BEATO, EL HOMBRE DE LA RECONQUISTA

Dedicado a mi amigo José Manuel Benito. Por preguntar.

A este lado de los Picos de Europa, inmersos en una orografía que solo permite extender la mirada, por encima de las montañas, en dirección al cielo, hace más de mil años surgió, la chispa de una profunda espiritualidad, germen de la que llevaría años más tarde a sus habitantes, a extenderse por los territorios de los que recientemente habían sido desahuciados. Este impulso no se frenó cuando consiguieron llegar hasta la orilla del mar, sino que se mantuvo, de modo que permitió cruzar el océano, descubrir y finalmente conquistar un continente. Conquistar en el sentido romano del término, esto es, dándoles una cultura, una lengua, una tecnología y una fe.

Esta espiritualidad, traída por los primeros cristianos, a través de las montañas, desertizando el Duero, pudo prender en un sustrato abonado por una recia religiosidad de origen celta, de la que hay restos en las estelas halladas en los castros hallados. Pero fue esencial el papel jugado por Toribio “el Monje”, que supo reunir a la grey que se comenzaba a congregar tras las montañas, en torno al pequeño cenobio que fundó, para poder prestar su misión de servicio espiritual a los demás.

La travesía de El Estrecho por parte de los islamitas, propició a gran número de religiosos atravesar las montañas, desde toda España. Y es que veían aquí, un lugar en el que podían salvar su fe, sin perder al hacerlo sus propias vidas. Estos religiosos aprovecharon el viaje para poner a buen recaudo buena parte de sus bibliotecas, que para ser salvadas de las llamas del Islam, fueron traídas por ellos.

Más tarde, los restos de otro Toribio, que había sido obispo de Astorga, fueron trasladados a la Liébana, junto con el Lignun Crucis que en su día había traído de Tierra Santa. La importancia de esta reliquia es mucha, entre otras razones, por ser el trozo mayor de la cruz donde murió Nuestro Señor. En dos ocasiones más, fue necesario protegerlo de quienes la querían robar o destruir: la invasión napoleónica y la Guerra Civil.

Aquí vivió el monje llamado Beato, autor de un Comentario al Apocalipsis de San Juan, texto que se hizo trascendental en los años posteriores.

También fue Beato una de las partes, en unión al obispo de Osma, que se manifestó en contra de la herejía, el Adopcionismo, defendida por el arzobispo de Toledo (casiná), según la cual negaba la divinidad de Cristo. El debate lo perdió éste último, claro que Beato tuvo por aliado a Alcuino de York, que por mediación de Carlomagno, supo poner de su parte al Papa.

A Beato también se debe el inició del culto al Apóstol Santiago. «Oh verdaderamente digno y más Santo Apóstol que refulge como áurea cabeza de España, nuestro protector y patrono nacional, evitando la peste, … ”, escribió.

Pocos años después, el rey Alfonso II supo convertir el culto a Santiago, tras el descubrimiento de la tumba del Apóstol, en santa peregrinación.

Este semillero de resistencia teológica, se convirtió en el impulso que precisaba la Reconquista, adormecida por unos reyes «vagos». La obra de Beato fue ese revulsivo,  imprescindible ante el permanente acoso de los musulmanes, porque sirvió para mantener vivo el sentimiento de lucha y la necesaria unidad en torno al motor que les unía, su fe.

 © Miguel Reseco

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