiebre de la relación. El matrimonio se configura como el crisol de la depresión, donde uno ha dejado de amar hace mucho tiempo y el otro niega el desamor.
    La ruptura es más dolorosa cuando se produce inesperadamente, muchas veces la persona que ama está viviendo con intensidad la relación, cuando el otro plantea la ruptura. Esa experiencia la he denominado “colisión” (Pinto 2005a), debido a que el amante se siente como si hubiera tenido un choque con la realidad.
    La ruptura amorosa pone a prueba la madurez emocional del doliente. Las personas que recibieron apego seguro durante su infancia tienen más probabilidades de soportar las pérdidas (Mikulincer 2006). Viven la pérdida siguiendo las etapas normales del duelo: insensibilidad, anhelo, desesperación y aceptación (Parkes en: Worden 1997).
    La insoportable sensación de vacío que conlleva la pérdida amorosa es más intensa en la persona simbiotizada, cuando la pareja lo es todo y en las colisionadas, cuando se espera que el otro llene las necesidades infantiles no resueltas (Ver Pinto 2005b).
    El dejar ir es insoportable cuando se vive la experiencia de un falso amor, cuando se ha establecido un vínculo de dependencia. Cuando se ama plenamente se deja marchar porque el amor exige la felicidad del otro sobre todas las cosas, y si uno no es parte de esa felicidad, entonces por la misma fuerza del amor se acepta el derecho que el otro tiene de no amarme.
    Las personas inmaduras manipularán para impedir la ruptura a través de dos recursos: auto destruirse, o la destrucción del otro. La personalidades limítrofes son capaces de usar ambas: amenazarán con suicidarse, se auto mutilarán o amenazarán de muerte al cónyuge o a quienes imaginan responsables por la ruptura; todo ello con la esperanza de provocar sentimientos de culpa que obliguen al retorno. Las personalidades dependientes recurrirán a la depresión o al consumo de alcohol. Las personalidades narcisistas enmascararán su depresión con relaciones amorosas intempestivas. Las histéricas se refugiarán en síntomas psicosomáticos. Las obsesivas tratarán de encontrarle lógica a la pérdida concluyendo en racionalizaciones acrobáticas que definitivamente ellas son las responsables.
    La ruptura amorosa demuestra que el amor es un proceso de construcción conjunta entre dos extraños. En el ínterin de la construcción los extraños se irán conociendo a través de permanentes des enmascaramientos. La convivencia obliga a tolerar y negociar cotidianamente, el amor establece la legitimación del otro sin condiciones y sin expectativas: a mayor madurez personal mayor es la aceptación de la libertad de quien amo.
    Amar requiere del reconocimiento de la libertad del amor de quien amo, si quiere me ama, si quiere deja de amarme. El sentido de mi amor no es ser amado, sino amar aunque existe desde el inicio del vínculo la posibilidad de dejar de ser amado. Orfeo debió confiar en la presencia de Eurídice en vez de dudar, su desconfianza fue el final del amor.
    ¿Cuál es la cura para la pérdida amorosa? Es vivir el proceso de duelo en soledad. Comprender que la esperanza y la depresión se turnarán para ocupar el vacío que dejó el amor, saber que a mayor intensidad del amor más tardará el dolor en abandonarnos. Se debe dar lugar a la tristeza y a la rabia, tristeza por las ilusiones desperdiciadas, por las alegrías que no volverán; rabia por el tiempo invertido, por la decepción. Es bueno dejarse abrigar por la soledad para poder sumergirse en el océano del sufrimiento. No es bueno buscar una nueva relación sin haber cerrado la herida. Es bueno buscar un amigo silencioso que permita el refugio sin consejos inútiles. Tarde o temprano el dolor pasará y seguiremos viviendo, como escribió Rainer María Rilke: Tenemos una cosa en común: yo sucedo en la soledad mía, y tú, tú sucediste…
    Referencias
    § Boss, P. (2001) La pérdida ambigua. Cómo aprender a vivir con un duelo no terminado. Barcelona: Gedisa.
    § Mikulincer, M. (2006) Attachment, caregiving, an sex within romantic relationships. En: Mikulincer, M., Goodman, G. (Editores) (2006) Dynamics of romantic love. Nueva York: The Guildford Press.
    § Pinto, B. (2005a) Porque no sé amarte de otra manera. Estructura individual, conyugal y familiar de los trastornos de personalidad. La Paz: Departamento de Psicología de la Universidad Católica Boliviana San Pablo.
    § Pinto, B. (2005b) Colisión, colusión y complementariedad en las relaciones conyugales. Disponible en: http://www.ucb.edu.bo/Publicaciones/Ajayu/volumen%203.1/articulos/Artículo%20Pinto.pdf
    § Worden,J.W. (1997) El tratamiento del duelo: Asesoramiento psicológico y terapia. Barcelona: Paidós.

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