Reflexiones sobre Chernobil

La tragedia de Chernobil señala el final del idilio entre la energía atómica y su uso civil, lo mismo que cuarenta años antes la bomba atómica marcó el comienzo del compromiso ético de algunos científicos frente al avance de la ciencia. Sólo para algunos, por supuesto, fue el comienzo de un compromiso, para otros fue nada más que la consagración de un éxito.


Tampoco es tanta la diferencia entre la ineficacia y temeridad del régimen soviético, en su particular interpretación del socialismo, que creó y manipuló la catástrofe mientras pudo, ocultando la verdad a occidente y a su propio pueblo, y la propaganda de un Estado que intenta justificar la bomba atómica como una conquista de la libertad frente a la barbarie. En aquel momento, el Kremlin desmintió o subestimó el peligro de contaminación, que fue unas 100 veces más que la desprendida en Nagasaki e Hiroshima. Desde entonces, la desconfianza forma parte de la herencia colectiva del hombre, sobre todo cuando un Estado afirma que un emprendimiento humano “no contamina”.

A pesar de ello, Finlandia, uno de los países afectados por el desastre y conocido visitante de nuestra región, prepara la construcción de una nueva planta nuclear (ya dispone de cuatro), la primera que se construye en Europa en los últimos 10 años. Un detalle significativo. Alemania, por otra parte, planea tener desmanteladas todas sus centrales nucleares para el año 2020. Otro detalle significativo para el mentado ámbito de la voluntad política, tan de espaldas a la voluntad colectiva en estos últimos tiempos. Y para quienes se empeñan en argumentar en base a necesidades inmediatas y no en base a proyectos viables de supervivencia humana, no hablemos ya de desarrollo.

Chernobil supone aún hoy en día un drama real para miles de individuos concretos. Niños deficientes, poblaciones enteras devastadas, campos anegados por la contaminación, traslado forzoso de personas, trauma, debacle económica y pánico colectivo. Las estimaciones de víctimas varían desde 4000 según las Naciones Unidas hasta 93000 muertes como consecuencia de la radiación según Greenpeace. Ante este panorama tan desolador sobresale un hecho asombroso. Científicos y visitantes de la zona han comprobado que en el área de exclusión, que marca un radio de 30 Km en torno al reactor número 4, y en las regiones altamente contaminadas que los pobladores dejaron tras de sí, ha resurgido la vida animal de forma insospechada tras la retirada del hombre. Abundan las águilas, los linces y algunas huellas de oso que no se veían en ese lugar desde la revolución industrial. Inclusive las golondrinas hacen nido en el sarcófago que cubre los restos del núcleo radiactivo. Aparentemente se han adaptado a una vida con altos niveles de contaminación. Otras especies reinsertadas temporalmente en este medio hostil encuentran grandes dificultades para sobrevivir y mueren o no logran reproducirse.

¿Qué nos enseña esto? No debemos adelantar conclusiones porque la Ciencia está trabajando en ello y pronto tendremos noticias. Pero mientras llegan sus heraldos, como físico y habitante de este planeta me atrevo a especular con una hypotheses non fingo. Para algunos animales, y para ciertos ecosistemas, el calor radioactivo no es tan nocivo como el calor humano. Es decir, si al cerdo salvaje le dan a elegir entre un campo contaminado con Cesio y Plutonio o la amigable compañía del ser racional, va a preferir a Cesio y a Plutonio. Y aún más, se observa que ciertos ejemplares viven y se reproducen con normalidad, a pesar de sufrir un daño genético irreversible. El hecho es que están demasiado contaminados con isótopos de Yodo como para poder ser consumidos por el hombre. Lo cual no deja de ser, desde cierto punto de vista, una ventaja adaptativa.

Sabemos que el viejo sarcófago de Chernobil amenaza con colapsarse de un momento a otro y liberar toneladas de polvo radioactivo. La noticia esperanzadora es que el gobierno ucraniano, ayudado por entidades financieras, planea construir una cúpula de cemento que cubrirá la actual estructura del reactor. Se prevé que el nuevo arco sea trasladado y puesto en su sitio de forma que oculte el problema durante al menos 100 años, mientras tanto, los restos del núcleo seguirán intactos. Luego, probablemente, hará falta construir otra cúpula que cubra la anterior. Este método de trabajo recuerda el razonamiento de la anciana que interrumpió a Bertrand Russell afirmando que la Tierra se sostiene por la caparazón de una tortuga. La mala noticia es que el Plutonio 239, el más ominoso invento de la humanidad, tiene una vida media de 24.000 años. Harán falta varias tortugas para sostener este planeta.

En vista de todo esto, y de que la razón instrumental nos amenaza más que el hambre, he decidido comprarme una bicicleta y continuar con mis clases de latín para estar preparado cuando entremos de nuevo en la Edad Media. Para no caer en el desconsuelo y la apatía, tomo ejemplo de la sensata opinión del dilecto Samuel Butler, aquel antagonista de Darwin que defendía el abandono de las máquinas en favor de una vida rural y pacífica.

Adrián Icazuriaga

Publicado originalmente en: http://www.montevideo.com.uy












 
"¡Ideas, señor Carlyle, no son más que Ideas!"
Carlyle - "Hubo una vez un hombre llamado Rousseau que escribió un libro que no contenía nada más que ideas. La segunda edición fue encuadernada con la piel de los que se rieron de la primera."