14 marzo 2006

La Rivalidad Deportiva



La rivalidad es uno de los pilares del fenómeno deportivo, dicen por allí.
Yo creo que es mucho más que un mero pilar: también tiene que ver con los cimientos, las vigas, las ventanas, las paredes y el techo del edificio.
Sin rivalidad, no existiría la motivación adicional que acelera las pulsaciones y aguza los sentidos.
De otro modo, quién se molestaría en seguir un fin de semana un amistoso entre Argentina e Inglaterra, o entre Francia y Alemania, cuando allí están los partidos oficiales, o los partidos por las ligas de cada país.
La rivalidad es la sal de la tierra, el verdadero motor de la competición deportiva, más poderoso que el dinero y los trofeos.
Los rivales se mueven en dos dimensiones diferentes: en una se odian y en la otra se aman, como se ama o se necesita al complemento indispensable.
El ideal romántico del deportista que se esfuerza al máximo dentro de los límites reglamentarios y después felicita al adversario que lo ha derrotado, es un espejismo, una idea travestida, atractiva pero despojada de ciertos elementos reales en la mentalidad del deportista.
En el rugby, que es un "deporte de rufianes jugado por caballeros" , las buenas maneras son de rigor al finalizar un encuentro: es por eso que los jugadores derrotados aplauden a los mismos sujetos que minutos antes han tratado de arrancarles los ojos en el scrum.
Pero el rugbier habrá registrado todos los agravios en el cuaderno de bitácora de los recuerdos, alimentando la rivalidad, el mismo sentimiento que anima a los futbolistas brasileños y argentinos, por ejemplo, cuando se encuentran en un campo de juego.
Los rivales que se enfrentaron el año pasado dentro del marco de la eliminatorias mundialistas, Uruguay con Australia por ej., con toda la rivalidad que aquello implicó, si se encuentran en un amistoso este año, su interacción tendrá toda la energía de un merengue.
Argentinos e ingleses, por el contrario, profundizan su rivalidad, cada vez que se enfrenten y sin que importe el resultado del partido.
El próximo encuentro de estos adversarios tendrá una capa más de importancia, de trascendencia, tal como ocurre después de todo choque entre Brasil y Argentina.
La rivalidad también acompaña los procesos sociales e históricos.
Argentina e Inglaterra no eran rivales clásicos antes de la guerra del Atlántico Sur.
Es un hecho comprobable que Inglaterra tiende a encontrar a sus rivales en la fragua bélica, ya que antes de descubrir su porfía con Argentina, el gran contrincante histórico fue Alemania.
En América del Sur, la rivalidad tiende a forjarse en las canchas, en vez de los campos de batalla.
En la mayoría de los casos, se tienen dos grandes rivales: el próximo y el lejano.
En el caso de Argentina, el próximo era Uruguay y el lejano Brasil. Cuando Uruguay, por razones que no vienen al caso en este artículo, dejó de ser un rival en el sentido más explosivo de la palabra, Argentina encontró a Inglaterra.
Brasil, el rival cercano, el "local"; Inglaterra, el rival lejano, el "extranjero".
Inglaterra también experimentó una transformación semejante: su primer gran rival, históricamente, fue Escocia, una nación conquistada, pero esa rivalidad se apagó con el tiempo: una de las razones fue que se cancelaron los partidos regulares entre ambos seleccionados, debido a los desórdenes que solían ocasionar.
Alemania, el rival cercano, el "local"; Argentina, el rival lejano, el "extranjero".
En España, cuyo equipo nacional no tiene rivales equivalentes a los de otros países, el paralelo sólo se da en la rivalidad de clubes: para el Real Madrid, allí están el Atlético y el Barcelona.
La rivalidad supone el enfrentamiento entre rivales de tamaño o fuerzas semejantes.
(La distinción importa, porque Holanda es pequeña pero muy fuerte futbolísticamente.)
En esto, las experiencias de Escocia y Uruguay en relación con sus vecinos más grandes tienen ciertos paralelos.
En ambos casos, el poderío futbolístico se ha diluido, dejando a sus vecinos con un "vacío" de rivalidad.
La rivalidad entre argentinos y brasileños se acrecentó a medida que se debilitaba el desafío de Uruguay a la hegemonía de sus dos gigantescos vecinos.
Que no protesten nuestros amigos uruguayos. Digo esto justamente por el respeto que le tenemos a la historia y el legado del fútbol charrúa.
Cuando Uruguay salía a la cancha, en una época, Brasil y Argentina temblaban.
Ahora, el fútbol uruguayo es "hermano" del argentino. Esto es conmovedor desde el punto de vista sociológico, pero lamentable desde la perspectiva de la rivalidad.
El deporte de competición, como espectáculo, se nutre de la rivalidad, no de la amistad.