viernes, 4 de abril de 2008

Rodando por Ribadesella


Víctor GUERRA

Ribadesella tiene rincones y caminos de gran belle
za para la práctica ciclomontañera.

Para estas fiestas que han quedado atrás, tras rodar por los parajes del Ebro, allá por La Rioja y Navarra, me apetecía algo cerca de casa y sin mucho desnivel, pues los años van pasando y empiezan a pesar las fatigas de kilómetros rodados y andados, motivo por el cual recordé los diversos senderos marcados de Ribadesella. Lo cierto es que el gozo en el pozo, pues vemos las villas muy bonitas, pero los senderos hechos un desperdicio total, abandonados, y huérfanas señales andan tiradas por los bardiales, ésa es la realidad que nos encontramos tanto Roberto G. Riesgo como el que suscribe, un abandono total de unos senderos por los cuales hemos visto gente pasear.
Nos armamos de paciencia y tiramos de la marchita memoria, que nos llevó directamente hasta la propia entrada de la cueva de Tito Bustillo, donde queda un solitario panel de inicio del sendero de pequeño recorrido PR-AS 58, pero poco más, con lo cual, eso, intuición y memoria, porque huellas de lo que fue el sendero, pocas.

La ruta parte del centro de interpretación de Tito Bustillo y sale en dirección contraria a la entrada, siguiendo el curso del río Sella aguas arriba, rumbo a la Huertona. Todo el tramo tiene poca pérdida y se cicla bien, pues vamos por la carretera local que va dirección a La Alisal y Junco.
Buena zona para calentar y subir hacia el bonito palacio que corona La Piconera, de 1891, con planta rectangular y reminiscencias clasicistas, del cual resalta un cuerpo central, de mayor altura que los dos laterales, con galería en la segunda planta y de presencia imponente. Se sigue por la carretera para encontrar un poco más adelante una bifurcación, se sigue por el ramal izquierdo como por detrás del palacio para ir a buscar de nuevo el río Sella.

Todo este tramo es, como digo, carretera que va tomando altura y presenta algún que otro repecho; a las puertas de La Alisal se sigue hacia el diminuto núcleo y se toma, tras entroncar de nuevo con el Sella, una fuerte pendiente por un estrecho carretil que va dirección a Cuevas; para ello hay que abandonar la carretera en un primer desvío en plena subida que se va hacia la izquierda y que baja por medio del valle, teniendo como linde la autopista.

Tras otra subida, pronto el carretil nos deja en el entronque con la carretera que va hacia Cuevas, por lo cual se gira a la izquierda para entrar en la Cuevona, una amplia cueva que es atravesada por la carretera local. El pasadizo es impresionante, con sus juegos de luces que hacen resaltar la magnificencia de las estalactitas y estalagmitas. Tras el pasaje nos damos de bruces con Cuevas, donde luce la solitaria iglesia, en la que, según Gracia Noriega, se bautizaron Rodrigo de Junco, el «Viejo», general del Ejército, gobernador de La Florida, y el agente del Reino de Nápoles y su hermano Juan de Junco, general de la Armada, muertos ambos a finales del siglo XVI.


En Cuevas, en medio del pueblo, una solitaria señal del sendero de los Molinos nos echa pista arriba, hacia el Oeste. Al final dejamos el asfalto para enfrentarnos a un tramo de hormigonado en ascenso; este bucle se puede hacer al revés, para a mí gusta más subir por la pista y bajar por el camino viejo.

La pista sube en un primer momento de forma dura, pero se va suavizando a la altura del pico La Cruz, cuando ya toma altura sobre el valle dejándonos los escarpes del Tinganón, Cueto los Medios o el Altu de la Teyadera, que dan cobijo a la villa de Ribadesella, y situados a la otra orilla del Sella. La subida se hace más plana y nos va dando las primeras vistas sobre el perdido valle de Tresmonte, a la vez que nos deja ir charlando sobre el mundanal mundo de la BTT y la grandiosidad del paisaje astur.

Un pequeño repecho nos deja cerca del Pico Moro, al pie de la nueva carretera que une con el resto del concejo la aldea perdida de Tresmonte, viramos a la izquierda y entramos en la diminuta aldea donde nació Manuel Fernández Juncos, que fue ministro de Cultura de Puerto Rico y un reputado francmasón

. Una foto a los restos de su casa, y a la placa de azulejos que le recuerda, y retrocedemos unos metros para tomar un amplio camino que ahora se abre a la derecha y que va como el rayo en desenfrenado descenso, pero es de una belleza que pasamos por su delicado firme sin marcar apenas nuestras rodadas, ya en la zona más baja del valle que riega la Ginestral; una sucesión de molinos van salpicando la ruta, que nos deja ante la finca de Julián el Cubano, que reconocemos por la portilla que nos cierra el paso, se sigue por ella dejándola cerrada, teniendo por unos metros de compañeras a las viejas vías del Feve.

En un plis-plas, en Cuevas de nuevo, para tomar un sendero que va a buscar el puente colgante que habremos visto un poco antes y por el cual pasaremos a la otra orilla del Sella y quedamos en plena carretera nacional 634. Casi no merece la pena cruzar al otro arcén, pues un poco más allá, cuando el río nos brinda de nuevo las verdes tierras, debemos saltar el pretil y entrar en los caminos que circunvalan las revuelta del Sella, a la altura de Vejal, y que están bastante marcados. Procurar no salirse de esas estrechas trazas. De esta manera vamos acompañando el río hasta Santianes, donde de nuevo hemos de salir a la carretera general para entrar a la altura del restaurante La Ribera, en los caminos del Campo de Oba, que nos dejan al pie de la rotonda de Llovio.

Se toma la carretera que va hacia Ribadesella y nada más tomarla sale un carretil asfaltado en subida que entra por las casas de La Romeca adelante, el asfalto concluye y la ruta sigue camino por la margen de los prados. De nuevo se ha de tener cuidado en no pisar la propiedad privada, se sigue la linde que nos marca la pradería para introducirnos en un bosquete y pronto un sendero nos deja ante lo que en su día fue un camino y que hoy está tomado por la vegetación, el cual nos permite llegar hasta las casas de Sollera, al pie de las cuales encontramos el carretil asfaltado que nos permite ir hacia Collera y Meluerda.

Si no se tiene clara la cosa, se puede, en la rotonda de Llovio, coger el ramal que va Llanes y a la izquierda pronto veremos un camino que sube a El Toral y que nos pondría, tras pasar tal caserío, en Sollera. Se va un trozo por el carretil y cuando éste vira a la izquierda seguimos de frente por un franco camino de tierra que nos permite llegar a Meluerda sin problemas. Aquí viramos hacia la derecha, buscando el cruce con la carretera AS-263, a la altura de la finca La Figar. Una vez cruzada de nuevo, enlazamos con firmes de tierra que nos permiten entroncar con el Camino de Santiago y se toma el ramal que va hacia la izquierda en dirección a Ribadesella, por Argunadiello y La Espina, un entretenido tramo que nos devuelve a la 263, por la cual entramos en Ribadesella.

Es una pena que se busque la Q de Calidad y que luego los senderos presenten ese grado de abandono.
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