La
mujer que mueve el mundo con sus manos,
no descansa, no tiene calendario
y hace girar el día a su compás, y
es FELIZ de tanto como da.
(Presuntos Implicados. "MUJER" )
Voy
a tratar de contar "alguito" de nuestras experiencias desde que
salimos el 27 de agosto de 2001 de Bogotá.
Llegar a la terminal con tantos bultos y encontrar un autobús que llevase todo en el primer viaje, fue nuestra preocupación . Gracias a Dios se arregló todo y salimos a las siete de la noche para llegar al día siguiente a las siete de la mañana a Buenaventura. Una amiga de Zoila nos acogió en su casa, mientras esperamos emprender otro tramo de la ruta.
Al día
siguiente nos acercamos al barco a las dos de la tarde para poder salir a
las siete de la noche. Esperamos toda la tarde, a pleno sol, hasta que
terminaron de vaciar el barco, sacando a mano tablas. Un hormiguero de
gente, pasando la madera de uno a otro.
Terminaron
a las cuatro y empezaron a llenarlo de nuevo con muebles, alimentos de toda
clase, pollos vivos, etc. Parecía la huída a Egipto. Era un barco no muy
grande y creo que del tiempo de la esclavitud. Había mucha gente y apenas unas
cuarenta personas podían acostarse en una tabla para no decir cama. Seis
personas en cada cuartito y los demás en los pasillos.
Después
de unas horas de haber salido, comenzó un temporal muy fuerte: truenos, relámpagos
y lluvia.
El
barco se movió en todas las direcciones y yo digo:
-si
fuésemos leche, aquí saldríamos todos convertidos en queso-
Puesta
nuestra confianza en el Señor y en el Capitán del barco, llegamos después de
diecisiete horas a Boca de Satinga, donde pasamos todo a otros barcos (lanchas) ya
rumbo a Mosquera.
Dependiendo
de la carga y fuerza del motor, se llega más pronto o más tarde. En hora y
media llegamos, la gente nos estaba esperando.
Muy
pronto el equipaje estuvo en casa, pues hay apenas unos 150 metros para caminar.
Después de ver la casa, que por cierto es muy bonita, unos 25 niños me
llevaron a conocer el pueblo de Mosquera. Entramos por una calle y regresamos
por la otra, aquí no hay nada más, algún lateral de tierra y
otras pasarelas de tablas.
Los
habitantes no viven en tierra firme, depende de estar más cerca o más lejos del
mar; las casas se construyen sobre pilares de 1 a 4 ó 5 metros de altura, todas
son de madera, menos la nuestra que es de un material compacto. Las bases de
nuestra casa son de concreto.
Aquí
en Mosquera hay unas 360 casas, con unas 400 familias. Más o menos 3,000
habitantes, de los cuales unos 800 son estudiantes hasta el grado once. Luego
los que quieran y puedan, tienen que ir a otras ciudades para estudiar.
Mosquera
tiene una superficie de unos 3 Kms de largo y unos 150 m de ancho.
En
el terremoto de 1979 no quedó nada en pie. Está a un metro
bajo el nivel del mar.
Sobre
las ruinas de la destrucción del terremoto, volvieron a construir las casas, con las consecuencias que con la marea
alta, todo el pueblo se hundía e iban de un sitio a otro en un “potrillo” o
canoa pequeña.
Los
últimos años han ido rellenando los caminos, pero sin embargo el agua pasa
encima y tenemos piscinas por todos lados.
Bajo
nuestra casa y el patio de atrás, sube el agua por lo menos medio metro y es
una buena diversión para los muchachos, todos los días tenemos la marea alta y
la baja, pero cada tres semanas sube tanto que hasta las nueve de la mañana no
pueden pasar los niños a la escuela. Normalmente empiezan las clases a las 6,45
de la mañana. Después de unos 3 ó 4 días vuelve todo a su normalidad y hay
menos plaga.
Cuando
llegamos el 1 de septiembre, el pueblo estaba sin agua dulce o sea sin agua de
lluvia. Nos tocó también buscar agua salada en un pozo cerca de la casa, más
o menos a 70 m de aquí. La gente nos traía, no sé de donde, agua dulce para
cocinar. Al tercer día empezó a llover y siguió unos cuantos días, y ya
pasamos el apuro.
La
mayoría de la gente no tiene donde depositar el agua y pueden buscarla en las
casas aguateras, hay como ocho en los distintos sectores, con 20 ó 24 tanques
plásticos en cada uno. A la hora indicada, la gente puede ir a comprar el agua.
Veinte litros por 100 pesos, sabiendo que el dólar está a 2,335 pesos
colombianos. El agua es insuficiente, si no llueve con frecuencia, para cubrir
las necesidades de la gente.
Del
fondo económico colombiano, han venido a dar un taller sobre el buen uso del
agua y la recolección de la basura. Participamos unas veinte personas y espero
que después de 40 horas de clases algo se pueda poner en práctica.
Terminé
un taller y empecé otro de 40 horas, sobre como elaborar proyectos. Me parece
que todo suena bonito, pero llegar a realizar es otra cosa. No quiero ser
pesimista, pero aquí falta la materia prima para elaborar cualquier cosa.
No
hay industrias, no hay fuente de trabajo. Hay mucho desempleo, porque de afuera
nadie viene a invertir, por las distancias. El único negocio que funciona es de
alimentos y es gente de otra provincia, con capital, que vienen cada seis
semanas en un barco con lo que más se necesita aquí: alimentos. Y se ocupan
de revenderlo a los pequeños abastos. Tienen productos de limpieza y ferretería,
etc. A veces, cuando voy a comprar me impresiona que la gente está comprando
dos cucharadas de leche o 100cc de aceite ó 200 g de azúcar o dos huevos, etc.
Lo
que se echa de menos es la legumbre, imagínense que nunca más hemos visto
lechuga, pero estos días vamos a comer de la cosecha de casa: he buscado una
canoa vieja y tierra y sembré de todo un poco. Lo que más se da es la
lechuga, cilantro, perejil y cebollín. Pimentón y espinacas, siguen... lo que
podemos comprar son papas, zanahorias, cebolla, repollo y vainitas. En el tiempo
que estamos, han matado dos reses: una vaca y un cochino. Los engordan aquí
mismo con “conchas” (corteza) de plátano y coco. Pollo también hay y
pescado, nunca nos falta, por ejemplo: mero, pargo, merluza, sábalo, liza,
pelada, guaba, langosta, etc.
En
lo que tiene que ver con higiene y salud, hace falta trabajar bastante. Las
enfermedades que más afectan a la población son: paludismo, diarrea,
infecciones de la piel, la vista y otros, para lo que el hospital de aquí no
tiene ninguna solución. Si se presenta algo serio, tienen que llevar los
enfermos en lancha, cuatro horas por mar abierto. En el tiempo que estamos aquí,
han llevado dos pacientes. Una chica de 18 años que murió, y la trajeron a Mosquera, para enterrarla.
La
otra de 72 años también murió. El hijo de esta última, 32 años, ha sido operado de cáncer en la
garganta en Cali y ha venido otra vez
aquí. Se pueden imaginar con esta enfermedad, en estas casas de madera, sin
mucha ventilación, un techo de zinc y temperaturas de 30º C. Pidamos a Dios
que se haga su voluntad en él. Ya ha recibido los sacramentos de los enfermos.
Ahora,
¿cuál ha sido la historia de nuestra gente?
Son
descendientes de esclavos africanos (raza negra) que fueron traídos aquí para
trabajar en las minas de oro, en plantación de árboles, algodón y caña de azúcar.
Carecían de todos los derechos humanos y el sufrimiento y el orgullo por su
raza, les hizo escapar del dominio de empresarios nacionales y extranjeros.
Muchos de ellos llegaron a establecerse en la costa del Pacífico, para poder
vivir en libertad y aún aquí no fueron tomados en cuenta y sufrieron de abusos
por los intereses creados por los grandes, haciéndolos trabajar para ellos con las condiciones mínimas.
Hace 150 años
que fueron reconocidos como ciudadanos colombianos y se
han ido organizando para reclamar sus derechos, en lo que es cultura,
tradiciones, educación, salud y economía.
Este
pueblo tiene un pasado muy triste y hasta el día de hoy poco tomado en cuenta
por el gobierno nacional.
Han
sido pobres en el pasado y lo siguen siendo ahora. Los hombres se dedican a la
pesca. Cuando el mar está bajo, tejen sus redes, buscan plátanos, bananas y
cocos, en las islas fuera de Mosquera. Otros hacen
o arreglan sus casas y otros parece, no tienen nada que hacer.
Las
jóvenes y señoras, cuando el mar está bajo, pasan todo el día en los
manglares sacando conchas. Un trabajo muy duro, descalzas en el barro,
agachadas, con el riesgo que le piquen los insectos, cangrejos, serpientes, etc.
Las
conchas son muy mal pagadas. Las llevan
a un depósito y una vez a la semana, las recogen en una lancha grande y las
llevan a Ecuador.
Hablando
de lancha, un día cuando estaba visitando la gente en el extremo de Mosquera,
La Pista, el agua empezó a subir. De pronto, cuando salí de la casa el agua
tenía medio metro de altura y me trajeron en un potrillo (pequeña lancha),
hasta lo seco, para seguir caminando a casa... todo tiene su encanto...
Nuestra
Parroquia es atendida por una comunidad de franciscanos: dos sacerdotes y tres
hermanos. Viven en Boca de Satinga, a hora y media de aquí, en lancha.
Allí
tienen, en el casco urbano, más o menos unos 8,000 habitantes, con unas ocho
islas alrededor con un total de 22,000 habitantes. Ellos vienen
cuando pueden a celebrar la Eucaristía a Mosquera o en otras islas que tenemos
alrededor.
Mosquera
con todas sus islas, tiene unos 13,000 habitantes. Los domingos, si no viene el
sacerdote, tenemos la celebración de la Palabra y comunión. Los distintos
grupos de la Parroquia la preparan y lo hacen muy bien. Cantan a todo pulmón y
la música a lo africano, con bombos, tambores, marimbas... a veces acompañando
con danzas... muy bonito.
Serapia
se ocupa de la alfabetización, cursos, club de los niños, grupo del Sagrado
Corazón y acompaña el grupo de la Legión de María.
Yo,
por la mañana visito a unos cuantos ancianos, les baño, les corto el pelo, las
uñas, les enseño a limpiar sus casas, en lo posible, etc. Cinco de éstos son
ciegos y tres inválidos. Hay alguno más, pero no requieren tanta atención.
En
la tarde visito a las familias y muchas veces me preguntan si nos quedamos a
vivir en Mosquera. El pueblo aprecia mucho nuestra presencia.
Los
domingos por la mañana, llevo la comunión a 12 ancianos y cada 15 días, me reúno
con el grupo de la tercera edad.
Con todo eso, espero que se puedan imaginar un poco, de este “dedal” de tierra, donde estamos...