6 de mayo de 2008

Mitos españoles y mitos argentinos



Todo país necesita tener sus mitos. El mito de la España contemporánea es la la llamada Transición. El período que tuvo lugar durante los años '70 entre la muerte de Francisco Franco y el establecimiento definitivo de la democracia en el marco de una Constitución aceptada por la mayoría de los españoles.

Este sábado falleció Leopoldo Calvo Sotelo. Fue el segundo presidente de la Transición. Durante la votación de su investidora en 1981 se produjo el famoso y fallido golpe de estado de Tejero y compañía. Su gobierno fue muy corto y su sucesor fue el socialista Felipe Gonzalez.

Un curiosidad. Leopoldo era sobrino de José Calvo Sotelo. Fue éste último un líder de la derecha en tiempos de la Segunda República asesinado en 1936. Su asesinato fue uno de los detonantes de la Guerra Civil española. Con 72 años de distancia dos muertes y un mismo apellido evocan situaciones totalmente distintas.

Calvo Sotelo es el primer presidente de la democracia post Franco que fallece. Además de Gonzalez y Aznar queda también el muy respetado Adolfo Suarez. Pero no podemos contar con sus recuerdos de aquel período delicado ya que padece de una enfermedad cerebral degenerativa similar al Alzheimer o la demencia senil.

Los funerales del ex presidente fueron realizados con todos los honores del caso y los medios repitieron su biografía en los informativos.

Siempre que soy testigo de este tipo de acontecimientos en España me pregunto qué mitos y hombres son venerados y respetados hoy en día en Argentina. Me imagino que todos responderemos que ninguno o muy pocos.

Me pregunto qué lider político podría causar conmoción y emoción en estos días si se anunciara su muerte. Qué ex presidente actualmente vivo en Argentina puede ser motivo legítimo de los honores que se le han rendido a Calvo Sotelo en estos días en España?

Decía al principio que creo que todo país necesita tener sus mitos para enfrentar el futuro. Me temo que sacando a personalidades futbolíticas y eventos artísticos los argentinos debemos retroceder muchas décadas para encontrar una personalidad o suceso agradables para nuestra memoria.

La mayoría de los personajes y hechos que dominan nuestra historia en las décadas recientes sólo provocan en los argentinos sonrisas socarronas y comentarios mordaces pero nunca recuerdos que muevan a orgullo.

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