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miércoles, 28 de enero de 2009

La hora en que las féminas engañan

Imagen tomada de Foro Univisión Tengo cierta complicación por los momentos.  Ando que trabajo los días de paga y los fines de semana, lo cual da algo así como diez días al mes.  Razones: tiempo.  Asuntos familiares, aunque otros de carácter aventuril.  Cuando he podido, me he puesto también a recorrer la ciudad en las mañanas, pero dos horas.

Les dejo a continuación lo que he logrado establecer respecto de los hábitos sexuales de mis pasajeras.

Uno:  las mujeres casadas, cuando complicado se les hace engañar a sus maridos, lo hacen en las mañanas, a golpe de ocho o nueve, cuando salen al abasto a buscar los ingredientes para el desayuno y también cuando nadie lo espera, mucho menos el cornudo marido (el espera el guiso en su casa).  Yo las llevo con su amante al hotel, donde entran con la bolsita de las compras, y también las busco a las nueve (una hora después), de donde salen también con la misma bolsita de compras, no sé si más llena o vacía.

Supongo que llegarán a sus casas, colocarán la bolsa de las verduras o lo que sea sobre la mesa y dirán “Papí, ya vine.  Había mucha cola”.

Dos:  las carajitas, que no pueden escaparse de los padres quedándose por ahí en la noches, van al hotel con sus tipos a golpe de tres, cuatro o cinco de la tarde (una hora también), de donde salen de nuevo como si nada.  Yo las llevo y las traigo y, por supuesto, oigo toda la conversación de las jugarretas que les hacen a sus “fastidiosos” papás.

A diferencia de las mujeres casadas, que salen con una bolsa de los aliños que supuestamente salieron a comprar, estas chiquitas salen con un teléfono nuevo o una tarjeta que el galán les compra.

Los primeros días que detecté esto no lo creía.  Pero la vaina ha tomado forma y parece ahora el uso. 

-Señor, por favor –me dicen descaradamente las bichitas-, suba los vidrios.  ¡Papi, cuanto quería verte! –mientras se le lanzan en los brazos a su galán comemuslos.

Yo no digo nada ni reprendo.  Muchos mariditos por allí no saben que yo también les como la pierna de su pollo.  ¿Me ahoracaré yo mismo criticando al mundo!  No, no.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante crónica, yo también soy taxista, particularmente suelo trabajar en horas nocturnas. Hoy me encontré con un caso similar, una parejita, aparentemente muy enamorados, el novio se quedó en una dirección y la novia según se iba para su casa, luego de una emotiva despedida estilo película, sigo solo con la novia, me pidió que la llevara a una disco pequeña de mi ciudad, allí ni corta ni perezosa en toda la entrada mandó unos mensajitos y woila, se encontró con otro chico y luego de otro "apasionado" saludo se fueron a rumbear bien rico mientras el otro jura que su noviecita está juiciosa y dormidita. La vida te da sorpresas...

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