jueves, 6 de enero de 2011

Jorge VI. El Rey que no podía decir «King».


El Rey que no podía decir «King»


El éxito del filme «El discurso del Rey» se basa en la verdadera historia de un terapeuta australiano que enseñó a Jorge VI a pronunciar la «K»


EMILI J. BLASCO / LONDRES


Día 06/01/2011 - 06.30h
 
Después de semanas de «Georgemanía» en el Reino Unido, con motivo del estreno de «El discurso del Rey», finalmente los ingleses podrán ver a partir de mañana la película sobre el tartamudo Jorge VI, ya en pantalla en España y otros países. Si en ocasiones la ficción supera lo real, en este caso la ficción brinda la realidad, recuperando una historia que parecía sepultada bajo los escombros de la Segunda Guerra Mundial.

La gran epopeya inglesa de mediados de siglo XX transmitida a las nuevas generaciones enlaza el heroísmo de Winston Churchill con el reinado de Isabel II, olvidando la intrahistoria de un rey que no nació para serlo, que tuvo que luchar contra su tartamudez en la era del nacimiento de la radio y que a pesar de su aparente falta de preparación supo aglutinar a su nación frente al agresor nazi, demostrando ser «el hombre correcto en el tiempo correcto», como ha escrito el autor Nigel Farndale en «The Sunday Telegraph».

La vida de Jorge VI, monarca entre 1936 y 1952, está llena de ironías, como el hecho de que no podía pronunciar la letra «k», por lo que le era imposible referirse a sí mismo como «king» (rey). También es irónica su muerte, pues aconsejado a fumar para combatir su tartamudez —un recurso equivocado—, murió de cáncer de pulmón a los 56 años, pasando la Corona a su hija Isabel.

Bertie, como era conocido en la Familia Real, nació en 1895 como príncipe Alberto; luego sería elevado a Duque de York. Menos apuesto y comunicativo que su hermano mayor, sin la preparación para el trono que éste tuvo, se vio de pronto con el cetro en la mano cuando Eduardo VIII se vio obligado a abdicar para poder casarse con la divorciada estadounidense Wallis Simpson. Jorge VI sucedió a su hermano en medio de una crisis institucional y de una crisis bélica.

«El discurso del Rey», protagonizada por Colin Firth y que cuenta con Helena Bonham Carter en el papel de su esposa (luego conocida como Reina Madre al enviudar), sigue el surgir de la figura del monarca a través de su lucha personal contra la tartumudez. Pasó de la mayor humillación y ridículo en su primer discurso ante un micrófono (la clausura de la Exposición del Imperio Británico de 1925 en Wembley) a una impecable declaración de guerra contra Hitler a través de las ondas. Se ganó la simpatía de los británicos, aglutinados alrededor de los receptores de radio para escuchar su mensajes, por su ejemplo de tenacidad personal y por su deseo de permanecer en Buckingham Palace a pesar de los bombardeos. Aquel mal trago del discurso en Wembley convenció a su esposa de la necesidad de una urgente reacción. Fue ella quien, después de haber probado diferentes doctores del establishment, contactó con un logopeda poco convencional de origen australiano que se había instalado en Londres. Lionel Logue se negó a tener las sesiones en palacio y obligó a su paciente a que acudiera a su consulta en unos bajos. Durante 10 meses tuvieron 82 sesiones.

La propia Reina Madre fue consultada hace años sobre la posibilidad de realizar un filme sobre esta historia y puso como condición que se esperase a su muerte para concretarlo. El guionista, David Seidler, así lo hizo, y ha contado con el diario y otros papeles de Logue, que creía que la tartamudez de Jorge VI podía estar vinculada con la figura dominante de su padre, Jorge V, quien forzó a su hijo a dejar de ser zurdo. Logue le convenció de que su problema era físico y que podía resolverse con ejercicios, evitando con ello provocarle una falta de confianza en sí mismo. También le hizo cantar palabras que le costaba pronunciar, y soltar tacos con fuerza, porque los tartamudos se atrancan menos cuando se enfadan.

Para el discurso más trascendente de su vida, en el que Jorge VI declaró la guerra a la Alemania nazi, Logue ideó una particular estratagema. El mensaje lo pronunció de pie, en una antesala, con la ventana abierta para que corriera el aire y sin chaqueta. En la estancia sólo estaban él y Logue. Cuando el Rey concluyó sus palabras de manera calmada, Logue se dirigió a él ya no como Bertie sino como «Su Majestad».












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