10 de enero de 2008

COSMOLOGÍAS ANTIGUAS

El ser humano, como parte de la naturaleza, goza de una asombrosa capacidad de adaptación, que le ha permitido desde sus comienzos el próspero desarrollo social y cultural que perdura incluso en nuestros días.

La ciencia es el medio del que se ha servido el hombre para superar sus limitaciones biológicas, y colocarse al frente de la cadena evolutiva, e incluso llegar a modificar el entorno en su beneficio, debido al conocimiento adquirido gracias a su observación y estudios.

La astronomía es la ciencia que trata de cuanto se refiere a los astros, y principalmente a las leyes de sus movimientos, y gracias a ella se han podido lograr grandes avances en amplios campos epistemológicos de diversa índole, posibilitando desde el exitoso desarrollo de la agricultura como forma de subsistencia humana, a la exploración espacial como visión esperanzadora de futuro…

IMPORTANCIA DE LA OBSERVACIÓN DEL CIELO DESDE EL HOMBRE PREHISTÓRICO

El estudio de la bóveda celeste ha sido un proceso de extrema lentitud y de complejo desarrollo; de cambios, y de observaciones no exentas de dificultades, a lo largo de la historia. Esto se puede explicar a través de múltiples factores puntuales que se pueden resumir en la falta de medios tecnológicos fiables para establecer un estudio exacto de la misma, que se tornaba como un vasto y complejo mundo plagado de fenómenos extraordinarios y de difícil explicación, especialmente en los orígenes de la civilización humana.

Desde el Paleolítico, o Antigua Edad de Piedra, el hombre había experimentado grandes cambios en aquello que le diferencia del resto de los animales, el surgimiento de una cultura. Ya en la prehistoria, con el comienzo de las relaciones humanas (entre individuos, tribus…), el progresivo abandono de la vida nómada en favor del sedentarismo (primeras aldeas, poblados…), y por consiguiente, en la necesaria jerarquización social, se construyeron parte de los cimientos de una estructura que conllevaría con el paso de los años al modelo de civilización tal y como ahora lo contemplamos, en el siglo XXI. Por tanto, no es de extrañar que ya desde entonces, el ser humano, mostrando su superioridad racional en mitad del salvajismo natural, se haya interesado por el conocimiento que ocultaba tras de si la observación astral. El inmenso cielo mostraba al hombre primitivo lo desconocido, y su esfuerzo y curiosidad por desenmarañar sus secretos, junto con su perspicacia, se tradujo en importantes observaciones que le permitieron desarrollar otras artes en beneficio de la sociedad.

La antes citada curiosidad de los pueblos primitivos derivó en la observación celeste como medio para tratar de comprenderlo. Así vieron que existían fenómenos que se producían durante largos periodos de tiempo, así como una evidente periodicidad en algunos de ellos, y relacionándolos con su entorno más inmediato, contrastaron que existía cierta relación entre los cambios celestes y los de la propia naturaleza terrestre.

De este modo, el Sol, la Luna y las estrellas se convirtieron en el referente temporal y espacial, que les permitió medir el tiempo y orientarse geográficamente, valiéndose de los cambios regulares que experimentaban. La posición del Sol, así como la sombra que proyectaban los cuerpos terrestres en función de dicha posición, les servía para determinar el momento del día en el que se encontraban; y el ciclo lunar fue utilizado como noción de “mes” (calendarios lunares).

La necesidad de orientarse en el territorio, y sin las posibilidades tecnológicas actuales, forzó la utilización de nuevamente del Sol, la Luna y las estrellas para guiarse hacia las zonas de caza y de colecta, aparte de la referencia del relieve. Las estrellas, agrupadas en constelaciones, constituyeron la forma de orientación más segura puesto que su rotación durante la noche era muy lenta y alrededor de una estrella fácilmente vislumbrable desde el hemisferio norte: la “Estrella Polar”, que marcaba la dirección de dicho punto cardinal. La duración variable del día y la noche a lo largo del año, así como la posición, salida y ocaso, del Sol, dependiente del momento anual (no siempre salía por el mismo punto del Este y se ocultaba por el mismo punto del Oeste), favorecieron la referencia de aquellas como guías. Las estaciones del año (primavera, verano, otoño e invierno), también eran identificables por la posición de las estrellas, y por tanto, indicaban la época de lluvias y consecuentemente, la de siembra. Esto auguraba no sólo la capacidad del ser humano de posicionarse en el espacio-tiempo, sino la posibilidad de prever acontecimientos futuros tan sólo estudiando el cielo.

Alejada de la ciencia, la astrología nació a partir del estudio de los cuerpos celestes y sus movimientos (astronomía), valiéndose de ello para relacionarlo con los acontecimientos terrestres y la vida humana. De esta manera, los sabios decían saber predecir el futuro en función de la posición de los astros en el firmamento. El Horóscopo es una vertiente de dichos estudios y aún hoy se sigue creyendo en estas prácticas.

Como ya introducimos anteriormente, la observación del cielo sirvió para predecir la época de siembra, entre otras. En el paganismo de entonces las festividades coincidían con fechas muy señaladas del calendario, e iban en concordancia con los cambios de estaciones, los solsticios, épocas de siembras y cosechas… es decir, se basaban en la proyección festiva terrenal de los cambios de la bóveda celeste.

MESOPOTAMIA: SIRIOS, LIBIOS Y BABILONIOS

La civilización sumeria, utilizo la crónica y regular sucesión de hechos en los cielos para ponerla al servicio de su vida cotidiana. Como era un pueblo agricultor y ganadero, era imprescindible para sus tareas conocer lo mejor posible las épocas de la siembra y la cosecha, el tiempo del parto del ganado, etc. Los granos, los pepinos y las cebollas debían ser plantados cuando correspondiese, y debían ser sacados de la tierra en su preciso momento.

El mes lunar del primitivo cazador errante ya no bastaba, pues los frutos de la agricultura requieren para su desarrollo periodos mas prolongados. Se hizo indispensable entonces disponer del año. Además, a causa de estos granos, pepinos y cebollas, surgieron las fiestas, que también requerían una fecha concreta para su festejo. Los dioses debían ser bien estimados, pues según creían los sumerios, de su buena voluntad dependían las cosechas. Con ese motivo se celebraban las fiestas una vez al año el mismo día en todas las aldeas del país.

Se hace entonces imprescindible un calendario anual que anticipe debidamente las estaciones y fechas del año. El sol aparecía como el objeto natural para señalar ese periodo. Sin embargo, los sumerios, así como los pueblos que les sucederían en aquellas fértiles comarcas, estaban demasiado vinculados a la adoración de la luna, como para aceptar directamente a los periodos solares como reguladores del año. Fue así que los primitivos años de esos pueblos estaban formados por doce meses lunares, de 30 días por mes.

Pero esto suponía varios problemas. En principio, la luna llena no aparece cada 30 días, sino cada 29 y una fracción. Además, el año solar dura unos 365 días. Si el agricultor emplease el calendario sumerio, de tan solo 360 días, cometería un error de 5 días el primer año, 10 días el segundo, etc. Así, las estaciones llegarían y el calendario marcaría cualquier otra fecha. Entonces, la comunidad encargo a los sacerdotes, los más preparados, la tarea de poner en orden la correlación los años y la realidad.

En las cimas de las montañas se construyeron zigurats, es decir, torres cósmicas, para que los sacerdotes pudieran estar más cerca de las estrellas. Día tras día y noche tras noche los sacerdotes anotaban las posiciones de los astros. Para poder registrar con exactitud los periodos y cambios, crearon los números.

Así mismo, los mesopotámicos crearon el zodiaco, la ruta del sol por el camino de estrellas fijas en el cielo, que mas tarde, se aplicaría a la astrología, la pseudo-ciencia que predice los acontecimientos y el destino de la gente a través de la influencia de los astros.

MITOS MESOPOTÁMICOS


La epopeya mesopotámica de la creación proporciona una imagen más completa de Marduk. Las primeras cuatro generaciones de dioses fueron creadas a partir de la pareja primigenia, el dios Apsu y la diosa Tiamat. Su descendencia fue tan irritantemente ruidosa que Apsu quiso destruirlas para poder seguir durmiendo. Ea, uno de los descendientes, lo supo y mató a Apsu. Sin embargo Tiamat, deseosa de venganza, mandó un tropel de monstruos horripilantes. Los dioses parecían condenados hasta que Marduk, hijo de Ea, respondió a la llamada de su padre para que lo ayudara. Marduk aceptó salvar a los dioses, si prometían otorgarle la autoridad suprema. Reunidos en asamblea, los dioses quisieron que pasara una prueba antes de someterse a semejante condición. Colocaron una constelación en medio de ellos y le pidieron a Marduk que la destruyera y la recreara según su voluntad: Habló y la constelación se desvaneció. Habló de nuevo, y volvió a crearse la constelación. Ante esto, los dioses se regocijaron y le llamaron rey. Desde entonces se le conoció como Pastor de Estrellas. Capturó a los monstruos de Tiamat y asesino a la diosa primigenia. Marduk troceó en dos mitades su cadáver como si fuera un pez para secar y las convirtió en el cielo y la tierra. De su escupitajo hizo las nubes, el viento y la lluvia. Uno de los primeros pasos de Marduk fue la asignación de tres regiones a los dioses Aun, Enlil y su padre Ea. Constituyendo así la Gran Trinidad.

LOS EGIPCIOS

Hace más de 4500 años, los sacerdotes egipcios habían elaborado un calendario solar de 365 días, dividido en 12 meses de 30 días cada uno, más de 5 días adicionales por año. Para hacerlo, contaron los días transcurridos entre las dos ocasiones en las que el sol naciente aparecía más al norte. En la cuidad de Karnak se construyó un templo que poseía una fila de columnas que apuntaba justamente hacia este punto. Mediante dicha construcción se podía observar que sólo una vez cada 365 días la luz solar, al nacer el sol sobre el horizonte, proyectaba su sombra tras las columnas como una recta coincidente (en el día que se conoce como solsticio de verano), mientras que los demás días, las sombras no se alineaban. Si bien este calendario era mucho mejor que el babilónico, presentaba una seria deficiencia que los sacerdotes no tardaron en percibir. En realidad, la duración del año es de 365 días más un cuarto de día, por lo que cada 4 años, el año duraba un día menos. Era un año que se movía vagando por el calendario, y se le llamó año vago. Resultó ser, que una vez al año se sucedía un importante acontecimiento para los agricultores: El Nilo se desbordaba, y dejaba las tierras cubiertas de un fértil limo. Era la fecha más importante de año para los agricultores, y así se surgió la necesidad de crear un calendario exacto para saber con certeza el momento de la inundación y estar preparados, así como para evitar alguna catástrofe. Era de necesidad subsanar el año vago. Fue entonces cuando los sacerdotes descubrieron un hecho totalmente casual: la inundación coincidía con la aparición de la estrella heliaca más brillante de nuestro cielo, que ellos conocían como Sotis, y a la que nosotros llamamos Sirio. La aparición heliaca de Sirio se repetía cada 365 días y un cuarto de día, deduciendo que ésta era la duración real del año. En definitiva, los sacerdotes egipcios habían elaborado el calendario con un error menor de una hora al año. Estaba claro que si Sotis anunciaba la inundación, los cuerpos celestes influían en los acontecimientos terrestres, y por tanto, quien supiese observar e interpretar los hechos del cielo, sabría pronosticar hechos futuros inmediatos de la Tierra.

LOS MITOS EGIPCIOS SOBRE EL CIELO

Una de las primeras fantasías egipcias era que el cielo estaba rodeado por completo del cuerpo de Nut, la bella esposa del Dios sol, Ra, que estaba apoyada en él. El cielo era para ellos un techo plano apoyado en las montañas por donde corría un Nilo celeste, la Vía Láctea. Sostenían que el Sol al ocultarse daba una vuelta completa desde el oeste hasta el norte, para volver al este en una barca que navegaba por un río. Para explicar los 5 días adicionales que se debían sumar a cada año, los egipcios inventaron una historia en la que la esposa de Ra, Nut, le era infiel con otro dios llamado Tot. Ra, condenó a Nut a la esterilidad pero Tot le ganó una partida de dados a la luna y ganó 5 dias extras, que fue cuando engendró y nació su hijo. Mezclando el calendario y los mitos, los sacerdotes consolidaron su poder, eran los verdaderos dueños del país, “mensajeros de los dioses”.

COSMOLOGÍA BUDISTA

El budismo, al igual que el hinduismo, plantea una serie de mundo infinitos, pero todos de idéntica estructura. Asimismo, plantearse que el universo es ilimitado o limitado, es en ambos casos considerado como herejía, y también lo es el negar uno u otro. Con ello se pretende desalentar al pensador haciéndole ver la inutilidad de buscar la respuesta a dicha cuestión.



La estructura de todos los mundos, como ya se ha comentado, es idéntica, y para explicarlo conviene pensar en una diana de dardos. Justo en el centro se alza una montaña denominada Meru o Sumeru, cuya forma es de una pirámide trunca (incompleta) de 83.000 leguas de altura, de base cuadrangular y cuyas caras estás construidas con diversos materiales: la septentrional de oro, la austral de jaspe (mármol veteado), la oriental de plata, y la occidental de rubí. En la cumbre de la pirámide se encuentra la ciudad de los bienaventurados y los dioses, y en su base, los infiernos y purgatorios. La Luna, el Sol y las constelaciones giran en torno a Meru, que es también rodeada por siete mares concéntricos, separados por siete cadenas circulares de montañas de oro, rodean el monte Meru (de ahí la analogía con la diana). La profundidad de los mares y la altura de las cordilleras decrecen a medida que se alejan del centro. Fuera del último círculo de montañas empieza el océano que conoce la humanidad.

Podemos a partir de aquí diferenciar dos mundos: el horizontal y el vertical. En el nivel horizontal, en las aguas de dicho océano, hay cuatro continentes, cada uno caracterizado por un color y una forma, e innumerables islas.
  • El continente oriental (blanco): tiene forma de media luna, al igual que las caras de sus habitantes, tranquilos y virtuosos, quienes viven 250 años.
  • El continente austral (azul): es en el que vivimos, tiene forma de pera y sus habitantes tienen caras piriformes, además de que viven 100 años. En él coexiste el bien y el mal, las riquezas y la abundancia.
  • El continente occidental (rojo): es redondo, y sus habitantes de caras circulares gozan de una fuerza extraordinaria al alimentarse de vacas, y viven 500 años.
  • El continente septentrional (verde): es el mayor de todos, y posee forma cuadrangular, como las caras de sus habitantes, herbívoros y muy longevos -2.000 años-. En él, las almas, tras la muerte, habitan en los árboles.
Cada uno de estos continentes tiene dos satélites; en el que está a la izquierda del nuestro viven los rakshas, demonios enemigos de la humanidad, que rondan los cementerios, interrumpen las sacrificios, hostigan a la gente piadosa, animan los cadáveres y devoran a los seres humanos. Pueden ser horribles o hermosos; algunos tienen un solo ojo, otros una sola oreja; unos caminan sobre dos piernas, otros sobre tres, otros sobre cuatro…

En el plano vertical, cabe distinguir tres visiones superpuestas:
  • Primera o inferior: se identifica como la visión sensorial. La habitan dioses, hombres, demonios, fantasmas, animales y seres infernales, pues en su parte más profunda se encuentran los infiernos o purgatorios, divididos en ocho moradas ardientes, y ocho glaciales. Nosotros nos encontraríamos justo encima.
  • Segunda o región intermedia: la región de las formas, sólo es habitada por dioses que ignoran los deleites sensuales; su alimento es la alegría y sus cuerpos están hechos de materia sutil.
  • Tercera o superior: en ella ni las formas existen, sólo los dioses amorfos; son incorpóreos y viven en un puro éxtasis contemplativo que puede extenderse a veinte, cuarenta, sesenta u ochenta mil períodos cósmicos. Cada mundo flota sobre agua, el agua sobre viento, el viento sobre el éter. Los mundos, cuya cifra es incalculable, forman grupos de tres entre los cuales hay espacios desiertos, vastos y tenebrosos que sirven como lugares de castigo.
Conviene no olvidar que esta pintoresca cosmografía no es esencial a la doctrina que el Buddha predicó. Ciertamente, no se trata de un dogma; lo importante es la disciplina monástica que conduce al hombre a la liberación.

De esta manera, Buddha, despreciaba la idea de búsqueda del conocimiento del universo, pues siempre se negó a mantener las inevitables discusiones abstractas que dicha cuestión obligaba, y empleó para ello varias parábolas. Una de ellas es:

“Un grupo de ciegos de nacimiento deseaban saber cómo era un elefante. Uno le tocó la cabeza y dijo que era como una tinaja; otro, la trompa y dijo que el elefante era como una serpiente; otro, las defensas y dijo que eran como rejas de arado; otro, el lomo y dijo que era como un granero; otro, la pata y dijo que era como un pilar. Análogo es el error de quienes pretenden saber qué es el universo.”
Para los hindúes y budistas la doctrina de la transmigración es incuestionable, tan evidente que no precisan demostración. Podríamos decir que con su concepción del universo sucede algo semejante, pues con ella se intenta negar la existencia de un principio del mismo.
En el Indostán, la doctrina de la transmigración implica una cosmología de infinitas aniquilaciones y creaciones periódicas. Esto se explica a través de la idea de ‘karma’ en la que cada encarnación determina la subsiguiente, es decir, depende de lo que hayamos hecho en nuestras vidas pasadas, y consecuentemente, evidencia que no puede existir un inicio de la serie. Así todos nuestros actos y pensamientos, producen, cuando morimos otro cuerpo (de dios, de hombre, de animal, de ángel, de demonio, de réprobo) que se desenvolverá en otras circunstancias. Para el Buddha, cada uno de nosotros ya ha recorrido un número infinito de vidas, pero puede salvarse de recorrer infinitas vidas futuras si logra la liberación o Nirvana. Aclaremos que infinito no es, para el budismo, un sinónimo de indefinido o de innumerable; significa, como en las matemáticas, una serie sin principio ni fin. Nuestro pasado no es menos vasto ni menos insondable que nuestro futuro.

De esta manera, y guardando relación con lo anterior, la génesis del universo se produce de manera cíclica, cada ‘kalpa’ (4.320.000.000 años humanos), y siempre se realiza de la misma forma. Brahma es el primer ser creado y, a su vez, creador del universo en la tradición hindú, y así lo ha asimilado el budismo.

Se describe entonces que lo primero que aparece en cada periodo es el palacio de Brahma, quien, aburrido de su soledad, piensa en las otras divinidades; éstas renacen en su mundo porque ya han agotado el karma que les permitía vivir en cielos más altos. Brahma supone que los dioses han sido creados por su deseo; los dioses comparten ese error, porque Brahma estaba en el palacio antes que ellos. Luego van surgiendo el monte Meru, la tierra, los hombres y los infiernos. La muerte de Brahma, 36.000 ‘kalpas’ después, supondrá el nacimiento de otro nuevo, así como su juego de aniquilación y creación.

3 comentarios:

  1. Me gusto mucho la información, y también me sirvió. c:

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    1. ¡A mi también! Gracias por la información. :)

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  2. De nada, gracias a vosotros por comentar :D

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