10 de setembre 2008

SOCIEDAD MESTIZA


Mañana, once de septiembre, se celebra la Fiesta Nacional de Cataluña (La Diada). Fecha importante para aquellos que viven, trabajan aquí y quieren ser catalanes. Años atrás, cuando estábamos privados de libertades, esa efeméride se celebraba de forma clandestina, Se rendían honores donde debía haber una estatua y no había nada y allí, se hablaban de forma indistinta una u otra lengua, pero la autóctona no acostumbraba a ser la más utilizada. Aquella lucha fue el catalizador que hizo posible que la comunidad se fundiera en un solo pueblo.
En Cataluña la amalgama de procedencias, más del 52% de la población es de origen no catalán, ha generado una fusión que ha hecho posible una sociedad pluricultural y diversa, quizá algo narcisista, quejosa, pero satisfecha de si misma. Un país de alto nivel cultural y muy buen nivel de vida y, tal vez por eso, con propensión al hedonismo.
Históricamente Cataluña ha sido siempre tierra de acogida. A principios del siglo XX la población era de poco más de 2 millones de habitantes, hoy supera los 7 millones de almas. Este salto cuantitativo ha sido posible gracias a la integración sucesiva de diversas olas migratorias, pero de forma muy especial la que se produjo en los años 50 y 60. Eran gentes de otras zonas de España que vinieron a ganarse la vida aquí, por la falta de expectativas allí. Ahora, integrar con éxito a las personas que están llegando de otras latitudes, con otras lenguas, culturas y religiones, es quizás el mayor reto, aunque no el único, que tiene planteado la sociedad catalana.
Esa sociedad está hoy perpleja –según un reciente estudio sociológico-. Y es que la vida cotidiana se ha visto alterada por muchos factores en muy poco tiempo, nuevo Estatuto, déficit en infraestructuras, apagón de Barcelona, llegada del AVE (con retraso) etc. Esta situación ha dado la oportunidad a algunos generadores de opinión a poner de moda la figura del “català emprenyat”
Por todo ello, esta sociedad cabalga entre el escepticismo y la esperanza. Escepticismo porque tras muchos años de crecimiento sostenido y de mirarse el ombligo, otros han evolucionado más y mejor. Esperanza porque se espera mucho -¿tal vez demasiado?- del nuevo sistema de financiación y de las oportunidades que a partir de ahí se van a generar.
A pesar de todo, nunca en Cataluña se ha vivido mejor que hoy, con todos los matices que se quiera, el bienestar general es muy elevado. Pero por encima de todo, la convivencia y la cohesión social son los valores más preciados de esta sociedad. Eso deberían entenderlo los profetas del desastre, de aquí y de allí, y harían bien en evitar advertencias de falsos cataclismos que sólo buscan sembrar cizaña. Porque Cataluña es y será una sociedad mestiza… o no será.

Bernardo Fernández Publicado en ABC 10/09/08

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