Cuarenta y cinco

Cinco años pasaron desde que me encontré otra vez con el espejo.

Ya no me queda una sola de las certidumbres que me habitaban. Se escaparon de mis manos como polvo, inasibles.

En estos cinco años viví extremos emocionales que cuesta enumerar. Desde las cimas estratosféricas de la esperanza y la fascinación del descubrimiento, a envenenarme la sangre con la traición y la ruindad más horrorosa.

Conocí a una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo. Un hombre iluminado, cándido, complejo, de horizontes cósmicos. Se convirtió en un amigo entrañable, de conversaciones eternas entre cervezas no muy frías y cigarrillos apestosos. Una persona que nos infundió esperanza y pintó el futuro de colores hermosos. Alguien que me hace añorar Bangalore, hazaña sin par 🙂

Conocí también al más rastrero de los humanos. Mercader de espejitos y estafador de poca monta. Me ha robado años de vida, se la ha robado a toda mi familia. Nos ha envejecido el corazón y su presencia en el mundo evoca facetas mías que no quería tener; a veces solo me duermo matándolo, su cara desecha, su tráquea rota bajo mis puños que no quieren dejar de golpearlo.

Pero todo tiene cura, incluso los asesinos que nos arrullan. Creo que en mi lustro anterior el hilo conductor fue una resignación budista, sonriente, agradecida de cualquier rayo de luz. El sello de este lustro parece estar entre un estoicismo combativo -los golpes son pasado, hay trabajo que hacer- y una amplificación de una voluntad kamikaze de querer hacer el bien.

Emergimos activistas, voluntarios, decididos a no dejar nada como estaba, a poner el cuerpo, en particular los hombros, y empujar las cosas a su lugar, las apatías hacia el costado y los obstáculos a la chingada.

Parte de esta historia se cuenta en el libro que escribió Bárbara, otras partes vendrán en poco tiempo. Hay algunas cosas que estoy haciendo que tienen el potencial de cambiar para siempre la historia. No es hipérbole, llevo 18 meses del vértigo más salvaje, y ya muchas señales dicen que va a cuajar.

Bárbara, que la invoqué. Sigo descubriéndole grandezas, su integridad sigue férrea, su generosidad «insalubre»; su amor como alas de cigüeña que nos arropa pero también nos lleva a volar. Sigo admirándola embelesado, 17 años después. La razón de mis plurales y buena parte de mi supervivencia.

Cuarenta y cinco años. No soy otro, pero no soy el mismo. Resulta que a mi «YO, completo» de los cuarenta le esperaba un tramo del camino que no le puedo recomendar a nadie, pero repetiría tantas veces fuera necesario para estar otra vez acá, donde estoy: sentado en la cama, los niños dormidos, cuidando a Barbie que no se siente bien, y viendo abrirse unas puertas a un futuro de putísima madre.

Stay tuned.

Bye bye, redes

Voy a arriesgar una hipótesis sobre por qué estamos más listos para dejar las redes sociales hoy que antes. En mi caso, nunca Facebook fue «ideal» para mí, y llevo desde noviembre pasado un proceso lento de desconexión y desinterés por Twitter. Ahora que llevamos unos 5 meses de campañas electorales encima, cada vez saco más gente de mi pantalla y no siento nunca la necesidad de sumar a nadie.

En los ’90, fue Hotmail. Usando un browser podíamos entrar a un website y mandar un mensaje al otro lado del mundo sin configurar nada. Había que esperar que el modem dejara de hacer ruiditos, pero eso ya lo teníamos incorporado.

En los 200x, fueron los blogs. «Si sabes enviar un correo por Hotmail, puedes escribir en un blog» fue mi pitch a mucha gente que tenía cosas para decir, y no dónde. Pero el número de gente que adoptó blogs como espacio personal fue minúsculo comparado con los webmail.

En 201x, las redes sociales explotan y TODOS estamos ahí. Nosotros y las empresas. Nosotros y los medios. Nosotros y las celebrities. TODO compite por nuestra atención, porque el día sigue teniendo 24 horas y lo único que logran es que agotemos antes la pila del celular.

Todas estas cosas vinieron acompañadas de una ampliación de horizontes. Mi voz pasa desde el más ignoto anonimato a tocar a gente de todo el mundo. La gente pone en sus perfiles «Celebrity X me dio RT el 23 de mayo de 2014». Lo único inaccesible es el control de nuestro tiempo.

Ya conocemos las deformaciones. Los titulares con listas cuyo duodécimo item te sorprenderá. La incesante demanda de permisos: dame tu ubicación, déjame mirar tus contactos, ahora quiero mandarte notificaciones. Quiero escribir cosas en TU pantalla cuando crea conveniente.

Voy a interrumpir tus conversaciones para decirte que tu compañero de primaria piojoso y de mal aliento acaba de subir la foto donde aparece comiendo con sus compañeros de trabajo. Voy a hacer vibrar tu teléfono contra tu pecho igual que cuando el banco avisa que pasó un cheque.

Y como conocemos las deformaciones, ya tenemos tiempo experimentando las consecuencias. El medio «nativo digital» de contenidos innovadores ahora es 70% porno. El diario «serio», copado por videos de un minuto con tres de publicidad antes, o GIF mudos con texto y fotos de stock.

Tardé pero llegué: ya estamos listos para irnos, no porque la privacidad vale más que antes, ni porque encontramos la siguiente adicción. Lo que pasó es que ahora sabemos con dolorosa claridad que no estamos recibiendo NADA.

La alegría de ver gordo y enfermo a tu bully de secundaria se desvanece cuando te ves en fotos de 8 años atrás con ropa que no te entra más. El estímulo intelectual de recibir noticias instantáneamente se agota al 58º gatito tierno. Tu causa me importa un cuerno. Tú igual.

Entonces ahora las redes sociales son una CARGA. Una marea de trivialidades que jode todo el día sin producir ninguna externalidad positiva. Ya no las asiste la fascinación del descubrimiento, la expansión de horizontes o la recompensa del «me gusta» al ego.

Ahora son un trabajo: hay que verse bien para la foto, recorrer el feed para dar los «likes» que suplantaron las relaciones humanas, recordar hacer check in, et cetera. Tanto y todo para nada.

Los titulares escandalosos en los medios sobre Cambridge Analytica y Facebook son lo mismo que las 34 cosas que no sabías sobre un tema que no te importa: relleno intrascendente para mantener presa una tajada de tu atención, no sea que baje apenas la estadística.

Estamos leyendo en español una cuarta capa de opinología sobre un tema que nadie investigó. Llevan 20 días dándote columnas de opinión sobre lo que otros medios empujan como relleno en sus propios espacios. No tienes conocimiento nuevo, no recibes valor alguno por tu tiempo.

Así que no, no estamos listos para patear a las redes en el culo porque se cagan en nuestra privacidad, eso es solo el combustible actual de la indignación colectiva. Nos vamos porque no sirven, y ahora se les nota dolorosamente.

Cuarenta

Me dio más susto en octubre que ahora en noviembre. Entro a los 40cuarentaCUARENTA en calma.

Alberto Cortez le dio mala fama a esta fecha, un estigma trágico de frontera, de punto de inflexión. Sinceramente espero durar más de 80 años, pero al mismo tiempo no sé si vale la pena aferrarse tanto que se difuminen los recuerdos y las sonrisas.

Mi «tradición» (en su tercera temporada) de sacar cuentas cada 5 años no muestra todo lo que pasó. Entre la última vez que miré alrededor y hoy, pasaron vidas enteras.

Crecí. «Maduré» para acompañar las canas que llegaron sin pedir mi opinión. Me entiendo mejor, y también me pregunto menos cosas. Fluyo. Aprendí a conciliar cosas, facetas mías que a veces intenté separar u ocultar sin mayor excusa. Me siguen inflamando las mismas injusticias, me siguen erizando las mismas sinrazones, y también descubrí que me puede invadir y habitar una empatía asombrosa ante un desconocido.

Entro a los cuarenta casado con una mujer con la que no me hubiera atrevido a soñar, porque era descabellado. Con dos hijos que me enseñan cosas nuevas cada día, de los que quiero contagiarme cada día el valor desmedido, sonriente, y el amor presto. Tengo amigos que toleran mis asados. Tengo una empresa, la novena, que me entusiasma igual que la primera, hace dieciocho años. Tengo suerte. MI suerte.

Hoy es un día como cualquiera, el que cambió bastante soy yo. Pero no soy otro. Soy YO, completo.

Argentina: nunca más carta blanca

La mejor forma de convertir un candidato estelar en un imbécil de proporciones apocalípticas es permitirle gobernar un tiempo. La propia dinámica del gobierno, las enormes fuerzas que actúan en «la vida nacional», garantizan que por cada acierto, falla y hasta estornudos del depositario de la esperanza de los votantes, habrá quienes lo vean como el peor enemigo de su rincón del universo.

Esto en Latinoamérica es más pronunciado, porque la corrupción y los personalismos son de las prerrogativas básicas que componen los fueros del mercenario electo. Basta que cualquier persona forme parte de un gobierno un tiempo, para que podamos descubrirle varios pecados por acción u omisión.

¿Entonces no hay nadie limpio? Claro que sí, pero esos no duran. La política es un negocio de equipo y si no eres «productivo» en tu puesto, en ingresos o provisión de plazas para instalar amigos, pondrán a alguien que sí lo sea.

Dadas estas condiciones de juego, con todo este lodo en el campo cubriendo oficialismo y oposición por igual, el peor enemigo del ladrón con fueros es una población despierta. Por eso el camino elegido por varios gobiernos latinoamericanos fue el de los subsidios y dádivas a sectores de la población que luego actúan como primera fuerza de choque para acallar o restar legitimidad a cualquier protesta o desacuerdo.

Hoy Argentina vota al próximo presidente. Esa persona estará obligada a gobernar por los próximos 4 años y como contraprestación se la colocará en la cima de la pirámide alimenticia de la corrupción y los negocios nacionales (y en el poder Ejecutivo, y en los libros de historia, pero eso es lo menos dañino).

No importa quién gane, gasten todos los aplausos esta noche. Hagan el experimento de tener un gobierno con toda la población en contra. Abandonemos en toda Latinoamérica -país por país, elección por elección- el estigma colonialista de entregar el poder a cambio de espejitos de colores.

El canto de sirena del «marketplace»

Llevo bastante tiempo escuchando ideas de negocios que invariablemente tienden a ubicarse entre oferta y demanda (maldigamos colectivamente a Uber), como si esa fuera la garantía mágica de rentabilidad: X tipo de transacción ocurre, yo puedo hacer que ocurran en mi jardín vallado y ganar comisiones en el proceso.

X es cualquier cosa desde servicios “auténticos” para turistas, a citas en salones de belleza, a paseadores de perros.

Y no está terriblemente mal querer colgarse y extraer valor de esas dinámicas preexistentes, pero hay que tener cuidado con un par de cosas:

  1. Pasas a tener que convencer a dos audiencias muy diferentes de que tú traes la solución correcta y deben dejar de buscar alternativas.
  2. Tener un gran éxito con una de las audiencias solo es el primer paso para intentar convencer a la otra. El segundo paso es que tu solución sea la buena para ellos.
  3. Tendrás un porcentaje menor del valor global de las transacciones, mientras asumes un altísimo porcentaje de riesgo que no se contrarresta con términos y condiciones defensivos.
  4. Aunque tus términos sean correctos, tu reputación recibe todos los golpes. Mientras que el cuidador de hurones semi-anónimo resiste accidentes siendo insolvente y su reputación está atomizada entre clientes que no se conocen entre sí, tu reputación se agrieta globalmente cada vez que alguien dice «Compré X via abcPlace y salió mal, never again». No serás enjuiciable, pero dejas de ser confiable; bastante peor.
  5. En las presentaciones de este tipo de negocios se suele poner énfasis en evaluar a los prestadores de servicios para evitar indeseables. Se compromete mucha energía en contratar un equipo de evaluadores y desarrollar métodos de detección de manzanas podridas. ¿No sería productivo invertir todo eso en contratar plomeros?

Instintivamente me parece una posición débil, comparada con identificar demanda para un producto o servicio y proveerlo, quedándote con márgenes amplios. Como los perros huelen el miedo, creo que los clientes huelen la falta de compromiso en el que dice «Yo solo los conecto, la relación es entre ustedes».

Para cerrarme el pico, por supuesto están los Uber, Airbnb y compañía. También para mostrarte que este segmento de mercado no tiene absolutamente nada reservado para los moderados. Go big, or go nowhere.

Coffee Shop Publishing, un modelo de negocios

Quiero crear un nuevo segmento de medios digitales: de contenido abierto, sin publicidad, cuyos autores son líderes de su mercado y unos 20,000 suscriptores paguen USD 3-4 al mes por estar, participar y compartir con los autores.

¿Quién no quiere facturar un millón de dólares por año, y romper algunos mitos en el camino?

Llevo mucho tiempo inmerso entre medios digitales y en estos años he visto muchos (y algunos my buenos) intentos por afianzar la visión del negocio detrás de lo editorial. También he visto puertas cerrarse e ingresos caer por múltiples razones, la intrusión publicitaria no la menor de ellas.

Anécdotas y malinterpretaciones

Aunque a «la industria» le encanta publicar récords de ventas globales y cómo la inversión publicitaria en Internet supera a otros canales tradicionales, lo cierto es que a nivel individual los ingresos por publicidad caen: Google y Facebook se llevan cada vez más, las agencias de medios prefieren comprar en un solo punto que gestionar jaurías de medios chicos y en el fondo, entre dientes y solo de noche, algunos admiten que la publicidad en forma de banners, layers y links patrocinados no sirve tanto como quienes la venden quieren aparentar. Si por cada billete de USD 10 que me das, te regreso USD 12 en rendimiento, nunca se te acabaría el presupuesto para darme, ¿verdad?

La publicidad de «display» está condenada a ofrecer retornos marginales decrecientes para el anunciante. Ya ocurrió con la TV, donde cortes comerciales estridentes y poco relevantes lograron que servicios como TiVO, que ofrecen la posibilidad de saltarse los anuncios, fueran bienvenidos con gran éxito. Lo sorprendente del mercado de publicidad digital fue la desmedida reacción hacia aumentar las interrupciones y los impactos publicitarios, para compensar la ceguera de los usuarios. Mientras que llevamos unos treinta años recibiendo 42-43 minutos de contenidos por hora de TV, en los últimos diez años la publicidad en Internet mutó de un banner pobremente animado a «takeovers», «pre-rolls», imitar contenido real, saltar y expandirse ante acciones distraídas con el mouse, todo tratando de exprimir un centavo extra de mi intención de leer sobre la última burrada de nuestros amados líderes.

Desde que existe la publicidad en Internet, los «hackers open-todo» quisieron llevarle la contra y existen los ad blockers. Primero en forma de archivos hosts que anulaban las direcciones de los anunciantes, después en forma de extensiones del navegador. Al margen de algunos experimentos en la época en que una Palm era cool, sentí la necesidad de instalar uno en 2007-8 cuando hubo una oleada de anuncios animados con audio que se activaban automáticamente, promoviendo un sitio/app que «calculaba la fecha de tu muerte» (y te suscribía a alguna estafa vía SMS con tu móvil, imagino). Nunca más quité el ad blocker.

Los rendimientos marginales decrecientes se sienten del lado de la publicación también. Sitios que en 2006 podían ser (apenas) rentables con unos miles de visitantes al mes, hoy necesitan mostrar estadísticas de decenas de millones para soportar la estructura que atrae toda esa atención. Google y redes sociales «conspiraron» para cambiar las condiciones de trabajo en esos medios: hay que publicar muchas cosas por día para que Google piense que el sitio es noticioso y lo presente más arriba en los resultados. Muchas notas al día proveen muchas publicaciones en redes sociales, así que hay más chance de aparecer en el momento correcto para ganarse un click. Luego la cantidad fue insuficiente y comenzaron con la psicología: los títulos que ofrecían una lista de items funcionaban porque daban una idea de variedad y amplitud de información, mientras que delimitaban el «esfuerzo» en leer el contenido. Ahora estamos sufriendo lo que alguien llamó «la explotación de la brecha de la curiosidad», que es algo tan bello y especial, que si te lo contara en detalle te sorprendería, llorarías y probablemente cambiarías tu dieta.

Esto no es nuevo, los diarios vienen haciendo algo parecido desde hace un siglo. Desde primeras planas estridentes («¡EXTRA, EXTRA!») para convencerte de comprarlo, a rellenarse con montañas de temas en conjunto irrelevantes para cualquier lector (o tradiciones que no están dispuestos a soltar para no perder páginas) como obituarios, guía de televisión, policiales, sociales, recetas de cocina, horóscopos y suplementos de cualquier tema y color.

Lo que duele es que es bastante evidente a esta altura que el modelo de los diarios no tiene un futuro brillante, entonces cuesta explicar por qué tanta gente se empecina en repetir ese modelo en los medios digitales. Entiendo que las redacciones ya están armadas y el mismo becario que escribe el horóscopo para el papel puede republicarlo online, pero eso de hacer lo mismo y esperar diferentes resultados viene fallando desde que el mundo es mundo.

Por otro lado está el tema de la confianza. Toda esa pasión por la optimización y maximización de ingresos por centavo invertido produce situaciones -inocentes o no- en que el equilibrio editorial que se pregona como la virtud última de medios serios, se arrodilla al servicio de «robarte» un click que deje una comisión. Hay un concepto más o menos viejito, pero que se repitió bastante este último año hablando de los oscuros motivos de Facebook: cuando te ofrecen un servicio gratis por el que un tercero paga, el «producto» eres tú.

Otro día hablamos de las traiciones menos automatizadas, como el columnista que defiende tenazmente al gobierno en su página de opinión, y cuando vamos a su blog personal encontramos mucha publicidad de entidades estatales que, oh casualidad, eligieron anunciarse ahí.

Se construye la Gran Muralla de Pagos

Nadie me va a instalar una estatua por descubrir esto, los medios llevan años explorando vías para compensar la caída de ventas con otros ingresos y el resultado más prominente es la «paywall», que adquiere diversas formas entre cerrar por completo el contenido a quien no paga y abrir un cierto número de notas o algunos sectores del sitio al público, reservando partes a usuarios registrados o pagos.

Pocas cosas me hacen sentir TAN bienvenido como cuando un medio pone delante del contenido «Esta es una de las veinte cosas que te autorizamos leer este mes en el New York Times» (y una de cinco en el caso de un «Boston whatever» que ya no visito). Y mientras que nada me obliga a leerlo, ni nada los obliga a ofrecerme su material gratis, el contexto actual de diseminación de información en redes sociales genera una desconexión entre su -loable, o’course- valuación del producto y la mía. ¿Debo llevar la cuenta yo de los clicks que doy en Twitter para no excederme? ¿Debo suscribirme por las dudas el click número 21 sea realmente el que me va a iluminar la vida? ¿Vale lo mismo seguir diariamente a Krugman que leer sobre un accidente en Queens que mi amigo ciclista puso como ejemplo? ¿Debo pagar una suscripción al WSJ para leer la misma columna de Oppenheimer que aparece abierta al público en el IHT?

Hace poco (creo que Pew Research) publicaron un estudio sobre «la apreciación de los millenials sobre el valor de noticias y medios» o algo así. Una de las citas clave de uno de ellos era «Creo que está mal que pretendas cobrarme por contarme algo que ocurre. Las ‘noticias’ circulan y me llegan; si explotó un edificio en NY me voy a enterar igual, así que no sé cuál es tu razón para cobrarlo». Mi apuesta: su razón se apoya en un modelo obsoleto de cuasi-monopolio en la difusión de noticias y en la apreciación editorial de qué es noticia y qué no, con base a escasez de espacios y restricciones económicas (temporales, «ediciones», papel, etc.) que hoy no tienen el mismo peso gracias a Internet y la disponibilidad de tecnologías superiores de interconexión y difusión de información.

Y digamos que lo que gano suscribiéndome es monumentalmente superior al costo. Supongamos que no me importa ensuciarme las manos y compro los 150 g de papel de un diario gordo. ¿Qué me espera en el interior? Lo mismo que vengo listando: horóscopos, crucigramas, obituarios, policiales, sociales, agro, relleno, relleno, relleno, columnistas con varios patrones, anuncios de entidades estatales (en Latinoamérica el estado es casi indefectiblemente el mayor anunciante y a veces supera el 50% del presupuesto publicitario del mercado) y páginas completas anunciando nuevos modelos de autos que no voy a comprar.

Algunos medios digitales toman una decisión bastante decente y no muestran publicidad a usuarios registrados (que paguen, en general), lo cual me parece muy racional. Además, la pérdida marginal por no mostrar ESOS anuncios es exactamente $0.0000000 y todos felices. Los operadores de cable deberían recordar eso, yo todavía recuerdo cuando en los ’80 postulaban como gran ventaja de la suscripción que no ponían publicidad, por ser un servicio de pago.

¿Dónde estábamos?

Todo esto genera una relación tensa entre usuario y medio. Ser tratado a priori como parásito-freeloader no me predispone bien, especialmente cuando mi «experiencia» gratis está monetizada con tal ferocidad que mi laptop ruge para procesar la cantidad de publicidad animada que rodea un texto de 1000 palabras.

Y en medio de «te prestamos este artículo por un rato, luego vendrás a rogarnos por más», ¿nadie les avisó que el modo de consumo cambió radicalmente? Me espanta que los que consideramos al frente de la exploración de medios digitales (y son los sospechosos de siempre: NYT, WSJ, FT, etc.), si miramos con detalle, siguen suponiendo que 1) yo voy a buscarlos para 2) leer todo de punta a punta o 3) si no, salgo a la calle «desarmado».

No se les ocurre pensar que ese preciado post sobre el candidato a concejal de una ciudad que no habito es uno de los 500 clicks que doy al día en mi circulación habitual por la red. Que los clicks que doy responden en gran parte a lo que mi(s) timeline(s) filtran por mí y a mi estado de ánimo en el momento. Que el consumo de medios no es central a mi actividad y está más concentrado en momentos de ocio (los que VIVEN de eso tendrán sus terminales de Reuters/Bloomberg, yo no).

En marketing se usa mucho el concepto de «share». Share of wallet nos hace pensar en qué es prioritario para una persona, y eso suele dirigir y ordenar sus compras (Maslow, etc.). Share of mouth fue todo un descubrimiento para mí: Coca-Cola no solo compite con Pepsi, también con agua del grifo, frutas y hasta hamburguesas, porque tomarse un refresco quita el hambre -de cualquier cosa- por un rato y con la panza llena de Big Macs no entra tanta Coca.

Con esos conceptos en mente, ¿qué están haciendo los medios para competir por mi cada vez más pobre share of attention? Listas de fotos de gatitos, promesas de emociones exasperadas y si consiguen el codiciado click «Tres más y se te acaba, rata, y mejor dame tu email para mandarte basura o encuentra tú solo cómo cerrar esto que oculta lo que te prometí que leerías».

Nada de eso hace que yo me sienta parte del asunto. La relación del 99.98% del planeta con los medios es casual y creo que estas tácticas pueden tener un efecto paliativo en el corto plazo, mientras todavía queda gente que recuerda el modelo pasado de los medios, y son los mismos que siguen consumiendo papel. A mediano plazo, no nos veo queriéndonos tanto como cuando te admiraba de lejos, NYT.

Quizás haya un modelo mejor

El modelo de capitalismo olímpico™ «Citius, Altius, Fortius» está peleado con las empresas periodísticas. Se discute (¿Jay Rosen?) si deberían tratarse como casos de responsabilidad social empresaria y financiarlas sin esperar ganancias. Nadie duda de lo indispensable del periodismo, pero creo que los esfuerzos por convertirlo en una actividad empresaria rentable han fallado en generar ganancias de largo plazo o periodismo genuino de ética irreprochable. Parecen mutuamente excluyentes.

Me excede por completo resolver ese asunto, pero creo que hay una oportunidad para crear un segmento de medios digitales rentables sin publicidad y con una relación no-antagónica con los lectores.

El título de este post nace de la aparente diferencia de criterio que esa masa amorfa que llamamos «la gente» (esos millenials de unos párrafos atrás, por ejemplo) aplica al valuar el aporte de medios a su vida.

En parte cobijados por alguna definición sesgada de qué es el derecho a la información, y también porque hasta hace un tiempo la publicidad era suficiente y los medios no cerraban sus puertas, estos tipitos -tú y yo- se resisten tenazmente a pagar por medios. Cuando el NYT anunció su paywall «suave», el mismo día aparecieron notas en blogs y foros sobre cómo resetear el contador para seguir leyendo más allá de los 20 artículos/mes que el diario definió como suficientes.

Por otro lado, esa misma gente no duda en pagar por instalarse en un café con su laptop conectada al wifi del lugar. Más de una vez he comprado -corriendo- un refresco solo para pasar sin vergüenza al baño de un café cualquiera.

Así el emprendedor que emplea a 5 personas y renta un local para vender café tiene más probabilidades de facturarle al humano promedio que el emprendedor que emplea a 5 personas y renta una oficina para publicar un medio. La diferencia, creo, está en una percepción de valor desconectada entre los actores en la transacción.

El celo profesional del periodista para investigar información y validar fuentes no se aprecia del otro lado de la mesa. Quien hace de eso la base de su valuación para decidir suscribirse y pagar por un medio, ya está suscripto. Nuestro problema es el restante 99.9999998% de la población mundial, quienes se preocupan poco por quién escribió la nota, y mucho por cómo llegaron a ella, para determinar su valor. El mecanismo social de filtros y descubrimiento le gana al editor sagaz. Y, siendo sinceros, el 95% del contenido de los medios es igual dentro del mismo segmento, a excepción de algunas columnas. Todos los blogs de tecnología (y moda y juegos y diseño y publicidad) hablan del iPhone a coro, todos los diarios repiten las consignas presidenciales sin falta.

Mi respuesta a esto es un medio con diferente estructura. Sin redactores anónimos creando relleno porque no hay publicidad. Menos «periodístico», porque llevo varios párrafos insistiendo que el periodismo no es negocio. Google no juega un papel central en la provisión de tráfico, así que tampoco hay que hacer acrobacias de lenguaje para alimentar iniciativas de SEO. Tan centrado en un tema o tan ecléctico como decidan sus autores, pero sin un mandato que cumplir.

Los autores no son columnistas ni opinólogos/todólogos, ni este es su principal ingreso. Son expertos en algo, con trayectoria profesional de campo. Publican dos o tres veces a la semana. Sus afiliaciones políticas, empresarias, ideológicas son claras. El medio opera como una vitrina y no es necesario usar pseudónimos ni ocultar datos.

Imagina a cinco creativos publicitarios comentando campañas y lanzando ideas al aire. Ahora imagina que cada uno tiene un par de Cannes Lions en su escritorio. O dos ex-futbolistas, con un periodista deportivo y un DT invitado. CEOs de empresas, abogados prominentes, diseñadores, arquitectos.

En cada uno de esos ejes temáticos hay gente consumiendo y publicando opiniones e información que bien puede entender la propuesta de valor de hurgar el cerebro de líderes del segmento y participar en esa comunidad de ideas.

El texto estaría abierto al público, porque al fin el medio es vitrina y queremos que se comparta lo que publicamos. Los comentarios estarían disponibles solo para suscriptores, y se me ocurre que podría ser interesante ofrecer la posibilidad que el autor del comentario defina si quiere que sea visible al público o no (a suscriptores siempre), para tratar temas con algún grado de delicadeza.

La salsa secreta sería un chat o foro privado donde se puede hacer preguntas y ofrecer respuestas, donde los autores/dueños participen activamente y el contenido que se comparte sea relativamente valioso. Que cada medio se convierta en un place to be, como fueron algunos blogs antes de la avalancha de spam y trolls. Que algunos temas del chat/foro se publiquen como artículos y le den mayor exposición a los autores.

Una ensalada gigante entre grupos de LinkedIn, subreddits, blogs y foros, en un espacio (¿Medium?) privado, bajo el control de los autores. Creo que con la mezcla correcta de perfiles de autores, frecuencia de publicación y calidad de interacciones, tiene que haber en toda Latinoamérica, para casi cualquier tema, entre 10,000 y 20,000 personas dispuestas a pagar USD 3 o 4 por mes para sentarse a esa mesa.

Aprender a emprender: Founder Institute en México DF

Screenshot 2014-12-02 15.21.52Cualquiera que haya pasado por este blog sabe que me interesa (y me preocupa) el estado del ecosistema de emprendimiento mexicano. Y también que, si bien hay variados factores preocupantes, el que más me llama la atención es el nivel educativo que padecen los que aspiran a emprender en México.

Con esta curiosidad, cuando Celeste me acercó la idea de organizar una generación de Founder Institute en México para 2015, aplaudí de gusto y acepté corriendo.

Founder Institute es una aceleradora de ideas que opera en más de 70 ciudades y ya lanzó más de 1000 startups. Me gusta su programa más que el de otras incubadoras/aceleradoras del mercado porque:

  • Hacen un análisis psicométrico a cada aspirante. Este estudio es un excelente predictor de la aptitud del aspirante para lidiar con todos los aspectos de un emprendimiento. Quienes pasan esta prueba y resultan aceptados en el programa tienen alta probabilidad de éxito.
  • Al entrar en la etapa de idea, FI actúa antes. Otras aceleradoras entran al momento en que ya existe un prototipo del producto en marcha, por ejemplo. Al entrar antes es posible validar y corregir rumbos antes de quemar recursos detrás de objetivos mal definidos.
  • El formato es más similar a un programa de entrenamiento dirigido a gente que tiene una startup en mente. Es -pienso yo- una relación entre FI y la startup más transparente que el de inversión más mentoría standard en incubadoras.

La ventaja que le veo a esto es que al final del proceso el emprendedor tiene una empresa constituída, que ya pasó por varias rondas de crítica y redefinición, lista pasa salir a ofrecer un producto o conseguir inversión si fuera necesario. Pero no me lo creas solo a mí: mientras que según varias estadísticas solo un 10% de las startups sobreviven el primer par de años, de las que pasan por Founder Institute, 87% sobreviven por tener bases más sólidas y una red de soporte mundial.

Como parte de las actividades de difusión, tenemos planeados varios eventos, comenzando con uno el próximo miércoles 10 de diciembre a las 19:00 en ThePool.mx. Tenemos invitados a graduados de generaciones anteriores para que cuenten su experiencia y habrá una barra cerveza y mezcal para brindar por futuros éxitos.

Para saber más sobre el programa y registrarse como aspirante, toda la info está en FI.co. Vamos a aprender un montón.

A 25 años de Tiananmen

Dice un tango que veinte años no es nada. Dice un aforismo que la juventud es una enfermedad que solo el tiempo cura. Dicen que viajando se fortalece el corazón

Hace 25 años el gobierno chino masacró a más de 2600 estudiantes, para acallar sus pedidos de democracia. Parece una eternidad. Hace 25 años que «Tank Man» detuvo toda una columna de tanques con dos bolsas de supermercado.

Tan poco sabemos de esa época y esas latitudes, y tan efectivo ha sido el aparato estatal chino para desmenuzar el recuento de los hechos, que solo tenemos una foto de ese incidente y más tarde se publicó su versión amplia, que muestra la marea de tanques que mandó Deng Xiaoping para explicarle a los estudiantes que la democracia es de esos vicios occidentales que no van bien con las tradiciones milenarias chinas.

Vista amplia de Tank Man, el ícono de las protestas de la plaza Tiananmen

Vista amplia de Tank Man, el ícono de las protestas de la plaza Tiananmen, por Stuart Franklin

Me admira esa energía irrefrenable que enciende a los estudiantes generación tras generación. Desde La Bastilla hacia adelante, los movimientos revolucionarios han sido «cosa de jóvenes». Desbocados idealistas que chocan contra cualquier poder, casi siempre sin plan ni método. Me duele que casi siempre pierdan, pero es cierto que una cierta estabilidad se agradece.

El Bloody Sunday en Trafalgar Square, el Mayo Francés en la plaza de la Sorbona, los chinos en Tiananmen, mexicanos en Tlatelolco, egipcios en Tahrir, los turcos en Taksim. Parece no haber freno a la energía joven que no acepta barreras artificiales. Mientras ellos tengan banderas que levantar, el mundo será gradualmente un mejor mundo.

Y que nadie se queje de la explosión demográfica, que 20 años no es nada y quizás esté naciendo la generación que por fin nos libere del todo.

El poder de uno

Lo voy a llamar César, porque seguro tiene nombre.

César tuvo un mal día, quizás no el primero en la semana. La cereza del pastel fue este grupo de fulanos que por alguna causa se le montaron en el radar, y decidió que había llegado al límite. Quizás uno se hizo el loco en la fila, o querían pasar con demasiados bolsos de mano. Sea lo que sea, algo despertó un «Se acabó, a este me lo chingo» en su cerebro.

César hizo lo único que su limitado poder le permite: tú no vuelas hoy. La letra chica de cualquier «acuerdo de servicios» de aerolínea contiene suficiente margen como para que nadie vuele nunca. Por los tatuajes, o por la falta de higiene bucal, te quedas en tierra, papacito.

Los panteones se quejaron, llamaron a la Policía Federal y volaron, no sin antes armar revuelo en cuanta red social tuvieron a su alcance. Gracias a eso, ayer varios ejecutivos de la aerolínea tuvieron que dedicarle tiempo a «una bomba explotando en redes sociales», como dijo alguien en una reunión. De paso, necesitan algo de ayuda en delegación de responsabilidad y gestión de crisis.

Ríos de pixels se escribieron en cuanto medio anduviera pescando noticias en una tarde lenta. Tuvieron que salir a decir, con esa voz impersonal, plastificada, de «marca», que se iban a poner a investigar qué pasó. Quizás César se quede sin trabajo.

No fue TODA INTERJET conspirando contra los tatuados del mundo*. Fue César, en un mal día. Hastiado, enojado por algo, según ellos perpetró un error de criterio. Piensa en esto la próxima vez que creas que poner en tu bio de Twitter «estas son mis opiniones y no reflejan lo que piensa mi empleador» sirve para algo.

* Pero por supuesto, ese empleado en ese momento es toda Interjet.

He visto a las mejores mentes de mi generación…

…ir a trabajar en optimizar las ganancias derivadas de banners publicitarios en Internet.

Una de las críticas recurrentes que se le hacen a Silicon Valley tiene que ver con la aparente superficialidad de sus actores. Suscribo en parte. Si comparamos rápido, mientras que entre los ’60 y ’80 los avances que surgieron de SV florecieron en torno al hardware y la miniaturización, posibilitando la aparición de la PC y luego haciéndola usable por gente no entrenada vía interfaces inteligentes y software destinado al usuario hogareño, la última generación de emprendedores que habita el Valley parece menos preocupada por resolver los-grandes-problemas-del-mundo y los podemos ver atraídos hacia temas que parecen banales en comparación.

Centenas de millones de personas no tienen acceso a agua potable, pero si se compraran un smartphone podrían usar Uber. La evidencia disponible sobre el calentamiento global sobrepasa cualquier medida, pero capeamos los días de lluvia con Candy Crush.

Mariano Amartino repitió durante mucho tiempo la primera línea de este post. Durante años la «industria» de la publicidad en Internet trabajó para extraer mayor valor de cada par de ojos que se pasea por la red. La cantidad de tecnología en forma de algoritmos, estadística, inteligencia y finanzas que hay detrás de los sistemas publicitarios de Google, Facebook y amigos, comprende el trabajo de hordas de científicos que logran mover millones de dólares en las milésimas de segundo que se posan tus ojos en un anuncio puesto en cualquier página web.

Le tengo malas noticias. Si eso parecía poco loable frente a los desafíos disponibles, ahora tenemos un nuevo límite inferior: Silicon Valley quiere tener voz y voto en el negocio de la marihuana, ahora que en USA se mueven hacia la legalización.

Mientras tanto, seguimos midiendo hasta dónde va a llegar el agua del mar cuando se derritan los polos.

Pero ¿quién soy yo para definir qué hacer primero?

Las noticias esenciales

Para que te pregunten cómo haces para saber todo esto sin estar pegado a la pantalla todo el día.

Estados Unidos acusa a China de espionaje

Mientras intento dejar de reírme y agradezco el esfuerzo del gobierno estadounidense por ofrecer ejemplos tan claros para explicar el significado de «hipocresía» a mis hijos, leo que USA acusa a China de espionaje cibernético, dirigido por el Ejército Chino contra empresas e intereses de Estados Unidos. Otros piensan que esto es importante porque es la primera vez que se acusa a un estado de este «crimen» que cuando lo practicamos en casa, simplemente llamamos Seguridad Nacional.

Se casa AT&T con DirecTV

AT&T anunció que se queda con DirecTV por dos y medio Whatsapp, 48 mil millones de dólares. Según especialistas esta merger beneficiará a los consumidores porque ahora cuando cualquier lluvia los deje sin servicio, solo tendrán que quejarse con una sola empresa en lugar de dos.

¿Depresión? ¿Falta de foco? ¡Bzzzzzt!

A la cantidad de cosas que diariamente le hacemos a nuestro pobre cerebro, desde Gran Hermano a Candy Crush, se suma ahora la Estimulación Transcraneal por Corriente Directa, una práctica que suma adeptos en todo el mundo. Con un aparatito a batería más un par de esponjas en la frente, miles juran que mandar corriente eléctrica directa al cerebro es LA solución a ansiedades, depresiones, distracciones y otros males, imaginarios o no.

Tony Montana y Pablo Escobar, jeques del real estate

Desde que comenzó la ola de legalización de la marihuana en el continente americano, ser narco ya no paga tan bien como antes, así que comienzan a desprenderse de sus propiedades. Se acaba de vender una casa de Pablo Escobar en Miami por 9.65 millones de dólares y podrías rentar la mansión de Tony Montana, el legendario Scarface por USD 30,000.00 por mes. Esta renta viene lenta porque dicen que de noche aparece Al Pacino con su «pequeño amigo» y te despierta.

DineroMail y la confianza destruida

Definición de SPAM para educar a DineroMail: Si una empresa desconocida te manda ofertas, es SPAM.

Definición de SPAM para educar a DineroMail: Si una empresa desconocida te manda ofertas, es SPAM.

Por deformación profesional, curiosidad inagotable y hobby relativamente rentable, sigo con atención el sector de pagos vía Internet en Latinoamérica y por eso las burradas que hacen algunos de los actores me llaman especialmente la atención.

Desde un tiempo atrás, comencé a recibir spam de DineroMail. Más específicamente Email Comercial No Solicitado (UCE en inglés). No tengo una relación comercial con DineroMail, no uso sus servicios para vender nada, ni tengo cuenta con ellos para comprar, como sí tengo en Paypal. Resumen: sorpresa.

Como tengo esta obsesión ya expuesta por saber quién vende mis datos y así caché a Buró de Crédito vendiendo sus bases de datos, al instante tuve idea de qué pasó: la única vez que interactué con DineroMail, fue para pagar una multa en Argentina. Una dependencia del Estado Argentino usa los servicios de DineroMail para cobrar vía tarjetas de crédito. Al momento del pago, ingresé una dirección de correo especialmente creada para ellos (ver imagen arriba) y a esa dirección llegó el spam.

El CM de DineroMail en Twitter no tiene idea de qué habla

El CM de DineroMail en Twitter no tiene idea de qué habla

Si usas DineroMail para vender y cobrar, es necesario que sepas que tu «socio de negocios» va a enviarle spam a TUS CLIENTES. Si no eres usuario y accidentalmente te cruzas con ellos porque alguien más decidió usar sus servicios, vas a recibir spam de parte de un tercero desconocido con quien no guardas ninguna relación.

Esa avaricia irresponsable típicamente tercermundista, fruto de legislación atrasada y sensación de impunidad, que hace elegir las peores prácticas de negocios disfrazadas de «growth hacking»: DineroMail le cobra al vendedor por cada transacción que se hace, y además, en lugar de ser invisible como proveedor de plataforma, se pone al frente ENTRE el comerciante y el cliente para conseguir una línea más en su base de datos. Vergonzoso.

Vergonzoso para mí, que todavía me sorprendo y cuento con reservas de vergüenza ajena. Las respuestas de su «portador de password de Twitter» fueron de una arrogancia y falta de empatía que pintan de cuerpo entero el estilo de la empresa para llevar adelante sus negocios.

DineroMail se apropia de la relación que con trabajo construye un comerciante en línea con sus clientes. Y si se lo permiten, se roba los datos que uno entrega cándidamente «al Estado» (ese extraño enemigo). Si hay algo para aplaudir en todo esto, son los huevos de acero de los responsables o el blindaje de sus oficinas.

Se trata de Internet, no hay otros temas

La mitad de la población mexicana cuenta con medios de acceso a Internet. Este porcentaje se duplicó en 7 años (según recuerdo vagamente) y no dudo que llegaremos al 100% de cobertura en menos de 7 años más.

Ayer mientras el senador Javier Lozano mentía diciendo que se habían eliminado restricciones a Internet en el proyecto de ley de Telecomunicaciones y bajaba un poco la ansiedad de los que protestaban contra esas restricciones, se elevaban voces que insistían «Internet es solo una parte, la #LeyTelecom tiene muchos otros defectos».

Les cambio todos los otros defectos por que dejen Internet en paz.

Si aseguramos que no haya interferencia con la red y siga siendo el terreno fértil para la creatividad y educación que ha sido hasta ahora, ganamos todos.

Claro que no todo son flores, hay bastante basura, pero ya tenemos leyes para lidiar con la basura. El Subsecretario de Comunicaciones usaba uno de los comodines favoritos de los «guardianes de la corrección», la pornografía infantil (el otro es el más genérico «seguridad» que siempre surge cuando no te quieren explicar algo), para explicar que era necesario incluir provisiones de geolocalización de ciudadanos, bloqueo de servicios y censura de contenidos, todo sin ningún requerimiento de intervención judicial, en el proyecto de ley.

¿No hay ya leyes que castigan la producción, distribución y acceso a pornografía infantil? ¿Así de atrasados estamos en México? ¿O simplemente están repitiendo la muletilla porque quieren montar su propia NSA que todo lo ve y lo puede, a la par de cagarse en los derechos de los ciudadanos? «Queremos monitorear la ubicación de todos y que los ISP guarden registro de todo para que si a alguno se le ocurre ver una foto de un menor, lo cachemos». Ok, también pongan cámaras en cada calle, cada casa, cada habitación y cada baño, porque seguro alguien tiene las mismas fotos impresas.

Joden con Internet para preservar el negocio de sus grandes amigos, los medios masivos, a quienes les deben su trabajo. Otro de los «defectos» del proyecto de ley es que no ataca el monopolio Televisa-Azteca en televisión. Sí, son dos, pero es un oligopolio donde los únicos 2 participantes son socios en negocios de enorme importancia, suficiente como para que coordinen sus restantes actividades.

Imaginemos que perfeccionan el texto de la ley y rompen con el monopolio. ¿Cuántas más cadenas de TV abierta habría? ¿Otras dos, con dos canales cada una? Sumamos 96 horas de programación por día, si pusieran contenido original 24×7. La última estadística de Youtube que recuerdo dice que POR MINUTO se agregan 65 HORAS de contenido a la red.

Dejen que Televisa y TV Azteca se queden con su monopolio. Dejen que sigan produciendo basura 8 horas por día. En cinco o diez años van a implotar, cuando más gente prefiera entrar a Khan Academy o a pendejear en Facebook chateando con amigos que a ver la última novela actuada por marionetas y escrita por tipos en coma. Dejen que la misma MPAA le joda la existencia, haciendo que las películas lleguen 2 años tarde a la pantalla para su «estreno».

Imagino las horas de lobby insomne para que no incluyeran criterios de accesibilidad para personas con discapacidades en el texto del proyecto. La cantidad de reportes financieros con los nuevos costos mostrando que los márgenes se reducirían un 1% y eso es inaceptable.

Otra vez pensemos que la ley «se perfecciona» y logran imponerles alguna obligación a las cadenas de TV. Closed captioning o lenguaje de señas, etc. ¿Crees que eso compite con las posibilidades de Internet, donde el contenido se puede procesar con mayor libertad, sin estar preso de las limitaciones de un dispositivo como es el televisor? ¿Pausar, comenzar de nuevo y probar otros estilos/proveedores/idiomas de subtítulos? ¿Cargar solo el audio en el teléfono y salir a caminar?

Parece mentira que tantos años después tengamos que seguir explicando que Internet es el futuro y tratar de ponerle grilletes solo consigue que florezca más fuerte en otras direcciones.

El Estado, ese extraño enemigo

Estado y ciudadano son entes antagónicos. ¿Y el Gobierno? Solo una jauría de mercenarios contratados para lidiar con toda la basura que como burgueses delicaditos no queremos ver o no sabemos manejar.

Mientras Estado y Gobierno gastan ingentes cantidades de dinero (en sus mejores amigos, los medios masivos) intentando hacernos creer que «Todos somos México» o «Juntos podemos todo» en las aperturas de mundiales y juegos olímpicos, con la mano izquierda pasan leyes que sistemáticamente perjudican los intereses particulares, en pos de perpetuar su estancia en el poder, la impunidad en caso de una transición, o si fuera posible, ambas opciones, que para eso están los políticos de oficio.

Cuando las tribus nómades delegaron poderes en el consejo de ancianos, la razón era evidente: esos viejos habían visto todo. Eran los que sabían dónde ir a cazar según la temporada y también los que habían visto ríos desbordados regresar a su cauce sin intervención divina (o con, ellos saben más). Los viejos eran tíos de varios y abuelos de casi todos, así que resultaba fácil confiarles las decisiones que afectaban a la tribu completa.

El Estado moderno es la versión estructurada y reglamentada de ese consejo de ancianos, al cual con el paso del tiempo se le fueron asignando más atribuciones y responsabilidades, principalmente por voluntad de los que viven de ser parte del Estado, y no por deseo o necesidad específica de la gente. Esa línea de comportamiento sigue incontestada desde que arrancó, porque el ser humano es un chimpancé flojo dispuesto a sacrificar cualquier valor abstracto como libertad o privacidad con tal de no tener que hacer una fila en una oficina pública.

Que el Estado como entidad exista está bien, porque estos chimpancés huevones se preocupan por cosas que les son cercanas y no tienen perspectiva para «los grandes asuntos». Así nadie se preocupa mucho por hacer que se respeten las fronteras, hasta que te toca pedir visa para visitar a tu abuela; y si no me crees, fíjate en la solidaridad de los otros conductores cuando compartes una esquina con otros 20.

El ideal constitucionalista latinoamericano de 1850, cuando medio mundo andaba buscando textos para imitar, dicta: el poder fluye de abajo hacia arriba, el ciudadano es rey, los estados son soberanos y delegan en la Federación (o República, dependiendo del punto en el espectro donde se posen) una serie de atribuciones y responsabilidades bien reglamentadas para «proveer al bienestar general» y otras pastillitas de opio p’al pueblo.

De ahí a donde estamos, podríamos decir que en Latinoamérica le debemos dar las gracias a los militares, tiranuelos y dictadores «democráticos» en el caso del PRI en México, pero el fenómeno es mundial: nunca en la historia un gobierno derogó leyes proclamadas por sus predecesores, cuando estas leyes quitaban derechos al pueblo o extendían la injerencia del Estado.

Estado y ciudadano son entes antagónicos. El Estado es un mal necesario, una eficiente aspiradora de recursos que después consume de la peor manera. No somos amigos. No SOY el Estado. Y mucho menos el Estado usa MI dinero, como vociferan algunos trasnochados. Una vez transferido vía impuestos y otros atracos, es del Estado y con él hacen lo que les viene en gana. Nunca vas a zafar de una paliza policial esgrimiendo que tu dinero les paga el sueldo, solo te vas a amargar más creyendo que los toletes se compraron con tu impuesto predial.

¿Ya te agarró el miedo? ¿Ya te das una idea de la magnitud del problema? Con el discursito de «el Estado eres tú» hay una oligarquía que dicta las leyes que regulan los impuestos que pasas a deber para pagarles sus sueldos, viáticos y la redistribución de riquezas a una serie de amigos que resultan siempre ser los mismos, no importa quién gobierne. Todo mientras una parte de esa oligarquía produce TV que sirve de relleno entre los anuncios de «siéntete bien, entre todos construímos esta carretera, pero solo se la pagamos a ICA».

Votarlos o no, no hace nada. La oligarquía está preparada para la transición. Con doce años en México, me bastaron los primeros tres para conocer a todos los actores políticos, que hoy siguen siendo los mismos, salvo un par de novatos como Manuel Velasco que no había nacido cuando llegué. La sangre no se renueva en esos círculos, se recicla.

Un pueblo dormido hace un Estado tranquilo y eso es perjudicial para el individuo. Hay que votar, porque esa es la señal que entienden, pero apenas los votaste, hay que monitorear. Votarlos y odiarlos en el mismo acto de expresión política, de responsabilidad cívica. Exigir transparencia y ejercer los derechos a información para exhibir los comportamientos turbios. Informarse porque ese también es un deber cívico, más importante que respetar los semáforos o la investidura de la que ellos mismos se burlan.

Joderlos por joderlos, porque demasiado poder ya les dimos. Ahora que no sea gratis. Que trabajen para mantenerlo.

Buró de Crédito y sus bases de datos vulnerables

Alguien usa las bases de datos de Buró de Crédito para mandar mensajes de phishing de un banco del que no soy cliente. No sé cómo las consiguió, solo sé que un desconocido me está enviando email a una dirección creada exclusivamente para Buró de Crédito y NUNCA usada en otro lugar.

Hace muchos años, cuando descubrí que se podían crear infinitas direcciones de email (alias) apuntando a una sola cuenta real, tuve la idea ociosa de usar esa posibilidad tecnológica para descubrir quién comerciaba con mis datos personales. Desde más o menos 2002, cada vez que una empresa me pide una dirección de email, siempre les doy una dirección que incluye el nombre de la empresa y apunta a mi cuenta «catch-all» en Gmail.

Como efecto colateral, es muy fácil filtrar y bloquear a empresas como Bancomer y Telmex, que envían email sin posibilidad de opt-out y sin jamás haber preguntado si lo quería recibir.

La cosa es que desde hace unos meses vengo recibiendo mensajes como el de abajo enviados a burodec@midominio, que es una dirección creada una vez que consulté las bases de BdC para ver si había algo en mi reporte. No es al azar. Tampoco es «una de  las entidades proveedoras de información», como les gusta repetir sordamente en Twitter.

Phishing a datos de Buró de Crédito

Phishing a datos de Buró de Crédito

Alguien tiene acceso a las bases de datos y las vendió o las usa.

Bonus track: a la dirección que usé para registrarme en Starbucks, la usa el gimnasio Energy Fitness para enviarme spam. No saben qué pasa con sus sistemas, pero con qué alegría piden hasta el calibre del vello público los cabrones.

Gracias por nada, INADEM, no te necesitamos

Se armó revuelo por la asignación de subsidios del Instituto Nacional del Emprendedor. Coincido con la mitad de las quejas que circulan por mis diversos timelines:

  • Es vergonzoso que un instituto que nace con el mandato de distribuir ayudas y subsidios para fomentar la actividad económica del país, tenga un subejercicio, así sea del 1% de su presupuesto.
  • El proceso no fue transparente en (casi?) ningún punto. No se conoce qué experiencia/preparación tienen los evaluadores, no hay una indicación clara de los criterios que informaron cada decisión, los comentarios que solo algunas solicitudes recibieron son poco claros.
  • Primó la burocracia sobre la misión del Instituto: muchas de las solicitudes tenían errores o faltantes salvables pero no hubo una ronda de retroalimentación para revisar presentaciones.
  • Darle fondos a Coppel, Sigma, Volvo y hasta Chilim Balam (que ya fue un caso destacado de Endeavor hace unos 10 años) da una idea de lo torcido que estuvo el proceso de regaloasignación de fondos. Pero esto tiene una defensa TAN fácil que no sé por qué no circuló ya (más abajo).
  • El que decidió darle 8 millones de pesos a «Reality: El Emprendedor» es corrupto o descerebrado. En ambos casos, no debería estar trabajando en el INADEM.

Ahora, de todas las críticas que leí estos últimos días, ninguna se acercó a los que creo son los principales problemas que enfrenta el emprendedor digital mexicano cuando busca fondos.

Por alguna misteriosa causa un importante grupo de gente relacionada a emprendimientos digitales se olvidó convenientemente de los mantras que pueblan su día a día («fail fast!», «valida tu negocio», «smart money > just money», etc.) y decidió que el INADEM era su nuevo mejor amigo, hasta que se enteraron de la vil traición.

Estado, gobierno y otras alimañas

Mientras que el Estado es una entidad bastante real, que detenta recursos, derechos y obligaciones, el gobierno es un monstruo efímero, compuesto por una horda de maleantes que solo viven para alcanzar ese sueño, contratados por el capricho y la conveniencia personal de masas iletradas para tomar decisiones sobre los recursos, derechos y obligaciones del Estado, cosa que perpetran con todo desparpajo, conscientes de una impunidad total.

¿Es ese el «socio» ideal que necesitas en este momento -frágil- de la vida de tu startup?

Leí una cantidad importante de tweets diciendo cosas cercanas a «El presupuesto del INADEM es de todos nosotros, que lo repartan bien». Nada más lejos de la realidad. El Estado es una entidad absolutamente separada de los ciudadanos (o intenta salir de la cárcel diciendo «Yo pagué por esta puerta, denme una llave») y, una vez tomada una decisión sobre el presupuesto, esta se ejecuta -bien o mal- guste a quien le guste.

Supongo que muchos eran conscientes que el Estado Nacional no se convertiría en socio minoritario de mitaquito.ly, pero igual pidieron fondos. Creo que podrían haberse ahorrado horas y horas de conferencias sobre cómo conseguir inversores en tu espacio o co-founders con plata, resumiéndolo solo a «a caballo con presupuesto regalado no se le miran los dientes». Hay varios narcos que quieren lavar plata a toda costa, quizás ahí haya plata fácil también.

Zombie startups y otras desgracias

Un día me espetó un emprendedor «Llevo 5 años tratando de desarrollar mi portal turístico y nadie me da dinero». Al preguntarle hasta dónde había llegado y dónde se había trabado, me mató «Si me dan la lana, lo hago». Quedó un poco molesto cuando le dije que si en 5 años no había tentado al socio financiero quizás sus ideas eran un poco estúpidas y no le interesaban a nadie.

En los años que llevo observando el mercado, conociendo gente, aconsejando a algunos, financiando a otros, me topo con los mismos nombres una y otra vez. Proyectos que nacen con la convocatoria de un «concurso de startups» y después pasan a incubadoras 1, 2 y 3 mientras tratan de conseguir algunos clientes y sueñan con alguien que por fin les ponga un maletín de dinero en la mesa para poder cobrar sus sueldos atrasados dos años.

Esto no debería ser sorpresa para nadie, pero son MUY POCOS los que llegan a la incubadora 3 sin divorciarse antes, y todavía son menos los que terminan convenciendo a un angel investor o micro-VC para que apueste unos $200,000 en ellos «para escalar, no para subsistir».

¿Cuánto estarías dispuesto a apostar en contra de que una amplia mayoría de las startups digitales que pidieron plata del INADEM no logran convencer a clientes ni a inversores post-incubadora de ponerles plata, entonces salen a agarrar lo que caiga?

Outliers y otros bestsellers

A los emprendedores digitales nos gusta presentarnos como tipos «distintos». Gente que trabaja para cambiar el mundo, aunque el camino elegido sea un clon de otras empresas ya exitosas. Somos raros, somos cultos, estudiamos hasta la exasperación la mejor manera de hacer café y cuando se presenta un nuevo lenguaje de programación, ya lo usábamos desde antes que naciera su creador.

Cuando el emprendedor digital piensa en un problema y su monumental intelecto pergeña una solución cándida e innovadora, muchas veces resulta incomprendido, teniendo que luchar contra innumerables adversidades con tal de que su idea vea la luz (y cambie el mundo, que es lo que todos los que fundaron cuponeras querían). Su madre no entiende por qué no trabaja en algún lugar más comprensible para sus compañeras de bingo, su padre jamás le perdonará que no se haya hecho contador y su novia se está empezando a cansar del olor a ombligo añejo que emana cuando se levanta de un hackathon de 36 horas sentado.

Ese personaje y su cuidada imagen personal, fruto de incontables A/B tests realizados en eventos de emprendedores, es quien fue a pararse frente al INADEM a pedir dinero.

Al más grande minimocomundenominadorizador del país, fue a presentarle su proyecto «rarito» y a decirle que quería plata de todos los mexicanos para poder subsistir un rato más y no estudiar contabilidad como los Godinez del mundo, con perdón de los presentes, honorables evaluadores burócratas divinos asalariados culeros.

Y acá se explica perfectamente por qué es un poco más fácil para los Coppel, Sigma y Volvo del mundo conseguir esta plata: porque en general, se va a convertir en sueldos. Empleados declarados, fiscalizables, jubilables y rastreables que pasan a formar parte de la tan deseada «formalidad», cosa que coincide bastante más con el objetivo general del Estado de generar mayor bienestar y orden a la población, que 3 chicos armando el próximo «AirBnB, pero para paquetes de kleenex a medio usar» que necesitan comprar AdWords.

Agujeros negros y otras oportunidades

Creo que está claro por qué creo que el INADEM puede hacer poco por el «ecosistema» de startups internéticas mexicanas (más allá de disparar fajos de dinero), pero esto no significa que ese ecosistema tenga todo resuelto. Nada más lejos.

Recién acaba de poblarse el sector de incubadoras/aceleradoras y eso Es-Algo-Bueno. El problema es que entre los $40,000 a $50,000 dólares que pone una incubadora y el millón que pone un VC «serio» en una startup mexicana, no hay nada (y están abiertos los comentarios para que me saquen de mi error). Saltar de una incubadora a otra es una anomalía que muestra que tanto los tiempos de este mercado son más lentos y los montos disponibles en cada nivel no terminan de cubrir todo el espectro.

Todavía no termino de descifrar cuál es el factor central que ocasiona esta ausencia de inversiones entre $150,000 y 250,000 que servirían para tomar un negocio presumiblemente evaluado, estabilizado y orientado dentro de una incubadora y hacerlo crecer durante un año o dos. No sé si el costo de administrar esas inversiones es demasiado alto o si la idiosincracia del inversor mexicano tome esos montos como una apuesta demasiado grande para un proyecto tan poco probado.

La buena noticia es que un boleto de avión a San Francisco cuesta unos $600 y allí hay HORDAS de inversores que se ocupan específicamente de este segmento, les sobra la plata y están ansiosos por escuchar tu pitch… a menos que no sea TAN bueno, pero ese es tema para otro post.

Los inversores de ese rango no van a aparecer antes de Navidad, ni este año ni el próximo. Lo bueno es que YA HAY EN MÉXICO un segmento de inversores que pueden tomar la antorcha y marcarle el camino a los cobardesque vengan: las mismas incubadoras. ¿Quién está mejor capacitado para analizar la viabilidad y el futuro de un proyecto que quien lo hizo realidad? ¿Qué mejor señal necesitan los inversores «grandes» que una segunda apuesta por parte de quien conoce las tripas de un negocio?

¿Qué mejor filtro para el resto del mercado que una incubadora diga NO y «gradúe» a un proyecto sin ponerle dinero adicional? Nos libraríamos de muchos zombies, por fin alguien cumpliría con la máxima de «fallar rápido e informativamente», habría jóvenes entusiastas que en lugar de agonizar 3 años quemando dinero de incubadoras, estarían disponibles para dedicarle energía a proyectos nuevos (y ellos serían los «veteranos» del circuito incubador).

Conclusiones y otras muestras de pereza intelectual

  1. Por favor comienza a mirar otros ombligos: «Emprendedor» para el Estado mexicano no significa exclusivamente «tipito levantando una startup de la nada».
  2. Por favor date cuenta que si nadie (ni el Estado benefactor!) quiere poner plata en tu proyecto, puede no ser tan interesante (o escalable, o generador de empleo, o a largo plazo) como te parece.
  3. Es bueno que exista el INADEM. Si no empiezan a hacer este tipo de desastres cuanto antes, jamás estarán en condiciones de hacerlo verdaderamente bien en unas 8-10 iteraciones.
  4. Lo cual no significa que tenga que ser bueno PARA TÍ. En general «disrupción», «innovación», «desintermediación» y otros neologismos que se recitan en eventos y prensa adictaespecializada, no le hacen cosquillas en el lugar correcto a los funcionarios que tienen que leer demasiadas solicitudes en tan pocos días.
  5. Ni está tan cool que le pidas subsidios al Estado para alargar la agonía de tu sueño guajiro, ni se debería ver bien que pases por 500 incubadoras (see what I did there?) antes de pasar al segundo nivel, sea avanzar o morir.
  6. Las incubadoras están en una posición privilegiada para dirigir la primera ronda/segunda vuelta de capital «serio» a los proyectos que valgan la pena, reduciendo la incertidumbre y abriendo el juego a otros participantes del mercado.