lunes, abril 02, 2007

Anacahuitas en el desierto


El sábado, mientras andábamos por la carretera Fitz y yo, me asombré con el panorama que veía pasar rápidamente por la ventana. El desierto era una explosión de colores: las anacahuitas floreaban y se desbordaban, mientras que los pastos se veían cubiertos de florecillas amarillas, moradas y ocasionalmente blancas. Ni pareciera que íbamos por una zona semidesértica, todo era bello, todo se renovaba, todo estaba lleno de vida (excepto el enjambre de abejas que atropellamos sin querer).
La primavera se abría paso bajo el sol abrasador que lo iluminaba todo como si fuera una realidad alterna: mi(s) trabajo(s) quedaba(n) atrás en Monterrey mientras me liberaba y me embargaba por el sueño amable que el carro me proporcionaba. Quizá la dicha se compone de momentos así, momentos en que tus sentidos te enseñan lo que es estar vivo a través de explosiones breves (árboles floreando en el desierto, una carcajada inesperada, cosquillas involuntarias, un orgasmo relajante) que te recuerdan lo que es ser humano.
Sentía que había perdido tanto de mí con todas esas noches pegada al trabajo, deshumanizada por el estrés, casi automatizada, que al ver tal expresión de belleza en el desierto no pude más pasármela con una sonrisota por todo el camino.

Eso y que iba de shopping al otro lado, tipo.

1 comentario:

Estela dijo...

:(

Están caros los libros allá. Mi colección me salió en 35 dólares porque la compré con una cajita bonita y las ediciones estaban en un papel más caro.

Y ahorita es como si fuera biblioteca, el tomo 1 y 3 están prestados.... grrrr.

Debería cobrar.

Oye, pero si quieres que te los traiga del otro ladou claro que sí, nomás nos ponemos de acuerdo con los dinerossss.

:)